BANDOLERO
YEXUS

Notas:
Séptima entrega del "dossier Carlos Giménez" incluido en el núm. 3 de Tebeosfera, especial "La generación del compromiso". El autor reseña aquí la edición de Ediciones de la Torre (Madrid, 1987). A la derecha se reproduce la cubierta de su última edición, por Glénat.

BANDOLERO

www.tebeosfera.comPublicada por entregas durante 1987 en la revista Totem. El Comix y editada en álbum antes de terminar ese año, Bandolero es una de la últimas obras a destacar en el periodo más relevante y fecundo del autor madrileño. A pesar de su adscripción a dicha etapa creativa, no obstante, no es un título que se incluya a menudo en la tebeografía básica de Giménez; quizá por no formar parte de ninguno de sus ciclos más conocidos o extensos o bien por carecer de sus habituales componentes autobiográficos o de una carga ideológica más rotunda.

Si durante la segunda mitad de los 70 el autor eclosiona de forma definitiva y definitoria (pionero en una serie de planteamientos argumentales y narrativos), una vez cimentada merecidamente su fama y convertido en el maestro que es hoy en día, accede a otra
etapa diferente que se interna en la década de los años 80. Aquella marcada por el llamado boom del cómic. Es este un periodo de serenidad reflexiva, de continuidad o inicio de nuevas series, algunas de las cuales se prolongarán prácticamente hasta el día
de hoy. De cierta incertidumbre, también, y de algunos replanteamientos. Un periodo, en fin, menos crispado y beligerante, una vez finiquitada la terapia catártica, el ajuste de cuentas con su pasado inmediato y el de su propio país.

Es en este contexto donde surge Bandolero, todo un cambio de registro para Carlos Giménez, normalmente centrado en el presente o en el más próximo ayer, cuando no en el futuro. Porque en este álbum narra la historia de Juan Caballero, un salteador de caminos del siglo XIX que existió realmente y en cuyas memorias se basa para escribir el argumento. Ambientado en la Andalucía del latifundismo, el cacique y el hambre, su protagonista es un hombre acusado injustamente de un delito que se ve obligado a abandonar casa y familia para "echarse al monte" y escapar de una legalidad corrupta.

El relato está impregnado, por tanto, de cierto romanticismo a la par que alimenta el mito popular del bandido generoso, convirtiéndole en una suerte de Robin Hood pero sin llegar al extremo de repartir entre los pobres un botín que el proscrito y su cuadrilla necesitan para la subsistencia diaria. Probablemente sea este el personaje de Giménez más cercano a la imagen del héroe hasta la fecha, al margen de sus trabajos infantiles o de encargo y aun asumiendo un alto grado de desmitificación. Ya que se trata de un héroe de tipo crepuscular, a caballo entre el justiciero involuntario y el vengador ocasional, y por ello un personaje repleto de luces y sombras. Pero, en todo caso,  no se encuentra el argumento tan lejos de sus coordenadas habituales en tanto que reivindica la figura del marginado, del paria que (como Koolau el leproso) debe acudir a las armas para defenderse de una sociedad injusta. Y tampoco es difícil reconocer en Juan Caballero y sus hombres a un trasunto del maquis de la posguerra española, aquellos guerrilleros acosados por el mismo régimen que sostenía los hogares de Auxilio Social donde transcurrió la infancia del dibujante.

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El libro se compone de diversos episodios que narran otros tantos lances del bandolero y su partida; escenas que van engarzando una trayectoria vital marcada por la necesidad, el desencanto y el crimen, donde el espíritu sereno y equitativo del protagonista ("Caballero de apellido y caballero de condición") no puede sobreponerse al clima de violencia que le acompaña. Lo que progresivamente le abocará a la desgracia y a cometer un error fatal y sangriento que le marcará de por vida.

Hay un mucho de western en estas viñetas, reminiscentes de aquel Gringo de los inicios del autor. Cosa que no extraña, a tenor del escenario y el argumento: cabalgadas, espacios abiertos y acción generosamente dosificada, sin obviar un ocasional sentido épico. Los desclasados y fugitivos protagonistas se pueden contemplar, en cierto modo, como versiones de Jesse James o del Grupo Salvaje pasadas por el filtro de la idiosincrasia ibérica. Para materializar semejante tipo de historia, Giménez acude a un estilo visual de corte
clásico, hecho evidente desde una portada evocadora del cartelismo y los folletines decimonónicos (cuando no del tebeo de aventuras de los años 50). Un estilo donde no se busca rupturismo alguno y en el que la mayor innovación, si acaso, reside en la propia elección del tema. Ya que, en efecto, explorado escasamente con un mínimo rigor en la narrativa audiovisual contemporánea, sobre el bandolerismo se registran apenas algunas producciones cinematográficas y televisivas mientras que su presencia en el terreno de la historieta resulta poco más que anecdótica. 

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Está claro que el presente tipo de historieta demanda un grafismo de tipo realista, que el autor ofrece con toda la sabiduría que le prestan los muchos años de profesión: la línea esencial, el trazo depurado y esa certera elección a  la hora de disponer la mancha negra en el espacio de la viñeta. El necesario trabajo documental también es riguroso y desde luego se traduce en un dibujo algo más detallado que de costumbre. Realismo, decimos, que sin embargo no excluye algunos resortes propios del registro más caricaturesco de Giménez, por otra parte tan propio del tebeo clásico. Lo que no deja de beneficiar a la expresividad y el movimiento de los personajes e incluso a la caracterización física de los mismos, cuyos rasgos estilizados al máximo están próximos a convertirlos en iconos definitorios y reconocibles.

La mecánica narrativa se apoya en el testimonio del protagonista, que se muestra en primera persona. De tal forma que se alternan los textos en off con las escenas mudas. Los primeros permiten avanzar a la historia, a la vez que aportan la información necesaria, mientras que las segundas sirven para recrear momentos significativos del relato, aquellos especialmente intensos o emocionantes o simplemente espectaculares. Resueltos sin onomatopeyas ni diálogos, solo con la fuerza de la imagen. Por todo lo cual el lector encuentra en esta obra al Giménez menos intimista y más espectacular; menos constreñido por un diseño de página regular donde la prolija narración de largas
escenas de diálogo se traducía en numerosas y pequeñas viñetas. Por el contrario, las herramientas del autor aquí son el montaje y el ritmo, el cambio de escenario constante, la alternancia de los momentos de diálogo con las escenas de acción. De manera que las
viñetas adaptan forma y dimensiones a las necesidades del guión, al tamaño adecuado para la descripción de persecuciones, tiroteos, conversaciones o duelos a navajazos.

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Giménez sigue siendo un gran creador de ambientes, de situaciones plenas de tensión dramática, cobrando un evidente protagonismo en este caso la descripción de los entornos naturales y la cotidianidad de una época. El desenlace de estas 57 páginas de historieta ciertamente cierra un periodo argumental en la peripecia del protagonista, tras el impacto emocional que le supone verter sangre inocente, pero no es menos cierto que también resulta un tanto abrupto. ¿Quizás se trataba de un final abierto, pendiente de una hipotética continuación que nunca llegó a producirse?

Más allá de la especulación gratuita, cabe recordar aquellos momentos como días en que la industria de la historieta española comenzaba un retroceso que obligó a numerosos profesionales a considerar otros rumbos…

TEBEOAFINES
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Creación de la ficha (2009): Yexus, con edición de Oscar De Majo
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
YEXUS (2009): "Bandolero", en Tebeosfera, segunda época , 3 (10-VII-2009). Asociación Cultural Tebeosfera, Sevilla. Disponible en línea el 21/XI/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/bandolero.html