A Small Killing
es una graphic novel publicada en Gran Bretaña en 1991 por Victor
Gollancz, y en 1993 en Estados Unidos por Dark Horse. Recibió el
premio Eisner a la mejor graphic novel en 1994 y es, desde
varios puntos de vista, una de las mejores obras escritas por Alan
Moore, que en este caso cuenta con el dibujo (más elementos
argumentales) del dibujante argentino Oscar Zárate.
No obstante, cada vez que se enumeran las obras
maestras escritas por Alan Moore, A Small Killing suele ser
una notoria ausencia. Watchmen o From Hell ocupan
por lo general los primeros puestos en tales enumeraciones. V
for Vendetta nunca abandona la lista, como tampoco Swamp
Thing. Pero A Small Killing, a pesar de participar de
algunas de las características que hicieron de las obras citadas
lo que son (el uso de la simbología como factor narrativo, la
crítica política, el paralelismo entre el individuo y la sociedad,
etc.) no ha entrado en el “canon” de las obras mooreanas.
Puede que la explicación radique en la situación de
“bisagra” que ocupa A Small Killing. Fue escrita en un
periodo de transición en el que Moore abandonó (por un tiempo) el
género de superhéroes para adentrarse en otros temas, desde el
erótico al histórico. Pero comparte con sus trabajos sobre
superhéroes una cualidad fundamental que está más o menos ausente
de sus obras de la década de 1990: la crítica política explícita
al liberalismo conservador de Margaret Thatcher y Ronald Reagan.
La perspectiva que Moore adoptó en trabajos ulteriores sobre el
tema político (tema que, por otra parte, vertebra toda su obra) se
diluía en aspectos culturales más generales o en reflexiones sobre
la sexualidad, o incluso sobre la magia. En cierto modo, A
Small Killing es, hasta el momento, la última obra política
de Moore, y, en todo caso, un compendio de su trabajo en la década
de 1980.
La transformación conservadora
Esencialmente, y desde el punto de vista político,
A Small Killing es la historia de la transformación de un
sujeto: Timothy Hole, un joven izquierdista que acaba integrándose
en una cultura derechista. Cuando su conciencia alcanza un punto
de saturación determinado, se produce un proceso de regresión a
sus orígenes en todos los aspectos (no sólo político) y, de la
lucha entablada entre la persona que fue (representada por el niño
que le persigue durante toda la historia) y la que es, surge un
nuevo Tim Hole. En realidad, el tema central de A Small Killing
es la relación entre la conciencia y la forma en que el pasado, y
nuestros actos, inciden sobre ella; la cuestión política, en
concreto, es uno de los principales integrantes de la conciencia
del personaje. El nombre de la novela gráfica, A Small Killing
(“Un pequeño asesinato”) se debe a que los small killings,
las crueldades y traiciones que Hole ha ido realizando a lo largo
de los años, quieren ser devueltos o vengados con otro small
killing por parte de la misma conciencia de Tim Hole. En otras
palabras, quiere ajustar cuentas consigo mismo.
A este respecto, el germen de A Small Killing
se encuentra tanto en la producción anterior de Moore como en la
cultura yuppie de la década de 1980. Historietas como V
for Vendetta, Swamp Thing o Watchmen están
motivadas en parte (y sin contar el interés de Moore en indagar
las posibilidades técnicas del medio) por una reacción política
contra los mandatos conservadores de Margaret Thatcher en Gran
Bretaña y Ronald Reagan en Estados Unidos durante esa década.
Algunas escenas de Miracleman también tratan lateralmente
el tema del thatcherismo.
¿Cómo se representa esta cultura yuppie en A Small
Killing? Dado que la obra comienza narrando la estancia de
Hole en Estados Unidos, la primera plasmación responde a su forma
más pura: el mundo neoliberal de yuppies y ejecutivos
reflejo del reaganismo, representados como algo grotesco por el
dibujo de Zárate. Como recuerda Alan Moore (en Rodríguez, 2002:
102), «el personaje [Tim Hole], en cierto modo, tenía que ser la
suma y síntesis de la cultura que nos rodeaba en esos momentos, a
finales de los años ochenta». En la graphic novel se
muestra un mundo acelerado y lleno de prisas, lleno de fiestas y
(se insinúa) lleno de obsesión sexual, con referencias a lo que
parecen ser iconos culturales de ese mundo. El poder y la lógica de
dominio que caracterizan la cultura capitalista también se
insinúan con claridad: «No tienen piedad [ruthless]. Todo
el mundo lo sabe», dice Hole sobre dos importantes marcas de
refrescos (63).
También hay reflejos del reaganismo en ámbitos no yuppies,
como el anticomunismo que se insinúa entre los agentes de aduanas,
o el sempiterno rostro sonriente de las azafatas de vuelo (algo
parecido a lo que hicieron magistralmente Frank Miller y Bill
Sienkiewicz en Elektra Assassin con el candidato
presidencial Ken Wind, casi siempre sonriente).
En concreto, se refleja el universo laboral de la
publicidad, con yuppies que hablan incansablemente de
campañas y marcas comerciales. Para Moore, «el hecho de que
Timothy Hole trabaje en publicidad a mí me parecía emblemático de
la cultura de los años ochenta» (en Rodríguez, 2002: 102). También
se refleja la absorción de otros discursos culturales por parte
del discurso publicitario: por ejemplo, unos publicitarios hablan
del uso de la escena de la escalera de Odessa en El acorazado
Potemkin, de Eisenstein, para vender un producto infantil.
Esta absorción cultural se relaciona también con aspectos más
generales de la cultura occidental: «Lo que quiera que Occidente
signifique para ellos [dice Hole sobre Rusia], lo asociaremos con
Flite» (el producto que se quiere introducir en la Rusia
postsoviética). «Quieren ser americanos. Es obvio. Es inútil
adivinar sus necesidades. Les venderemos las nuestras. Nuestra
cultura, nuestros apetitos (…). Libertad. Elección. Bienes de
consumo. Sexo, por supuesto, con moderación...» (52). Lo más
curioso es que el personaje que dice esto, Hole, es un inglés que,
evidentemente, ha absorbido la cultura de Estados Unidos. Más aún,
Hole está fascinado por este país: «Oh mira, fuera de la ventana,
mira el cielo sobre el aeropuerto, todos esos colores extraños,
colores americanos, es hermoso, parece tan perfecto (…)» (4). Hole
piensa esto sentado en un avión que va a despegar; en la misma
viñeta, una azafata lleva una pajarita y una camisa que reproducen
las barras y estrellas de la bandera estadounidense. A esta
simbología se añaden en A Small Killing otros elementos,
como los McDonald’s que se muestran en Sheffield, la ciudad natal
del protagonista. Esta capacidad de penetración de la cultura
estadounidense y su simbología también sería comentada por Moore
en From Hell, cuando los representantes de un espectáculo
del Oeste le plantean a Abberline la fuerza de la ilusión,
prefigurando así la hegemonía planetaria de la cultura del
espectáculo estadounidense.
El ataque más directo a la cultura yuppie se
realiza utilizando la publicidad (que, como veremos, simboliza la
traición de Hole a sus aspiraciones artísticas pretéritas) y la
violencia implícita en esa cultura. Uno de los anuncios más
exitosos de Hole para una marca de coches muestra a una mujer
joven, de rostro atemorizado, huyendo al parecer de unos
automóviles que la persiguen y compiten entre ellos. El perfil del
target o público objetivo del anuncio es un individuo
«joven, soltero, blanco, varón, que gana entre diez y quince mil
libras anuales» (41). Ahora bien, el anuncio muestra que el coche
publicitado, de marca “Ryoku Raider”, está más cerca que
los otros coches (la competencia) de la hermosa y elegante mujer
que corre. Si a esto se le suma el eslogan del anuncio, «Te pone
al frente de la manada»,
queda claro el carácter de cacería y rapacidad contra las mujeres
que expresa el anuncio y, por extensión, la vida de Hole y la
cultura de los “triunfadores” típica de la década de 1980. No hay
que olvidar, además, que la marca del coche, “Raider”,
proviene de “raid”, que significa “ataque”.
Por otro lado, la habitual maestría de Moore para
la condensación de significados y la articulación de isotopías
semánticas (es decir, el efecto de la recurrencia de un mismo sema
o elemento semántico, la reiteración de unidades de significación)
se pone de manifiesto una vez más: en la misma viñeta en que Hole
explica el perfil yuppie de su público, Moore y Zárate
muestran el interior de una estación de metro londinense, con
mendigos por todas partes. El contraste semántico y la crítica
ideológica se elevan a la categoría de geniales cuando vemos que
una de las manos de los mendigos, en el gesto de pedir limosna,
está dibujada con pocos y leves trazos, y su falta de color (está
en blanco) contrasta con los tonos azulados de la viñeta. En otras
palabras, la mano del mendigo parece invisible, como invisibles
son los mendigos (que, no por casualidad, son dibujados sin
rostro) para la ideología neoliberal y para los que pasan por el
metro, como un hombre que les ignora, una mujer que tapa los ojos
a su hijo y otro hombre que se pone un pañuelo en la nariz.
No obstante estos aspectos del capitalismo
anglosajón en general, la crítica social central de esta
graphic novel se dirige a la bestia negra de Moore en el
aspecto político: el thatcherismo. Como ha observado Carlos
Sampayo (2002: 5), Margaret Thatcher es «una presencia, no
evidente [que] gravita sobre el asunto» en A Small Killing.
Para empezar, Tim Hole procede de Sheffield, una de las ciudades
que experimentaron la política económica thatcheriana y su proceso
de desindustrialización. ¿Es casual, por otro lado, que el año en
que Hole se marcha de Sheffield para comenzar su carrera en la
publicidad es 1979, el año en que Thatcher llega al poder? Uno de
los bocadillos impersonales que forman los murmullos en los
lugares públicos por los que pasa Hole parece referirse a Thatcher
al decir «Labour, just to get her out» (literalmente, «Trabajo,
sólo para sacarla»), frase que podría entenderse como una
referencia a los laboristas (Labour Party) para sacar a Thatcher
del gobierno.
El estado de la sociedad británica bajo el
thatcherismo también es puesto de manifiesto cuando Moore y Zárate
muestran una brutal pelea callejera en Londres entre la policía y
lo que parece ser una banda juvenil, insinuando además que la
situación es bastante usual: «Oh, otra pelea (…)» (47), dice una
de las voces entre la multitud. Con los tintes rojizos de las
viñetas de la página 48, y los trazos de Zárate, que parecen
llamas, se connota claramente la idea del infierno unida al
conflicto social, de forma parecida a como se hacía en Watchmen
con escenas como la de los disturbios callejeros o los campos
incendiados mientras el Comediante masacra vietnamitas. También
como en la historia del Comediante en Vietnam, en la escena citada
de A Small Killing aparece una mujer llorando. Y si el
Comediante decía que los disturbios callejeros eran la realización
del Sueño Americano, esta pelea callejera londinense parece ser un
comentario sobre la Gran Bretaña thatcheriana.
No obstante, la crítica de Moore no supone una mera
demonización panfletaria de Thatcher. También arremete contra la
población británica en general, lo que supone un reflejo de la
idea (también expuesta en Watchmen) de que todos nosotros,
con nuestras decisiones individuales, vamos creando el mundo. Como
reflexiona Hole,
«… y Thatcher,
esas segundas elecciones, no podíamos creerlo. Me alegra no haber
estado aquí para las terceras, aunque, en realidad, Nueva York
supone en parte salir del fuego para caer en las brasas… Ya sea
ella con sus Belgranos y sus documentos oficiales perdidos, o Bush
con sus Contras [...], lo afrontan con
confianza, reescriben la historia, hacen creer que nada ha
ocurrido, y todo el mundo está de acuerdo con ello… Todo el mundo
les vota. Todo el mundo finge que es…» (35).
El individuo y la sociedad
Todos los elementos señalados conforman el contexto
de una crítica ideológica que no se articula en un plano puramente
abstracto. Al fin y al cabo, la narración se desarrolla desde un
punto de vista subjetivo, mediante un monólogo interior, y es
lógico que todas las transformaciones culturales del
neoliberalismo pasen por el filtro de un individuo en concreto.
Más exactamente, el recurso mooreano para ilustrar la equivalencia
entre la transformación social y la transformación individual es
la puesta en paralelo de ambas transformaciones. En palabras del
guionista de Northampton,
«por supuesto,
existe un paralelismo entre los actos de un individuo y los actos
de toda una cultura… los medios de comunicación, los políticos…
todas estas áreas tienen un montón de similitudes con los actos de
Timothy Hole. Todos bloquean su pasado, todos niegan la parte
desagradable de su historia, los crímenes enterrados, los pecados
olvidados, las atrocidades archivadas» (Moore, en Rodríguez, 2002:
107).
La siguiente cita de Moore revela que el
paralelismo individuo / sociedad en A Small Killing no se
limita al revival conservador de la década thatcheriana,
pues ha sido a su vez reavivado y perfeccionado por el “Nuevo
Laborismo” de Tony Blair:
«(…) aunque “A
Small Killing” es un libro muy centrado en la época de Thatcher,
el otro día me di cuenta de que Timothy Hole es un buen prototipo
de la generación Blair, más que el de un conservador Tatcheriano
[sic]. Creo que en Timothy Hole hay un precedente de esta nueva
época de conservadurismo que estamos viviendo, de gente que hace
quince años aún eran radicales que creaban bandas de música punk.
Esto hace que, en cierto modo, “Un pequeño asesinato” sea muy
actual, ya que creo que el tipo de política que estamos llevando a
cabo en Europa actualmente, y especialmente en Gran Bretaña, está
siendo llevada a cabo por gente muy similar a Timothy Hole, gente
que nunca se sentó a la mesa con sus yoes anteriores, que nunca
abrieron sus botes llenos de bichos y pecados personales. Pienso
que eso es lo que hace que “Un pequeño asesinato” continúe
teniendo mucha vigencia, incluso aunque realizáramos la obra hace
ya más de diez años» (Moore, en Macho, 2002: 4).
Centrándonos en A Small Killing, en el nivel
individual nos hallamos ante el paso de un Timothy Hole “A” a un
Timothy Hole “B”; un paso que presenta muchos matices y aspectos
en A Small Killing, pero que, en el aspecto puramente
político, podría resumirse como el paso de un Hole socialista a un
Hole capitalista. En palabras de Moore,
«este personaje,
como muchos yuppies de los años ochenta, seguramente tenía
un pasado durante su juventud en la que era de izquierdas. La
mayoría de los yuppies habían sido hippies 10 o 15
años antes. Así que hicimos que Timothy Hole le vendiera una
bebida refrescante americana a Rusia, suponiendo que eso
correspondería a traicionar una gran cantidad de cosas» (en
Rodríguez, 2002: 107).
En el nivel social, este cambio ideológico se
refleja en la transformación de la Unión Soviética en la Rusia
postsoviética y capitalista («Quieren ser americanos», dice Hole
sobre los rusos –52–). El nexo entre ambos niveles, individual y
social, radica en la profesión de Hole: es el encargado de
introducir comercialmente un producto de consumo en Rusia. De
hecho, podría decirse que en A Small Killing existe un
subtexto político paralelo, encubierto tras una metáfora: el uso
de la estética soviética (Eisenstein, el Constructivismo) con
fines publicitarios, lo que le sirve a Moore para señalar la
absorción de la URSS por parte del sistema de mercado. «El
constructivismo ruso… ¡sí!», piensa Hole sobre el anuncio que está
preparando. «Sí, esas figuras proteicas, sus expresiones, esa gran
fe, ese espíritu… y en lugar de hoces, sí, están sosteniendo
botellas de Flite, en el cielo rojo de un nuevo amanecer (…)»
(20).
El paralelismo entre el nivel individual y el
social está basado, por ejemplo, en metáforas como la ya citada
pelea callejera en Londres, que puede leerse como una hipérbole de
la situación de lucha entre Hole y el niño que le persigue (Hole
piensa, en medio del dantesco enfrentamiento, que éste quiere
matarle); el microcosmos, la situación individual conflictiva, es
una representación a escala del macrocosmos, la situación social
conflictiva. No obstante, la correspondencia entre individuo y
sociedad en esta obra se desarrolla fundamentalmente
mediante una dialéctica continua entre el pasado y el presente
(que es, como veremos, un tema crucial). En el caso de Tim Hole,
A Small Killing muestra el contraste entre lo que fue el
Hole A y lo que es el Hole B (al menos, lo que es al comienzo de
la obra). El primero era un joven antirracista (tenía en su coche
una pegatina que rezaba “Rock against racism” –“Rock
contra el racismo”–) que expresaba “desprecio” por un “ritual
burgués” como el bautizo (73); el segundo es casi homófobo y está
cargado de prejuicios sobre los gays. El primero era un
izquierdista que se casó por lo civil «porque pensamos que era,
ideológicamente, mejor que por la Iglesia»; el segundo dice: «No
recuerdo por qué» (72). El primero era socialista y
filosindicalista; el segundo es un “trepa” perfectamente integrado
en la sociedad yuppie. El Hole A estaba interesado en el
arte (en su casa de Sheffield se ven carteles de la Vanguardia
rusa, libros sobre los murales mexicanos y pósteres de Frida Kahlo),
estaba en contacto con talleres y grupos artísticos con fines
sociales, y no quería en principio trabajar en publicidad; el Hole
B es un creativo publicitario y utiliza el arte con fines
comerciales. Hay una muestra evidente del socialismo (o, al menos,
anticapitalismo) de Hole en su juventud: con diecisiete años pinta
con motivo de una huelga un cuadro que muestra a un trabajador
crucificado en el símbolo de un dólar; años después, ha olvidado
quiénes eran los trabajadores que motivaron esa obra (cfr.
72).
Esta es una de las transformaciones expuestas en
A Small Killing: Hole A
–>
Hole B. No obstante, hay otra transformación más importante: la
regresión del Hole B al Hole A, o, más exactamente, el nacimiento
de un Hole completamente nuevo, más allá de la dialéctica
establecida entre su pasado y su presente. El propio Alan Moore
señala en una entrevista (en Rodríguez, 2002: 106-107) el
paralelismo entre lo individual y lo social que subyace también a
este proceso de regeneración:
«Yo quería que
hubiera algún tipo de redención, porque no me parecía suficiente
simplemente pintar la imagen de un hombre desalmado, porque es muy
fácil pintar a un hombre desalmado, pero no aporta demasiado. Lo
que yo quería hacer era plantear que incluso una persona así es
capaz de redimirse si se enfrenta con su pasado. Y también quería
sugerir que, a un nivel general, de igual modo que un individuo
puede enfrentarse a su pasado, y puede redimirse, quizás eso
también se pueda aplicar a nuestra cultura. Que quizás si las
grandes potencias de Occidente, como EE.UU. y, en mucha menor
medida, Gran Bretaña, admitiéramos que las cosas que hemos hecho
para estar donde estamos actualmente… si pudiéramos mirar nuestra
propia historia negra cara a cara, quizás tendríamos la
posibilidad de dejarla atrás y progresar. Sin embargo, si nos
negamos a contemplar nuestra historia, la llevaremos siempre a las
espaldas. Y nos perseguirán los fantasmas, estaremos expuestos a
su resentimiento.»
Como veremos, esos “fantasmas” y ese
“resentimiento” son los que acompañan a Tim Hole durante toda la
obra.
El cómic va exponiendo la regresión a los orígenes
de Hole a partir de pequeños cambios en su conducta que van in
crescendo desde el momento en que entra en escena el niño (es
decir, la voz del Hole A). Poco a poco, vuelve a pensar en sus
términos políticos originales; corrige a un agente de aduanas
estadounidense para que pronuncie correctamente, en inglés
británico, su apellido; quiere volver a su ciudad natal,
Sheffield, para lo cual compra un billete de tren de tarifa
infantil; vuelve a hacer el camino que recorría para ir a casa de
su ex–mujer; vuelve a casa de sus padres, mira un viejo álbum de
fotos y duerme en el cuarto que ocupaba de niño; vuelve a conducir
su viejo coche después de 14 años; vuelve a encontrarse con su
ex–mujer; y, finalmente, vuelve al sitio donde se pusieron las
semillas de lo que hemos llamado el “Hole B”. En este último
regreso al sitio del primer “pequeño asesinato”, el primer
small killing que da nombre a la graphic novel, vuelve
a ponerse de manifiesto la correlación existente entre la vida de
Hole y la sociedad: «A través de estas calles; a través de este
basurero de utopías desvencijadas» (dice Hole mientras pedalea en
la vieja bicicleta de su padre) se encuentran «visiones
sociales fallidas»
(77) que vinieron como él a ese viejo barrio para acabar
obsoletas.
Todas las citas de A Small Killing están extraídas de
la primera edición estadounidense de la obra de Alan Moore y
Oscar Zárate, con rotulación de Woodrow Phoenix, y publicada
por VG Graphics y Dark Horse Comics (Milwaukie), 1993. En las
citas indicamos el número de página de esta edición. Las
traducciones de estas citas al español son propias. En las
citas procedentes de otros textos seguimos el sistema
anglosajón (autor, año: página).
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