Los cuentos del Tío Pablo
Los “cuentos” que el “Tío Carlos” Giménez dejó repartidos por diversas revistas entre los años 1997 y 2005, son los que se recogen en este álbum de 96 páginas en blanco y negro que publicó Glénat en noviembre de 2007, coincidiendo con la aparición del primer número de 36-39. Malos tiempos.
Aquel Pablito de seis años que conocimos en los establecimientos de Auxilio Social de la postguerra no regresa para dar consejos como lo haría un padre o un abuelo, ni para contarnos cuentos con moraleja; sólo viene a denunciar situaciones y condiciones, que en muchos casos no han mejorado mucho desde aquel entonces, sin perder la claridad de aquellos ojos redondos y expectantes de cambios, pero con la madurez añadida y la sinceridad de un “tito” cercano y cabal; y sobre todo, con ese humor tan reparador.
Los cuentos del Tío Pablo, como recopilación de historietas aparecidas en publicaciones diferentes, está estructurada en apartados bien delimitados, pero cuando se terminan de leer, se aprecia un nexo común de humor y sinceridad que le otorga valor de totalidad. Se trata de una diversidad sin dispersión, en la que Carlos Giménez junto a la temática habitual de toda su obra (denuncia contra el fascismo, la Iglesia, etc…), incorpora aspectos contemporáneos como la moda, el vídeoy otros, y donde también queda de manifiesto la vocación del autor como cronista social; y siempre con el humor como solución de coherencia.
El álbum comienza con la recopilación de historietas de Flanagan, aparecidas en la revista Cuadernos de seguridad entre 1988 y 1990. Son historietas de una sola página (veintitrés en total) compuestas en su mayoría en tres o cuatro tiras, de dos o tres viñetas cada una, donde nos cuenta las peripecias de Flanagan, un peculiar vigilante de seguridad que actúa en las primeras historias de manera algo bobalicona, sumándosele después un comportamiento más agresivo. Las actuaciones ante las emergencias, ante los manifestantes o ante los ladrones, se resuelven con una sátira que va a mayor en cada entrega, llegando las historias a alejarse tanto del resto del contenido de la revista, que sus editores terminaron suprimiendo su publicación. Posteriormente algunas de ellas se publicarían en la revista Tótem el Cómix.
Las cinco historias que siguen, compuestas en 1994, son inéditas y se agrupan bajo dos epígrafes: Historias cortas de este perro mundo el primero, que incluye “Cantad, cantad malditos” (idea de Cristina Macía) y “Como Dios” (idea de Bernardo Serrat). De temática antifascista y anticlerical respectivamente, son expresadas en dos páginas cada una; Giménez trabajó en ellas sin la presión del encargo editorial y adaptó ideas propuestas por otros, cosa poco habitual en el conjunto de su trabajo.
El segundo título, Fin de siglo, reúne tres historias de tres páginas cada una, donde a la temática anterior se suma una peculiar forma de entender el suicidio. Son: “Cómo llegué a ser un skin-head”, “El negocio de la Fe” y “¿Por qué los pobres no se suicidan?”.
Las colaboraciones para varios números extraordinarios de la revista francesa Fluide Glacial ocupan el siguiente bloque, en el que quedan recogidas cinco historias realizadas entre 1997 y 2005, desde las que Giménez carga contra las “nuevas tecnologías” (por entonces, el vídeo) y contra el consumidor que con facilidad hipnótica y patológica se deja abducir por las mismas. En otra historia, advierte de los peligros de la moda como invento del consumismo capitalista; en una tercera historia, también desarrollada en dos páginas como las anteriores, denuncia a “los que viven del cuento”, espiritistas, curanderos o telépatas a los que Giménez pone en jaque con “Sucesos para anormales”.
Las dos últimas historias de este bloque se desarrollan en tres páginas cada una y tienen en común haber sido pensadas para el vigésimo y trigésimo aniversario de la revista. Es precisamente en esta última 30 ans de Fluide Glacial, en la que aparece el propio “Tío Pablo” como presentador y narrador; un álter ego de Giménez que analiza con ironía los cambios que se han producido durante estos treinta años en el mundo de la historieta. Estos cambios son protagonizados por los autores principalmente, pasando por los salones temáticos y sin olvidar al aficionado, convertido para esta historia en una suerte de especulador de originales.
En el suplemento A las barricadas, de la revista Interviú, publicó Carlos Giménez en 1998, una serie de diez historietas que se agrupaban bajo el título de Barrio; aunque nunca aparecieran en los álbumes del mismo nombre. La similitud sin embargo, no sólo es de cabecera, sino que coinciden en la temática y en el contexto histórico de la conocida serie, contando las ilusiones y vicisitudes de los preadolescentes de la posguerra. También podemos ver caricaturizados a representantes políticos y entender mejor algunos “Mitos de posguerra” como fue el “Biscúter” de 1954, “el coche utilitario al alcance de la mayoría de los españoles”.
Las últimas cinco historias llevan además un título general: “La memoria histórica”, que sirve al autor para rememorar juegos y costumbres (“Cromos y chapas”, “Verano, el río”) y hacernos partícipes del sueño inalcanzable de muchos de aquellos chicos: la bicicleta.
Con la recopilación de las veintiuna historietas de una sola página (más una tira inédita), que fueron publicadas en otros tantos números de la revista de humor satírico El Virus Mutante, se cierra este álbum. Son páginas compuestas en el año 2004, en las que Carlos/Pablo Giménez presenta cada una de las historias sosteniendo un vaso largo con hielo en la mano (sospechamos que se trata del popular cubalibre), creando un ambiente cercano, ideal para el tipo de argumentos que presenta, cosas de la actualidad de aquel momento como la boda del Príncipe de Asturias en Madrid en el mes de mayo de 2004 (“La boda”), acto y escena que sirven a Giménez para señalar la gran hipocresía metropolitana, aquella con la que se oculta a los pobres, los drogadictos, los parados, las prostitutas … haciéndolos invisibles ante la sociedad del “como dios manda”, poco antes del comienzo de sus celebraciones. Pocas páginas más adelante Giménez insiste en el mismo tema (“…Ya se han casao…”), esta vez bajo la óptica del reportero de “prensa rosa y amarilla”; y siempre con un humor irónico y ácido que baila con un dibujo suelto y ágil, a veces caricaturesco y siempre efectivo, que se reparte en una composición de página de tres tiras de dos o tres viñetas, que salvo excepciones, es la media de todo el álbum (recordemos que en su mayoría son historias de una sola página compuestas para su publicación en alguna revista). Alguna de estas últimas páginas para El Virus Mutante van bajo el epígrafe “Cuentos del Siglo XXI”, en ellas Giménez carga contra la religión católica y su iglesia representante; contra el fútbol como “opio del pueblo”, contra la mafia empresarial, los milagros adelgazantes, y en definitiva, contra todo el lastre de vicios en la política democrática, problemas con la inmigración, con la justicia que este siglo arrastra.
Quizás no se trate del álbum idóneo para comenzar a conocer la obra de Carlos Giménez, pues aunque recoge en esencia los temas favoritos del autor, sus ataques a la Iglesia, a los grupos fascistas, así como a la ignorancia y la mansedumbre de los más diversos grupos sociales; estas temáticas están tratadas con forma de chiste extenso, de broma ácida de entre dos y cuatro páginas, que no dan lugar a una reflexión pausada ni a una crítica certera, sino que incrementan la violencia del debate de algunas situaciones, llevándolas al extremo de excesivas (sirva el ejemplo del nazi come mierda). Puede suceder incluso que el lector se encuentre con un autor que carga con desmesurada agresividad contra algunos estamentos (Iglesia), o que trata de forma poco elegante determinadas cuestiones (el tabaco, el virgo), lo que no es representativo del tono habitual en el conjunto de su obra. Como tampoco pueda parecer habitual a quienes sí conozcan el resto de su obra, que Giménez se muestre tan intransigente con las “nuevas tecnologías” o con las “nuevas modas”, lo que parece acercarle a una posición retrógrada que sin embargo, siempre ha sido criticada por él desde una visión más “progre” y moderna del futuro. Tampoco en el apartado gráfico debe ser éste un álbum donde buscar ejemplo de lo que es el trabajo de Giménez en el compendio de su obra; aunque con la misma técnica, en el trazo demasiado suelto a veces, parece adivinarse la prisa en la composición (quizás para la entrega) de la página, aunque Giménez con poco siempre consiga lo mejor.
Si pensamos que este álbum fue presentado como novedad editorial en Expocómic 2007 en Madrid, coincidiendo con la presentación del número uno de su obra más reciente 36-39 Malos tiempos, y recordando que se trata de un álbum recopilatorio de trabajos cortos para diversas revistas, podemos concluir que más que un libro aconsejable para acercarse por vez primera a Carlos Giménez; se trata de un álbum interesante para los que deseen completar la lectura de la obra del autor madrileño, sin la dificultad de reunir cada una de las publicaciones en las que originariamente aparecieron.