EL FIN DEL PANTANO
Acabada American Gothic Moore embarca a su protagonista, sin descanso alguno, en una
saga que venía ya preparando y que deriva de la relación sentimental con
Abby iniciada en Ritos de Primavera. Es por este motivo una saga donde
la libertad sexual aparece como motivo fundamental, y también la
discriminación selectiva y clasista: igual que en nuestro mundo no es
tan malo el inmigrante rico como el pobre, en el universo DC son mucho
más permisibles las relaciones sexuales con criaturas de aspecto casi
humano que con un ser del tipo de La Cosa del Pantano, que acaba en Gotham desatando su venganza contra la ciudad y convertida en un especie
de dios de la naturaleza, mostrando todo su potencial, en unos números
que profundizan también en la reflexión ecologista y que reúnen a
algunos de los secundarios que habían pululado por American Gothic,
cuyas tramas habían quedado un poco en el aire. Además asistimos al
enfrentamiento del protagonista con Batman, personaje que, según Moore,
«encaja perfectamente con el mundo de La Cosa del Pantano» y que le
sirve para expresar en voz alta y clara sus reflexiones sobre tolerancia
y ecologismo. La saga termina con una nueva aparente muerte del
protagonista, que deja dos líneas argumentales básicas, Abby en su
“viudez” y La Cosa del Pantano en un extraño viaje para intentar volver
a su vida normal.
Aquí la serie
pierde algo del apabullante ritmo que mantenía desde los primeros
números, especialmente durante American Gothic. El viaje del
protagonista se convierte en una serie de pequeñas historias,
correspondiente cada una a uno de los mundos visitados en su viaje, y
sin demasiada conexión entre ellas. Quizás por esto aprovecha Moore para
profundizar más en el lado reflexivo o experimental de su trabajo, y
olvidar un poco el terror. Así, en “Mi Cielo Azul” se aborda la soledad
y la locura que conlleva, en “Toda carne es hierba” aparecen la
religiosidad, el desconocimiento entre los amantes, la amistad y la
pérdida del ser querido, y “Amor sin fronteras” no es sino un brutal y
excesivo experimento tanto de Moore como de Totleben, fallido en su
narrativa, consistente en psicodélicas ilustraciones a página completa y
textos de apoyo, en una historia que es a la vez el relato de la
violación del protagonista a manos de un planeta (tal cual) o una tierna
historia sobre el amor y la maternidad. Hay también una visita a Rann,
con la obligada aparición de Adam Strange, y un encontronazo con
Darkseid escrito con poco más que oficio por Rick Veitch.
En dichas
historias el horror casi desaparece por completo, excepto quizás en los
tintes lovecraftianos del episodio desarrollado en el planeta vegetal,
que más que provocar terror en el lector le hacen observar fascinado.
Los capítulos protagonizados por Abby sí conservan en parte el anterior
tono de la serie, produciendo muchas veces si no miedo, al menos
angustia, como en el encuentro con su padre, con solvente guión de
Totleben.
Tras la implacable
venganza del protagonista, el reencuentro entre los amantes se produce
en el número 64, “Una nueva vida”, una historia apacible y reposada, en
la que La Cosa del Pantano hace un repaso de su vida reciente y se
plantea su lugar en el mundo. Ya no es un ser humano animado por las
plantas y su voluntad de seguir vivo, sino un conjunto de plantas,
animadas por su voluntad de ser humano. «Los únicos impulsos humanos que
me quedan... son los que he querido conservar», piensa en un momento
dado. Pero es, además, casi un dios, capaz de controlar la naturaleza,
de alterar la superficie del planeta, de poner fin a los problemas
ecológicos, e incluso al hambre. Qué hacer con este poder es la
principal preocupación del personaje, el ya clásico “¿qué harías si
fueras un superhéroe?”, llevado en este caso al qué hacer en caso de ser
un dios, pregunta que aparece en otras obras del inglés. Y si Miracleman
y sus divinos compañeros optan por cambiar el mundo y regir el destino
de la humanidad, y el Doctor Manhattan por abandonar esta galaxia para
crear una nueva forma de vida, menos complicada, La Cosa del Pantano
decide convertirse en un mero observador y no utilizar sus poderes,
dejando en manos de la humanidad su condena o salvación, una solución
que aunque necesaria en un tebeo de este tipo no deja de ser coherente
con el desarrollo de la serie y por el gusto de su guionista por el
orden y el equilibrio, en este caso ecológico. Tras más de tres años al
frente de la serie, Moore pone el broche de oro con un relato sencillo,
intimista y lleno de esperanza.
EL PANTANO DESPUÉS
DE MOORE
Una vez que el de
Northampton da por concluida su etapa al frente de la colección, le
sustituye en los guiones su colaborador Rick Veitch, quien continúa
manteniendo un nivel alto pese a los continuos roces con la cúpula
directiva de DC, que no ve con buenos ojos la dirección que el guionista
da a la serie, aún más extrema que antes.
Cuando al parecer
ya estaba confirmada la sustitución de Veitch por Delano y Gaiman, que
se turnarían a los guiones, la negativa de DC a publicar una historia
con referencias a Cristo, con la Cosa del Pantano crucificada en la
portada, lleva a la renuncia inmediata del guionista. Delano y Gaiman,
por solidaridad y en una muestra de coherencia y dignidad que les honra,
renuncian también a continuar en la serie, produciéndose finalmente el
cierre de la misma. Un guion de Gaiman no publicado ha visto finalmente
la luz en el recopilatorio “Días de Medianoche”.
Posteriores
tentativas de resucitar la serie, basadas ya en el protagonista
original, ya en su hija Tefé Holland, hija de Abby, La Cosa del Pantano
y Constantine (de nuevo, tal cual), tienen un éxito poco superior a la
etapa anterior a Moore, y acaban cerrando, limitándose las apariciones
del personaje a cortas y muy diversas intervenciones en otras series.
LOS HIJOS DEL
PANTANO
La influencia de
La Cosa del Pantano de Alan Moore sobre el cómic estadounidense, en
especial en el de consumo más extendido o mainstream, es
innegable. En primer lugar porque sentó las bases del renacer del cómic
de horror, creando una nueva forma de entenderlo, sofisticada e
inteligente. Pero es mucho más importante el hecho de que, desde dentro
del sistema, lograra crear una obra ajena al mismo, o al menos a su
espíritu de aportar entretenimiento rápido a chavales preadolescentes.
La Cosa del Pantano de Moore y del Daredevil de Frank
Miller encontraron un nuevo filón, un sector de lectores olvidados por las
grandes compañías, dispuestos a leer tebeos pero sin encontrar ninguno
apropiado, que vieron como ambas series colmaban sus expectativas,
siendo responsables de que muchos futuros profesionales del medio
recuperaran el interés por los tebeos. En palabras de Neil Gaiman, «recuerdo la ilusión que me hizo descubrir La Cosa del Pantano
de Alan Moore. Allí estaba yo, con veinticuatro o veinticinco años, y
cada mes iba a la tienda de cómics, compraba el ejemplar de La Cosa del
Pantano y era maravilloso. Era una sensación estupenda tener veinticinco
años y que alguien escribiera un cómic para ti, algo que estaba igual
de bien escrito que cualquier cosa que encontraras en el apartado de
prosa, poesía o teatro de una librería.» (Salisbury, M.) Esta capacidad
de apelar a lectores adultos con algo más que la nostalgia fue la base
del éxito de la serie, que tras una reedición en blanco y negro se está
volviendo a editar de nuevo, esta vez en color.
Y fue este singular e
inesperado éxito, junto al de otras obras como El Regreso del Señor
de la Noche de Frank Miller el Animal Man de Grant Morrison y
posteriormente el Sandman de Gaiman, otros tebeos de orientación algo más madura, lo que llevó a DC a
plantearse su estrategia editorial y a dar cabida a la línea Vertigo,
reducto de obras más adultas y arriesgadas, supuestamente de calidades y
valores elevados, y cuyo único nexo real era el no hallarse sometidas al Comics Code.
Esta línea no sólo
se funda claramente inspirada por Alan Moore y su Swamp Thing (y
en menor medida por el resto de su obra “adulta”), sino que las primeras
obras que edita están también fuertemente influenciadas por la misma,
más allá de la influencia del guionista sobre el cómic americano en
general. Hellblazer no son sino las aventuras de Constantine,
personaje de Moore creado en la serie, y los primeros números de
Sandman recuerdan en mucho al de Northampton, sobre todo en su
aproximación al terror y en el uso de elementos de Moore, como su
infierno o la incorporación de Caín y Abel al mundo de los sueños (lo
que no quita que Gaiman encontrara más tarde su propia y poderosa voz).
Incluso el Animal Man de Delano comparte con La Cosa del
Pantano algo más que la buena labor de su mutua colorista, dado que los
viajes de Animal Man por el denominado "campo morfogénico" se revelan
idénticos a los de La Cosa del Pantano por el verdor con sólo cambiar
animales por plantas.
Moore es tanto el
inspirador fundamental de la línea Vertigo como la punta de lanza y
buque insignia de la oleada de escritores ingleses que desembarcaron
para poblarla y, por extensión, revolucionar el concepto de cómic
mainstream americano.
EL PANTANO ESPAÑOL
Los primeros
episodios de la etapa de Moore en la serie Swamp Thing fueron
publicados en el Dossier Negro de Ibero Mundial de Ediciones.
Posteriormente la serie fue ofrecida, ya en color, en diversas
miniseries y maxiseries de Zinco, con un orden algo disperso y caótico,
pero de edición más que digna y sin apenas fallos. El cierre de la
editorial imposibilitó las necesarias reediciones y convirtió la serie
en codiciada búsqueda, si bien en el momento de su publicación no tuvo
demasiado éxito, como revela el número de retapados circulantes. Sin
embargo, es posiblemente la mejor edición española de la obra,
fundamentalmente por ser la única en color.
La edición de la
serie por parte de Norma presenta claras ventajas e inconvenientes. En
primer lugar es imperdonable, en una edición que presume de definitiva,
la no inclusión de todas las portadas originales. Y si bien es cierto
que el blanco y negro ayuda en muchas ocasiones a apreciar la auténtica
dimensión de los dibujos, especialmente los de Totleben y Bissette,
destacando su crudeza y barroco detallismo, que raya lo obsesivo, no
menos cierto es que el color de Tatjana Wood es también increíble, sobre
todo considerando la época de la que hablamos. Pero más allá de meras
preferencias estéticas, conviene recordar que el que una obra se realice
en blanco y negro o en color no suele ser algo aleatorio, y mucho menos
en Moore, con quien nada es casual. El color no sólo es un embellecedor
de los dibujos, sino que numerosas veces ayuda a cimentar la trama (los
sucesivos cambios de color del protagonista con las estaciones o los
lugares que visita), e incluso forma parte esencial de la misma (como en
“Mi cielo azul”).
Sin embargo Norma
tiene a su favor el haber recogido de forma ordenada un material perdido
en diversas series largo tiempo agotadas o actualmente difíciles de
encontrar. La indiscutible calidad de la serie, sus numerosos aciertos,
su originalidad y frescura, que perduran hoy día, la convierten en una
compra indispensable en cualquiera de sus ediciones. |