TEBEOSFERA \ OBRAS \ TEBEO  |  serie / libro de cómics

THE LEAGUE OF EXTRAORDINARY GENTLEMEN

The League of Extraordinary Gentlemen

Guión: Alan Moore 

Dibujo: Kevin O'Neill

 

Planeta-DeAgostini, Barcelona, 2002

Edición original: The League of Extraordinary Gentlemen, ABC Comics / DC Comics, 1999 [existe versión en graphic novel, de 2001 la edición en cartoné, de 2002 la edición en rústica, en este caso con nuevas aportaciones de Ben Dimagmaliw y Bill Oakley; también existe una compilación mayor (con documentos de Moore añadidos) y una nueva serie que comenzó a publicarse en 2002 ]

 

 

[ Artículo dividido en tres partes. Leer:   1   |    2    |   3 ]

 

[ Ilustración de la cubierta del trade paperback: Kevin O'Neill ]


The League of Extraordinary Gentlemen, por Eduardo Martínez-Pinna


Introducción. La maduración de un guionista según Alan Moore.

Una de las cinco series que Alan Moore escribió para el sello America’s Best Comics, ABC (división independiente de Wildstorm, aunque Moore ostenta la propiedad intelectual de la obra) podría traducirse al español como La Liga de los Caballeros Extraordinarios.  Para su edición española, la Editorial Planeta-DeAgostini prefirió usar el título original y en el presente artículo nos ceñimos a él, en lo sucesivo abreviado a LEG.

En su primera edición, LEG aparece como un serial de comic book sin cadencia periódica, entre marzo de 1999 y septiembre de 2000. Esta independencia –creativa que no comercial- puede exteriorizarse en la asunción de recursos que utiliza para vertebrar la historia: su autor toma prestados a una representativa nómina de personajes de la literatura gótica y de aventuras de los siglos XIX y XX. Al ser además lo suficientemente ilustres y acreditados (si bien pensar que son personajes conocidos por un público mayoritario puede ser más una especulación que una realidad) le permiten a Alan Moore una repesca e integración, en un particular universo propio, en forma de  relato de inspiración decimonónica, mezcla de sutil ironía y sincera admiración por una narrativa tan clásica como olvidada. Para dotar al relato de una textura vanguardista recurre a los personales dibujos de Kevin O’Neill, de trazo difícil y correoso, pero con el suficiente detallismo para insertar en los paneles escenarios muy recargados, plagados de homenajes.

Desde el Alan Moore primigenio que escribía guiones en las revistas de cómics de Gran Bretaña, al guionista maduro y experimentado de esta obra en estudio hay una trayectoria sobradamente conocida que puede circunscribirse en cuatro fases de fronteras difusas. Tras unos comienzos en la división UK de Marvel (Captain Britannia), Warrior (Marvelman, V for Vendetta), 2000 AD (Time twisters, Quinch’s guide to life y The Ballad of Halo Jones) es contratado por DC, realizando para esta editorial trabajos de tal reconocimiento que elevan su caché al de un autor mítico. Destacan en esta época, como especialmente afortunados sus guiones para Swamp Thing, Superman, Batman, y sobre todo Watchmen, acompañados por otros trabajos menores. Durante esa etapa, como nota añadida, O’Neill dibujó dos obras suyas: un complemento para el Annual # 2 de Tales of Green Lantern Corps, fechado en 1986, y otro complemento publicado en Omega Men # 26, fechado en mayo de 1985. Ambos trabajos están publicados en España, en Clásicos DC # 18, y en Invasión # 8 de ediciones Zinco, bajo los títulos “Tigres” y “Vidas breves”, respectivamente.

Durante este ciclo en el mainstream estadounidense finaliza obras que quedaron colgadas en su anterior etapa, tales como V for Vendetta para DC, y Miracleman para Eclipse, conocido en el Reino Unido como Marvelman, y rebautizado así en EEUU para evitar litigios con la todopoderosa Marvel. Esta segunda época, acontecida entre 1983 y 1987, finaliza con la clausura de relaciones (amistosas) entre Moore y las grandes editoriales, en este caso DC, por el injusto tratamiento de estas últimas hacia sus autores. El inglés sigue la estela de otros historietistas rebeldes, entre los que se encuentran Steranko, Adams, Smith, Gerber, que hacen de vanguardia de los que se irán añadiendo posteriormente, prestigiosos autores del comic book estadounidense actual, como son Miller, Byrne, Mignola…

Su tercera fase de actividad profesional se inicia con la creación de su propia editorial Mad Love, para la que realiza obras de marcado carácter independiente (The Secret Team, From Hell, A Small Killing, Big Numbers) algunas de ellas inconclusas, como la conocidísima From Hell, finalizada en 1996 y publicada posteriormente en Kitchen Sink. Para esta última editorial mencionada publica luego dos historias de The Spirit, ilustradas respectivamente por Dave Gibbons y Daniel Torres, a resultas de ser elegido como uno de los autores que refrescan el icono “eisneriano”, en la limitada de ocho ediciones fechada entre marzo y octubre de 1998.

Avanzada la década de los noventa, y comprobando que la edición ajena al circuito principal y el saneo económico rara vez coinciden, regresa al trabajo mercenario de superhéroes, en Image de McFarlane, Awesome de Rob Liefeld, y la propia Wildstorm de Jim Lee, en una fase que aporta poco a su hasta ahora brillante carrera como escritor de cómics. Entre que es difícil superar el concepto de superhéroe que grabó con impronta indeleble tras su paso por DC, y las dificultades económicas de Liefeld (que le obligan a colgar la serie de Supreme, parodia de Superman), Moore sigue sin encontrar su ubicación en la industria. Pero el talento, la perseverancia, y unas gotas de buena suerte se alían para formar el milagro, en forma de un cheque en blanco firmado por el mismo Jim Lee. La creación de un sello o línea independiente de cómics (ABC) con propiedad intelectual del nativo de Northampton, y distribuida por la bastante poderosa Wildstorm. El beneficioso contrato, le permite además que en estos tebeos no aparezca ningún logotipo que no sea el suyo, manteniéndose tan suculenta prebenda, cuando Jim Lee vende ABC a DC, por lo que logra mantener su promesa de no trabajar de manera directa para las grandes editoriales de la industria.

Recreando pastiches. La necesidad de usar arquetipos asentados.

Probablemente Moore se haya enfrentado a su propia superación como escritor. Trabajo meritorio, porque evolucionar llevando como lastre indiscutibles clásicos como Watchmen y From Hell puede representar una tarea titánica, casi imposible. Sin embargo, los recientes éxitos de crítica y público conseguidos tras el curso del primer volumen de ABC han allanado el dificultoso camino, reubicándolo en una ventajosa posición que le permite conjugar su particular visión del cómic con las compensaciones económicas que acompañan la distribución en canales principales. En LEG, la más conseguida de las obras ABC, el guionista elude los callejones sin salida que suponen las historias demasiado simples que luego se harán reiterativas (caso de Tom Strong, con tan sólo un brillante comienzo y su significativa utilización del metalenguaje), los relatos breves y no demasiado originales que forman la obra Tomorrow Stories (ni el remedo de Spirit que no supera el modelo insuperable de Eisner, ni la parodia de superhéroes que no es la más original de las parodias, ni el producto inclasificable de dificultosa comprensión que alude al nombre de “Cobweb”, logran salvar los buenos trabajos que suponen las historias dibujadas por Kevin Nowlan y Hilary Barta) o los coqueteos con la experimentación, propia de series como Promethea o Top Ten.

La progresión evolutiva de Moore sube un peldaño al rescatar la narrativa en pastiches (hilvanado de retales de obras góticas y de aventuras, universales y juveniles de la novelística popular del tránsito del siglo XIX al XX) y adaptar sus referentes al formato historietístico. Referentes sobradamente conocidos, al menos de oídas, por una buena parte de su público, y que en definitiva convierte la historia, un amable entremés de aventuras decimonónicas, en un constante desafío interactivo para una buena parte de sus lectores. La apertura de este camino franco, manifiesta como ventaja una duradera explotación, pues las posibilidades de repetir supuestos argumentales resultan remotas, aportándole suficiente fuelle para relatar cualquier historia preñada con sus temas totémicos (el análisis del poder, las motivaciones sobre la heroicidad, la capacidad de decisión individual, la ironía crepuscular). No sólo eso. Aún se podría guardar espacio para relatar “precuelas”, en forma de una interesante saga que relatase el advenimiento de los personajes desde la literatura en que fueron creados, a la historieta en donde renacen de su olvido.

La afinidad de Moore por el pastiche no es un descubrimiento de su etapa en ABC. En su obra más emblemática, Watchmen, acude a esta forma de inspiración. Cuando la directiva DC le propone la realización de un serial que presente los personajes de Charlton Comics (malvendidos a la misma DC en el año 1978) a su nuevo público, la respuesta de un inspiradísimo Moore, consiste en la escritura del guión de lo que luego sería Watchmen. Pese a la extraordinaria calidad del mismo, la radicalidad de la propuesta, impediría a la entonces flamante editorial de Superman seguir usando los personajes adquiridos (era una historia cerrada, que además de presentar personajes, los finiquitaba) por lo que la directiva le propone cambiar el nombre de los protagonistas, e integrarlos en el título actual de la obra. Pese a todo, se hace relativamente fácil identificar las personalidades de los watchmen con respecto a los precedentes de Charlton, con la salvedad lógica de que las figuraciones de Moore son más sólidas, están mejor construidos y protagonizan una historia cerrada que dificulta la aparición de “secuelas” (y exordios).

En LEG el autor es propietario de su obra, por lo que se cuida de no atrancar argumentalmente la primera miniserie. El espíritu que animó la realización de Watchmen se halla felizmente reencontrado (y afortunadamente simplificado) coincidiendo ambas en el uso de referentes prefijados, la exposición de los grandes temas y el sentido del relato basado en una detallada construcción de personajes y escenario por el que discurran acciones, y pasiones. Como en Watchmen, vuelve a acudir al tono crepuscular que tan inmejorables resultados narrativos le supone.

Si Moore hubiese planteado la historia con una nómina de personajes creada para la ocasión ésta podría presentar algunas mermas, entre las que destacan la pérdida de determinados iconos culturales, renunciando al homenaje y a los guiños cómplices con buena parte de sus lectores. Por si fuera poco, el serial aflojaría enganche comercial, al no ser necesario recurrir al usufructo de universos ficticios, que tan importantes rendimientos comerciales ha dado tanto al cómic (véase el Universo Marvel) como a la novelística popular (pastiches de Sherlock Holmes, por ejemplo).                                                                    »»»


[ Artículo dividido en tres partes. Leer:   1   |    2    |   3 ]


 [ © 2003 Eduardo Martínez-Pinna, para Tebeosfera 031019 ]