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LA BROMA ASESINA

La broma asesina

 

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La broma asesina, por Luis Miguel Artabe  [ parte tres y última ]


Significado

Ya hemos plantado unas cuantas semillas a lo largo de este texto y nos encontramos en el momento óptimo para recoger los frutos. Hemos pretendido mostrar una serie de cualidades que posee el cómic del que estamos hablando. Hemos escarbado intentando encontrar varias certezas sobre su resultado final.

¿Están bien escogidos los personajes? ¿Era necesario el nivel de detallismo alcanzado? ¿Son sólo muestras de un estilo barroco las herramientas narrativas? No podemos cerrar los ojos ante estas cuestiones si queremos obtener la llave que abra la puerta del significado de esta obra. No podemos obviar que, entre los actantes que se oponen a la acción en la serie regular de Batman, era el Joker precisamente el más adecuado para llevar a cabo este plan, del mismo modo que no podemos borrar la multitud de pequeños detalles que muestran la cuidada, y probablemente pausada, concepción de las páginas. Los trucos narrativos empleados y un lenguaje, más que nunca a caballo entre el cómic y el cine, que nos obliga a utilizar más sentidos que el de la vista y que nos sirve de plataforma conceptual de algo que en una primera lectura permanecerá oculto. Sin  embargo, sin atender a su significado, es fácil concluir que el nivel de La broma asesina supera con creces el habitual formato del cómic de superhéroe norteamericano del último tercio del siglo XX. Y es precisamente gracias a esta obra, junto a otras como las multipremiadas Watchmen o The Dark Knight Returns,[4] que se produce una reconstrucción de los personajes clásicos. Los ídolos, el panteón de los dioses de las historias en viñeta, se humanizan en sus fallos y en sus heridas, y se da un paso de gigante hacia la madurez de un arte y de un género que adolecía de seriedad argumental y estética hasta determinados trabajos de la década de los ochenta. Además, es innegable que Alan Moore fue uno de los pilotos del cambio, gracias a las obras mencionadas o a otras como la destacable serie de Swamp Thing (La cosa del Pantano). Sin embargo, esto no significa que el género haya cambiado, simplemente ha permitido que, en ocasiones, existan obras con un trazo más real y de un mayor nivel artístico.

Pero todo esto no quiere decir que podamos considerar La broma asesina como una obra mítica porque tenga unos cuidados detalles ni porque la interpreten unos actores bien definidos, ni siquiera porque la labor del dibujante, Brian Boland, sea encomiable (aunque desde luego ayuda). Si debe pasar a la historia del cómic no es sólo por eso. Hay más. Hay algo que la diferencia de las series regulares de los superhombres que luchan por mantener el orden establecido; es algo que se nos escapa a simple vista. Pero, ¿cuál es esa diferencia? ¿Qué es lo que no vemos?

Si he de ser sincero, el verdadero significado me pasó desapercibido en las primeras lecturas de estas cuarenta y seis páginas. En ellas me encontraba frente a una buena narración donde el Joker cometía una de las mayores atrocidades que me había encontrado en una historia de ficción popular. No fue hasta años más tarde cuando fui capaz de darme cuenta que había algo más ahí abajo. Tapado entre todos los trucos y oculto entre una narratividad compleja y precisa se escondía algo que había pasado por alto en un principio.

Recapitulemos brevemente y continuemos con nuestra teoría. Si nos fijamos en el siguiente gráfico podemos observar cuál es el esquema habitual de un cómic de superhéroes. En este esquema podemos ver cuál es la estructura habitual de un producto como es un cómic, generalmente de veinticuatro páginas. Cualquier argumento lo podemos encajar perfectamente en este esquema con mínimas variaciones.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Como ya sabemos, La broma asesina es un intento por parte del Joker de enloquecer al Comisario Gordon con objeto de empujarle a cometer un crimen. En un proceso autodestructivo, el Joker está provocando su fin para demostrar que en el fondo no es un bicho raro, que cualquiera puede hacer lo que él hace (posición claramente determinista) con un condicionamiento adecuado. Si nos situamos frente al asesino observamos cómo cumple, tomando la terminología del autor ruso Vladimir Propp en su Morfología del cuento, una determinada función. La función que le es encomendada por parte de los autores a los actantes opositores.[5] La función de actuar en contra de lo moralmente bueno para que el héroe defienda el bienestar social. La función que tienen determinada desde su nacimiento sin que ellos mismos lo sepan, cuando, en el mejor de los casos, tengan conciencia de sí mismos. Este grupo de actores debe destruir la paz reinante o provocar el estado del miedo y generalmente son frutos de los más claros conceptos fetiche.[6] Se les encasilla con estereotipos fácilmente reconocibles (rasgos animales, infancia traumática, ansias de poder, razonamientos viciados...).

Si bien tenemos claro que cada grupo de personajes cumple una función (que se repite de manera más simple cuanto más estereotipada es la obra), en La broma asesina tanto el Joker como Batman se plantean la propia esencia de sus funciones y luchan contra ella. El villano del pelo verde no se da cuenta de que es un personaje y pretende probar una teoría propia sobre el crimen. Está intentando salirse de su propia función como opositor y negar la propia esencia del cómic de superhéroes. Mientras, por otra parte, el detective murciélago busca de pronto un tratado de paz con alguien que lleva más de medio siglo siendo su enemigo. Están descubriendo un primer nivel de realidad sin pretenderlo. Lo que no descubre ninguno de los dos es que ambos fallarán en sus intenciones, porque son personajes. Porque sólo Moore lo sabe y así les plantea la situación. De esta manera les deja actuar y estrellarse contra una pared.

Esa es la verdadera broma asesina de este cómic. Un narrador que les mira mientras ambos se estrellan contra la pared de cristal de sus jaulas. No hay nada que hacer. El Joker seguirá en su intento de matar lo que se cruza en su camino y Batman intentará detenerlo. Da igual que apenas se conozcan o que ambos estén marcados por el dolor. Es lo mismo que no hubiera motivos para generar el odio que se tienen. Al final, ambos cumplen una función narratológica.

Retomemos la trama de la obra para desarrollar esta idea. El escritor británico elabora un estudiado argumento que comienza por colocar a los personajes frente a frente y nos dice: «Había una vez dos tipos en un manicomio...» Por eso, sin venir a cuento, después de más de cincuenta años de enfrentamiento, Batman entra en el asilo de Arkham para enfermos mentales y quiere cambiar las cosas porque no son razonables, porque él y su eterno enemigo mantienen un combate a muerte sin conocer el porqué. Pero el Joker no le escucha, ni si quiera está presente. Se ha escapado y es ahí donde el villano intenta demostrar que lo que hace lo puede hacer cualquiera, que actúa impulsado por el destino y que todos somos iguales ante una situación que nuble nuestro razonamiento. Mientras tanto, Bruce Wayne tiene una conversación con su mayordomo Alfred donde le dice que no entiende nada. No entiende por qué se pelean. Se le escapa el porqué de sus luchas mortales contra su archienemigo. No entiende cómo dos seres humanos como ellos pueden odiarse tanto sin conocerse... Ignora que ambos son personajes que viven en un mundo imaginario. Son seres creados por Bob Kane y Jerry Robinson.

El desarrollo argumental no se detiene ahí. Después de cometer el terrible crimen y de intentar volver loco a Gordon, el asesino fracasa. Una vez más. Fracasa porque la función de Gordon es hacerle fracasar. El comisario no puede dejarse llevar, debe aguantar. Lo debe hacer para mantener su estereotipo: la sociedad nos defiende a todos y debemos respetar sus leyes. La justicia por su mano no lleva a ninguna parte. El policía sin saberlo es otro personaje, un tipo de actante conocido como adyuvante en algunas teorías narratológicas. Un personaje que está destinado a ayudar al héroe y respetar la ley, que es lo que hará siempre. Tendrá que ser Batman quien intente detener una vez más al Joker. Lo conseguirá (a pesar de que la ventaja en esta historia sea para el villano) porque todos sabemos que éste no puede matar al héroe, incluso aunque lo tenga  encañonado. Moore nos lo presentará mediante un paralelismo con la escena en la que el Joker dispara sobre Bárbara Gordon. Las mismas viñetas pero distinto resultado. Por supuesto que la pistola no puede disparar, y si lo hubiera hecho habría fallado, y si hubiera acertado no habría sido en un sitio crítico. No puede matarle. Esa función no está recogida. Batman no podía morir ni seguramente el Joker[7] pero ambos estaban cumpliendo su misión narratológica.

Este es el momento en el que el Joker pide expresamente que el hombre murciélago acabe con él, por lo que ha hecho, por lo que lleva haciendo. Pero Batman representa a la Ley. Y no puede hacer nada que esté fuera de ella. Por eso incluso intenta convencerle una vez más de que el camino que lleva solo les matará. Pero nosotros sabemos que no lo hará, que seguramente ambos estén ahí dentro de unas décadas y sigan igual, combatiendo para nosotros. Por eso el Joker termina contando un chiste. Un chiste que vuelve a ser un nuevo paralelismo en esta obra, un chiste que muestra la absurdez de lo que ha intentado hacer un personaje del grupo de los  opositores. El chiste, como La broma asesina, comienza de la misma manera: «Había una vez dos tipos en un manicomio...» En el chiste está resumido todo el significado de esta broma de Moore. «... y una noche deciden que no quieren seguir viviendo en el psiquiátrico. ¡Y deciden escaparse!». Porque ambos personajes descubren que hay ciertas reglas que desean saltarse. Ciertas reglas que, en su desconocimiento de su verdadera naturaleza, no pueden consentir. Están viviendo una locura de la que desean escapar. El problema es que al final, su propia naturaleza no les deja huir. Y el uno no puede confiar en el otro.

La obra termina con la misma viñeta con la que empieza. Un plano de un charco en el que rebota la lluvia. Como si no hubiera pasado el tiempo. Como si no hubiera sucedido nada. Lo cierto es que nada ha sucedido. Los personajes seguirán odiándose. Los personajes  seguirán buscando la purga de sus pecados, pero ésta nunca llegará. El trabajo de Alan Moore en esta obra se ha limitado a situar a todos los personajes en su punto de partida y ellos, en la ratonera, han buscado un trozo de queso pensando que eran libres al doblar cada esquina. Lo que no sabían es que la naturaleza de la broma no era una acción horrible de un ratón de pelo verde. La verdadera broma es que estos roedores nunca podrán alcanzar el queso por mucho que lo deseen y lo intenten.

Porque los seres de papel no comen.


4 La primera, obra de Moore con Dave Gibbons, la segunda, obra de Frank Miller

5 Los grupos de personajes son conocidos en narratología como actantes, según terminología de A. J. Greimas. Podemos hablar de una serie de ellos como por ejemplo los protagonistas en el primer nivel. Un segundo nivel donde están los adyuvantes (ayudan al héroe) y opositores. Y luego tenemos una consecución de figurantes y personajes menores

6 Umberto Eco en Apocalípticos e Integrados

7 Lo hizo en una ocasión pero lo resucitaron con misterioso suero


Bibliografía

BAL, M.: Teoría de la narrativa: una introducción a la narratología. Madrid: Cátedra, 1990.
CAÑELLES, I.: La construcción del personaje literario: un camino de ida y vuelta. Madrid: Ediciones y talleres de escritura creativa Fuentebaja, 1999.
CHATMAN, S.: Historia y discurso: La estructura narrativa en la novela y el cine. Madrid: Taurus, 1990.
ECO, U.: Apocalípticos e integrados. Barcelona: Lumen, 1990.
GENETTE, G.: Nuevo discurso del relato. Madrid: Cátedra, 1998.
GOLD, M. y WAID, M.: Las mejores historias del Joker jamás contadas. Barcelona: Ediciones Zinco, 1989.
GUBERN, R.: El lenguaje de los cómics. Barcelona: Ediciones Península, 1979.
GULLÓN, R.: Psicologías del autor y lógicas del personaje. Madrid: Taurus, 1979.
MOORE, A. y BOLAND, B: La broma asesina. Barcelona: Ediciones Zinco, 1988.
PLATÓN: El banquete. Madrid: Cátedra, 1991.
PROPP, V: Morfología del cuento. Madrid: Editorial Fundamentos, 1977.
WAUGH, C.: The comics. Jackson (Mississippi): University Press of Mississippi,1991


ENLACES:

Artículo de A. Pineda sobre From Hell

Artículo de D. Agrimbau y L.V. Vazquez sobre From Hell

Artículo de J.M. Hinojosa sobre V de Vendetta

Artículo de E. Martínez-Pinna sobre The League of Extraordinary Gentlemen

Artículo de F. López Jiménez sobre Swamp Thing

Artículo de J.C. Neves sobre Big Numbers

Artículo de A. Pineda sobre A Small Killing

Biografía de Alan Moore


 [ © 2003 Luis Miguel Artabe, para Tebeosfera 031019 ]