Significado
Ya hemos
plantado unas cuantas semillas a lo largo de este texto y nos
encontramos en el momento óptimo para recoger los frutos. Hemos
pretendido mostrar una serie de cualidades que posee el cómic del
que estamos hablando. Hemos escarbado intentando encontrar varias
certezas sobre su resultado final.
¿Están bien
escogidos los personajes? ¿Era necesario el nivel de detallismo
alcanzado? ¿Son sólo muestras de un estilo barroco las
herramientas narrativas? No podemos cerrar los ojos ante estas
cuestiones si queremos obtener la llave que abra la puerta del
significado de esta obra. No podemos obviar que, entre los
actantes que se oponen a la acción en la serie regular de Batman,
era el Joker precisamente el más adecuado para llevar a cabo este
plan, del mismo modo que no podemos borrar la multitud de pequeños
detalles que muestran la cuidada, y probablemente pausada,
concepción de las páginas. Los trucos narrativos empleados y un
lenguaje, más que nunca a caballo entre el cómic y el cine, que
nos obliga a utilizar más sentidos que el de la vista y que nos
sirve de plataforma conceptual de algo que en una primera lectura
permanecerá oculto. Sin embargo, sin atender a su significado, es
fácil concluir que el nivel de
La broma asesina
supera con creces el habitual
formato del cómic de superhéroe norteamericano del último tercio
del siglo XX. Y es precisamente gracias a esta obra, junto a otras
como las multipremiadas
Watchmen
o
The Dark Knight Returns,
que se produce una reconstrucción de los personajes clásicos. Los
ídolos, el panteón de los dioses de las historias en viñeta, se
humanizan en sus fallos y en sus heridas, y se da un paso de
gigante hacia la madurez de un arte y de un género que adolecía de
seriedad argumental y estética hasta determinados trabajos de la
década de los ochenta. Además, es innegable que Alan Moore fue uno
de los pilotos del cambio, gracias a las obras mencionadas o a
otras como la destacable serie de Swamp Thing (La
cosa del Pantano).
Sin embargo, esto no significa que el género haya cambiado,
simplemente ha permitido que, en ocasiones, existan obras con un
trazo más real y de un mayor nivel artístico.
Pero todo esto
no quiere decir que podamos considerar
La broma
asesina
como una obra mítica porque tenga unos cuidados
detalles ni porque la interpreten unos actores bien definidos, ni
siquiera porque la labor del dibujante, Brian Boland, sea
encomiable (aunque desde luego ayuda). Si debe pasar a la historia
del cómic no es sólo por eso. Hay más. Hay algo que la diferencia
de las series regulares de los superhombres que luchan por
mantener el orden establecido; es algo que se nos escapa a simple
vista. Pero, ¿cuál es esa diferencia? ¿Qué es lo que no vemos?
Si he de ser
sincero, el verdadero significado me pasó desapercibido en las
primeras lecturas de estas cuarenta y seis páginas. En ellas me
encontraba frente a una buena narración donde el Joker cometía una
de las mayores atrocidades que me había encontrado en una historia
de ficción popular. No fue hasta años más tarde cuando fui capaz
de darme cuenta que había algo más ahí abajo. Tapado entre todos
los trucos y oculto entre una narratividad compleja y precisa se
escondía algo que había pasado por alto en un principio.
Recapitulemos
brevemente y continuemos con nuestra teoría. Si nos fijamos en el
siguiente gráfico podemos observar cuál es el esquema habitual de
un cómic de superhéroes. En este esquema podemos ver cuál es la
estructura habitual de un producto como es un cómic, generalmente
de veinticuatro páginas. Cualquier argumento lo podemos encajar
perfectamente en este esquema con mínimas variaciones.
Como ya sabemos,
La broma asesina
es un
intento por parte del Joker de enloquecer al Comisario Gordon con
objeto de empujarle a cometer un crimen. En un proceso
autodestructivo, el Joker está provocando su fin para demostrar
que en el fondo no es un bicho raro, que cualquiera puede hacer lo
que él hace (posición claramente determinista) con un
condicionamiento adecuado. Si nos situamos frente al asesino
observamos cómo cumple, tomando la terminología del autor ruso
Vladimir Propp en su
Morfología del cuento,
una determinada función. La función que le es encomendada por
parte de los autores a los actantes opositores.
La función de actuar en contra de lo moralmente bueno para que el
héroe defienda el bienestar social. La función que tienen
determinada desde su nacimiento sin que ellos mismos lo sepan,
cuando, en el mejor de los casos, tengan conciencia de sí mismos.
Este grupo de actores debe destruir la paz reinante o provocar el
estado del miedo y generalmente son frutos de los más claros
conceptos fetiche.
Se les encasilla con estereotipos fácilmente reconocibles (rasgos
animales, infancia traumática, ansias de poder, razonamientos
viciados...).
Si bien tenemos
claro que cada grupo de personajes cumple una función (que se
repite de manera más simple cuanto más estereotipada es la obra),
en
La broma asesina
tanto el
Joker como Batman se plantean la propia esencia de sus funciones y
luchan contra ella. El villano del pelo verde no se da cuenta de
que es un personaje y pretende probar una teoría propia sobre el
crimen. Está intentando salirse de su propia función como opositor
y negar la propia esencia del cómic de superhéroes. Mientras, por
otra parte, el detective murciélago busca de pronto un tratado de
paz con alguien que lleva más de medio siglo siendo su enemigo.
Están descubriendo un primer nivel de realidad sin pretenderlo. Lo
que no descubre ninguno de los dos es que ambos fallarán en sus
intenciones, porque son personajes. Porque sólo Moore lo sabe y
así les plantea la situación. De esta manera les deja actuar y
estrellarse contra una pared.
Esa es la
verdadera broma asesina de este cómic. Un narrador que les mira
mientras ambos se estrellan contra la pared de cristal de sus
jaulas. No hay nada que hacer. El Joker seguirá en su intento de
matar lo que se cruza en su camino y Batman intentará detenerlo.
Da igual que apenas se conozcan o que ambos estén marcados por el
dolor. Es lo mismo que no hubiera motivos para generar el odio que
se tienen. Al final, ambos cumplen una función narratológica.
Retomemos la
trama de la obra para desarrollar esta idea. El escritor británico
elabora un estudiado argumento que comienza por colocar a los
personajes frente a frente y nos dice: «Había una vez dos tipos en
un manicomio...» Por eso, sin venir a cuento, después de más de
cincuenta años de enfrentamiento, Batman entra en el asilo de
Arkham para enfermos mentales y quiere cambiar las cosas porque no
son razonables, porque él y su eterno enemigo mantienen un combate
a muerte sin conocer el porqué. Pero el Joker no le escucha, ni si
quiera está presente. Se ha escapado y es ahí donde el villano
intenta demostrar que lo que hace lo puede hacer cualquiera, que
actúa impulsado por el destino y que todos somos iguales ante una
situación que nuble nuestro razonamiento. Mientras tanto, Bruce
Wayne tiene una conversación con su mayordomo Alfred donde le dice
que no entiende nada. No entiende por qué se pelean. Se le escapa
el porqué de sus luchas mortales contra su archienemigo. No
entiende cómo dos seres humanos como ellos pueden odiarse tanto
sin conocerse... Ignora que ambos son personajes que viven en un
mundo imaginario. Son seres creados por Bob Kane y Jerry Robinson.
El desarrollo
argumental no se detiene ahí. Después de cometer el terrible
crimen y de intentar volver loco a Gordon, el asesino fracasa. Una
vez más. Fracasa porque la función de Gordon es hacerle fracasar.
El comisario no puede dejarse llevar, debe aguantar. Lo debe hacer
para mantener su estereotipo:
la sociedad nos defiende a
todos y debemos respetar sus leyes. La justicia por su mano no
lleva a ninguna parte.
El policía sin saberlo es otro personaje, un tipo de actante
conocido como adyuvante en algunas teorías narratológicas. Un
personaje que está destinado a ayudar al héroe y respetar la ley,
que es lo que hará siempre. Tendrá que ser Batman quien intente
detener una vez más al Joker. Lo conseguirá (a pesar de que la
ventaja en esta historia sea para el villano) porque todos sabemos
que éste no puede matar al héroe, incluso aunque lo tenga
encañonado. Moore nos lo presentará mediante un paralelismo con
la escena en la que el Joker dispara sobre Bárbara Gordon. Las
mismas viñetas pero distinto resultado. Por supuesto que la
pistola no puede disparar, y si lo hubiera hecho habría fallado, y
si hubiera acertado no habría sido en un sitio crítico. No puede
matarle. Esa función no está recogida.
Batman no podía morir ni seguramente el Joker
pero ambos estaban cumpliendo su misión narratológica.
Este es el
momento en el que el Joker pide expresamente que el hombre
murciélago acabe con él, por lo que ha hecho, por lo que lleva
haciendo. Pero Batman representa a la Ley. Y no puede hacer nada
que esté fuera de ella. Por eso incluso intenta convencerle una
vez más de que el camino que lleva solo les matará. Pero nosotros
sabemos que no lo hará, que seguramente ambos estén ahí dentro de
unas décadas y sigan igual, combatiendo para nosotros. Por eso el
Joker termina contando un chiste. Un chiste que vuelve a ser un
nuevo paralelismo en esta obra, un chiste que muestra la absurdez
de lo que ha intentado hacer un personaje del grupo de los
opositores. El chiste, como
La broma asesina,
comienza de la misma manera: «Había una vez dos tipos en un
manicomio...» En el chiste está resumido todo el significado de
esta broma de Moore. «... y una noche deciden que no quieren
seguir viviendo en el psiquiátrico. ¡Y deciden escaparse!». Porque
ambos personajes descubren que hay ciertas reglas que desean
saltarse. Ciertas reglas que, en su desconocimiento de su
verdadera naturaleza, no pueden consentir. Están viviendo una
locura de la que desean escapar. El problema es que al final, su
propia naturaleza no les deja huir. Y el uno no puede confiar en
el otro.
La obra termina
con la misma viñeta con la que empieza. Un plano de un charco en
el que rebota la lluvia. Como si no hubiera pasado el tiempo. Como
si no hubiera sucedido nada. Lo cierto es que nada ha sucedido.
Los personajes seguirán odiándose. Los personajes seguirán
buscando la purga de sus pecados, pero ésta nunca llegará. El
trabajo de Alan Moore en esta obra se ha limitado a situar a todos
los personajes en su punto de partida y ellos, en la ratonera, han
buscado un trozo de queso pensando que eran libres al doblar cada
esquina. Lo que no sabían es que la naturaleza de la broma no era
una acción horrible de un ratón de pelo verde. La verdadera broma
es que estos roedores nunca podrán alcanzar el queso por mucho que
lo deseen y lo intenten.
Porque los seres
de papel no comen.
La primera, obra de Moore con Dave Gibbons, la segunda, obra
de Frank Miller
Los grupos de
personajes son conocidos en narratología como actantes, según
terminología de A. J. Greimas. Podemos hablar de una serie de
ellos como por ejemplo los protagonistas en el primer nivel. Un
segundo nivel donde están los adyuvantes (ayudan al héroe) y
opositores. Y luego tenemos una consecución de figurantes y
personajes menores
Umberto Eco en Apocalípticos e Integrados
Lo hizo en una ocasión pero lo resucitaron con misterioso suero
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