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CONAN
VAGABUNDO
Con la firme intención de alejarse del piélago testigo de la
muerte de Bêlit, Conan se interna en los Reinos Negros sin rumbo
fijo en enero del año 27. El acoso de los salvajes de ébano de
la tribu matamba hace que dé con sus huesos en una sima donde
gobiernan otro tiempo y otro espacio pues allí ha hecho acto de
presencia el puritano Solomon Kane, también caído en
abismo similar tras escapar de los oscuros jinetes de la
muerte que le acechaban en su época (del futuro). Aliado con
el espadachín, Conan se libra de la amenaza de la oscura
torre de la muerte que encuentran y el puritano vuelve de
nuevo a su mundo.
Durante el resto del mes, el bárbaro permanece incapaz de tomar
una decisión sobre qué rumbo tomar. Finalmente, se queda por la
zona y el demonio araña que atormenta a la vecina tribu
de los bamula deja de ser una amenaza cuando el bárbaro se une a
ellos. Como jefe de guerra bamula, Conan hace frente a los
bebedores de sangre, una tribu vecina integrada por
vampiros. La noche en la que Conan siega la vida de K’chama,
su rey no muerto, es la noche del vampiro vencido,
dejando a los bamula de nuevo en manos de un futuro pacífico.
El norteño conserva su rango todavía cuando acude a rescatar a
una muchacha de las garras de una abominable deidad de otra
dimensión que cobra su diezmo sangriento en el Valle
de las Mujeres Perdidas. Ella sigue a su lado hasta que
decide abandonar la tribu de los negros por causa de un brujo
envidioso en febrero de 27, mes en el que Conan cabalga hasta
alcanzar las lindes del país Kush. En esta zona fronteriza halla
Conan de nuevo hombres blancos, esclavistas del rey Ctesphon
en este caso, que caen bajo el abrazo mortífero de las
sombras susurrantes instaladas en un castillo ancestral.
Tras la escapada del templo donde unos opresores kushitas
retenían a una muchacha, Conan llega a poblaciones más
civilizadas, como Meroe, aunque todavía regidas por cabezas
negras. Imperando el caos en el país de Kush, el cimmerio
aprovecha la circunstancia para entrar a formar parte de la
guardia de su reina, Tananda, que lo nombra general. En
poco tiempo pasa de todo: el demonio de la noche
conjurado por el brujo Ageera es muerto por Conan cuando
atacaba a la esclava Diana; la reina muere a
continuación, y Conan huye de Meroe con Diana a su cargo. A su
paso por una zona herbosa, una semana después, ambos son
sorprendidos por los devoradores de Darfar, país que está
atravesando en su marcha y, a pesar de la ayuda del estigio
Tutmekri, son hechos prisioneros. Los caníbales dejan escapar a
la chica en sustitución del diminuto Erfu, un aprendiz de
brujo por cuyas prácticas se libran Conan y él de ser
sacrificados. Luego regresan a recuperar a la muchacha, mas ella
desea permanecer bajo la protección de Tutmekri, debiendo
proseguir únicamente acompañado por Erfu su viaje hacia tierras
más civilizadas.
Ambos hombres se internan en los dominios de Buryat, morada de
los hijos del Dios Oso, urbe en la que Conan y un grupo
de vanires que sirven a su rey guardarán cuidado con el Oso
Celeste, representación de su deidad. Tras haber luchado
el cimmerio contra la ciudad, cambian las tornas, el
rey Aosoka muere y el bárbaro es invitado a ocupar su
plaza. Nada más cerca de su deseo, pero con el retorno del
Dios Oso las condiciones del mandato se modifican y la
pareja de vagabundos abandona la zona. En consecuencia, Conan
continúa la ruta junto con su aliado aprendiz de brujo hasta que
conocen a Moraga y a Naj, el hijo de Satán,
con quienes se queda Erfu. Es por esta razón que Conan viaja
solo entre febrero y marzo de 27, ahora con un rumbo fijo, el
que le conducirá a la shemita Akkharia, teniendo que hacer
frente a la sombra de la bestia que habita en la Torre de
Caldix a mitad de camino.
En Akkharia, con su mente ofuscada por el alcohol y enturbiada
por el recuerdo de la pirata que le robó el corazón durante unos
años, Conan sella un pacto con el hechicero Zukala para hacer de
Sonja -que también se halla en la ciudad- una nueva Bêlit.
Tarde, pero a tiempo, se da cuenta de su insensatez y de que
aquello no era más que un juego en el cual Conan es involuntario
peón de la partida por el poder librada en la guerra de los
brujos Zukala y Caranthes, así que desiste del empeño de
devolver la vida a su gran amor perdido. Aturdido todavía, el
bárbaro se alista al servicio de Summuabi para participar
en las luchas que se avecinan, suponiendo que el sabor de la
batalla alejará de su mente el torturado recuerdo de la Reina de
la Costa Negra. El tesoro del templo perdido en el que se
interna en su primera misión como militar al servicio de
Summuabi le enfrenta con un gigantesco batracio.
Conan se bate por Akkharia con encono, con furia, incluso con
salvajismo, pero con honor. No así el pérfido general Othbaal,
quien traiciona al cimmerio y a otros de sus hombres
consiguiendo driblar la acometida del cimmerio en el bosque
del lobo. El traidor huye y el norteño, obcecado por imponer
sobre él mortal represalia, le persigue hasta Asgalun, la
capital de Shem, muy al este de donde están, mas Conan salva la
distancia en poco menos de un mes de extenuante cabalgata.
Llegado a la capital shemita, los traicioneros individuos que
acechan a Conan como halcones sobre Shem (los anakios de
Othbaal, los hyrkanios de Mazdak y los negros de
Imbalayo) ven sus fuerzas desequilibradas por la represión
del cimmerio sobre el primero de los mencionados. Descubierta en
la ciudad su identidad todavía proscrita de Amra, éste debe huir
en compañía de Rufia, una deliciosa rubia implicada en
todo el asunto, con quien corre una aventura posterior en el
templo del dios olvidado que se resguarda del tiempo y de
los hombres en una ciudad invisible.
Conan se separa de la zagala al sur de Asgalun, pero no tarda en
encontrar un recambio femenino en el Valle de la Noche Eterna,
Jenna, la misma chica arisca que le engañó un par de veces en su
mocedad, quien ahora tiene su rostro horriblemente desfigurado.
El cimmerio no sólo la salva de su encierro en el valle, también
le devuelve su antigua belleza y con ella reanuda su camino
hacia el sudeste de Shem para encontrarse con lo más inesperado
de su carrera: su abuelo, Drogin, redivivo. La voz del
resucitado le seduce para que intente conseguir la
inmortalidad, pero comprende que aquello no comporta más que una
maldición. Conan salva a su ascendiente y a otro espadachín
inmortal, Vonndhar, del peso de la vida eterna que le ha
impuesto la mano de Erlik y abandona a Jenna con
intención de volver a Akkharia, indignado por la indiferencia
que ella muestra hacia la muerte de Vonndhar. Al llegar a la
ciudad shemita, a finales de mayo, vuelve a cruzarse su
recorrido con el de Rufia, moza que parece tener sangre de
pantera, tan arrojada como se ha vuelto.
Después de esta fase de su vida por las praderas de Shem, la
gran franja herbosa que separa en la Edad Hyboria el norte del
sur, el cimmerio se interna en Koth en junio del año 27 tras
haber cabalgado durante 11 ó 12 días. Liado en asuntos de brujos
que deben pagar el precio de la perfección.
Conan se ve trasladado en el tiempo y el espacio por una
magia sorprendente que le deposita en la ciudad en la que el
tiempo se detuvo y, luego, le lleva a Pergona, donde vuelve
a encontrarse a Murilo, ahora casado, obeso y temeroso. Con él
experimenta otro viaje aéreo, como mecido por el viento en la
montaña, que dura pocas horas puesto que los viajes que aquí
se suceden lo son de carácter mágico. Un tiempo semejante rige
para la guerra de la eternidad en la que están implicadas
las brujas de Nexxx, las mismas que propulsan a Conan
hasta Estigia y, desde allí, tras contender con el ojo
sangriento de la verdad, hasta una ciudad del Reino
Fronterizo.
Como consecuencia de estos viajes extraordinarios el cimmerio ha
alcanzado Cimmeria en julio del año 27, tierra que se halla
azotada por una poco habitual nevada veraniega en su zona sur
(algo no muy raro en los países del norte, de todos modos),
lugar donde pocos días después Conan intercede por la mujer
de los cabellos de nieve, una sacerdotisa cimmeria. A lo
largo de la siguiente semana, el vagabundo dirige sus pasos a
través de terrenos de los que la nieve va ausentándose para dar
paso a una imprevista primavera, hasta el punto que los
campesinos dirían con el paso del tiempo: “Y la vida surgió
de ellos”, en referencia al rebrote alegre de las plantas
sobre las estériles veredas. Mas, Conan no podía preocuparse por
asuntos de labriegos porque otro desplazamiento asombroso le
lleva hasta la lejana Vendhya en busca de la creación de
cierto grimorio que anhela poseer un brujo. El fin de la
búsqueda concluye en Cimmeria de nuevo, sin haber consumido
el bárbaro más que unas horas de su vida en la empresa.
Conan corre diversas aventuras por los villorrios cimmerios en
las siguientes semanas del verano, estío con gran floración
producto de la inesperada nevisca ocurrida días antes. Entre
otras actividades, actúa contra el brujo que posee el anillo
de Rhax,
se recrea participando en la competición de los juegos de
Gharn y libera a la bruja de Windsor. A continuación,
Conan invierte cerca de veinte días (quizá algo menos)
persiguiendo a una tal Pelija Jon hasta el Reino
Fronterizo, lugar donde hace un alto en el tiempo. Desde
allí, siendo agosto de 27, Conan se desplaza hacia el norte de
Aquilonia cruzando el río de la muerte que le depara un
serio disgusto, y participando en el juego de titán que
tiene lugar en Gunderland. Llega a la altura de las Marcas
Bossonias, hasta la isla de los muertos, y luego vuelve
intempestivamente hacia el Reino Fronterizo para acabar
esgrimiendo su espada en la guarida de los malditos.
Estos zigzagueos continuos crean cierta sensación de estrés en
el bárbaro hasta que determina mantener un rumbo fijo hacia la
tierra que le vio nacer. El recorrido que escoge para llegar al
norte es, otra vez, la región Bossonia que limita Aquilonia con
los Yermos Pictos y con Cimmeria. Tiene la fortuna de no
tropezar con pictos a su paso, pero sí que halla un enorme árbol
carnívoro que acecha pacientemente a sus presas. Conan y el
acechante de los bosques presencian, también, a un grupo de
hombres dispuestos a presentarse batalla en los bosques
del sector aquilonio, asunto bélico que queda resuelto una vez
que el bárbaro ha visitado la fortaleza de Basilio Rez,
otro hechicero vil.
En las dos semanas siguientes, entre septiembre y octubre del
año vigésimo séptimo de la vida de Conan, éste pisa de nuevo
tierra cimmeria, en concreto su parte del sudoeste. Despacha un
asunto en el que se hallan implicados el laberinto, el hombre
y el monstruo de cierto pueblo, y vuelve a tener noticias de
que existe la vida entre los muertos mientras sube con
dirección noreste. La espada y la bestia son sus
compañeros de viaje hasta que alcanza las cercanías de su
poblado natal, donde el hijo de Cimmeria llora la muerte
de su primer descendiente conocido, Connobar, fruto de la
relación amorosa mantenida con Ursla cuando contaba tan sólo con
15 años de edad. Su desazón crece cuando el regreso a casa
que efectúa a continuación le permite comprobar que algunos
de sus familiares han muerto y que otros han sido esclavizados
por cimmerios zafios, sobre quienes aplica una venganza atroz.
Pasa apesadumbrado la segunda semana de octubre de 27 debido a
los recientes acontecimientos, hasta que la hechicería y la
violencia desatadas en la noche de las 3 hermanas le
despabilan de su nostalgia. El resto del mes lo consume vagando
por Cimmeria, visita la torre de Mitra erigida por
aquella zona, soslaya la plaga de Forlek que graba la
marca de la muerte sobre aquellos que son afectados, y en
este plan. La torre de fuego que halla a continuación
está a una jornada de caminata de un lugar, el valle de la
muerte, adyacente a una caverna donde la oscura espada de
Jergal-Zadh manifiesta su poder contra Conan.
Habiendo descubierto dos razas extrañas que habitan en las
colinas de su patria, los hombres pájaro de Akah-Ma’at y
los hombres murciélago de Ur-Xanarrh, y contrariado por
haber conocido una Cimmeria tan diferente a la que recordaba de
su niñez, Conan decide pasar un tiempo en el Reino Fronterizo
cuando ya se aproxima noviembre. Atraviesa el bosque de la
noche que separa ambos países y defiende a una dama
casamentera en la primera ciudad que encuentra, en cuyos sótanos
residen los blasfemos de la luz. Salva a la chica y le
participa su deseo de seguir camino hacia Aquilonia, país que
quiere conocer. ¡Y vaya si lo conocerá!, mas no como él pensaba:
Es capturado por unos esclavistas y conducido por vía fluvial
hasta la isla de la araña que hay en algún lugar
recóndito del agreste norte de Aquilonia. La tela de la araña
aprieta, aunque no lo suficiente para retener a Conan en
aquel horrendo lugar, así que, estragado por la experiencia
retorna al Reino Fronterizo cuando llega la noche negra de la
Reina Blanca, una anochecida que rememora la Era Thuria una
vez más. La ira de Conan no deja de manifestarse en este
país en días subsiguientes, haciendo frente a la maldición
lanzada por una mujer que le hechiza, y que con ello
pretende consumir su cuerpo en la tinaja de los malditos
a vivir sin coraje.
Todavía en noviembre, Conan se sorprende al encontrar vivo a
Fafnir, a quien dejara por muerto frente a Makkalet, y con un
nuevo brazo, el que brota de su costado tras la visita que hacen
a la casa de las calaveras. No se sorprende tanto, en
cambio, cuando vuelve a toparse con los integrantes de la
Hermandad Halcón, tan cargantes como el demonio Jergal-Zadh,
otro que planta cara a los dos norteños ahora. El destructor
de la llama casi logra acabar con los guerreros en la
caverna de la muerte, pero ambos sobreviven y deambulan
hacia el sur con la expresa intención de despojar de riquezas
el Templo del Dragón.
El corazón de Fafnir y el de Conan parecen alimentados por la
sangre de titanes puesto que ambos salvan en muy pocos días
el trecho que les separa de Nemedia, lugar donde el engendro
del pasado de una remota población lanza al primero por un
acantilado, dándolo Conan por muerto una vez más. Luego, la
mujer pájaro y la bestia que para disgusto del cimmerio
retornan del pasado borran de su mente los últimos fúnebres
acontecimientos y él sigue su ruta hacia Belverus, capital a la
que se acerca tras visitar la tumba del mago escarlata.
En las postrimerías de noviembre de 27, el cimmerio concluye que
no admiten a los vanires en el dominio de los muertos,
porque encuentra a Fafnir nuevamente con vida. No obstante, en
otro caprichoso giro del destino, el vanir perece
“definitivamente”...
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