Debemos fijarnos
en que Moore, detallista extremo en esta obra y en tantas otras,
cada vez que quiere efectuar un salto espacio temporal en el
fragmento de la vida del Joker que narran estas páginas, lo hace a
través de una cuidada selección de composiciones de imagen, de
paletas de color o de efectos sonoros que son capaces de unir
puntos diversos de la cuarta dimensión. El símil de la mujer gorda
o el
payaso como clara referencia a su esposa, el momento en el que
quiere
probar
el crimen y cuando quería
probarse
a sí mismo, la
puerta
del tren de la bruja y la
puerta
del bar,
el Joker antes de convertirse con los brazos en cruz y Gordon en
la misma posición durante su trayecto por el tren de la bruja, el
charco frente a la fábrica de productos químicos, las
risas
de su primer momento de locura y las de sus
extraños súbditos... así hasta un total de nueve veces en las que
las transiciones se realizan al estilo de los fundidos
audiovisuales.
Si
bien es cierto que el cómic y el cine comparten una importante
gama de herramientas de lenguaje y un crecimiento expresivo
producido por su constante intercambio, en
La broma
asesina
queda patente que Moore se expresa gráficamente con
un estilo que es puente entre los dos medios. Lo hace no sólo
utilizando este tipo de transiciones entre espacios y tiempos de
los que acabamos de hablar, sino también utilizando otra clase de
trucos que enriquecen notablemente el conjunto de la obra. Por eso
no podemos ignorar, por ejemplo, la importancia que tienen varias
viñetas de tamaño muy superior al resto y que ralentizan nuestro
ritmo de lectura para brindarnos la posibilidad de señalarnos con
exactitud alguno de los momentos fundamentales para el autor.
Estamos empleando la cámara lenta pero con una pretensión de
espectacularidad que nos hace grabar alguna de estas escenas en
nuestro portafolios mental. La viñeta en la que el Joker traspasa
la línea de la cordura, con sus codos saliéndose de la propia
imagen, su cara desfigurada, sus ojos demoníacos y su espalda
alentada por una luenga carcajada permanecerá como si fuera la
foto de carné de identidad del personaje para muchos de sus
lectores. O la viñeta en la que llega el Batmóvil al parque de
atracciones y nos muestra un guiño a los primeros prototipos del
murciélago mientras huyen algunos de los pupilos del asesino. O en
la que sorprende al Joker en la sala de los espejos saliéndose de
plano algunos trozos de cristal roto por el ímpetu del
perseguidor.
Parece evidente
que Moore cuida hasta el último de los detalles en esta obra. Ya
hemos visto la utilización de las transiciones,
las viñetas de
mayor tamaño como cámara lenta, pero es que debemos fijarnos
también en algunos detalles gráficos que ilustran la calidad de
este trabajo, si lo dicho anteriormente aún no nos ha convencido.
Por ejemplo, no podemos obviar el detalle que se nos muestra
cuando Batman está en la Batcueva junto a sus recuerdos y
contempla una foto de familia. La foto,
como entiende Moore que
debería ser en un cómic de estas características (con mi total
aprobación) es un dibujo de los primeros años de Batman.
Podemos
disfrutar de este brillante guiño en el que se ve una vieja viñeta
firmada por Bob Kane. Del mismo modo, en el álbum de recortes del
Comisario Gordon aparecerán viejas páginas de dibujos que no serán
otra cosa que viejas viñetas de la serie.
Del mismo modo
que utilizará un cómic de 1951 de Jerry Robinson,
El hombre
tras la capucha roja,
para hacer un remake
de la metamorfosis del Joker en el asesino
del pelo verde para esta historia.
De todas
maneras, si de detalles hemos de hablar, una de las metáforas
visuales más logradas de este cómic nos la encontramos entre las
páginas 26 y 28. Batman ya ha descubierto que la hija del
Comisario Gordon jamás volverá a caminar y que éste ha
desaparecido. Comienza
una búsqueda mientras el comisario permanece dentro del tren de la
bruja en el parque de atracciones. Nos encontramos con que, en las
páginas 26 y 27, de nueve viñetas cada una, las tres viñetas de la
parte izquierda (de menor tamaño) representan puertas que se
cierran dentro del recorrido de la atracción de feria mientras que
el resto pertenece a la investigación que está llevando acabo el
hombre murciélago. Moore está representando el callejón sin salida
en el que Batman está sumido en su intento de localizar al Joker.
Es más, todas las puertas a las que llama están cerradas. Sólo en
la página 27 cuando ya ha recibido una invitación del propio
asesino descubre donde se encuentra y ambos caminos se mezclan.
Por un lado Batman sabe a dónde ha de dirigirse y por otro se
termina el paseo por el tren de la bruja llevando a Gordon, a
través de una puerta abierta, hasta el propio Joker.
Como podemos
observar, los detalles saltan a la vista, igual que saltan en
otras obras de este autor.
Sin embargo, aún
no hemos hablado del que quizá tenga la máxima importancia. Cuando
el Joker dispara a Bárbara Gordon, se produce una sucesión de
cuatro viñetas. En ellas nos encontramos al personaje opositor
apuntando, un zoom sobre su revólver, la cara de la víctima
y el disparo. Pues bien, páginas más adelante el payaso intentará
hacer lo mismo con Batman. Y repetirá la misma sucesión de
viñetas, con una pequeña diferencia: en esta ocasión el revólver
del villano es de broma y al apretar el gatillo sale una banderita
con la onomatopeya «Bang!»
Por todas estas
cosas, no podemos negar que
La broma asesina,
formalmente, es una sucesión de caminos paralelos y saltos
espaciales y temporales que acaban reuniéndose con la llegada de
Batman al parque de atracciones en busca del villano de la
historia. No podemos negar que los personajes, la estructura y los
detalles preparan el camino para un significado que permanece
oculto y que a continuación vamos a intentar desentrañar.
[
Leer parte siguiente del artículo.
Leer parte: 1
|
2
| 3
]
|