A pesar del pesimismo que V de Vendetta
nos muestra en muchos de sus capítulos, uno de los puntos
fundamentales de esta historia es la esperanza, una esperanza que
nace, eso sí, del afán de buscar la verdad, por dolorosa que esta
pueda resultar. Precisamente esta pasión por la verdad, «la de
cada uno y la de todos, y no Verdad alguna, con mayúscula y en
abstracto» convierte a este cómic en una historia de salvación, de
salvación radical del ser humano por encima de todo pesimismo o de
todo optimismo.
Sin embargo, consciente Alan Moore de que también
somos «codiciosos y cobardes, desconfiados y asustadizos, y
brutales, y que tenemos ansias de dominio», este autor opta por
una solución realista, muy acorde con su tesis de que todos somos
el mundo y todos somos responsables. Dicha solución consiste en
hacer que V se dedique tan sólo a destruir las bases del régimen
totalitario y a informar al pueblo de que el poder para
transformar la sociedad, para impedir que dicho régimen se
regenere, está en las manos de cada uno de sus individuos. Así
comprendemos el rostro desencajado de Finch,
mirando
con miedo, con vértigo, hacia adelante, hacia su futuro,
comprendiendo que cada una de las acciones que realice a partir de
ahora, será parte de su propio destino, porque ahora es el único
dueño de su vida. De ahí también la contraposición entre la
primera viñeta de este cómic, con una voz omnipresente que dirige
los destinos de casi todos los miembros de esta sociedad abúlica y
conformista, y las últimas páginas de la historia, donde la voz de
la nueva V, Evey, fuera de la sed de venganza del V original y
mostrando así que la educación que ha recibido ha sido útil,
proclama: «No voy a liderarles, les ayudaré a construir. Les
ayudaré a crear porque no pienso ayudarles a matar. Ya pasó la era
de los asesinos. No tienen cabida en nuestro mundo mejor.»
Una idea recurrente en Moore: el progreso o
degeneración del mundo, así como su funcionamiento, están en
nuestras manos, y las decisiones de cada uno de nosotros son
importantes. Nosotros hacemos el mundo.
Nosotros, sin olvidar en ningún momento las huellas
que otros seres humanos dejan sobre nuestro cuerpo y espíritu, y
resulta obvio, también para Moore, que no hay huella más grande
que aquellas que dejan las personas que nos han amado y con las
que compartimos nuestro tiempo y entorno. Esto lo podemos
comprobar tanto en Swamp Thing como en V de Vendetta,
dos grandes historias de amor donde el excepcional guionista
británico describe de forma magistral las heridas, las cicatrices
-quien bien te quiere, te hará llorar- y las raíces, profundas,
que el amor puede dejar en nuestros corazones. Así, la Evey de las
últimas páginas de V de Vendetta es una persona a la que el
amor (por V y seres como Valerie) ha hecho más fuerte; la Abigail
Cable de las últimas historias de Swamp Thing nos dice en
el número 54, tras la supuesta muerte de la criatura del pantano,
para hacernos saber que el amor que la criatura sentía por ella la
ha hecho más fuerte:
«No cuesta mucho
desmantelar a un ser vivo. Nos desgarramos fácilmente. Las ramas
crujen detrás de nosotros. Nos sigue a pie. Tú le detendrías pero
tú no estás aquí y yo no puedo. ¿Por qué no puedo?¿Tu magia no se
me contagió. ¿No creció nada duradero de nuestro amor?»
Y la misma Abigail Cable, tras haber detenido, con
la ayuda del pantano, al marido de Liz Tremayne, que pretendía
asesinar a ésta y a Abigail, afirma: «Sí, sí. Me siento mejor. Sí,
más fuerte. Quizás algo bueno acabe por salir de todo esto, como
él dijo. Quizás algo acabe creciendo». Ese “algo” en V
de Vendetta pretende ser la esperanza en la capacidad del ser
humano para dirigir su propio destino, en el ámbito privado y en
el ámbito social, porque todo cambio social no puede crecer sino
de lo íntimo.
En definitiva, V trascenderá, citando palabras de
Barrero, como una de las obras más sinceras y puras de su
guionista, en la que tienen cabida la repulsa contra el
colectivismo gregario, contra esa Verdad, que es no es tal verdad
para el individuo, en la que enfrenta a fascismo y anarquía,
estado e individuo. Moore denuncia la corrupción a todos los
niveles, la narcotización de la masa a través de los media,
arremete contra la burocracia, analiza la frustración freudiana (y
por eso el alcance de la voz personal se
consigue a través de dos rupturas, la ruptura con el sistema, y la
ruptura con el padre), concibe la esencia de la serenidad en la
actitud pacífica (Evey, tras la vejación, se transfigura hasta el
punto de rechazar la venganza), muestra la soledad y la ingratitud
del poder, accede a contemplar el caos como producto de la
anarquía desde los ojos de un Finch arrecido por la culpa y la
frustración.
Y no olvidemos que en V también tienen
cabida la capacidad de redención y sacrificio de algunos
individuos; las huellas positivas y negativas
que otros pueden dejar sobre nosotros; la esperanza, en resumen,
en algunos de los
seres humanos que hacen cuanto está en su mano porque el mundo
progrese.
«Porque la utopía
-afirma Alan Moore- es más una meta que un estado de las cosas
existente, y tiene que empezar en el individuo. Tiene que empezar
con la gente haciendo sus propias elecciones, en lo que respecta
su propia libertad personal, a su propia responsabilidad
personal.»
BIBLIOGRAFÍA:
RODRÍGUEZ, Jaime (1997):
Alan Moore.
El tebeo de los 90,
El Boletín: Los archivos de El Boletín, 10, Barcelona
VV AA (1996):
Alan Moore.
El señor del tiempo, Edición global: Nexos, 4, Valencia
VV AA (1999):
U, 18,
La Factoría de las Ideas, Madrid
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