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LOS CÓMICS PRECURSORES DE CONAN


ANTECEDENTES Y PRIMERAS ADAPTACIONES DE R.E. HOWARD A LA HISTORIETA

Ilustración de Berne Wrightson de cuando optaba a dibujar Conan para Marvel © 2004 Berni Wrightson


 

Los “bárbaros” precursores yanquis.

Conan nació como un personaje literario pergeñado por el tejano Robert Ervin Howard en una serie de relatos para el pulp Weird Tales (comenzando por "The Phoenix on the Sword", número de diciembre de 1932). Los relatos de Conan fueron recogidos en formato libro en los años cincuenta por la editorial Gnome Press, sin obtener demasiado éxito de ventas entonces. Entre 1966 y 1967, Lancer Books volvió a editar toda la obra de Conan en doce libros, cuyo éxito hizo meditar a los directivos de la editorial Marvel Comics Group a partir de una nueva inyección de capital en 1968 sobre su posible adaptación al cómic, abriendo así una línea inédita hasta entonces de series de “espada y brujería”.

O de fantasía heroica, tanto da. Ambas acepciones atañen a historias de jaez aventurero protagonizadas por héroes que se enfrentan a elementos fantásticos de corte mágico, hechicero o meramente primitivo; guerreros semidesnudos, armados con lanzas, espadas, hachas, mazas o garrotes, habitualmente melenudos, por supuesto musculosos, enemigos de la magia, sea blanca o negra, circunspectos, hoscos, melancólicos y lacónicos. Su mundo, basculante entre la Época Antigua y la Medieval, está plagado de sendas tortuosas, selvas exóticas, ciudades resplandecientes, mujeres voluptuosas, castillos abstrusos y, siempre, lo fantástico.

Todavía están a debate la naturaleza y el marco concretos de la fantasía heroica. Los teóricos aún nos se han puesto de acuerdo en si ha de considerarse un subgénero del fantástico, similar etiqueta a la de la literatura de ciencia ficción, o bien como género (en este caso habría que atribuirle a Lo fantástico la categoría de "supergénero"), etiqueta que encuadra a la fantasía heroica como «género que hunde sus raíces en el pasado, apoyándose en conceptos derivados de la mitología y de la épica».1 Partiendo de esta base, los héroes de los cuentos de espada y brujería parecen obedecer a un modelo de regresión, paralelo a uno de "fuga" hacia la otredad, hacia una vida ajena y más plena por pasada, actitud atribuida a la presión de los poderes fácticos sobre sus autores en los comienzos del siglo XX. No hay que dejar de lado la idea de que estos personajes pudieron surgir como consecuencia del contexto de la revolución industrial, como representantes del miedo al cambio y a la pérdida de una parcela de la individualidad (ergo, libertad) que éste conlleva, considerando al hombre como ente ecológico que no como ente social.

Sea cual fuere la semilla de su creación, los héroes de estos relatos abundan en una estética que comulga con la de los bárbaros de la Antigüedad: con los héroes próximos a los dioses mitológicos cuya concepción aventurera es una manifestación de lo irremisible del fatum, a la vez que con los mercenarios merodeadores del aledaño romano (de ahí procede realmente el término "bárbaro"), y también con el concepto de caballero / guerrero del medioevo, que era un vertido de sincretismos y reelaboraciones culturales varias. Así entonces, el personaje de fantasía heroica presenta unas características muy particulares, muy bien identificadas por el aficionado amante y mejor degradadas por el detractor contumaz, que antes se enumeraron y que sirven como nexo entre este género, o subgénero, y el de ciencia ficción, resultando como producto de tal connubio la space opera.

La intimidad que tienen para con la "Historia" estas creaciones imaginadas ha conducido a que algunos estudiosos de los tebeos editados en los Estados Unidos de América, entre ellos Roy Thomas, afirmaran que los cómics de fantasía heroica no obtuvieron difusión en su país debido a la carencia de historia antigua de la joven nación sin nombre. Afirmación algo extraña al provenir de boca de un gran conocedor de la llamada Golden Age o Edad de Oro de los cómics estadounidenses (período en el que se engloban los comic books publicados entre 1938 y 1951) y que ofreció al público series como Classic Comics, editada por Gilberton desde 1941 y que se continuó en Classic Illustrated a partir de 1947, para no detener su andadura hasta 1971 adaptando clásicos literarios con trasfondo histórico en su mayor parte. El conocido dibujante de Conan John Buscema ilustró al comienzo de su carrera, allá por principios de los años cincuenta, historietas con basamento histórico pero de carácter fantástico cuando adaptó una serie de películas para la editorial Dell Publishing en varios ejemplares de la serie de cómics Four Color Series II, entre los cuales figuraban "Alexander the Great", "Sharkfighters", "The Vikings", "The Seventh Voyage of Simbad", "Helen of Troy", "Spartacus" o "Hercules", títulos que atañen a héroes enarbolando espadas y que se desenvuelven entre lo épico y lo fantástico. Todo ello sin menoscabo, claro está, de Prince Valiant, la obra magna de Harold R. Foster, que transcurría en un escenario más imaginario que histórico y que ha pervivido desde el 13-II-1937 hasta nuestros días.

Además, si nos remontamos más en el pasado, la mitología ha sido la fuente de inspiración más utilizada por los autores estadounidenses dado que todos los cómics de superhéroes guardan débito con el mito: Supermán, superhéroe prístino y también mito a la postre, partió de una idea de sus creadores Jerry Siegel y Joe Shuster en la que mezclaron personajes y poderes míticos. Es decir, el superhéroe primero ya era un calco de los mitos de nuestra antigüedad (Supermán apareció en Action Comics 1, de junio de 1938. Existen estudiosos que datan antes la idea del engendro: en las series Comics Magazine 1, V-36, More Fun Comics 15, X-36, y New Book of Comics 2, primavera de 1938). Otros afamados descendientes de panteones fueron: el Capitán Marvel, o Shazam (en Flash Comics 1 y Thrill Comics 1, Fawcett Publications, I-40), Wonder Woman (desde el verano de 1942, en la serie de National Periodicals que lleva su mismo nombre por titular), o Hércules (simultáneamente en Blue Ribbon Comics 4, MLJ Magazines, y Mystic Comics 3, Timely, ambas datadas en VI-40). Los editores de Timely, la que sería futura editorial Marvel, recurrieron a la mitología tempranamente pues en el comic book Red Raven Comics 1 apareció en agosto de 1940 la historieta "Mercury" (atribuida a Martin A. Burstein, pero obra de Jack Kirby), en la que se daban cita unos cuantos convecinos del olimpo griego: Mercurio, Jupiter, Diana, Plutón...

Esto por lo que se refiere a los panteones mediterráneos, claro, que los escandinavos también fueron una inagotable fuente de inspiración para las editoras yanquis, tanto para los cómics publicados en prensa (no olvidemos a los vikingos ucrónicos que conoció el Príncipe Valiente) como para los aparecidos en el cada vez más popular formato comic book durante los años cuarenta. Thor, el Dios del Trueno, asomó por vez primera su silueta mostrando un aspecto bárbaro, rudo, pelirrojo y rabioso. Eso ocurría en "The Villain from Valhalla", Adventure Comics 75, de junio de 1942, serie de National Periodicals. Joe Simon y Kirby rescataron a este guerrero de las brumas del pasado para enfrentarlo al superhéroe Sandman y a su “sidekick” Sandy, quienes intentaban evitar que el poseedor del martillo Mjolnir robase más bancos, raposa actitud que conduce al Dios del Trueno directamente al hospital municipal. Kirby fue poco amable en aquella ocasión con la figura mítica de Thor, habida cuenta de la obsesión (y respeto) de este historietista por todo tipo de mitologías. Empero, el personaje se volvería más amable y atractivo en siguientes adaptaciones a las viñetas, incluso simpático, como el Thor que dibujó Kirby para la historia de vaqueros "The Magic Hammer", incluida en Tales of the Unexpected 16 (National Periodicals, VIII-1957). Como todos los aficionados a los comic books sabemos, el Thor más popular es el que luego habitó la serie Journey into Mystery desde su número 83 (Marvel, VIII-62) y que continuó apareciendo en Thor. Hubo un tiempo en que aquellos cómics estuvieron plagados de fantasía heroica, cuando Kirby, amante irredento de la grandiosidad de los escenarios y de la fantasía poderosa de las crónicas mitológicas, vertió su interpretación de los sucesos acaecidos en la corte de los dioses nórdicos en "Tales of Asgard", serial ofrecido con la serie Journey into Mystery desde el número 97. Kirby y continuadores trastocarían la apariencia de Thor y sus iguales, edulcorado su fiero aspecto legendario, así como la urdimbre cosmológica a la que pertenecían a juicio de los puristas, quienes vieron esta interpretación más apoyada en los modelos grecolatinos que inspirada directamente en la cosmogonía escandinava. Las historietas que allí se publicaron tenían, no obstante, puntos de referencia con la espada y brujería, pero se distanciaron de los parámetros concretos que definen la fantasía heroica al convertir las aventuras de sus semidioses y héroes habitantes en una serie de algazaras más burlescas que dramáticas y a sus aventureros en arios y peripuestos caballeros. Por conocer de su procedencia, sabemos que el bárbaro estaba allí escondido; aunque ninguno de sus ceremoniosos pobladores era Conan, desde luego. Sí, en "Tales of Asgard" se describía un mundo lleno de bestias formidables y peligros fantásticos (aunque más cercano a Faerie que a Hyboria), pero no al héroe bárbaro. Quizá habría que buscar al revés, primero al bárbaro huraño y semidesnudo y luego el entorno fantástico en que mora para hallar la primera adaptación al cómic de un héroe de genuina fantasía heroica.

Señores de la jungla y del espacio.

La imagen del guerrero con cuerpo de levantador de pesas ataviado con un taparrabos de piel de oso o similar ya estaba instalado en el imaginario popular desde antiguo y asimilado por el consumidor habitual de cultura de los media con el cavernícola, el hombre de la jungla o, en fin, el bárbaro europeo (el vikingo) u oriental (el mongol). Ya tenía esta apariencia Samson, héroe que colusionaba valores bíblicos con míticos, devenido rubiales con mucho músculo y poco indumento, y amigo de luchar en defensa de la bandera americana. Samson apareció en las series de Fox Features Syndicate Fantastic Comics (desde el número 1, de diciembre de 1939, presente en las portadas, estupendamente dibujadas todas ellas por H.C. Kiefer hasta el número 24), BIG 3 (6 números, desde septiembre de 1940) y Samson (entre 1940 y 1955).

Este aspecto algo atávico era un intento de los yanquis por emular la estética épica de la mitología griega a la vez que conjugaban otro referente, mucho más americano si se puede entender así: la creación de Edgard Rice Burroughs Tarzán. Tras la pronta aparición del Rey de los Monos en el formato comic book, en Tip Top Comics 1 (United Features, IV-36), surgirían miríadas de imitaciones. El prototipo de héroe hosco, salvaje, provisto solamente de armas blancas, y que a veces se enfrentaba a la magia de las tribus selváticas o al poder mágico oculto en lugar recóndito, ese espíritu, aparecería bajo la misma piel pero con otras denominaciones. Como la de Kaänga, personaje nacido en Jungle Comics (desde enero de 1940, serie de Glen Kel Publications) junto con The Red Panther, Wambi, Simba, Tabu, Camilla y otros héroes tarzanescos, y que obtuvo serie propia más tarde, Kaänga Comics. Héroe de similar catadura fue Thunda King of Congo, una creación de Frank Frazetta aparecida en el número 47, de 1952, de la serie A-1 Comics, editada por Life's Romances (luego Compix, luego Magazine Enterprises); como también lo fue Wild Boy of the Congo, comic book de la serie Approved Comics, de St. John Publishing Co, publicado ya en abril de 1954. Se han citado tres ejemplos, pero hubo muchos más personajes de este tipo, masculinos y femeninos, siempre en pugna contra los peligros de la jungla: la felina Sheena (en Jumbo Comics, Real Adventure Publ. Co., 1938, y en Sheena Queen of the Jungle, 1942), la voluptuosa Pantha (Thrilling Comics, Better Publications, luego Standard Comics, desde el número 56,-X-1946), la potente Rulah (en Zoot Comics, Fox Features Syndicate, 1946, y en Rulah Jungle Goddess), el rubio Lo-zar (en Jungle Action, Interstate Publications, filial de Atlas, 1954)... Las series con héroes o heroínas selváticas no cesaron: Jungle Adventures, Jungle Jim, Nyoka the Jungle Girl, Jungle Jo, Jungle Lil, Jungle Tales, con las aventuras de Jann of the Jungle (y éste pasó a ser su título), Terror of the Jungle, Wild Boy, Zago Jungle Prince y, por descontado, Tarzan, destacando las ediciones de Dell Publishing Company (amén del personaje Ka-zar, su sosia rubio en Marvel Comics, claro está).

Escarbando en otra estética, podríamos intentar adscribir el prototipo del guerrero bárbaro más apropiadamente a las historietas que se daban un baño en la moda vikinga, pero no desde la óptica de la mitología, lo cual rezaba para el anteriormente comentado caso de Thor y sus congéneres, sino desde el punto de vista de la iconografía de las leyendas nórdicas europeas, con menos mayestatismo superheroico y más elementos de historia antigua. Y sería interesante, en este sentido, buscar cómics de espadachines "bárbaros" de la Edad Antigua o medievales que hubiesen tenido algún encontronazo con la magia, a poder ser: negra. Ya he apuntado en otros escritos como posible antecesor de los héroes tipo conan, o conanescos (nunca "conanistas", por favor), la creación de 1955 Viking Prince, personaje aparecido entre agosto y septiembre de ese año en el número primero de la mítica serie The Brave and the Bold (National Periodical Publications) que incluía aventuras de los héroes medievales The Golden Gladiator, The Silent Knight y del mentado. Mientras los dos primeros aparecían a la usanza arturiana, el Principe Vikingo saltaba de cubierta en cubierta semidesnudo y espada en mano. No se solía batir con la magia al principio, pero con el discurrir del tiempo se encararía con dragones de mar, valkirias, luchadores gigantes, octópodos enormes y así. El rubio guerrero apareció en los números 1 al 5 de la serie, volvió en el 9 (de enero de 1957) y también en el 22 (de marzo de 1959), ahora para quedarse, no en vano el logo con su nombre ocuparía más pedazo de portada que el original The Brave and the Bold. Tras un inolvidable número 24, por ser obra del maestro Joe Kubert, los supergrupos Suicide Squad y Justice League of America desplazaron el protagonismo del vikingo de la serie.

También hay que contemplar como posibles antecedentes de los héroes de la fantasía heroica las viñetas preocupadas por rescatar las ideas y la fecunda imaginación de E.R. Burroughs. Los héroes de Burroughs actúan en sus tempranas adaptaciones al cómic a caballo entre la space opera y la fantasía heroica, como el protagonista del ciclo marciano John Carter (historietas de Carson de Venus llegarían mucho más tarde, en 1972; Warlord no aparece oficialmente hasta 1975, aunque hay quienes señalan que asomó en un cómic de DC de 1947). En 1939, en el número 30 de uno de los primeros comic books de la historia, The Funnies (Dell Publishing Co.), se inició una aventura de John Carter de Marte que se prolongaría hasta el número 36 de la cabecera. La misma editorial rescataría al personaje para los números 375, 437 y 488 de Dell Four Color Series, entre 1952 y 1953. En 1964, Gold Key, publicó tres números de la serie John Carter of Mars con dibujos de Jesse Marsh.

Aparte de las adaptaciones burroughsianas, los editores no quisieron llevar al cómic las obras de otros maestros del Fantasy. En cualquier caso, una residencia en lo bárbaro se puede vislumbrar en el número 1 de la serie Classics Illustrated (Giveaways, 1951), lugar ideal donde adaptar a la historieta obras de autores americanos de fantasía, en esta serie o en la homónima de Gilberton Co., a la par que se adaptaron "White Fang" de Jack London, "Pudd'nhead Wilson" de Samuel L. Clemens o "Mr. Midshipman Easy" de Frederick Marryat, por ejemplo. Al hilo de este razonamiento, bueno es recordar que sí fue adaptada la obra de H. Rider Haggard "She", dos veces, la primera en diciembre de 1949 en el número 3 de la serie Fact Fiction (Seaboard Publications), con portada de Kiefer, la misma que se utilizó para su reedición con fecha de julio de 1950 en la serie Stories by Famous Authors Illustrated, de la editorial homónima. Para terminar, no se puede dejar de lado la serie Planet Comics (Love Romance Publications, filial de Fiction House Magazine), que desde enero de 1940 sirvió al público americano tebeos con grandes dosis de aventuras y fantasía, con héroes muy burroughsianos todos ellos, aunque rara vez sustituían el láser por la espada: Mysta of the Moon, The Red Comet, Reef Ryan, Mars God of War, Crash Carker, Buzz Crandall, Auro Lord of Jupiter, Hunt Bowman... La colección duró hasta 1953.

Tras advenimiento del Comics Code en 1954, muchos editores de títulos de crimen, preferentemente, y de horror y fantásticos también (y no exclusivamente de la editorial EC Comics, sino de muchas otras), se vieron obligados a recapacitar y cambiar el espíritu de sus publicaciones. De esta suerte, la serie Mysterious Stories trocaba truculencia por la más desbordante fantasía, alojada ésta en historietas fabulosas en las que los protagonistas se topaban con guerreros y magos medievales inmortales, brujos del África tropical, supervivientes del tiempo alojados en castillos, o con el mismísimo rey de los piratas bárbaros, como Barbarossa, vivo tras pasar 745 años desde su desaparición. Eran ingenuas pero interesantes historietas que explotaron una vena narrativa muy sugestiva. La editorial de estos comic books fue Premier Magazines; el título del número 1, de septiembre de 1954, era Horror from the Tomb, pero fue cambiado por el de Mysterious Stories a partir del número 2, de enero de 1955. La colección duró siete números.

Otra serie de la misma naturaleza, acaso concebida con cierto afán didáctico, fue publicada por EC tras la instauración de la autocensura: Valor, cinco números fechados entre abril y diciembre de 1955 que incluían historias de héroes con espada y escudo de las épocas pasadas, gladiadores, caballeros del medioevo, guerreros mayas, bárbaros contra romanos, ladrones caravaneros con el torso al sol... La serie, de interesante contenido, destaca más por el gran peso de sus colaboradores gráficos, entre los que se contaban Wallace Wood, Al Williamson, Joe Orlando, Reed Crandall o Graham Ingels, que por otra cosa. En otro comic book de similar espíritu encontramos un héroe más cercano al Conan howardiano. Se trata de la serie Conquest, editada por Famous Funnies en la primavera de 1955. Serie de un número con abierto carácter aventurero, en la que tres alegres espadachines compartían entusiasmo en la portada: Ricardo Corazón de León, Swampo Fox y Lochinvar, dejando a sus espaldas a un no menos sonriente guerrero bárbaro ataviado a la usanza vikinga, de pelo castaño y barba tupida, botas de cuero y taparrabos de piel de oso, y que respondía al nombre de Beowolf. Se trata, efectivamente, de la primera adaptación del bárbaro por antonomasia al ser extraída su imagen de la leyenda europea Beowulf . Mas, si fuere por fisonomía del personaje y por ecología del mundo que habita, el más claro antecedente de Conan en viñetas sería Tor, la creación de Joe Kubert posiblemente más inspirada en el Tarzán de Burroughs que en el cimmerio de Howard y que disfrutó de serie propia, Tor in the world of 1.000.000 years ago (más viejo en el tiempo que Conan, incluso; y más bárbaro, por lo tanto), cuyo número uno data de septiembre de 1953. La serie, de St. John Publications, duró cinco números, entre los cuales no se han computado los dos tebeos en tres dimensiones World's First 3D Comics números 48 y 49, que incluyeron sus aventuras en 1953 y 1954, respectivamente.

La genuina fantasía heroica de Crom.

Sin duda alguna, lo más cercano al genuino Conan que fuera publicado antes de la compra de derechos por Marvel fue Crom the Barbarian, bárbaro creado por Gardner Fox amparándose en lecturas previas de relatos de R.E. Howard, eso es evidente, y dibujado por John Giunta. El personaje dio la cara por primera vez en el número 1 de Out of This World (Avon Periodicals, Noviembre de 1950), pulp o revista de relatos impresa sobre papel barato editada por el revolucionario Donald A. Wollheim.

Out of This World era una publicación de relatos fantásticos de 130 páginas a 25 centavos que portaba en su tripa un encarte de 32 páginas con historietas de John Michel, Joe Kubert, E. J. Bellin, A. H. Johnston, W. Malcolm White o la de Fox / Giunta. No se debe confundir este lanzamiento con el comic book también titulado Out of This World (Charlton Comics), cuyo número primero data de agosto de 1956.2 En el número 2 del pulp, de diciembre de 1950, apareció otra historieta del bárbaro, obra del mismo equipo creativo; ambos cómics serían reeditados entre 1950 y 1951 en los dos primeros números de la fabulosa serie Strange Worlds, de Avon Periodicals también. La primera historieta, titulada “Crom the Barbarian”, denota que Fox tomó poco de Howard para elaborar estos cómics: el nombre de Crom para el bárbaro y el nombre de Ophir para el reino septentrional que es atacado por un gigantesco enemigo. Pese a lo aseado del bárbaro Crom, a quien Giunta dibuja barbilampiño y bien peinado, la historieta es fantasía heroica en estado puro, con inclusión de parajes exóticos, reinos mágicos, damiselas hermosas, gigantes, algo de magia, monstruos marinos, grandes gorilas y, por supuesto, batallas y acción constantes. La segunda aparición de Crom en cómics, en la historieta “The Spider God of Akka”, evidencia que Fox estaba tomando elementos de los relatos de Conan abiertamente: la llegada a la isla llena de gorilas, el enfrentamiento con una araña enorme... incluso Giunta dibuja ahora al bárbaro con melena, aunque sigue siendo rubio.

Es posible que la razón por la cual fueron incluidas estas historietas por vez primera en un pulp se debiera a las imposiciones de la Comics Code Authority, que convencieron a los editores de los años cincuenta y hasta sesenta de no llevar a las viñetas los truculentos relatos de Howard, recomendación que no impediría, es de suponer, realizar historietas protagonizadas por este tipo de héroes o con sus fantásticos escenarios al menos para los títulos de miscelánea fantástica, terrorífica y de ciencia ficciókn que tanto han abundado en el mercado americano. No se ha realizado un estudio en profundidad de las historietas publicadas en aquellas series "cajón de sastre" y es probable que existan más ejemplos aparte de la avanzadilla firmada por Fox y Giunta o las obras de Wallace Wood para la serie Captain Science (Avon Periodicals, 1951), las cuales contienen muchos elementos de espada y brujería pese a su título. Habida cuenta de que la autocensura comenzó entrados los años cincuenta, cabe preguntarse ¿por qué no hay más historietas de personajes similares a Conan anteriores a esta década, a remolque del éxito de los relatos de Weird Tales o al calor de las compilaciones de los relatos de Conan efectuadas en los cincuenta, tal y como ocurriría quince años después tras ver la luz las ediciones de Lancer Books?

Sin duda la implantación del sello de la Comics Code tuvo su parte de responsabilidad, pues entre 1955 y 1970 raras fueron las historietas de fantasía heroica publicadas, a no ser las alojadas en las revistas de James Warren Creepy y Eerie (fundadas en 1964 y 1965, respectivamente), obras de autores como Gardner Fox, Steve Ditko, Archie Goodwin, Reed Crandall, T. Casey Brenan, Tom Sutton, Steve Skeates, Jerry Grandenetti, Buddy Saunders, Jaime Brocal Remohí o Esteban Maroto, historietas todas ellas desasidas de la genuina épica e instiladas del más puro horror, algunas, incluso con moralina. Otra excepción la constituyen las páginas aparecidas en el prozine witzend a partir de 1967, como por ejemplo “The World of Wizard’s King”, de Wood (más tolkieniana que howardiana, cierto es) o “The Last Resort”, de Frazetta (historieta dibujada en 1950, por añadidura). De la autoría de Wood son también las únicas historietas de espada y brujería publicadas por la editorial Marvel antes de la salida al mercado de Conan the Barbarian: “Flight into Fear”, “The Ghost-Beast”, “Of Swords and Sorcery” y “Sanctuary”, todas ellas obras de escaso número de páginas alojadas en los números 5 a 8 de la serie de miscelánea terrorífica Tower of Shadows. Es decir: la fantasía heroica se sirvió en muy pequeñas píldoras hasta la segunda mitad del año 1970 en el cómic americano, y parece irrefutable que nadie llevó a Conan, concretamente al personaje Conan y su mundo, a las viñetas de un comic book antes de esa fecha en los Estados Unidos.

El Conan mejicano

Evidencias claras de la existencia de una adaptación a la historieta de los relatos de Conan previas a las marvelianas las tenemos en una publicación mejicana de 1958 que ofreció en viñetas el pasaje de la saga del cimmerio que se desarrolla en el Sur del continente hyborio, "Queen of the Black Coast", donde comparte aventuras con la pirata Bêlit.

La industria de la historieta mejicana se avivó a partir de los años 1930 y trató de consolidar una línea de publicaciones autóctonas, muchas basadas en el humor, pero alguna interesadas por la aventura y por la fantasía. En 1956, los esposos Guillermo de la Parra y Yolanda Vargas Dulché fundaron la que llegaría a ser la más poderosa editora nacional: Editorial Argumentos, EDAR, que luego se expandiría absorbiendo a Editorial de la Parra, Editorial Manelick de la Parra, Publicaciones CITEM y Editorial Vid, hasta la formación del consorcio que, desde 1985, se denominaría Grupo Editorial Vid. Al comienzo de su andadura ofrecieron a sus lectores cómics que explotaban la aventura autóctona, caso de Wama el Hijo de la Luna y Tawa el Hombre Gacela, obras ambas de Joaquín Cervantes Bassoco,  que sobrepasaron los 600 episodios entre 1959 y 1971.

Desde 1957, la cascada de cómics importados siguió produciéndose de modo incesante a finales de los años cincuenta. Entre todo lo publicado aparecieron algunos superhéroes autóctonos, como Santo el Enmascarado de Plata, Starman el Valiente, o Kalimán el Hombre Increíble, siendo éste último un personaje de Modesto Vázquez y Victor Fox con dibujos de Crisuel. De fantasía heroica no hubo nada hasta que José Mateo de la Torre se reveló como uno de los más avispados empresarios aztecas que se subió al carro de la edición de cómics durante el final de la década de 1950.

José Mateo fundó la editorial cuya marca surgió como acrónimo de las primeras sílabas de su nombre compuesto: Ediciones JOMA. La editorial, radicada su sede en Ciudad de México, lanzó un abanico de títulos de calidad mediocre a tenor de los bajos costes de producción y el pequeño tamaño de la empresa, en la cual uno de los principales dibujantes, Salvador H. Lavalle, simultaneaba las funciones de editor con las de un dibujante capaz de generar 32 páginas semanales de historieta. No era ninguna proeza ya que los tebeos mejicanos de vasto consumo oscilaban entre las dos y las tres viñetas por página de media.

Entre lo publicado por JOMA se encontraban los títulos Changóo el rey de los monos, un trasunto de Tarzán que Lavalle dibujó en una vena paródica; Cruz Diablo, un espadachín del tipo El Zorro erigido en defensor de los afligidos; Los Limosneros, una obra con algo más de mensaje social; y, entre otros, La Reina de la Costa Negra (en adelante La Reina), una publicación de formato ligeramente mayor que el de un comic book, semanal, con cubiertas en color y el interior, una tripa de 32 páginas, en blanco y negro. Todo por el precio de 80 centavos (de México), precio razonablemente barato para tratarse-X-1959.

La Reina era un tebeo de temática aventurera susceptible de llevar colgada la etiqueta de "viking fantasy" por el atavío de sus protagonistas, sus enemigos casi mitológicos y los bajeles y los mares que surcaban con ellos. Pero sus personajes no eran vikingos, aunque el protagonista masculino, Conan, portase sobre su cabeza uno de esos cascos acolmillados falsamente atribuidos por la sabiduría popular a la tipología vikinga. Sus personajes eran, precisamente, los personajes del relato "The Queen of the Black Coast", noveno relato publicado por R.E. Howard en Weird Tales, en el número de mayo de 1934: Conan, rubio pero inequívocamente identificado en el cómic como un "cimmeriano", Bêlit, más elegante y armada, muy altiva e indudable protagonista de la serie por curioso que parezca, y otros personajes que recuerdan a los del relato de Howard, como Yanga, una variación del corsario N'Yaga. Algún mejicano aficionado a los relatos de Conan tomó prestados personajes y título originales y fraguó una edición que vulneraba las leyes de protección de los derechos de autor.

La jugada les salió bien. Los americanos no supieron de la existencia de La Reina hasta pasados más de 15 años, cuando el aficionado Fred Patten adquirió el número 15 de la serie mejicana y lo remitió a Roy Thomas, quien a su vez se lo brindó al experto Fred Blosser para que mostrara el asombroso hallazgo en las páginas de Savage Sword of Conan número 26, de enero de 1978. Fue en el artículo "The Other Queen of the Black Coast", que el español Mariano Ayuso amalgamó, junto con otro de Douglas Menville ("Conan the Conquistator", aparecido en The Savage Sword of Conan 44, IX-79), y lo firmó con su nombre para un texto publicado en el número 21 de La Espada Salvaje de Conan Volumen I de Editorial Planeta-DeAgostini (Planeta Comics, entonces). Tras la publicación del texto de Blosser aludido, varios aficionados, faneditores y profesionales de los cómics estadounidenses lograron reunir los números 2, 3, 4, 10, 15 y 16 de La Reina, de los cuales el número 10 había sido traducido al inglés por un tal B. Tyger y publicado en los números 22 y 23 del fanzine de Jonathan Bacon REHUPA (Robert E. Howard United Press Asociation) en 1976.

La Reina de la Costa Negra

Sumando a los anteriores el número 7 de La Reina, en poder del autor de estas líneas, se extrae que la colección mejicana evolucionó así:

Número 1, con fecha de 1-X-1958, presumiblemente. Título de la historieta desconocido. Guión de Riol de Man. Dibujo de cubierta e interior de Salvador H. Lavalle, presumiblemente.

Número 2, con fecha de 8-X-1958. Historieta titulada "La Copa de Odin". Guión de Riol de Man. Dibujo de cubierta e interior de Lavalle.

Número 3, con fecha de 15-X-1958. Historieta titulada "Los Adoradores del Fuego". Guión de Riol de Man. Lápiz de portada e interior de Lavalle. Tinta y fondos de Ciro.

Número 4, con fecha de 22-X-1958. Historieta titulada "La Galera Fantasma". Guión de Riol de Man. Dibujo de cubierta e interior de Lavalle.

Número 5, con fecha de 29-X-1958, presumiblemente. Historieta titulada "El Kraken". Guión de Riol de Man. Dibujo de cubierta e interior de Lavalle, probablemente.

Número 6. Podemos presumir que los autores son los mismos, pero la fecha es desconocida. No sabemos si La Reina quedó en suspenso tras el número 5 ó tras el número 6, lo que sí está claro es que su publicación fue abandonada al menos durante siete años puesto que, en caso contrario y respetando la cadencia de salida semanal, hubiese alcanzado los trescientos números en 1965, año que figura en los créditos del número 7.

Número 7, con fecha de 6-X-1965. Historieta sin título. Guión de J. Kstro, presumiblemente (no constan créditos; Kstro puede ser un seudónimo de Castro, o bien del mismo Riol de Man). Dibujo de cubierta e interior de Lavalle. El formato se ha alargado ligeramente con respecto a números más bajos alcanzando los 25 x 18 cm.

Número 8, con fecha de 13-X-1965. Título de historieta y créditos desconocidos, pero podemos presumir que se mantuvo el mismo equipo de producción. Al igual que en el resto de números hasta el 14, que salieron con estas fechas: 9 (20-X-1965), 10 (27-X-1965), 11 (3-XI-1965), 12 (10-XI-1965), 13 (17-XI-1965), 14 (24-XI-1965), 15 (1-XII-1965).

El número 15 llevó la historieta titulada "El Valle de la Muerte", con guión de Kstro y dibujado todo él por Lavalle. El núm. 16 (8-XII-1965) traía una historieta sin título con guión de Silvaquiros, dibujos de cubierta e interiores de Lavalle, y fondos de J.H. Soberanes. Cabe pensar que la colección se detuvo a esta altura.

En sus primeros números de andadura, desde el 2 al 4 al menos, el grafismo de Lavalle evidencia claras influencias de Harold Foster, en el estilo y en el diseño del logotipo de la colección, y de Joe Kubert, particularmente de sus trabajos para las historietas de Viking Prince, como queda manifiesto en las portadas de los números 2 y 3 de La Reina. A esa necesidad por parte de los autores de crear una estética más acorde con la ficción histórica que con la fantasía heroica hay que sumar que los argumentos ideados para estos tebeos parecen tener poco en común con la obra de Howard. En el número 2, Conan, Bêlit y su tripulación vikinga se enfrentan a una suerte de gigantesco Coloso de Rodas con apariencia norteña que les sorprende en medio del mar. En el 3, Bêlit es hecha prisionera por los habitantes de una isla volcánica, isla que acaba sumergiéndose en el mar tras su rescate. En el 4, el "cimmeriano" y la "reina" combaten a un grupo de bandidos liderados por un hombre tocado con una capucha confeccionada con una cabeza de lobo (quizá aquí pueda trazarse algún paralelismo, dado el amor de Howard por elemento berserkr)... Es decir, por lo general se trata de argumentos tópicos, de flojo desarrollo y que no pueden relacionarse estrictamente con los propios de la espada y brujería, más bien con los de aventuras de piratas. Y hemos de suponer que así continuó evolucionando la colección, ya que en el número 7 Bêlit y Conan se enfrentan al pirata Olar, quien termina pereciendo por mano de los protagonistas. Aparte, en ese mismo número 7, el marco de la aventura escapa de la fantástica Hyboria para transcurrir en nuestro tiempo ya que en la primera viñeta figura un mapa de Britania y los dos héroes y su tripulación se enfrentan a auténticos guerreros vikingos.

Hemos de esperar a los números 15 y 16 para comenzar a trazar paralelismos sólidos con la obra de Howard. En el 15 ya se menciona Askalón (una variación de Asgalún, quizá) y los protagonistas conducen su barco "Venganza" (el original era llamado "El Tigresa") hacia la costa para repararlo, pero caen cerca de los dominios del legendario monstruo Kuntar (también una leyenda negra se cernía sobre los piratas cuando remontaron el Río Zarkheba en "Queen of the Black Coast"). Aquí, el guionista Kstro ha pensado para incorporar a Kuntar en un antropoide que habita en una ciudad en ruinas (siguen los paralelismos). El gran gorila ataca a la partida de exploración arrancándole un brazo de cuajo a uno de los hombres de Bêlit, detalle éste que conmocionó a Blosser, quien afirmó en el texto antes citado: «quizá la más espantosa escena de cómic dibujada jamás» (he aquí un ejemplo de una de las posibles razones de la difícil traslación de Conan al cómic en los EE UU durante los años cincuenta y sesenta). Como ideas propias de Kstro en este relato cabe destacar el hecho de que Kuntar sea el guardián de un tesoro consagrado al dios Raab, la existencia del arma "El Escudo de Cimmeria", que vuelve invulnerable a quien lo porta, o el rapto de la capitana del "Venganza" que comete el monstruo, en la estela de la leyenda de la bella y la bestia.

Silvaquiros, guionista del número 16 de la colección, retoma el escenario del anterior número y realiza una adaptación más fiel del final de la novela howardiana, pues aquí sí que son sorprendidos los protagonistas por un simio alado a la guisa de un murciélago. En un primer ataque, Conan acierta al monstruo con una flecha y salva a la pirata, que resulta malherida. Conan parte en busca de venganza y de una rara flor con la que sanar a Bêlit (delicadeza del mejicano, que no de Howard), por el camino despacha a una serpiente de dos cabezas y, de vuelta, a unos lobos (semejantes a las hienas de "Queen of the Black Coast"). Finalmente, también lucha con el bicho alado y en el trance aparece Bêlit entre una nube fantástica, cegando al mono el tiempo suficiente para que Conan le corte el cuello. Todo lo último, pues, es adaptación de la obra de Howard, excepto por el hecho de que Belit se recupera de sus dolencias y no muere.

Los tebeos de La Reina de la Costa Negra resultan un hallazgo curioso para el aficionado a los cómics de Conan, pero su calidad narrativa es escasa y el trabajo artístico que Lavalle despliega en los números superiores al 5 es rígido, su trazo es rápido, quizá perseguido por los plazos de entrega, y utiliza planos medios y primeros planos para evitar detenerse sobre las viñetas. El dibujante deja fondos vacíos, resultando el conjunto a la postre primitivo, un producto de una mecánica de trabajo estajanovista y sumergido en un mar de publicaciones de similar catadura. Ni siquiera en las últimas entregas documentadas de la colección mejora este aspecto. Es una anatomía oblonga y surreal lo que asoma en general, en viñetas hueras donde lo que prima es la acción, sin permitirse ningún tipo de florituras. Desde luego, la obra no es más que un objeto de consumo, barato y pobre, con nulo valor artístico y escaso valor hemerográfico.

No obstante, es la primera adaptación conocida de Conan al cómic en la historia del medio.

Primeras adaptaciones de Howard en EE UU

Empero, intentonas hubo en los Estados Unidos. Como la declarada por el decano del medio Gray Morrow, quien se encontraba ansioso por adaptar al cómic el relato “La Torre del Elefante” en connivencia con Martin Greenberg, el gerente de Gnome Books. Pero a Greenberg le salieron mal algunos negocios precisamente entonces, a mediados los años cincuenta, perdió dinero y el proyecto se frustró. Posteriormente, Gil Kane compró los derechos del personaje bárbaro a finales de los años sesenta para adaptarlo en un cómic con el sello de su propia creación Adventure Comics. De nuevo frustró el intento un problema económico y la poca confianza de uno de los capitalistas del proyecto (o, acaso, debido a su truculencia y su calidad de "material difícil de manejar"). Finalmente, poco antes de la adaptación de Marvel Comics, Glenn Lord, el albacea literario de Howard, avivado su interés por sacar partido de los derechos de las obras del tejano, ofreció al personaje a Archie Goodwin, entonces editor de Creepy en Warren Publishing, quien lo rechazó por considerar demasiado caro el precio de los derechos. En esto que llega el triunvirato productor de hitos de la historieta americana conformado por Roy Thomas (quien ha había parido un cómic de fantasía heroica en su adolescencia, “Warrior of Llarn”, que no pasó de los bocetos preliminares dibujados por Ronn Foss para el núm. 9 del fanzine Alter Ego, V-VIII-1965), Stan Lee y Martin Goodman, tríada que decidió lanzar al mercado una serie de bárbaros amparada en el buen funcionamiento de un prototipo publicado poco antes en Chamber of Darkness 4 (Marvel, IV-70), en la historieta de siete páginas “The Sword and the Sorcerers”, donde Thomas y Barry Smith utilizaron un personaje basado en el Thongor de Lin Carter, a su vez "inspirado" en el Conan de Howard.

Según la teoría de los prototipos que algunos estudiosos americanos creen a pies juntillas este sería el primer Conan llevado al cómic en los EE UU. No obstante, para ser estrictos habría que considerar como primer intento de adaptación del auténtico Conan al cómic el que se ha datado en 1934, año en que Willis O'Brien (jefe de producción de la mítica película King Kong) inició un esbozo de una película cinematográfica de Conan junto con el propio Howard. El proyecto no maduró, evidentemente, y se conoce por el hallazgo en los años noventa de unos borradores de preproducción. Sin embargo, los entendidos en la prosa de R.E. Howard alegan que tales argumentos no fueron escritos por su mano. Se trae este supuesto proyecto a colación dado que la película, por haber entrado en fase de producción, tuvo que llevar el pertinente storyboard, lo cual no deja de ser un cómic a juicio de muchos.

No se puede dejar de lado la que se considera primera adaptación de un relato de Robert E. Howard al cómic: la que se produjo en 1968 en el número 14 del fanzine tejano Star-Studded Comics (fanedición de The Texas Trio). Star-Studded Comics fue una publicación que entre 1963 y 1972 puso en circulación 18 números que albergaron historietas de terror, crimen, horror, superhéroes y héroes del space opera, una gran variedad a la que contribuyeron con sus primeros trabajos autores como Alan Weiss, Rick Buckler, Landon Chesney, Jim Starlin o Al Milgrom. Uno de los editores de la publicación, Larry Herndon, era un ardiente admirador de la prosa de R.E. Howard y, tras comprobar que las novelas de Lancer estaban captando el interés del público en 1967, decidió adaptar al cómic el relato “Gods of the North”, una historia de Howard protagonizada por Amra, un vikingo, que halló su primera publicación en el fanzine literario Fantasy Fan (y que el propio Howard modificaría e insertaría en la cosmología hyboria cediéndolo al arriba mencionado pulp Fantasy Fiction, ahora bajo el título “The Frost Giant’s Daughter”, historia que sería llevada al cómic por Thomas y Smith tres años después). “Gods of the North” apareció en viñetas gracias al esfuerzo no demasiado encomiable de Susan Herndon, al guión, Steve Kelez, al lápiz, y Alan Hutchinson, al entintado, resultando de sus manejos conjuntos una historieta en blanco y negro de nueve páginas. Se comenta aquí por tratarse de un argumento de partida idéntico al protagonizado por Conan en el otro relato citado, aunque, obviamente, no se trate de un cómic de Conan.

Con el paso del tiempo, las transformaciones sociales que habían ido operándose en el seno de la sociedad americana favorecieron la vuelta de viñetas pobladas por bárbaros. Varios fueron los factores. Primero, los sucesos del Watergate, la derrota en el Vietnam y la catástrofe económica en que se hallaba sumido el país a finales de los sesenta subrayaron la necesidad de fantasía por parte de los jóvenes. Podríamos decir que los adolescentes americanos necesitaban un héroe nuevo para tiempos no heroicos. Segundo, visto el éxito de la nueva remesa de novelas de Conan publicadas por Lancer Books desde 1966, quizá bien acogidas debido a que en un mundo en el que las viejas estructuras se iban colapsando, el cimmerio era una fantasía gratificante. Tercero, el CCA había frenado la aparición de un producto que desafiaba abiertamente todos sus preceptos normativos, pero en 1970 abrió un resquicio por el cual se colaron brujas, vampiros, licántropos, más sangre y más superficie epidérmica femenina. Fue entonces cuando llegó Marvel, deseosa de aprovechar el filón de la marca Conan, fue entonces cuando llegó Thomas, guionista capaz de un gran despliegue de recursos, y fue entonces cuando llegó Barry Smith, jovenzuelo rebelde y contestatario incapaz de acatar los retrógrados principios del organismo censor y el hecho de que pudiesen echar por tierra el trabajo de horas ante el tablero de dibujo con un solo golpe de bolígrafo.

Y he aquí al inaugural y genuino Conan de los cómics, o al menos el que sigue siendo para casi todos el primero: el de Conan the Barbarian, 1 que apareció con fecha de cubierta de octubre de 1970.

1 Javier Martín Lalanda. "La fantasía heroica como evasión. De los orígenes hasta Robert E. Howard". En CLIJ 106, Editorial Fontalba, Barcelona, VI-1998.

2 El que esto escribe no lo dejó claro en su momento en "Hyboria en Viñetas. 1", La Espada Salvaje de Conan, 159, Editorial Planeta-DeAgostini, Barcelona, V-1995.

 
   

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