Mientras escribo este artículo leo un libro de reciente
aparición en Argentina, Entre la pluma y el fusil.
Debates y dilemas del escritor revolucionario en América Latina, de
Claudia Gilman.
Se
me ocurre, para comenzar estas notas partir de este lugar, que en la
amplia lista de los escritores que buscaron cambiar el mundo con su
escritura, debería figurar el de Ricardo Barreiro.
Objeción
que podría hacerse a este juicio: Barreiro es un guionista de
historietas, y no un escritor.
Réplica: Barreiro es mejor que algunos de los escritores
que figuran en la lista.
Una de las formas de relacionar la política con la
literatura consistió en entender la obra literaria como la puesta en
discurso de una experiencia de lo social y lo político.
«El
énfasis sobre la experiencia remitía necesariamente al escritor, menos a
su biografía que a su conciencia, concediendo sentido a la fórmula del
autor comprometido, como un problema circunscripto a los límites de la
intencionalidad»i
La literatura era una forma posible de intervención, un
instrumento legítimo para la transformación ideológica. Los escritores
latinoamericanos tomaron al pie de la letra el categórico ideal sartreano: «el escritor comprometido sabe que la palabra es acción; sabe
que revelar es cambiar y que no es posible revelar sin proponerse un
cambio».ii
El escritor / guionista y el guionista / escritor Ricardo
Barreiro, buscaba esa transformación y estaba comprometido con la tarea.
Su vida, tenía la velocidad de las máquinas y la verborrea de los
sentidos. Su hermano, Enrique, nos trae algunas postales de su vida en
el Prólogo de la obra Slot Barr:
«Aquellos
que lo conocieron y pasaron por su departamento en el barrio de Flores,
con sus paredes cubiertas de fotos y dibujos, lo recordarán como yo,
sentado junto a la mesa, fumando, el televisor siempre encendido y
mostrando imágenes de documentales, a su lado el vaso de vino o ron
(preferiblemente cubano) y haciendo lo que mejor hacía, incluso mejor
que escribir, narrar. Era un narrador nato, podía hablar horas y horas
de los temas más diversos y siempre lograba sorprendernos. Poseedor de
una memoria prodigiosa, ávido lector y autodidacta en su educación.
Ricardo siempre estaba contándonos algo»iii.
Pero Ricardo nos dejó tempranamente, a la edad de 49
años. Fallece el día lunes 12 de abril de 1999 en Buenos Aires,
por un cáncer en la laringe que padecía desde hacia un largo tiempo.
Nacido el 2 de octubre de 1949, Ricardo comienza a
publicar a la edad de 24 años en las revistas
Meleficon y Sancho, en aquella época soñaba con ser
dibujante y narrador poniéndole su firma a la gráfica y el guión de sus
obras. Pero apenas un año después, se convence (o lo convencen) de que
su talento verdadero está en la escritura. Es así como en 1974, comienza
a escribir Slot Barr, una space opera con dibujos de
Francisco Solano López.
Slott Barr
comienza
a ser publicada originalmente en 1977 (en la editorial M Deligne, de
Bélgica y luego en una editorial madrileña). La obra es casi desconocida
en Argentina y cuenta con doce capítulos de una considerable extensión.
El último cuadro que dibuja Solano López tiene como fecha el año 1979.
Ya para entonces, Barreiro vivía hace más de un año en España. La
cruenta dictadura militar fue abrumadora para el historietista y, dado
su compromiso con las fuerzas revolucionarias montoneras, optó por el
exilio en 1978.
El poder de las creencias para imponerse sobre un mundo
escasamente dispuesto a someterse a ellas puede ser descubierto en la
fuerza del imaginario de la revolución. La irrupción de las Fuerzas
Armadas y su puesta en marcha de una maquinaria del terror vino a
aplastar mediante crímenes masivos la posibilidad de un cambio. Pero la
voluntad administrada desde el Estado de imponer un orden disciplinado,
no vino tanto de su fuerza, como de su debilidad. Del miedo. De la
crisis. Ricardo Barreiro, en plena dictadura, tenía una mirada crítica y
clara sobre el momento histórico. Su pensamiento irrumpía como una
discusión pública y masiva (en los textos de una historieta) sobre los
modos de hacer política y la necesidad de plantearse una transformación
radical antes de que termine el siglo. En la “Verdadera historia del
planeta tierra”, capítulo VI de Slot Barr, un “historiador
independiente” escribe:
«La
tierra: planeta origen de la especie humana, la semilla de lo que es hoy
la confederación del núcleo (...) un planeta moribundo con una colonia
de apenas diez mil habitantes normales y casi tres millones de mutantes
que se pudren lentamente en las ruinas de las viejas ciudades atosigadas
de mortíferas radiaciones. ¿Cómo pudo una civilización tan esplendorosa
autoaniquilarse en el fuego atómico del holocausto nuclear? ¿Cómo pudo
el hombre borrar de un plumazo demente tantos siglos de cultura?. Muchas
son las respuestas, muchas las hipótesis, pero solo una es cierta:
corría el año 2000 el principio de un nuevo siglo, la civilización se
aprestaba a entrar en una nueva y definitiva etapa histórica. Los
antiguos sistemas de gobierno basados todos ellos en el dominio de unos
pocos sobre una inmensa mayoría esclavizada, estaban llegando a su
fin...una nueva filosofía humanista en cuyos conceptos no existían ni
los amos ni los esclavos, donde cada hombre sería solo dueño de sí mismo
y a la vez dueño del mundo se estaba imponiendo...entonces ellos, los
únicos, los últimos poderosos cegados por el miedo de perderlo todo,
desataron la única y última guerra nuclear de la historia.»
También podríamos hablar de las mensajes ocultos que en
plena redacción de Bárbara (dictadura militar) enviaba a sus
lectores. En esta historieta una terrorista guerrillera tiene como
aliados a un grupo de insurgentes que vienen a salvar las tierras del
imperio de los Estados Unidos. El novio de Bárbara: Ernesto. El lugar:
Guevara, al revés. La condición diferencial de esta historia, produce un
desvío. Este desvío llega hasta la ruptura.
Para Barreiro había un mandato, había elaborado la
hipótesis de que debía hacerse cargo del futuro de la humanidad. El,
junto a un colectivo posible y pensable. De ese colectivo también forma
parte el guionista Héctor Germán Oesterheld, desaparecido el 27 de abril
de 1977. Su nombre y el de sus cuatro hijas figura en la página 339 del
libro Nunca Más.
A diferencia de Oesterheld, Barreiro eligió el exilio.
«El vicio es un error de cálculo en la búsqueda de la
felicidad», dijo el filósofo Jeremy Bentham. Sí, le gustaba el ron. Le
gustaban las armas. Le gustaba escribir guiones de historieta. Si
acordamos que el talento en gran medida es una cuestión de insistencia,
“el loco”, tuvo una paciencia implacable.
En 1975
comienza a publicar Barreiro en la revista Skorpio de Argentina y
Lancio Story de Italia las series Bárbara con dibujos de
Juan Zanotto y As de Pique con dibujos de Juan Jiménez.
Entre el
76 y el 77, continúa la colaboración con Skorpio y Lancio
Story y elabora series con varios dibujantes: Mundos Paralelos,
Crónica de tres Guerras, Bull Rocket y diversos episodios unitarios.
En el 78, se exilia y finaliza la escritura de As de Pique con
dibujos de Juan Jiménez.
Comienza
su obra War III, también con Giménez, esta vez para Lancio
Story de Italia. Asimismo, trabaja para la revista Heavy Metal
de Estados Unidos.
Entre 1979 y 1980, se muda a la ciudad de París. Allí comienza la
escritura de Ciudad y Estrella Negra, ambas dibujadas por
Juan Gimenez. La primera se publica en Italia (Lancio) EEUU (Echoes
of future past) España (Comix International), la segunda es
un trabajo por encargo para la editorial Glénat de Francia y que también
termina publicándose en el resto de Europa y Estados Unidos.
Después
de un año y medio de vivir en Francia, se establece en Roma. Comienza a
colaborar en L'Eternauta y Comic Art (ambas revistas
italianas) donde publica New York, Año Cero con dibujos del
argentino Juan Zanotto, El Hombre de Wolfland con dibujos de
Saudelli y El Pescador con dibujos de Rotundo (estos últimos
dibujantes italianos). Diversos unitarios para Lancio así como la
serie Avrack, El señor de los Halcones en colaboración con el
guionista Enrique Breccia. En 1983 comienza a colaborar en la revista
italiana Orient Express donde publica entre otras La hija de
Wolfland dibujada por Franco Saudelli. A mediados de año viaja a
París donde vuelve a radicarse. Lancio comienza la publicación de
La Salvaje con dibujos de García Duran. Glénat publica El
Pescador y Dargaud La Hija de Wolfland (en Holanda, Francia y
Alemania).
Entre 1984 y 1985 es homenajeado como miembro de la Societé des Auteurs
y Compositeurs Dramatiques de La France.
Pero ya
es la transición democrática en su país, y regresa a la Argentina. Es el
final del exilio. Ya en Argentina, comienza a escribir con dibujos de
Alcatena: La Fortaleza Móvil, El Mundo Subterráneo y El Mago,
que son publicadas en la revista Skorpio de Buenos Aires y
Lancio de Italia. La década que va del año 1986 al 1996, lo
encuentra colaborando en la revista Fierro de ediciones de la
Urraca. Allí publica entre otras La Guerra de las Malvinas (con
dibujantes varios), Ministerio y El Instituto, con Solano
López (que más tarde serán publicadas en EE UU por Fantagraphics),
Parque Chas I y Parque Chas II con dibujos de Eduardo Risso
así como CAIN con el mismo dibujante, (las dos primeras
publicadas en Francia, Italia, España y Alemania por Norma, Comic Art y
Glénat). Escribe La Prisión para Lalia, Buenos Aires, Las
Putas y el Loco para Oswal así como Navarrito para Dose. Para
Skorpio y Lancio desarrolla Seit Projekt con
dibujos de Marcelo Rodríguez.
Escribe Alicia a través del desván para Patricia Breccia y
Yaguareté para Pablo Paez. Con Ignacio Noe realiza el Hombre
Subterráneo para Comic Art y con Grecia Durand Taxi Driver
para Lancio. Escribe para el Colombiano José Sanabria Habana
1944 y diversos episodios unitarios que tienen su primera
publicación en la revista ACME de Bogotá.
Entre sus últimos trabajos se destacan el Instituto II, con
Solano López,
y
El Convento Infernal ambas para ediciones de La Cúpula en España
y Francia y Fantagraphics en EE UU.
Su obra, es más que prolífica. Recorrió distintos géneros
y murió muy joven.
Dejemos correr la excelente pluma del escritor Pablo De
Santis a propósito de la dupla Solano López-Barreiro:
«Difícil
imaginar dos personalidades más opuestas: el guionista verborrágico, con
atención flotante, contando mil historias al mismo tiempo, y el
dibujante sereno, concentrado, dedicado a completar – en el dibujo y en
el diálogo- un cuadrito por vez. Así hicieron juntos, además de Slot-Barr,
Ministerio –una sociedad totalitaria concentrada en un edificio
infinito-, El televisor –un aparato de TV capaz de transportar a sus
víctimas a distintos planos de la realidad – y la fantasía gótica de El
instituto, destinada a la demanda europea de relatos eróticos. Slot-
Barr tiene la estructura que mejor convino a la pluma de Barreiro: la
serie formada por capítulos unitarios. En este formato cumplió con sus
mejores obras, como Ciudad (con Juan Jiménez) y Parque Chas (con Eduardo
Risso). Voraz lector de ciencia ficción, Barreiro era también un soñador
de máquinas; hacía planos minuciosos y reflexionaba largamente sobre su
funcionamiento. A menudo acompañaba sus guiones de bocetos dignos de un
dibujante profesional».iv
Este soñador de máquinas incansable, no recibió en su
país los homenajes justos. Es ubicado atrás de la figura emblemática ya
de Héctor Germán Oesterheld, e incluso del genial escritor Carlos
Trillo.
Supongamos que lo esté. Supongamos que no. Es lo de
menos. Lo que me interesa rescatar en este artículo es que siendo un
gran guionista argentino, es un olvidado más.
«El vicio es un error de cálculo en la búsqueda de la
felicidad», dijo el filósofo Jeremy Bentham. Y todos quienes sabemos de
Ricardo Barreiro, conocemos de sus búsquedas.
Sí, le gustaba el ron. Le gustaban las armas. Le gustaba
escribir guiones de historieta.
Si acordamos que el talento en gran medida es una
cuestión de insistencia, el loco Barreiro, tuvo una paciencia
implacable.
Hace unos
meses su hermano le realizó un homenaje en un centro cultural del barrio
de Almagro llamado La fábrica cultural, una fábrica tomada
cooperativamente por sus empleados luego de la debacle económico social
producida por el menemismo y la continuidad del modelo en el gobierno de
Fernando De la Rúa. Se proyectó una entrevista al loco Barreiro, hubo
una muestra de originales, música y ron.
Fue una
fiesta. Una pequeña fiesta en el medio del olvido general.
La tarea
del rescate no sólo contribuye a la construcción de una memoria. Su
virtud principal es no permitir que ocurra el olvido.
El “loco” Ricardo Barreiro, argentino, vivió 49 años. Es
uno de los más talentosos guionistas. Le gustaban las máquinas. El ron.
Amaba la ciencia ficción. Las aventuras. La política. La charla
entusiasta. La lectura. La camaradería. Amó a una mujer bellísima. Le
gustaba viajar. Se comprometió con sus ideales. Era muy buena persona.
Sincero y generoso. Vivió intensamente. No estaba loco.
i
Gilman, Claudia. Entre la pluma y el fusil. Editorial Siglo
XXI Editores Argentina. Buenos Aires. Buenos Aires. 2003. pag. 88.
ii
Sartre, Jean Paul.
“¿Qué es escribir?”. Las palabras. Losada. Buenos Aires.
1964. pag. 57
iii
Slot Barr.
Prólogo “El narrador Vertiginoso”, por Enrique Barreiro. Colección
ENEDE. Colihue. Buenos Aires. 2001.
iv
Idem. Prólogo. “la armonía de los contrarios”.
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