|
Los “bárbaros” precursores yanquis.
Conan
nació como un personaje literario pergeñado por el tejano Robert
Ervin Howard en una serie de relatos para el pulp
Weird Tales (comenzando por "The Phoenix on the Sword",
número de diciembre de 1932). Los relatos de Conan fueron
recogidos en formato libro en los años cincuenta por la
editorial Gnome Press, sin obtener demasiado éxito de ventas
entonces. Entre 1966 y 1967, Lancer Books volvió a editar toda
la obra de Conan en doce libros, cuyo éxito hizo meditar a los
directivos de la editorial Marvel Comics Group a partir de una
nueva inyección de capital en 1968 sobre su posible adaptación
al cómic, abriendo así una línea inédita hasta entonces de
series de “espada y brujería”.
O de fantasía heroica, tanto da.
Ambas acepciones atañen a historias de jaez aventurero
protagonizadas por héroes que se enfrentan a elementos
fantásticos de corte mágico, hechicero o meramente primitivo;
guerreros semidesnudos, armados con lanzas, espadas, hachas,
mazas o garrotes, habitualmente melenudos, por supuesto
musculosos, enemigos de la magia, sea blanca o negra,
circunspectos, hoscos, melancólicos y lacónicos. Su mundo,
basculante entre la Época Antigua y la Medieval, está plagado de
sendas tortuosas, selvas exóticas, ciudades resplandecientes,
mujeres voluptuosas, castillos abstrusos y, siempre, lo
fantástico.
Todavía están a debate la
naturaleza y el marco concretos de la fantasía heroica. Los
teóricos aún nos se han puesto de acuerdo en si ha de
considerarse un subgénero del fantástico, similar etiqueta a la
de la literatura de ciencia ficción, o bien como género (en este
caso habría que atribuirle a Lo fantástico la categoría de "supergénero"),
etiqueta que encuadra a la fantasía heroica como
«género
que hunde sus raíces en el pasado, apoyándose en conceptos
derivados de la mitología y de la épica».
Partiendo de esta base, los héroes de los cuentos de espada y
brujería parecen obedecer a un modelo de regresión, paralelo a
uno de "fuga" hacia la otredad, hacia una vida ajena y
más plena por pasada, actitud atribuida a la presión de los
poderes fácticos sobre sus autores en los comienzos del siglo XX.
No hay que dejar de lado la idea de que estos personajes
pudieron surgir como consecuencia del contexto de la revolución
industrial, como representantes del miedo al cambio y a la
pérdida de una parcela de la individualidad (ergo, libertad) que
éste conlleva, considerando al hombre como ente ecológico que no
como ente social.
Sea cual fuere la semilla de su
creación, los héroes de estos relatos abundan en una estética
que comulga con la de los bárbaros de la Antigüedad: con los
héroes próximos a los dioses mitológicos cuya concepción
aventurera es una manifestación de lo irremisible del fatum,
a la vez que con los mercenarios merodeadores del aledaño romano
(de ahí procede realmente el término "bárbaro"), y también con
el concepto de caballero / guerrero del medioevo, que era un
vertido de sincretismos y reelaboraciones culturales varias. Así
entonces, el personaje de fantasía heroica presenta unas
características muy particulares, muy bien identificadas por el
aficionado amante y mejor degradadas por el detractor contumaz,
que antes se enumeraron y que sirven como nexo entre este
género, o subgénero, y el de ciencia ficción, resultando como
producto de tal connubio la
space opera.
La intimidad que tienen para con la
"Historia" estas creaciones imaginadas ha conducido a que
algunos estudiosos de los tebeos editados en los Estados Unidos
de América, entre ellos Roy Thomas, afirmaran que los cómics de
fantasía heroica no obtuvieron difusión en su país debido a la
carencia de historia antigua de la joven nación sin nombre.
Afirmación algo extraña al provenir de boca de un gran conocedor
de la llamada Golden Age o Edad de Oro de los cómics
estadounidenses (período en el que se engloban los comic books
publicados entre 1938 y 1951) y que ofreció al público series
como Classic Comics, editada por Gilberton desde
1941 y que se continuó en Classic Illustrated a partir de
1947, para no detener su andadura hasta 1971 adaptando clásicos
literarios con trasfondo histórico en su mayor parte.
El conocido dibujante de
Conan John Buscema ilustró al comienzo de su carrera, allá por
principios de los años cincuenta, historietas con basamento
histórico pero de carácter fantástico cuando adaptó una serie de
películas para la editorial Dell Publishing en varios ejemplares
de la serie de cómics Four Color Series II, entre los
cuales figuraban "Alexander the Great", "Sharkfighters",
"The Vikings", "The Seventh Voyage of Simbad", "Helen of Troy",
"Spartacus" o "Hercules",
títulos que atañen a héroes enarbolando espadas y que se
desenvuelven entre lo épico y lo fantástico. Todo ello
sin menoscabo, claro está, de Prince Valiant, la obra
magna de Harold R. Foster, que transcurría en un escenario más
imaginario que histórico y que ha pervivido desde el 13-II-1937
hasta nuestros días.
Además, si nos remontamos más en el
pasado, la mitología ha sido la fuente de inspiración más
utilizada por los autores estadounidenses dado que todos los
cómics de superhéroes guardan débito con el mito: Supermán,
superhéroe prístino y también mito a la postre, partió de una
idea de sus creadores Jerry Siegel y Joe Shuster en la que
mezclaron personajes y poderes míticos. Es decir, el superhéroe
primero ya era un calco de los mitos de nuestra antigüedad (Supermán
apareció en Action Comics 1, de junio de 1938. Existen
estudiosos que datan antes la idea del engendro: en las series
Comics Magazine 1, V-36, More Fun Comics 15, X-36,
y New Book of Comics 2, primavera de 1938). Otros
afamados descendientes de panteones fueron: el Capitán Marvel, o
Shazam (en Flash Comics 1 y Thrill Comics 1,
Fawcett Publications, I-40), Wonder Woman (desde el verano de
1942, en la serie de National Periodicals que lleva su mismo
nombre por titular), o Hércules (simultáneamente en Blue
Ribbon Comics 4, MLJ Magazines, y Mystic Comics 3,
Timely, ambas datadas en VI-40). Los editores de Timely, la que
sería futura editorial Marvel, recurrieron a la mitología
tempranamente pues en el comic book Red Raven Comics 1
apareció en agosto de 1940 la historieta "Mercury" (atribuida a
Martin A. Burstein, pero obra de Jack Kirby), en la que se daban
cita unos cuantos convecinos del olimpo griego: Mercurio,
Jupiter, Diana, Plutón...
Esto por lo que se refiere a los panteones mediterráneos, claro,
que los escandinavos también fueron una inagotable fuente de
inspiración para las editoras yanquis, tanto para los cómics
publicados en prensa (no olvidemos a los vikingos ucrónicos que
conoció el Príncipe Valiente) como para los aparecidos en el
cada vez más popular formato comic book durante los años
cuarenta. Thor, el Dios del Trueno, asomó por vez primera su
silueta mostrando un aspecto bárbaro, rudo, pelirrojo y rabioso.
Eso ocurría en "The Villain from Valhalla", Adventure Comics
75, de junio de 1942, serie de National Periodicals. Joe
Simon y Kirby rescataron a este guerrero de las brumas del
pasado para enfrentarlo al superhéroe Sandman y a su “sidekick”
Sandy, quienes intentaban evitar que el poseedor del martillo
Mjolnir robase más bancos, raposa actitud que conduce al Dios
del Trueno directamente al hospital municipal. Kirby fue poco
amable en aquella ocasión con la figura mítica de Thor, habida
cuenta de la obsesión (y respeto) de este historietista por todo
tipo de mitologías. Empero, el personaje se volvería más amable
y atractivo en siguientes adaptaciones a las viñetas, incluso
simpático, como el Thor que dibujó Kirby para la historia de
vaqueros "The Magic Hammer", incluida en Tales of the
Unexpected 16 (National Periodicals, VIII-1957). Como todos
los aficionados a los comic books sabemos, el Thor más popular
es el que luego habitó la serie Journey into Mystery
desde su número 83 (Marvel, VIII-62) y que continuó apareciendo
en Thor. Hubo un tiempo en que aquellos cómics estuvieron
plagados de fantasía heroica, cuando Kirby, amante irredento de
la grandiosidad de los escenarios y de la fantasía poderosa de
las crónicas mitológicas, vertió su interpretación de los
sucesos acaecidos en la corte de los dioses nórdicos en "Tales
of Asgard", serial ofrecido con la serie Journey into Mystery
desde el número 97. Kirby y continuadores trastocarían la
apariencia de Thor y sus iguales, edulcorado su fiero aspecto
legendario, así como la urdimbre cosmológica a la que
pertenecían a juicio de los puristas, quienes vieron esta
interpretación más apoyada en los modelos grecolatinos que
inspirada directamente en la cosmogonía escandinava. Las
historietas que allí se publicaron tenían, no obstante, puntos
de referencia con la espada y brujería, pero se distanciaron de
los parámetros concretos que definen la fantasía heroica al
convertir las aventuras de sus semidioses y héroes habitantes en
una serie de algazaras más burlescas que dramáticas y a sus
aventureros en arios y peripuestos caballeros. Por conocer de su
procedencia, sabemos que el bárbaro estaba allí escondido;
aunque ninguno de sus ceremoniosos pobladores era Conan, desde
luego. Sí, en "Tales of Asgard" se describía un mundo lleno de
bestias formidables y peligros fantásticos (aunque más cercano a
Faerie que a Hyboria), pero no al héroe bárbaro. Quizá habría
que buscar al revés, primero al bárbaro huraño y semidesnudo y
luego el entorno fantástico en que mora para hallar la primera
adaptación al cómic de un héroe de genuina fantasía heroica.
Señores de la jungla y del espacio.
La imagen del guerrero con cuerpo de levantador de pesas
ataviado con un taparrabos de piel de oso o similar ya estaba
instalado en el imaginario popular desde antiguo y asimilado por
el consumidor habitual de cultura de los media con el
cavernícola, el hombre de la jungla o, en fin, el bárbaro
europeo (el vikingo) u oriental (el mongol). Ya tenía esta
apariencia Samson, héroe que colusionaba valores bíblicos con
míticos, devenido rubiales con mucho músculo y poco indumento, y
amigo de luchar en defensa de la bandera americana. Samson
apareció en las series de Fox Features Syndicate Fantastic
Comics (desde el número 1, de diciembre de 1939, presente en
las portadas, estupendamente dibujadas todas ellas por H.C.
Kiefer hasta el número 24), BIG 3 (6 números, desde
septiembre de 1940) y Samson (entre 1940 y 1955).
Este aspecto algo atávico era un intento de los yanquis por
emular la estética épica de la mitología griega a la vez que
conjugaban otro referente, mucho más americano si se puede
entender así: la creación de Edgard Rice Burroughs Tarzán. Tras
la pronta aparición del Rey de los Monos en el formato comic
book, en Tip Top Comics 1 (United Features, IV-36),
surgirían miríadas de imitaciones. El prototipo de héroe hosco,
salvaje, provisto solamente de armas blancas, y que a veces se
enfrentaba a la magia de las tribus selváticas o al poder mágico
oculto en lugar recóndito, ese espíritu, aparecería bajo la
misma piel pero con otras denominaciones. Como la de Kaänga,
personaje nacido en Jungle Comics (desde enero de 1940,
serie de Glen Kel Publications) junto con The Red Panther, Wambi,
Simba, Tabu, Camilla y otros héroes tarzanescos, y que obtuvo
serie propia más tarde, Kaänga Comics. Héroe de similar
catadura fue Thunda King of Congo, una creación de Frank
Frazetta aparecida en el número 47, de 1952, de la serie A-1
Comics, editada por Life's Romances (luego Compix, luego
Magazine Enterprises); como también lo fue Wild Boy of the
Congo, comic book de la serie Approved Comics, de St.
John Publishing Co, publicado ya en abril de 1954. Se han citado
tres ejemplos, pero hubo muchos más personajes de este tipo,
masculinos y femeninos, siempre en pugna contra los peligros de
la jungla: la felina Sheena (en Jumbo Comics, Real
Adventure Publ. Co., 1938, y en Sheena Queen of the Jungle,
1942), la voluptuosa Pantha (Thrilling Comics, Better
Publications, luego Standard Comics, desde el número
56,-X-1946), la potente Rulah (en Zoot Comics, Fox
Features Syndicate, 1946, y en Rulah Jungle Goddess), el
rubio Lo-zar (en Jungle Action, Interstate Publications,
filial de Atlas, 1954)... Las series con héroes o heroínas
selváticas no cesaron: Jungle Adventures, Jungle Jim, Nyoka
the Jungle Girl, Jungle Jo, Jungle Lil, Jungle Tales, con
las aventuras de Jann of the Jungle (y éste pasó a ser su
título), Terror of the Jungle, Wild Boy, Zago Jungle Prince
y, por descontado, Tarzan, destacando las ediciones de
Dell Publishing Company (amén del personaje Ka-zar, su sosia
rubio en Marvel Comics, claro está).
Escarbando en otra estética, podríamos intentar adscribir el
prototipo del guerrero bárbaro más apropiadamente a las
historietas que se daban un baño en la moda vikinga, pero no
desde la óptica de la mitología, lo cual rezaba para el
anteriormente comentado caso de Thor y sus congéneres, sino
desde el punto de vista de la iconografía de las leyendas
nórdicas europeas, con menos mayestatismo superheroico y más
elementos de historia antigua. Y sería interesante, en este
sentido, buscar cómics de espadachines "bárbaros" de la Edad
Antigua o medievales que hubiesen tenido algún encontronazo con
la magia, a poder ser: negra. Ya he apuntado en otros escritos
como posible antecesor de los héroes tipo conan, o conanescos
(nunca "conanistas", por favor), la creación de 1955 Viking
Prince, personaje aparecido entre agosto y septiembre de ese año
en el número primero de la mítica serie The Brave and the
Bold (National Periodical Publications) que incluía
aventuras de los héroes medievales The Golden Gladiator, The
Silent Knight y del mentado. Mientras los dos primeros aparecían
a la usanza arturiana, el Principe Vikingo saltaba de cubierta
en cubierta semidesnudo y espada en mano. No se solía batir con
la magia al principio, pero con el discurrir del tiempo se
encararía con dragones de mar, valkirias, luchadores gigantes,
octópodos enormes y así. El rubio guerrero apareció en los
números 1 al 5 de la serie, volvió en el 9 (de enero de 1957) y
también en el 22 (de marzo de 1959), ahora para quedarse, no en
vano el logo con su nombre ocuparía más pedazo de portada que el
original The Brave and the Bold. Tras un inolvidable
número 24, por ser obra del maestro Joe Kubert, los supergrupos
Suicide Squad y Justice League of America desplazaron el
protagonismo del vikingo de la serie.
También hay que contemplar como posibles antecedentes de los
héroes de la fantasía heroica las viñetas preocupadas por
rescatar las ideas y la fecunda imaginación de E.R. Burroughs.
Los héroes de Burroughs actúan en sus tempranas adaptaciones al
cómic a caballo entre la space opera y la fantasía
heroica, como el protagonista del ciclo marciano John Carter
(historietas de Carson de Venus llegarían mucho más tarde, en
1972; Warlord no aparece oficialmente hasta 1975, aunque hay
quienes señalan que asomó en un cómic de DC de 1947). En 1939,
en el número 30 de uno de los primeros comic books de la
historia, The Funnies (Dell Publishing Co.), se inició
una aventura de John Carter de Marte que se prolongaría hasta el
número 36 de la cabecera. La misma editorial rescataría al
personaje para los números 375, 437 y 488 de Dell Four Color
Series, entre 1952 y 1953. En 1964, Gold Key, publicó
tres números de la serie John Carter of Mars con dibujos
de Jesse Marsh.
Aparte de las adaptaciones burroughsianas, los editores no
quisieron llevar al cómic las obras de otros maestros del
Fantasy. En cualquier caso, una residencia en lo bárbaro se
puede vislumbrar en el número 1 de la serie Classics
Illustrated (Giveaways, 1951), lugar ideal donde adaptar a
la historieta obras de autores americanos de fantasía, en esta
serie o en la homónima de Gilberton Co., a la par que se
adaptaron "White Fang" de Jack London, "Pudd'nhead Wilson" de
Samuel L. Clemens o "Mr. Midshipman Easy" de Frederick Marryat,
por ejemplo. Al hilo de este razonamiento, bueno es recordar que
sí fue adaptada la obra de H. Rider Haggard "She", dos veces, la
primera en diciembre de 1949 en el número 3 de la serie Fact
Fiction (Seaboard Publications), con portada de Kiefer, la
misma que se utilizó para su reedición con fecha de julio de
1950 en la serie Stories by Famous Authors Illustrated,
de la editorial homónima. Para terminar, no se puede dejar de
lado la serie Planet Comics (Love Romance Publications,
filial de Fiction House Magazine), que desde enero de 1940
sirvió al público americano tebeos con grandes dosis de
aventuras y fantasía, con héroes muy burroughsianos todos ellos,
aunque rara vez sustituían el láser por la espada: Mysta of the
Moon, The Red Comet, Reef Ryan, Mars God of War, Crash Carker,
Buzz Crandall, Auro Lord of Jupiter, Hunt Bowman... La colección
duró hasta 1953.
Tras advenimiento del Comics Code en 1954, muchos editores de
títulos de crimen, preferentemente, y de horror y fantásticos
también (y no exclusivamente de la editorial EC Comics, sino de
muchas otras), se vieron obligados a recapacitar y cambiar el
espíritu de sus publicaciones. De esta suerte, la serie
Mysterious Stories trocaba truculencia por la más
desbordante fantasía, alojada ésta en historietas fabulosas en
las que los protagonistas se topaban con guerreros y magos
medievales inmortales, brujos del África tropical,
supervivientes del tiempo alojados en castillos, o con el
mismísimo rey de los piratas bárbaros, como Barbarossa, vivo
tras pasar 745 años desde su desaparición. Eran ingenuas pero
interesantes historietas que explotaron una vena narrativa muy
sugestiva. La editorial de estos comic books fue Premier
Magazines; el título del número 1, de septiembre de 1954, era
Horror from the Tomb, pero fue cambiado por el de
Mysterious Stories a partir del número 2, de enero de 1955.
La colección duró siete números.
Otra serie de la misma naturaleza, acaso concebida con cierto
afán didáctico, fue publicada por EC tras la instauración de la
autocensura: Valor, cinco números fechados entre abril y
diciembre de 1955 que incluían historias de héroes con espada y
escudo de las épocas pasadas, gladiadores, caballeros del
medioevo, guerreros mayas, bárbaros contra romanos, ladrones
caravaneros con el torso al sol... La serie, de interesante
contenido, destaca más por el gran peso de sus colaboradores
gráficos, entre los que se contaban Wallace Wood, Al Williamson,
Joe Orlando, Reed Crandall o Graham Ingels, que por otra cosa.
En otro comic book de similar espíritu encontramos un héroe más
cercano al Conan howardiano. Se trata de la serie Conquest,
editada por Famous Funnies en la primavera de 1955. Serie de
un número con abierto carácter aventurero, en la que tres
alegres espadachines compartían entusiasmo en la portada:
Ricardo Corazón de León, Swampo Fox y Lochinvar, dejando a sus
espaldas a un no menos sonriente guerrero bárbaro ataviado a la
usanza vikinga, de pelo castaño y barba tupida, botas de cuero y
taparrabos de piel de oso, y que respondía al nombre de Beowolf.
Se trata, efectivamente, de la primera adaptación del bárbaro
por antonomasia al ser extraída su imagen de la leyenda europea
Beowulf . Mas, si fuere por fisonomía del personaje y por
ecología del mundo que habita, el más claro antecedente de Conan
en viñetas sería Tor, la creación de Joe Kubert posiblemente más
inspirada en el Tarzán de Burroughs que en el cimmerio de Howard
y que disfrutó de serie propia, Tor in the world of 1.000.000
years ago (más viejo en el tiempo que Conan, incluso; y más
bárbaro, por lo tanto), cuyo número uno data de septiembre de
1953. La serie, de St. John Publications, duró cinco números,
entre los cuales no se han computado los dos tebeos en tres
dimensiones World's First 3D Comics números 48 y 49, que
incluyeron sus aventuras en 1953 y 1954, respectivamente.
La genuina fantasía heroica de Crom.
Sin duda alguna, lo más cercano al genuino Conan que fuera
publicado antes de la compra de derechos por Marvel fue Crom the
Barbarian, bárbaro creado por Gardner Fox amparándose en
lecturas previas de relatos de R.E. Howard, eso es evidente, y
dibujado por John Giunta. El personaje dio la cara por primera
vez en el número 1 de Out of This World (Avon Periodicals,
Noviembre de 1950), pulp o revista de relatos impresa
sobre papel barato editada por el revolucionario Donald A.
Wollheim.
Out of This World
era una publicación de relatos fantásticos de 130 páginas a 25
centavos que portaba en su tripa un encarte de 32 páginas con
historietas de John Michel, Joe Kubert, E. J. Bellin, A. H.
Johnston, W. Malcolm White o la de Fox / Giunta. No se debe
confundir este lanzamiento con el comic book también titulado
Out of This World (Charlton Comics), cuyo número primero
data de agosto de 1956.
En el número 2 del pulp, de diciembre de 1950, apareció
otra historieta del bárbaro, obra del mismo equipo creativo;
ambos cómics serían reeditados entre 1950 y 1951 en los dos
primeros números de la fabulosa serie Strange Worlds, de
Avon Periodicals también. La primera historieta, titulada “Crom
the Barbarian”, denota que Fox tomó poco de Howard para elaborar
estos cómics: el nombre de Crom para el bárbaro y el nombre de
Ophir para el reino septentrional que es atacado por un
gigantesco enemigo. Pese a lo aseado del bárbaro Crom, a quien
Giunta dibuja barbilampiño y bien peinado, la historieta es
fantasía heroica en estado puro, con inclusión de parajes
exóticos, reinos mágicos, damiselas hermosas, gigantes, algo de
magia, monstruos marinos, grandes gorilas y, por supuesto,
batallas y acción constantes. La segunda aparición de Crom en
cómics, en la historieta “The Spider God of Akka”, evidencia que
Fox estaba tomando elementos de los relatos de Conan
abiertamente: la llegada a la isla llena de gorilas, el
enfrentamiento con una araña enorme... incluso Giunta dibuja
ahora al bárbaro con melena, aunque sigue siendo rubio.
Es posible que la razón por la cual fueron incluidas estas
historietas por vez primera en un pulp se debiera a las
imposiciones de la Comics Code Authority, que convencieron a los
editores de los años cincuenta y hasta sesenta de no llevar a
las viñetas los truculentos relatos de Howard, recomendación que
no impediría, es de suponer, realizar historietas protagonizadas
por este tipo de héroes o con sus fantásticos escenarios al
menos para los títulos de miscelánea fantástica, terrorífica y
de ciencia ficciókn que tanto han abundado en el mercado
americano. No se ha realizado un estudio en profundidad de las
historietas publicadas en aquellas series "cajón de sastre" y es
probable que existan más ejemplos aparte de la avanzadilla
firmada por Fox y Giunta o las obras de Wallace Wood para la
serie Captain Science (Avon Periodicals, 1951), las
cuales contienen muchos elementos de espada y brujería pese a su
título. Habida cuenta de que la autocensura comenzó entrados los
años cincuenta, cabe preguntarse ¿por qué no hay más historietas
de personajes similares a Conan anteriores a esta década, a
remolque del éxito de los relatos de Weird Tales o al
calor de las compilaciones de los relatos de Conan efectuadas en
los cincuenta, tal y como ocurriría quince años después tras ver
la luz las ediciones de Lancer Books?
Sin duda la implantación del sello de la Comics Code tuvo su
parte de responsabilidad, pues entre 1955 y 1970 raras fueron
las historietas de fantasía heroica publicadas, a no ser las
alojadas en las revistas de James Warren Creepy y
Eerie (fundadas en 1964 y 1965, respectivamente), obras de
autores como Gardner Fox, Steve Ditko, Archie Goodwin, Reed
Crandall, T. Casey Brenan, Tom Sutton, Steve Skeates, Jerry
Grandenetti, Buddy Saunders, Jaime Brocal Remohí o Esteban
Maroto, historietas todas ellas desasidas de la genuina épica e
instiladas del más puro horror, algunas, incluso con moralina.
Otra excepción la constituyen las páginas aparecidas en el
prozine witzend a partir de 1967, como por ejemplo “The
World of Wizard’s King”, de Wood (más tolkieniana que howardiana,
cierto es) o “The Last Resort”, de Frazetta (historieta dibujada
en 1950, por añadidura). De la autoría de Wood son también las
únicas historietas de espada y brujería publicadas por la
editorial Marvel antes de la salida al mercado de Conan the
Barbarian: “Flight into Fear”, “The Ghost-Beast”, “Of Swords
and Sorcery” y “Sanctuary”, todas ellas obras de escaso número
de páginas alojadas en los números 5 a 8 de la serie de
miscelánea terrorífica Tower of Shadows. Es decir: la
fantasía heroica se sirvió en muy pequeñas píldoras hasta la
segunda mitad del año 1970 en el cómic americano, y parece
irrefutable que nadie llevó a Conan, concretamente al personaje
Conan y su mundo, a las viñetas de un comic book antes de esa
fecha en los Estados Unidos.
El Conan mejicano
Evidencias claras de la existencia de una adaptación a la
historieta de los relatos de Conan previas a las marvelianas las
tenemos en una publicación mejicana de 1958 que ofreció en
viñetas el pasaje de la saga del cimmerio que se desarrolla en
el Sur del continente hyborio, "Queen of the Black Coast", donde
comparte aventuras con la pirata Bêlit.
La industria de la historieta mejicana se avivó a partir de los
años 1930 y trató de consolidar una línea de publicaciones
autóctonas, muchas basadas en el humor, pero alguna interesadas
por la aventura y por la fantasía. En 1956, los esposos
Guillermo de la Parra y Yolanda Vargas Dulché fundaron la que
llegaría a ser la más poderosa editora nacional: Editorial
Argumentos, EDAR, que luego se expandiría absorbiendo a
Editorial de la Parra, Editorial Manelick de la Parra,
Publicaciones CITEM y Editorial Vid, hasta la formación del
consorcio que, desde 1985, se denominaría Grupo Editorial Vid.
Al comienzo de su andadura ofrecieron a sus lectores cómics que
explotaban la aventura autóctona, caso de Wama el Hijo de la
Luna y Tawa el Hombre Gacela, obras ambas de Joaquín
Cervantes Bassoco, que sobrepasaron los 600 episodios
entre 1959 y 1971.
Desde 1957, la cascada de cómics importados siguió produciéndose
de modo incesante a finales de los años cincuenta. Entre todo lo
publicado aparecieron algunos superhéroes autóctonos, como
Santo el Enmascarado de Plata, Starman el Valiente, o
Kalimán el Hombre Increíble, siendo éste último un personaje
de Modesto Vázquez y Victor Fox con dibujos de Crisuel. De
fantasía heroica no hubo nada hasta que José Mateo de la Torre
se reveló como uno de los más avispados empresarios aztecas que
se subió al carro de la edición de cómics durante el final de la
década de 1950.
José Mateo fundó la editorial cuya marca surgió como acrónimo de
las primeras sílabas de su nombre compuesto: Ediciones JOMA. La
editorial, radicada su sede en Ciudad de México, lanzó un
abanico de títulos de calidad mediocre a tenor de los bajos
costes de producción y el pequeño tamaño de la empresa, en la
cual uno de los principales dibujantes, Salvador H. Lavalle,
simultaneaba las funciones de editor con las de un dibujante
capaz de generar 32 páginas semanales de historieta. No era
ninguna proeza ya que los tebeos mejicanos de vasto consumo
oscilaban entre las dos y las tres viñetas por página de media.
Entre lo publicado por JOMA se encontraban los títulos
Changóo el rey de los monos, un trasunto de Tarzán que
Lavalle dibujó en una vena paródica; Cruz Diablo, un
espadachín del tipo El Zorro erigido en defensor de los
afligidos; Los Limosneros, una obra con algo más de
mensaje social; y, entre otros, La Reina de la Costa Negra
(en adelante La Reina), una publicación de
formato ligeramente mayor que el de un comic book, semanal, con
cubiertas en color y el interior, una tripa de 32 páginas, en
blanco y negro. Todo por el precio de 80 centavos (de México),
precio razonablemente barato para tratarse-X-1959.
La Reina
era un tebeo de temática aventurera susceptible de llevar
colgada la etiqueta de "viking fantasy" por el atavío de sus
protagonistas, sus enemigos casi mitológicos y los bajeles y los
mares que surcaban con ellos. Pero sus personajes no eran
vikingos, aunque el protagonista masculino, Conan, portase sobre
su cabeza uno de esos cascos acolmillados falsamente atribuidos
por la sabiduría popular a la tipología vikinga. Sus personajes
eran, precisamente, los personajes del relato "The Queen of the
Black Coast", noveno relato publicado por R.E. Howard en
Weird Tales, en el número de mayo de 1934: Conan, rubio pero
inequívocamente identificado en el cómic como un "cimmeriano",
Bêlit, más elegante y armada, muy altiva e indudable
protagonista de la serie por curioso que parezca, y otros
personajes que recuerdan a los del relato de Howard, como Yanga,
una variación del corsario N'Yaga. Algún mejicano aficionado a
los relatos de Conan tomó prestados personajes y título
originales y fraguó una edición que vulneraba las leyes de
protección de los derechos de autor.
La jugada les salió bien. Los americanos no supieron de la
existencia de La Reina hasta pasados más de 15 años,
cuando el aficionado Fred Patten adquirió el número 15 de la
serie mejicana y lo remitió a Roy Thomas, quien a su vez se lo
brindó al experto Fred Blosser para que mostrara el asombroso
hallazgo en las páginas de Savage Sword of Conan número
26, de enero de 1978. Fue en el artículo "The Other Queen of the
Black Coast", que el español Mariano Ayuso amalgamó, junto con
otro de Douglas Menville ("Conan the Conquistator", aparecido en
The Savage Sword of Conan 44, IX-79), y lo firmó con su
nombre para un texto publicado en el número 21 de La Espada
Salvaje de Conan Volumen I de Editorial Planeta-DeAgostini
(Planeta Comics, entonces). Tras la publicación del texto de
Blosser aludido, varios aficionados, faneditores y profesionales
de los cómics estadounidenses lograron reunir los números 2, 3,
4, 10, 15 y 16 de La Reina, de los cuales el número 10
había sido traducido al inglés por un tal B. Tyger y publicado
en los números 22 y 23 del fanzine de Jonathan Bacon REHUPA (Robert
E. Howard United Press Asociation) en 1976.
La Reina de la Costa Negra
Sumando a los anteriores el número 7 de La Reina, en
poder del autor de estas líneas, se extrae que la colección
mejicana evolucionó así:
Número 1, con fecha de 1-X-1958, presumiblemente. Título de la
historieta desconocido. Guión de Riol de Man. Dibujo de cubierta
e interior de Salvador H. Lavalle, presumiblemente.
Número 2, con fecha de 8-X-1958. Historieta titulada "La Copa de
Odin". Guión de Riol de Man. Dibujo de cubierta e interior de
Lavalle.
Número 3, con fecha de 15-X-1958. Historieta titulada "Los
Adoradores del Fuego". Guión de Riol de Man. Lápiz de portada e
interior de Lavalle. Tinta y fondos de Ciro.
Número 4, con fecha de 22-X-1958. Historieta titulada "La Galera
Fantasma". Guión de Riol de Man. Dibujo de cubierta e interior
de Lavalle.
Número 5, con fecha de 29-X-1958, presumiblemente. Historieta
titulada "El Kraken". Guión de Riol de Man. Dibujo de cubierta e
interior de Lavalle, probablemente.
Número 6. Podemos presumir que los autores son los mismos, pero
la fecha es desconocida. No sabemos si La Reina quedó en
suspenso tras el número 5 ó tras el número 6, lo que sí está
claro es que su publicación fue abandonada al menos durante
siete años puesto que, en caso contrario y respetando la
cadencia de salida semanal, hubiese alcanzado los trescientos
números en 1965, año que figura en los créditos del número 7.
Número 7, con fecha de 6-X-1965. Historieta sin título. Guión de
J. Kstro, presumiblemente (no constan créditos; Kstro puede ser
un seudónimo de Castro, o bien del mismo Riol de Man). Dibujo de
cubierta e interior de Lavalle. El formato se ha alargado
ligeramente con respecto a números más bajos alcanzando los 25 x
18 cm.
Número 8, con fecha de 13-X-1965. Título de historieta y
créditos desconocidos, pero podemos presumir que se mantuvo el
mismo equipo de producción. Al igual que en el resto de números
hasta el 14, que salieron con estas fechas: 9 (20-X-1965), 10
(27-X-1965), 11 (3-XI-1965), 12 (10-XI-1965), 13 (17-XI-1965),
14 (24-XI-1965), 15 (1-XII-1965).
El número 15 llevó la historieta titulada "El Valle de la
Muerte", con guión de Kstro y dibujado todo él por Lavalle. El
núm. 16 (8-XII-1965) traía una historieta sin título con guión
de Silvaquiros, dibujos de cubierta e interiores de Lavalle, y
fondos de J.H. Soberanes. Cabe pensar que la colección se detuvo
a esta altura.
En sus primeros números de andadura, desde el 2 al 4 al menos,
el grafismo de Lavalle evidencia claras influencias de Harold
Foster, en el estilo y en el diseño del logotipo de la
colección, y de Joe Kubert, particularmente de sus trabajos para
las historietas de Viking Prince, como queda manifiesto en las
portadas de los números 2 y 3 de La Reina. A esa
necesidad por parte de los autores de crear una estética más
acorde con la ficción histórica que con la fantasía heroica hay
que sumar que los argumentos ideados para estos tebeos parecen
tener poco en común con la obra de Howard. En el número 2, Conan,
Bêlit y su tripulación vikinga se enfrentan a una suerte de
gigantesco Coloso de Rodas con apariencia norteña que les
sorprende en medio del mar. En el 3, Bêlit es hecha prisionera
por los habitantes de una isla volcánica, isla que acaba
sumergiéndose en el mar tras su rescate. En el 4, el "cimmeriano"
y la "reina" combaten a un grupo de bandidos liderados por un
hombre tocado con una capucha confeccionada con una cabeza de
lobo (quizá aquí pueda trazarse algún paralelismo, dado el amor
de Howard por elemento berserkr)... Es decir, por lo
general se trata de argumentos tópicos, de flojo desarrollo y
que no pueden relacionarse estrictamente con los propios de la
espada y brujería, más bien con los de aventuras de piratas. Y
hemos de suponer que así continuó evolucionando la colección, ya
que en el número 7 Bêlit y Conan se enfrentan al pirata Olar,
quien termina pereciendo por mano de los protagonistas. Aparte,
en ese mismo número 7, el marco de la aventura escapa de la
fantástica Hyboria para transcurrir en nuestro tiempo ya que en
la primera viñeta figura un mapa de Britania y los dos héroes y
su tripulación se enfrentan a auténticos guerreros vikingos.
Hemos de esperar a los números 15 y 16 para comenzar a trazar
paralelismos sólidos con la obra de Howard. En el 15 ya se
menciona Askalón (una variación de Asgalún, quizá) y los
protagonistas conducen su barco "Venganza" (el original era
llamado "El Tigresa") hacia la costa para repararlo, pero caen
cerca de los dominios del legendario monstruo Kuntar (también
una leyenda negra se cernía sobre los piratas cuando remontaron
el Río Zarkheba en "Queen of the Black Coast"). Aquí, el
guionista Kstro ha pensado para incorporar a Kuntar en un
antropoide que habita en una ciudad en ruinas (siguen los
paralelismos). El gran gorila ataca a la partida de exploración
arrancándole un brazo de cuajo a uno de los hombres de Bêlit,
detalle éste que conmocionó a Blosser, quien afirmó en el texto
antes citado:
«quizá
la más espantosa escena de cómic dibujada jamás»
(he aquí un ejemplo de una de las posibles razones de la difícil
traslación de Conan al cómic en los EE UU durante los años
cincuenta y sesenta). Como ideas propias de Kstro en este relato
cabe destacar el hecho de que Kuntar sea el guardián de un
tesoro consagrado al dios Raab, la existencia del arma "El
Escudo de Cimmeria", que vuelve invulnerable a quien lo porta, o
el rapto de la capitana del "Venganza" que comete el monstruo,
en la estela de la leyenda de la bella y la bestia.
Silvaquiros, guionista del número 16 de la colección, retoma el
escenario del anterior número y realiza una adaptación más fiel
del final de la novela howardiana, pues aquí sí que son
sorprendidos los protagonistas por un simio alado a la guisa de
un murciélago. En un primer ataque, Conan acierta al monstruo
con una flecha y salva a la pirata, que resulta malherida. Conan
parte en busca de venganza y de una rara flor con la que sanar a
Bêlit (delicadeza del mejicano, que no de Howard), por el camino
despacha a una serpiente de dos cabezas y, de vuelta, a unos
lobos (semejantes a las hienas de "Queen of the Black Coast").
Finalmente, también lucha con el bicho alado y en el trance
aparece Bêlit entre una nube fantástica, cegando al mono el
tiempo suficiente para que Conan le corte el cuello. Todo lo
último, pues, es adaptación de la obra de Howard, excepto por el
hecho de que Belit se recupera de sus dolencias y no muere.
Los tebeos de La Reina de la Costa Negra resultan un
hallazgo curioso para el aficionado a los cómics de Conan, pero
su calidad narrativa es escasa y el trabajo artístico que
Lavalle despliega en los números superiores al 5 es rígido, su
trazo es rápido, quizá perseguido por los plazos de entrega, y
utiliza planos medios y primeros planos para evitar detenerse
sobre las viñetas. El dibujante deja fondos vacíos, resultando
el conjunto a la postre primitivo, un producto de una mecánica
de trabajo estajanovista y sumergido en un mar de publicaciones
de similar catadura. Ni siquiera en las últimas entregas
documentadas de la colección mejora este aspecto. Es una
anatomía oblonga y surreal lo que asoma en general, en viñetas
hueras donde lo que prima es la acción, sin permitirse ningún
tipo de florituras. Desde luego, la obra no es más que un objeto
de consumo, barato y pobre, con nulo valor artístico y escaso
valor hemerográfico.
No obstante, es la primera adaptación conocida de Conan al cómic
en la historia del medio.
Primeras adaptaciones de Howard en EE UU
Empero, intentonas hubo en los Estados Unidos. Como la declarada
por el decano del medio Gray Morrow, quien se encontraba ansioso
por adaptar al cómic el relato “La Torre del Elefante” en
connivencia con Martin Greenberg, el gerente de Gnome Books.
Pero a Greenberg le salieron mal algunos negocios precisamente
entonces, a mediados los años cincuenta, perdió dinero y el
proyecto se frustró. Posteriormente, Gil Kane compró los
derechos del personaje bárbaro a finales de los años sesenta
para adaptarlo en un cómic con el sello de su propia creación
Adventure Comics. De nuevo frustró el intento un problema
económico y la poca confianza de uno de los capitalistas del
proyecto (o, acaso, debido a su truculencia y su calidad de
"material difícil de manejar"). Finalmente, poco antes de la
adaptación de Marvel Comics, Glenn Lord, el albacea literario de
Howard, avivado su interés por sacar partido de los derechos de
las obras del tejano, ofreció al personaje a Archie Goodwin,
entonces editor de Creepy en Warren Publishing, quien lo
rechazó por considerar demasiado caro el precio de los derechos.
En esto que llega el triunvirato productor de hitos de la
historieta americana conformado por Roy Thomas (quien ha había
parido un cómic de fantasía heroica en su adolescencia, “Warrior
of Llarn”, que no pasó de los bocetos preliminares dibujados por
Ronn Foss para el núm. 9 del fanzine Alter Ego, V-VIII-1965),
Stan Lee y Martin Goodman, tríada que decidió lanzar al mercado
una serie de bárbaros amparada en el buen funcionamiento de un
prototipo publicado poco antes en Chamber of Darkness 4
(Marvel, IV-70), en la historieta de siete páginas “The Sword
and the Sorcerers”, donde Thomas y Barry Smith utilizaron un
personaje basado en el Thongor de Lin Carter, a su vez
"inspirado" en el Conan de Howard.
Según la teoría de los prototipos que algunos estudiosos
americanos creen a pies juntillas este sería el primer Conan
llevado al cómic en los EE UU. No obstante, para ser estrictos
habría que considerar como primer intento de adaptación del
auténtico Conan al cómic el que se ha datado en 1934, año en que
Willis O'Brien (jefe de producción de la mítica película King
Kong) inició un esbozo de una película
cinematográfica de Conan junto con el propio Howard. El proyecto
no maduró, evidentemente, y se conoce por el hallazgo en los
años noventa de unos borradores de preproducción. Sin embargo,
los entendidos en la prosa de R.E. Howard alegan que tales
argumentos no fueron escritos por su mano. Se trae este supuesto
proyecto a colación dado que la película, por haber entrado en
fase de producción, tuvo que llevar el pertinente storyboard,
lo cual no deja de ser un cómic a juicio de muchos.
No se puede dejar de lado la que se considera primera adaptación
de un relato de Robert E. Howard al cómic: la que se produjo en
1968 en el número 14 del fanzine tejano Star-Studded Comics
(fanedición de The Texas Trio). Star-Studded Comics
fue una publicación que entre 1963 y 1972 puso en circulación 18
números que albergaron historietas de terror, crimen, horror,
superhéroes y héroes del space opera, una gran variedad a
la que contribuyeron con sus primeros trabajos autores como Alan
Weiss, Rick Buckler, Landon Chesney, Jim Starlin o Al Milgrom.
Uno de los editores de la publicación, Larry Herndon, era un
ardiente admirador de la prosa de R.E. Howard y, tras comprobar
que las novelas de Lancer estaban captando el interés del
público en 1967, decidió adaptar al cómic el relato “Gods of the
North”, una historia de Howard protagonizada por Amra, un
vikingo, que halló su primera publicación en el fanzine
literario Fantasy Fan (y que el propio Howard modificaría
e insertaría en la cosmología hyboria cediéndolo al arriba
mencionado pulp Fantasy Fiction, ahora bajo el
título “The Frost Giant’s Daughter”, historia que sería llevada
al cómic por Thomas y Smith tres años después). “Gods of the
North” apareció en viñetas gracias al esfuerzo no demasiado
encomiable de Susan Herndon, al guión, Steve Kelez, al lápiz, y
Alan Hutchinson, al entintado, resultando de sus manejos
conjuntos una historieta en blanco y negro de nueve páginas. Se
comenta aquí por tratarse de un argumento de partida idéntico al
protagonizado por Conan en el otro relato citado, aunque,
obviamente, no se trate de un cómic de Conan.
Con el paso del tiempo, las transformaciones sociales que habían
ido operándose en el seno de la sociedad americana favorecieron
la vuelta de viñetas pobladas por bárbaros. Varios fueron los
factores. Primero, los sucesos del Watergate, la derrota en el
Vietnam y la catástrofe económica en que se hallaba sumido el
país a finales de los sesenta subrayaron la necesidad de
fantasía por parte de los jóvenes. Podríamos decir que los
adolescentes americanos necesitaban un héroe nuevo para tiempos
no heroicos. Segundo, visto el éxito de la nueva remesa de
novelas de Conan publicadas por Lancer Books desde 1966, quizá
bien acogidas debido a que en un mundo en el que las viejas
estructuras se iban colapsando, el cimmerio era una fantasía
gratificante. Tercero, el CCA había frenado la aparición de un
producto que desafiaba abiertamente todos sus preceptos
normativos, pero en 1970 abrió un resquicio por el cual se
colaron brujas, vampiros, licántropos, más sangre y más
superficie epidérmica femenina. Fue entonces cuando llegó
Marvel, deseosa de aprovechar el filón de la marca Conan, fue
entonces cuando llegó Thomas, guionista capaz de un gran
despliegue de recursos, y fue entonces cuando llegó Barry Smith,
jovenzuelo rebelde y contestatario incapaz de acatar los
retrógrados principios del organismo censor y el hecho de que
pudiesen echar por tierra el trabajo de horas ante el tablero de
dibujo con un solo golpe de bolígrafo.
Y he aquí al inaugural y genuino Conan de los cómics, o al menos
el que sigue siendo para casi todos el primero: el de Conan
the Barbarian, 1 que apareció con fecha de cubierta de
octubre de 1970.
El que esto escribe no lo dejó claro en su momento en "Hyboria
en Viñetas. 1", La Espada Salvaje de Conan, 159,
Editorial Planeta-DeAgostini, Barcelona, V-1995.
|
|