TEBEOSFERA \ SECCIÓN  

ARGENTINA EN CUADRITOS / 3

por LAURA VAZQUEZ


¿A quién salva Juan Salvo? Otra lectura de El Eternauta.


1. ¿Por qué es necesaria otra lectura de El Eternauta?

2. Otra época, un mismo mensaje.

3. Notas de aproximación a la Argentina actual.

4. Anexo 1: Sinopsis de la historia El Eternauta.

5. Anexo 2: Historia editorial de El Eternauta.

 

El Eternauta, pilar basal de teóricos argentinos

1. ¿Por qué es necesaria otra lectura de El Eternauta?

«El humor gráfico y la política son inseparables; la historieta y la política, no. Como la literalidad hace fracasar cualquier narración, la realidad le exige a la historieta caminos zigzagueantes y, a veces, secretos». (De Santis, P.: Historieta y política en los 80. Ediciones Letra Buena: Transiciones, Buenos Aires, 1992).

La primera vez que nevó en la ciudad de Buenos Aires fue entre el 22 y 23 de junio de 1918. La segunda, fue un día cualquiera del invierno del año 1957, en las páginas de El Eternauta. La nieve caída en una ciudad como Buenos Aires puede resultar un hecho inverosímil. Sin embargo, allí está Oesterheld para recordarnos que los hechos históricos son cíclicos y que una excepción (la nevada del 18) siempre es más que la confirmación de una regla.

En el prólogo de su primera edición, Héctor Germán Oesterheld subraya a propósito de su obra:

«Siempre me fascinó la idea del Robinson Crusoe. Me lo regalaron siendo muy chico, debo haberlo leído más de veinte veces. El Eternauta, inicialmente, fue mi versión del Robinson. La soledad del hombre, rodeado, preso, no ya por el mar sino por la muerte. Tampoco el hombre solo de Robinson, sino el hombre con familia, con amigos. Por eso la partida de truco, por eso la pequeña familia que duerme en el chalet de Vicente López, ajena a la invasión que se viene. Ese fue el planteo. Lo demás... lo demás creció solo, como crece sola, creemos, la vida de cada día.» (Oesterheld, H.G., “Prólogo” en El Eternauta (Uno), Ediciones Récord, Buenos Aires, 1994).

En este artículo no voy a contarles nada (o muy poco) acerca de Oesterheld ni de Francisco Solano López, el magnífico dibujante que lo acompañó en la realización de esta historia. Tampoco voy a referirme a los quiebres semánticos (estílisticos, gráficos y narrativos) que existen entre el primer, segundo y tercer Eternauta. Se me antoja, en cambio, otra lectura política a la ya mentada en ensayos y artículos varios, esa lectura común que da por supuesta una suerte de premonición oesterheldiana en la historieta que analizaremos.

Voy a dar por sentado que el lector ya conoce las líneas generales de esta célebre historieta, de su inscripción contextual (política, social y económica) y de la operación ideológica de sus autores. Si no fuera así, si usted desconoce los pormenores de El Eternauta, le ruego sepa aceptar un humilde consejo: en la red de internet hay decenas de notas y varias páginas acerca de Oesterheld, así como textos de todo tipo (homenajes, críticas, reseñas, ilustraciones, etcétera) sobre esta historia. Para su comodidad, hemos redactado al final de este documento dos apartados anexos que resumen la obra y su trayectoria editorial, y glosan el final de su autor [ver anexos].

En suma, el lector podría preguntarse qué puede aportar la autora de este artículo. Seré absolutamente sincera: poco o mucho, según el punto de referencia en el que usted se sitúe. Hoy mismo, en el preciso momento en que mis dedos teclean en la máquina, mi país sufre la crisis social, política y económica más importante de su historia. Piquetes, cacerolazos, muertes civiles, concentraciones en Plaza de Mayo, pedido de elecciones presidenciales anticipadas, provincias sumidas en la más terrible pauperización económica, gobernantes enjuiciados por corrupción, la tasa más alta de desempleo nacional, ahorristas que buscan que se les restituya su dinero del que se incautaron los Bancos (gracias a la cruel medida denominada “corralito”) y finalmente, familias que hacen colas en las Embajadas para abandonar el Titanic. Está claro. Ya nadie duda que la Argentina se está hundiendo. 

Podría llamar la atención al lector de estas líneas la ausencia de “un Juan Salvo” en la historia de los últimos meses. Voy a adelantarme: no hay tiempo ni espacio para el surgimiento de líderes políticos, sociales o religiosos. Pero quizás, lo más interesante del fenómeno de la crisis actual sea,  precisamente, la ausencia de voces que reclamen la  aparición de ese héroe nacional. Ningún argentino se ha preguntado por la ausencia de “Juan Salvo”. Acaso, porque ya hemos aprendido las lecciones, acaso porque al fin sabemos que las voluntades sumadas, que el sujeto colectivo, es el verdadero héroe nacional de la historia. Acaso, porque desconfiamos de los “Juan Salvo”.

Debo advertir que nunca me convenció la figura de ese hombre que luego de narrar la historia de la destrucción del mundo en manos de Los Ellos elige volver a su hogar, junto a su mujer e hija, en otras palabras: elige la salvación individual. ¿No le ha llamado la atención al lector el dramático y paradojal círculo con el que cierra la historia de El Eternauta?

Una vez que Juan Salvo concluye su narración el guionista de historietas (el mismísimo Oesterheld) se da cuenta de que ha “aterrizado” temporalmente, antes de la invasión de Los Ellos. ¿Qué hace entonces el “héroe”? En lugar de buscar una salida colectiva para evitar la futura tragedia, corre hacia su casa, se refugia en los brazos de su mujer y de su hija, olvida todo lo ocurrido, y se apresta recibir a sus amigos para jugar una partida de truco, como todas las noches.

Favalli, Polsky, Lucas y Pablo murieron en su lucha contra el enemigo. Juan Salvo, único sobreviviente, aún advertido de la muerte que les depara a sus amigos, corre hacia su casa para compartir el corriente encuentro, antes de que caiga la nevada fatal.  Es por eso que Oesterheld se pregunta hacia el final del relato, cuando advierte que la nevada caerá sobre la tierra en nada más que cuatro años: «¿Qué hacer? ¿Qué hacer para evitar tanto horror? ¿Será posible evitarlo publicando todo lo que El Eternauta me contó? ¿Será posible?».

Y vuelve a preguntarse «¿Será posible?», en tanto el “héroe de la historia oficial” ya está en su cálida y pequeña buhardilla, volviendo a dar las cartas, para jugar otra partida de Truco. Creo que la advertencia de Oesterheld no puede ser más actual. Lejos de la premonición, lejos de ser una historieta cifrada, un texto que deba leerse entrelíneas, la historia contiene un mensaje claro y abierto a los lectores: el mundo será derrotado por Los Ellos si actuamos como El Eternauta.

La posible salida de esa derrota, está precisamente en la última página del relato, cuando ese guionista anónimo, ese observador “pasivo” se compromete con la historia y decide testimoniar los hechos futuros. Al escribir la historia que Juan Salvo relata primero y olvida después, Osterheld, da cuenta de la única esperanza para la humanidad: apelar a la memoria desde una postura de compromiso ético y social.

El acontecimiento es evocado como obligación moral. La historia es una herramienta ideológica para alterar el orden social, dado que explica el pasado para ofrecer modos de cambiar el futuro. Juan Salvo es un enunciador privilegiado, el gran narrador de la historia por venir, pero, al fin de cuentas, opta por autocensurarse, por silenciar su voz significante y significativa. Juan Salvo es el viajero del tiempo que en lugar de ir “hacia delante”, va hacia atrás.

Quizás los argentinos, los miles de argentinos que leímos El Eternauta, estamos, finalmente, “oyendo” a Oesterheld. No queremos viajar hacia atrás como El Eternauta. Sabemos que la salida a esta crisis se juega en un “aquí y ahora”. El mejor guionista de historietas de este bendito país fue asesinado porque soñó con una salida colectiva. Él y toda su familia, entregada a la lucha contra el enemigo (las fuerzas militares), murieron pensando que Los Ellos ganaron la batalla. Y mi pregunta final es: ¿cuántas lecciones más tiene que darnos la historia para no continuar pereciendo en el intento?

 

Lo que evidencia la gran historia de Oesterheld es que el héroe solo, la clase media, fracasa. Necesitará de otras fuerzas colectivas sociales para cambiar la situación. Ese héroe colectivo es la suma de ahorristas, piqueteros, asambleístas, políticos, empresarios, bancarios, amas de casa, farándula, periodistas, burocracia, empleados de comercio, sindicalistas, maestros, extranjeros residentes, religiosos, artistas, intelectuales, estudiantes y jóvenes que hacen fila en las Embajadas. Casi una imposibilidad. Pero,  como la nevada del 18, una excepción que no confirma regla alguna.

Cabe agregar una vez más: no estamos frente a una historieta que es un mapa cifrado, una premonición del narrador, una anticipación genial a una cruenta realidad, como tantas veces se ha subrayado. El Eternauta es la política misma, sin alegoría, sin metáfora. La historia que cuenta Oesterheld no es el mapa, sino el territorio.

Sin héroe colectivo, la Argentina del 2002 volverá a fugarse hacia atrás en el tiempo, como El Eternauta. Y en nuestra historia nacional volver hacia el pasado, constituye prácticamente un suicidio.

No he podido hallar mejores palabras que las del mismo Oesterheld para concluir este artículo. Las comparto entonces:

«Ahora que lo pienso, se me ocurre que quizás por esa falta de héroe central, El Eternauta es una de mis historias que recuerdo con más placer. El héroe verdadero de El Eternauta es un héroe colectivo, un grupo humano. Refleja así, aunque sin intención previa, mi sentir íntimo: el único héroe válido es el héroe “en grupo”, nunca el héroe individual, el héroe solo» (Oesterheld, op. cit.)

2. Otra época, un mismo mensaje:

«El recorrido de las vicisitudes y hazañas de “Juan Salvo” y sus amigos en la lucha desigual pero heroica frente a “los manos”, dibujadas dramática y talentosamente por Solano López son para quien quiera verlo hoy y para quienes lo verán en el futuro con más claridad aún un pedazo doloroso de la historia argentina». (Claudio Morhain)

Poco tiempo antes de que Oesterheld escribiera la primer parte de El Eternauta había sido derrocado el General Juan Domingo Perón, el 16 de setiembre de 1955. El país se dividió en aguas: peronistas y antiperonistas. Los primeros, sufrieron la férrea represión y censura por parte de las fuerzas de seguridad que derrocaron al régimen del General Perón.

Juan Salvo, es un hombre que emerge de esa particular realidad política y social. El es el típico hombre peronista: clase media, trabajador, establecido en su barrio, con una familia típica: mujer e hija. Es representativo de una época marcada por la añoranza de las conquistas sociales populistas del primer peronismo y por una acentuada desigualdad de derechos y condiciones entre los géneros. Sus reuniones con amigos (del barrio) en la buhardilla recuerdan la camaradería adolescente de sus “años de libertad”. Su felicidad es moderada y sus bienes son valorados recién cuando los ha perdido: la casita, sus hobbies, el altillo, su pequeña Martita, su buena y sumisa Elena. Juan (los juanes siempre responden a estereotipos universales) no tiene conflictos. Es un hombre de clase media y todo es medianía a su alrededor.

Juan ha adquirido una linda casa luego de años de trabajo en su emprendimiento empresario: una pequeña fábrica de transformadores. Una empresa en la que seguramente paga aguinaldo, vacaciones, salario familiar y antigüedad a sus empleados. Todos derechos constitucionales logrados durante aquel primer y próspero peronismo. Juan, es machista, conservador y despolitizado. Nada puede ser imprevisible para él: sabe que mientras juega truco con sus amigos, en el mismo lugar y a la misma hora todos los días, su mujer lee en la cama, su hija duerme en el cuarto contiguo y los vecinos de enfrente apagan la luz de su dormitorio. Él es un hombre apegado a valores fundamentales, religiosos, patrióticos y familiares, en suma, Juan Salvo no está preparado para el caos. No está preparado para el conflicto, para el interrogante, para la ruptura del orden establecido.

No es arriesgado pensar que, en verdad, esa noche cerrada en la que nieva en Buenos Aires, los amigos que juegan truco y comparten sus íntimas soledades o están “arriesgándose a la muerte” al tener que salir del refugio para combatir al enemigo, sino por el contrario: arriesgándose a la libertad.

Las clases sociales se diluyen en la trama de Oesterheld, el enemigo “está afuera” pero también “adentro”: el territorio dominado por las fuerzas extraterrestres se ha convertido en un campo de batalla en el que un ser humano desconfía del otro. El enemigo no puede ser sitiado. Los Ellos, en palabras de Juan Sasturain, «son invisibles», y por lo tanto, invencibles. ¿Dónde, cuándo y cómo arremeter contra él?

Juan Salvo, el hombre de clase media, no tiene una conciencia social. Una conciencia de cambio y reestructuración del mundo. Él, como sus amigos, buscan volver a un estado de cosas: Elena volver a su casita, Juan a los brazos de su mujer, a su propiedad en Vicente López, a su trabajo en la empresa. Y lo hace. De hecho, lo hace. Y en ese regreso al pasado, no sólo erige su futura tragedia, sino la de la humanidad toda.

3. Notas de aproximación a la Argentina actual:

«Fue en noviembre de 1976. Aquí se reeditó El Eternauta. Aquí, ya grandes, pasamos del goce de esa lejana primera edición al terror de esta segunda experiencia. La nieve caía, en efecto, sobre Buenos Aires. Caía sobre todos y a todos mataba.» ( José Pablo Feinmann)

Desde diciembre del año 2001, el país está sumido en una cruenta violencia y represión. Puede ser que algún día sea peor que otro, pero no pasan veinticuatro horas sin que alguna acción corruptiva, acción violenta o testimonio de miseria, altere la tan ansiada paz de los argentinos. A partir del 19 de diciembre del año pasado se registraron saqueos a supermercados y comercios pequeños en todo el país. Grupos de desocupados tomaron las calles de distintos centros urbanos. Se vivieron días en donde gobernó el terror y la policía utilizó la represión como recurso. El saldo de 39 muertos y cientos de heridos no apaciguó los ánimos de lucha. En el mes de diciembre pasado, el entonces presidente De la Rúa brindó un discurso a la población argentina, decretando el estado de sitio «para asegurar la ley y el orden y terminar con los incidentes de las últimas horas». Acusó a «grupos enemigos del orden y de la República» y dijo que «hay que distinguir a los necesitados de los violentos que se aprovechan de sus penurias». Ni bien acabó su discurso haciendo uso de la cadena nacional de noticias, un “cacerolazo” espontáneo azotó al país. La gente salía a la calle o al balcón aplaudiendo, golpeando cacerolas, cantando o silbando en ánimo de protesta. Miles de conductores tocaban las bocinas de sus autos solidarizándose con los transeúntes que ya invadían las calles. No hubo cuadra en la República Argentina en donde no saliera la gente a “cacerolear”. El pueblo se unió en un solo grito y paulatinamente comenzó a reunirse en Plaza de Mayo, exactamente frente a la Casa Rosada pidiendo por sus derechos y por una renuncia. No hubo nada más efectivo que lo espontáneo. Domingo Cavallo renunció al puesto de Ministro de Economía y tuvo denegada la salida del país. Fue una madrugada tensa, con  saqueos y piquetes. A la mañana del día jueves 20, muchos movimientos y gente sin bandera política se reunía nuevamente en Plaza de Mayo en busca de alguna respuesta. La policía se comportó de una forma "inhumana" tras lanzar su caballería y utilizar la artillería contra los civiles que pacíficamente, reclamaban por sus derechos esenciales: paz, comida y trabajo. Finalmente, el presidente De la Rúa presentó su renuncia irrevocable. La población lo pudo observar dejando la Casa Rosada por medio de un helicóptero. El movimiento obrero y los pueblos del mundo siguieron a diario, y con entusiasmo, los sucesos revolucionarios de la Argentina insurrecta. Los días 19 y 20 de diciembre del 2001, serán recordados en la historia como el "Argentinazo" que barrió a un gobierno constitucional pero no representativo del pueblo. Un país se alzó con sus cacerolas, platos de metal, tambores, pitos, latas y todo lo que tuvieran a mano para hacer ruido.

Sin convocatoria alguna, la ciudadanía tomó las calles y exigió una renuncia. Asumió el efímero gobierno peronista de Rodríguez Saá pero el 28 de diciembre un nuevo "cacerolazo" de miles de manifestantes se aglutinó nuevamente en la Plaza de Mayo. Quizás un tímido ruido de cacerola en algún balcón de un barrio suburbano, inició el movimiento. Cada hogar, abrió sus ventanas, salió al balcón o la vereda, y comenzó otra vez a cacerolear. En silencio absoluto. Sólo se escuchaba el repiquetear de las cacerolas y luego, los pasos de cientos que se dirigían nuevamente hacia la histórica plaza. Pero esta vez, las masas fueron más allá. Un sector intentó quemar el Congreso Nacional. Otros llegaron a las puertas de la Casa Rosada (sede del gobierno) y pintaron sus paredes. La muchedumbre en la calle denunciaba una nueva estafa política y repudiaba al gobierno de Saá que finalmente, también fue depuesto, tras sólo siete días después de su asunción. «¡Que se vayan todos!», coreaba la multitud, junto a: «¡Sin peronistas y sin radicales, vamos a vivir mejor!». Esas fueron dos de las consignas centrales de miles y miles de trabajadores, amas de casas, jóvenes, jubilados, empleados, pequeños comerciantes y profesionales. De esa manera expresaban el odio generalizado hacia los dos partidos políticos que gobiernan la Argentina desde hace décadas. Las recetas Fondomonetaristas mostraron su cara mas cruel de pobreza y desempleo. Desde los organismos internacionales se insistía con aumentar el ajuste a los sectores populares y disminuir el gasto social. El denominado Argentinazo, fue la síntesis destilada de diez años de políticas antipopulares y corruptas (menemato), que ya habían evidenciado su fracaso en el Perú de Fujimori, el Ecuador de Bucaram, la Venezuela de Pérez, el México de Salinas de Gortari, entre otros ejemplos elocuentes. El mundo entero vio por televisión como el golpe de las cacerolas argentinas, la movilización popular de los piqueteros, repudiaron las políticas de ajuste estructural. Luego de la renuncia del presidente interino elegido por Asamblea Legislativa, Rodriguez Saá, este organismo vuelve a elegir presidente, esta vez, al ex gobernador bonaerense, Eduardo Duhalde. Así llegamos a la actualidad donde la historia se está escribiendo día a día y en donde el pueblo se mantiene alerta ante cada medida que toma el nuevo gobierno. El estado de movilización es permanente. Se realizan cacerolazos, cortes de ruta y protestas espontáneas frente distintos temas que involucran a la sociedad: la confiscación de depósitos (corralito bancario), la corrupción de la Corte Suprema, la urgencia de entrega de alimentos, la falta de medicamentos, la carencia de ayuda social. El pueblo muestra una madurez importante al imponer nuevas formas de acción democrática y de presión para exigir que los gobernantes cumplan con sus promesas. El tejido social esta sensibilizado y los gobernantes lo saben, no hay margen para políticas impopulares, es hora de trabajar por un país mejor para todos.

4. Sinopsis de la historia El Eternauta

A propósito de la pregunta de Trillo

- ¿Nunca te dio vergüenza escribir historietas, por esa división que se hace con frecuencia entre géneros mayores  y géneros menores?

Oesterheld respondió:

- No, al contrario. La historieta es un género mayor. Porque, ¿con qué criterio definimos lo que es mayor o es menor? Para mí, objetivamente, género mayor es cuando se tiene una audiencia mayor. Y yo tengo una audiencia mucho mayor que Borges (Trillo, C. y Saccomanno, G.: Historia de la historieta argentina, Ediciones Recórd, Buenos Aires, 1980)

Una noche del invierno austral de 1963 cae sobre Buenos Aires (y aparentemente buena parte del mundo) una Nevada Mortal, gigantesca e inesperada: los copos matan toda forma de vida. Un grupo de sobrevivientes, Juan Salvo y su familia y los ocasionales participantes de una partida de truco, sobreviven en la casa hermética. Organizan la supervivencia y se producen algunos ataques de otros supérstites. Comienzan a descender astronaves hacia el centro de Buenos Aires. El Norte envía aviones, que son destruidos por el invasor. El Ejército Argentino organiza la resistencia, y se producen algunas batallas en las que intervienen diversos entes esclavizados mentalmente por Ellos, los invasores omnipresentes y ocultos: Cascarudos, Manos, Gurbos y finalmente Hombres-robot (sobrevivientes esclavizados). Las fuerzas leales son derrotadas. Juan Salvo y su grupo, en acción individual, consigue destruir la Base Central Invasora. Al destruirse la barrera protectora, los misiles provenientes del Norte hacen impacto en Buenos Aires: uno es atómico. El grupo regresa a la casa, y se reinicia la Nevada Mortal. Simultáneamente, por radio se propala información sobre resistencia en sectores sin nevada. Se trata de una trampa, y el grupo es derrotado. Juan Salvo entra a una nave Ello, y, al azar, acciona una máquina de tiempo que lo traslada a distintas estancias. La primera a la que llega, solo, es el Continum 4, donde un viejo Mano le dice que  deberá viajar en el tiempo hasta hallar a los suyos. En uno de esos viajes (no narrados) vuelve a su barrio, y le cuenta la historia a Oesterheld. Pero ha llegado antes de la Invasión, y la historia "cierra" con una Paradoja Temporal, en círculo.

5. Historia editorial de El Eternauta

«Es imposible escribir buenas historietas sin saber escribir buenas historias; o más sencillamente –y valga la redundancia-, sin saber escribir. En este sentido, Héctor Germán Oesterheld es el gran escritor de aventuras argentino. Claro, las narraciones de Oesterheld son guiones de historietas. Es decir, otra forma de literatura; ni mejor ni peor; no más bella, ni más fea; otra forma, eso» (Trillo y Saccommano, op. cit.)

En el número uno de la revista Hora Cero, Suplemento Semanal, del 4 de setiembre de  1957 se publicaba “Una cita con el futuro: El Eternauta; memorias de un navegante del porvenir”. Este es el título completo con que Héctor Germán Oesterheld presentaba su guión, cuidadosamente ilustrado por Francisco Solano López. El Eternauta se publicó semanalmente hasta el número 106 del Suplemento Semanal, el 9 de setiembre de 1959.

En 1962  El Eternauta sale a la luz como una historia unitaria, dividida en tres tomos. En febrero de 1962 Editorial Ramírez comenzará a editar la revista El Eternauta, en el número 9 la revista es interrumpida definitivamente. El 29 de mayo de 1969, El Eternauta aparece en la frívola revista Gente, de Editorial Atlántida. Los dibujos, esta vez, son de Alberto Breccia. El 18 de setiembre, en su número 216, la revista publica el último episodio de la historia. Luego de ser publicada, primero en fascículos luego en formato libro y finalmente en versión coloreada, Alfredo Scutti, director de Ediciones Récord, solicita a Oesterheld que continúe El Eternauta. La venta del material a mercados internacionales es la excusa perfecta para la publicación de la Segunda y Tercera parte de la historia, versiones que se alejarán profundamente de la que realizara Oesterheld en 1957. El mundo arrepentido, de Solano López y PolLa Segunda Parte comienza entonces, en diciembre de 1976, en el libro de Oro de Skorpio, revista de Ediciones Récord. En 1983, Scutti quiere editar la tercera parte de El Eternauta, con el objetivo de publicarla en Italia y en la revista Skorpio. Ya asesinado Oesterheld por la dictadura militar, el guión fue realizado por Jorge Morhain, y los dibujos por Solano López Oswal y Mario Morhain. En 1997 la revista Nueva publicó una nueva aventura de El Eternauta titulada “El mundo arrepentido”, con dibujos de Francisco Solano López y guión de su ayudante, Pablo Maiztegui (Pol) y en el año  el Club del Cómic reeditó la historia en el año 1998. Otra cosa es la versión de Ricardo Barreiro, "Odio Cósmico", que alcanza cuatro números entre 1999 y el año 2000. Los dibujos de Walter Taborda, Gabriel Rearte y el color de Sebastián Cardoso. Barreiro fallece luego de escribir dos episodios y lo secundará entonces en su tarea, Pablo Muñoz. El dibujo esta vez encarna el estilo de superhéroes norteamericanos.

Oesterheld fue secuestrado en abril de 1977 y fusilado en 1978 por la última dictadura militar argentina, autodenominada Proceso de Reorganización Nacional. Oesterheld estuvo prisionero en los cuarteles militares de Campo de Mayo y La Tablada. Él, sus cuatro hijas y sus yernos son parte de los treinta mil hombres y mujeres desaparecidos entre los años 1976 y 1983, en la República Argentina.

Según la versión oficial, Oesterheld sigue estando desaparecido.


VÍNCULOS:

Texto sobre Oesterheld de J. Mora Bordel


Laura Vazquez (1973) es licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de Buenos Aires, ha medrado profesionalmente como redactora en medios gráficos y como gestora cultural en entidades públicas y privadas de su país. Actualmente, alterna su pasión por la escritura de guiones con sus labores docentes en facultades argentinas. Junto a Diego Agrimbau se halla trabajando en una tesis doctoral sobre las políticas culturales implícitas en la producción editorial de historietas en Argentina.


 [ Edición para Tebeosfera 021005 ]