1.- A modo de presentación:
La investigación en curso, busca reconstruir el estado de
producción, circulación y consumo de ciertos espacios del campo
cultural. En ese análisis se contempla el campo editorial, por lo
que el abordaje del modo de producción editorial del campo del
humor gráfico y la historieta, resulta importante si se quiere dar
cuenta de manera integral de los fenómenos editoriales más
significativos durante el período de dictadura militar (1976-83) y
el denominado período de transición a la democracia (1983-85).
En el proyecto se busca reconstruir los procesos de producción
tomando como recorte analítico lo que denomino “período de
transición a la democracia” en contraposición a la dicotomización
dictadura / democracia y adhiriendo de esta forma a la
perspectivas teóricas que inscriben a partir del colapso del
régimen dictatorial (negociación malvinense” y “apertura del
violismo”) y hasta el primer tramo del gobierno constitucional
(Juicio a las Juntas Militares en 1985) un período signado no
tanto por la reconversión comunicacional y cultural sino por la
correlación de factores culturales, políticos, económicos y
mediáticos.
2.- Editorial y publicaciones: el caso de una política de edición
singular
«No se sabe a
ciencia cierta si Esopo existió. Pero si no fue él, alguien del
siglo XI antes de Cristo tuvo la ocurrencia de hacer hablar a los
animales para que los humanos, aunque se sintieran aludidos, no se
animaran a enojarse (...) Bosquivia viene a ser eso: una gran
fábula, repartida en varios episodios unitarios. Con animales que
no sólo hablan sino que viven y actúan como humanos. Insertada en
una coyuntura política particularmente desgraciada para los
argentinos –el proceso de reorganización nacional- fue una
metáfora zoológica donde se reflejaron muchas de las cosas que
pasaban todos los días».
Este es un
extracto de la introducción a Bosquivia, edición completa del
número ocho de la Colección Los libros de Humor, publicada en
1984. Sin embargo, los episodios habían sido ya editados ya
previamente en la revista SuperHUM®, en el año 1982 a
través de la misma editorial: Ediciones De La Urraca.
Se ha
escrito poco acerca de Ediciones de La Urraca. Sin embargo, esta
editorial constituye una porción importante de la identidad de los
argentinos, no sólo por sus ya emblemáticas publicaciones, sino
porque aporta a la memoria de un período que todos queremos
olvidar.
La Urraca
editó las revistas de historieta y humor gráfico más importantes
de la industria de la historieta y el humor gráfico en el país.
Bajo la dirección de Andrés Cascioli, la editorial constituye un
antes y un después para dos generaciones de historietistas y
humoristas: los que venían de editoriales tradicionales como
Columba y Récord y los más jóvenes, los que con Fierro
tuvieron las puertas abiertas para la experimentación y búsqueda
artística.
Una de las publicaciones más destacadas de la editorial fue
indudablemente la revista HUM®. Aunque no es mi propósito
analizar en este ensayo dicha publicación, al ser Bosquivia parte
de la serie de libros pertenecientes a la revista, debo introducir
algunas palabras acerca de la misma.
Tal como señala Andrea Matallana en su estudio sobre HUM®,
la publicación generó tres momentos de articulación del discurso
político: Crítico, desde sus inicios hasta 1980, Combativo, desde
1981 hasta 1983 y Democrático Pluralista de 1984 en adelante,
desde mi punto de vista, tomando esta última etapa ribetes cada
vez más definidos partidariamente.
Es decir, Bosquivia se ubica en la etapa combativa que asumió la
editorial durante la etapa de transición a la democracia. En un
escenario de opresión política y civil la revista en ese momento
de su historia interpela a través del consenso en franca oposición
al régimen militar.
Su interlocutor no fue un grupo identitario de intereses y valores
(como pueden serlo los trabajadores, los militantes, los jóvenes,
etcétera). La estrategia editorial fue apelar a la ciudadanía a
través de un discurso inclusivo basado en los preceptos de la
independencia y la libertad de expresión.
A través del ideario democratizante que mantuvo la empresa durante
la etapa, HUM® comenzó a construir una red de consenso en
la opinión pública, es decir, obtuvo una legitimación social más
allá de sus lectores.
Transcurrido su período de denuncia crítica del autoritarismo
todavía imperante, la revista tuvo una importante retracción tanto
en el volumen de ventas como en su apoyo multisectorial.
Más allá de
la crisis económica que afectó el consumo de bienes culturales, la
caída de HUM® está relacionada con la función que una
revista de humor político cumple durante un período democrático.
Hacía
mediados del ochenta tuvo lugar un fenómeno que desde diversas
perspectivas de análisis se dio a llamar de “desencanto político”,
con la consecuente merma de participación e intervención de la
ciudadanía en la agenda pública.
Aunque
HUM®, en sus editoriales nunca se dijo una “revista política”
paradójicamente cuánto más de “humor independiente” se decía, más
política era. En el momento en que la sociedad ya no acompañó este
guiño cómplice, este hacer política desde un lenguaje satírico y
alegórico, la revista no pudo mantener su
statu quo.
Durante los primeros tres años de la década del ochenta, en el
colapso del régimen militar, la revista asumió la eficacia de un
discurso político y alcanzando una relevante utilidad social muy
conveniente en un período signado por el vaciamiento partidario.
Pero cuando esta utilidad, este pacto recíproco basado en lo que
Pierre Bourdieu llama “el sentido práctico”, ya no fue necesario,
la que fuera una “boca de expresión del pueblo” progresivamente
fue tomando su verdadero cuerpo: una revista de humor gráfico
entre otras.
III.- El relato de Bosquivia como discurso político
Esta contextualización editorial me permite introducir el tema del
artículo: una publicación singular de Ediciones de La Urraca. Mi
hipótesis es que la primera
edición de
Bosquivia (1982) a través de sus historias, funcionó a la manera
de una contrahegemonía imponiendo su palabra adversativa.
Si bien hay una extensa bibliografía sobre el género de humor,
propongo la definición de Jorge B Rivera, que no por amplia,
imprecisa: «el humor es territorio evasivo, terreno de las “entre
líneas”, de la indirecta “alusión” al contexto, de los límites
rígidos y paradojalmente extensibles, se puede hablar
simultáneamente de su carácter hedonístico, provocativo, crítico,
enmascarado, catártico, sustitutivo, reflexivo, analítico,
compensador, etcétera, con una permisividad que admite los más
variados y contrapuestos enfoques».
En Bosquivia,
los juegos del lenguaje humorístico se evidencian por doquier. La
historia construye y reconstruye constantemente, y sin
alteraciones, los ritmos paródicos de una narración que siempre
dice más de lo que parece. Podría pensarse que entre la catarsis y
la provocación se dibuja una reflexión profunda y crítica: una
verdadera descripción de la realidad. Algo muy alejado al
pasatismo y a la risa.
La historia
escrita por Carlos Trillo y Guillermo Saccomanno fue dibujada por
Tabaré Gómez, hasta el undécimo capítulo y a partir de allí y
hasta el número veinticinco, la gráfica estuvo en manos de Raúl
Fortín.
Bosquivia a
través de la
animalización de los actores de la dictadura permite, al menos,
dos lógicas funcionales. Por un lado, el planteamiento de una
metáfora de sencilla decodificación ligada a los roles que
cumplieron cada uno de los actores involucrados en el Proceso de
Reorganización Nacional: el ministro de defraudaciones es el
cuervo martineta de hoz, los presidentes son gorilas
consecutivamente volteados por la conspiración bosquiviana, el
león es el gran dictador del bosque de Bosquivia, etcétera...
Por otro, este gesto enunciativo, a través de figuras retóricas
como la alegoría y la metáfora, permite construir un humor
combativo y no partidario propio de la prensa independiente
moderna.
La serie zoológica compone un entramado alegórico de la dictadura.
Para Roland Barthes la alegoría es un acertijo, una escritura
compuesta de imágenes concretas que el lector debe descifrar.
Supone la presencia de un texto previo al que previamente se hace
referencia. Por lo tanto, es un discurso para ser decodificado por
un receptor cómplice, un cazador furtivo, en palabras de
Michel De Certeau.
La animalización gráfica de los actores políticos en Bosquivia se
nutre de los contenidos del imaginario propio de las culturas
populares: creencias, fábulas, chistes y tradiciones han insistido
una u otra vez acerca de la metáfora de la animalización de los
hombres. A través de figuras elípticas y de alusiones de distinto
grado, se plantea un relato cuyo sentido consiste.
Siguiendo a Barthes «la elipsis, figura mal conocida, perturba
justamente porque representa la horrorosa libertad del lenguaje,
que, de alguna manera, no tiene medida obligatoria».
En otras palabras, la evasión elíptica, el gesto sarcástico de su
enunciación, es una posibilidad de resistencia, que en momentos de
coyuntura política, deviene en algo más que en resistencia al
sentido. La contra-ideología aparece a través de un discurso
indirecto y transitivo. Este tipo de elección escritural y gráfica
aparece, una y otra vez en los episodios de Bosquivia.
Lo político emerge en el relato a través de la apertura de una
serie paradojas que componen la trama argumental. La historia se
diferencia de las estrategias de representación evitando la
estetización artística y el documentalismo sentimentalista.
Bosquivia puede narrar el horror: y lo hace a través de la
metáfora del trauma.
Al igual que la célebre obra Maus, se elige narrar desde el
distanciamiento, desde la metáfora y la fábula. En Maus, el
ratón logra sobrevivir a las garras del gato. En Bosquivia, los
pelícanos, logran no perecer ante el león. Simple y complejo, al
mismo tiempo. O quizás una forma de poder contar lo inexpresable.
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