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V DE VENDETTA

V de vendetta

Guión: Alan Moore
Dibujo: David Lloyd, Steve Wihtaker y Siobhan Dodds.
 

 

[ Ilustración de la cubierta del libro de cómics editado en Alemania Obra de Kevin O'Neill ]


Voces. Individuo y sociedad en V de vendetta

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Alan Moore: «V de Vendetta fue una ruptura en muchos aspectos. Estoy muy satisfecho con las caracterizaciones en la historia. Hay una gran variedad de caracteres en esta obra, y todos ellos poseen características propias. Todos tienen diferentes formas de hablar, diferentes agendas y creo que todos son unos personajes creíbles porque, bien, ellos parecen emocionalmente creíbles porque yo no odio totalmente a ninguno de los personajes que aparecen. Incluso cuando escribo sobre los fascistas. Y es que los fascistas son personas que trabajan en fábricas, y probablemente son muy amables con sus hijos, es sólo que son fascistas. Ellos son muy ordinarios. Son igual que todo el mundo excepto que ellos son fascistas. La verdad, lo he leído en alguna parte, pero no lo recuerdo bien; en resumen: total entendimiento es total amor. Y aunque nadie puede entender todo, ni perdonar todo yo creo, en cierto modo, que si consiguiéramos saber qué pasa por la cabeza incluso de la gente más monstruosa, encontraríamos algún elemento de humanidad, de simpatía...»[vi]

Por mostrar sin pudor alguno las zonas más oscuras del ser humano, se ha considerado a Alan Moore un guionista «de lo sórdido, lo truculento y lo sádico», adjetivos curiosamente también usados para hablar de uno de los más grandes directores de la historia del cine, Billy Wilder. Lo que los críticos parecen olvidar rápidamente es que ambos, a la vez que nos muestran debilidades, vicios y penurias de estos individuos, también nos muestran la fortaleza de algunos, su capacidad de redención, su altruismo, su bondad, en definitiva, su dignidad («ese último rincón que nos permite ser libres»), aunque este esfuerzo lleve, así sucede con V y con Valerie, al sacrificio personal, la muerte del cuerpo, que no del espíritu.

Existen ejemplos de la pasión de Alan Moore por la singularidad del ser humano en obras tan oscuras como Watchmen, en cuyo capítulo IX el escritor nos aclara, al explicar el nacimiento de Silk Spectre, cómo desde las peores cenizas puede surgir una chispa de esperanza, como reconoce el mismo Doctor Manhattan: «Vamos… Sécate las lágrimas porque eres vida, más rara que un quark y más improbable que los sueños de Heisenberg, el barro en el que las fuerzas que dan forma a las cosas dejan su huella de forma más clara».

Este aspecto, la pasión absoluta, total por el ser humano, también aparece de forma clara en muchos momentos en V de Vendetta. A esta pasión por los seres más humildes, por los personajes más insignificantes, se ha de asociar la presencia de personajes que no aportan nada a la trama principal como Vincent. De todas formas, esta comprensión también se da hacia personajes vitales como Evey, especial, como otros, a ojos de V, a ojos de Moore:

«Me llamo Evey, Evey Hammond. No soy nadie especial. No como usted. Todo el mundo es especial. Todo el mundo es un héroe, un amante, un bufón, un villano. Todo el mundo. Todo el mundo tiene una historia que contar. Incluso Evey Hammond.»

Y es que ambos autores, tanto Moore como Wilder, nos ofrecen en sus obras una forma de ver el mundo ácida, amarga, pero que conserva siempre un halo de esperanza en el ser humano como individuo, como un ser independiente capaz de tomar sus propias decisiones, de enfrentarse a sí mismo y sus problemas. Porque toda revolución exterior resulta absurda si no viene acompañada de una revolución interior en cada ser, para que los valores de cada uno de nosotros cambien hasta exigir una sociedad más libre, más justa.

Alan Moore: «En mi caso, siento desconfianza hacia la utopía. Yo creo que lo más seguro es que la utopía sólo es posible en el interior de cada individuo, y en ningún otro sitio. Bueno, el único sistema político que se podría aplicar al individuo es la anarquía, y mucha gente no ve la anarquía como un sistema político pero, en cierto modo, sí lo es.»

Es significativo entonces que uno de los resortes en que se construye la posibilidad de cambio social en esta obra sea el conocimiento del mundo íntimo, en el aspecto físico y psicológico, del personaje Valerie, que ha construido su propio sistema de valores y no desea renunciar a él. Un sistema de valores que dejará huellas en V para luego alcanzar a Evey, espacio íntimo desde el cual se transfigura el mundo de otros seres humanos. Porque las huellas que algunas personas dejan en los demás pueden ser imborrables:

«Moriré aquí. Perecerá hasta el último resquicio de mi ser, excepto uno. Uno solo. Es pequeño y frágil, y es la única cosa que vale la pena tener en este mundo. Nunca debemos perderla, ni venderla, ni regalarla. Nunca debemos dejar que nos la quiten. No sé quién eres, ni si eres hombre o mujer. Quizá nunca pueda verte. Nunca podré abrazarte, ni llorar contigo, ni podré beber contigo. Pero te amo. Espero que puedas escapar. Espero que el mundo gire y las cosas mejoren, y que la gente vuelva a tener rosas. Ojalá pudiera besarte. Valerie.»

Esta es la grandeza de algunos seres humanos que tan bien sabe reflejar Moore: la capacidad de no renunciar a un ápice de nosotros mismos en las circunstancias más adversas, la capacidad de vivir con dignidad, el valor de decir no a toda forma de represión, y la capacidad de amor incondicional de algunas personas.

De manera que Moore parte en esta obra de una concepción abierta y esperanzada del destino del ser humano. Para este autor el hombre en ningún momento ha de dejarse llevar por un acatamiento total de un hado implacable, simbolizado aquí en la voz de Lewis Prothero, voz que conseguirá llevar a la abulia a muchos de los ciudadanos de esta sociedad, y que hará que Evey proclame estas palabras terribles: «¡No es verdad!. ¡Hay que conformarse! ¡Así es la vida y así hay que vivirla!»

Una mentira que Moore pretende desenmascarar, porque para este guionista el individuo debe ser consciente de que empezar a preguntar por el destino es empezar a vencerlo. Y negarlo. La felicidad, en palabras de V, es un engaño, una jaula de oro en la que anida nuestro conformismo. Una vez renunciamos a ella, podemos buscar nuestro propio conocimiento, nuestra propia voz, más allá de la voz que nos han impuesto. Es en ese momento cuando empezamos, a pesar de miedos, temores, inseguridades, a desarrollarnos como individualidades capaces de construir nuestra propia vida.

Todo ello aparece perfectamente expuesto en el personaje de Evey Hammond, que empezará a construir su propio mundo, su propio yo, a través de las dolorosas lecciones de su mentor. Y construirá también su propio sistema de valores; así, cuando V le ofrece una rosa para acabar con la vida del hombre que asesinó a su amante (rosa que para V se ha convertido antes en símbolo de venganza), ella declina la oferta, ya que toda venganza, piensa, es inútil.[vii]

V y Evey han dejado de ser uno para proseguir caminos diferentes, como el mismo V se encarga de recordarnos: «Pero casi he terminado. Sí. Sí, supongo que sí.» El cuerpo va a morir: sólo quedará la idea. Y es a partir de los valores de cada individuo, del propio mundo interior de cada ser humano, nos dice Alan Moore, desde donde se ha de construir un mundo más fuerte y hermoso en el que vivir. De ahí la acusación que V lanza contra la humanidad en “Visión vocacional”, donde proclama:

«¡Vosotros les nombrasteis! ¡Vosotros les disteis el poder de tomar decisiones en vuestro lugar! (...) Podríais haberlos detenido. Sólo tenías que decir “no”. No tenéis agallas. No tenéis orgullo.»

Acusación brutal que también repetirá uno de los personajes de Watchmen, aunque de forma más velada, en el capítulo VI, cuando Rorschach revela a su psiquiatra las razones de su exacerbado existencialismo, el terrible asesinato de una niña.

«Este mundo sin timón no fue creado por fuerzas metafísicas. No es Dios quien mata a sus hijos. No es el destino el que los destripa o se los da a los perros. Somos nosotros. Sólo nosotros.»

Somos nosotros. Ya que toda voz, por anónima que sea, proclama Moore, tiene su importancia, para que toda historia pueda entrelazarse hasta formar un laberinto de individualidades que tengan la voluntad de crear una sociedad más humana.

NOTAS:

[vi] Palabras extraídas de la entrevista de Jaime Rodríguez publicada en U, 18, de XII-1999. todas las respuestas posteriores de Alan Moore en este artículo proceden de ella.

[vii] La rosa, símbolo hasta entonces en manos de V, de venganza, asesinato, de muerte en definitiva, se convierte en manos de su pupila en símbolo de vida y crecimiento.

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 [ © 2003 José Manuel Hinojosa, para Tebeosfera 031019 ]