Conclusiones
En septiembre de
2000, éste que firma estas líneas escribió un artículo para el fanzine
de Cartagena Mea Culpa que contenía mi opinión sobre el primero
de los casos que han motivado el presente informe. Lo transcribo:
«El
reciente asunto David Ramírez-Dolmen-A.Martín, originado
por una viñeta en la que Ramírez tachaba a Martín de “pederasta”, ha
suscitado mucha expectación también debido a que de nuevo conduce a los
juzgados a profesionales de la historieta. No es de extrañar, ya que lo
hecho por Ramírez fue pura calumnia y así viene recogido en nuestro
Código Penal, y por eso no se entiende el murmullo que esto ha
despertado. Vivimos en un Estado de Derecho, sometidos a Constitución y
sujetos a unas leyes que no por desconocerlas debemos de vulnerarlas; y
hay ciertos límites para todo, incluso en el humor, incluso en los
tebeos. Está claro que el tribunal admitirá a trámite la defensa
jurídica de que no mediaba dolo por parte de Vicente García o por
parte de Ramírez, dos jóvenes que sólo pretendían descojonarse, y les
absolverán. Martín ya sabía esto antes de querellarse, por descontado, y
si procedió como lo hizo fue para poner un freno a una espiral de
insultos que estaba llegando a unos límites insoportables para él o para
cualquiera con un mínimo de orgullo. Su acción no es más que un toque de
atención para una afición que posiblemente tenga más miramientos a la
hora de publicar ese tipo de humor sicalíptico en adelante.
La actitud de
Ramírez, la de Dolmen y la de los detractores de Martín se
alcanza a comprender porque, hoy, el derecho a la libre expresión gana
la carrera al derecho al honor en los manuales jurídicos que rigen en
muchos países, incluido el nuestro, como constatamos todos los días en
los programas televisivos “del corazón” o en los segmentos de humor soez
que nos proponen las diferentes televisiones en una carrera absurda por
el share. Independientemente de esto, al igual que hay de admitir
el derecho de Ramírez a expresarse libremente en plan coña, hay que
admitir el pleno derecho de Antonio Martín a querellarse contra él. Esta
querella judicial, en suma, debe tenerse como una llamada al
comportamiento cívico entre los actuales teóricos de la historieta. E
insisto en que quizá esto marque un punto de inflexión en la gráfica de
futilidad ascendente en que está/estaba convirtiéndose la prensa teórica
sobre tebeos en España porque parece ser que no nos ponemos de acuerdo y
nos falta el manual de estilo en lo ético.»
Este statu quo
del “mundillo” de las viñetas también quedó manifiesto en un mensaje
remitido desde la IP de Cels Piñol, quien pidió a su esposa Gloria
Altube que escribiese en su nombre (14 días después de haber parido una
niña, por añadidura) este mensaje:
«"Vicente
[García]: Sabes perfectamente que tu abogado me trató como un testigo
hostil, que hasta mi mujer (que me representaba en la reunión preliminar
que mantuvimos) y yo tuvimos que recordarle que estábamos allí para
ayudar, no para que nos amenazaran con llevarnos al juicio "con la
fuerza pública". Sabes que me disuadieron, en lugar de darme confianza.
Has sido partidista dando información, y me has lanzado indirectas en tu
revista que no venían al caso. Y me habré perdido bastantes cosas,
porque ya no me la compro y desvío el presupuesto a comprarme los
Grendel de Astiberri.
Redactamos una carta ante notario que, lo sentimos, fue desestimada;
pero, según ha comentado David, se consiguió nuestro objetivo y se
confirmó el texto de dicha declaración, ¿no? O sea, que la tira iba
contra mí y que no me molestaba en absoluto.
Este es un mundillo muy rastrero, tan rastrero que me tenga que enterar
por Trama que se va a realizar un cómic benéfico para ayudar a David y
nadie se haya molestado en pedirme si quiero colaborar en él. Así
funciona esto... Lástima, me hubiera gustado echar una mano...
Oye, soy más feliz ahora cambiando pañales que siguiendo el juego de
descalificaciones e improperios que tanto gusta a alguna gente de esta
profesión.
Sabes que la mejor estrategia de "Roargh" era enfrentar a la gente entre
ellos. Ojo, lo está consiguiendo".»
Entre gran parte
de los jóvenes lectores de cómics de superhéroes o de aventuras o
paródicos, que son los afines a la publicación Dolmen y a las
creaciones de Ramírez y Piñol, se observa cualquier norma como cortapisa
de libertades, entendida esta libertad como una suerte de anarquía
ociosa. Esto es más patente en los foros electrónicos, donde la
personalidad de los que participan se teatraliza y todo se convierte en
un baile de máscaras que participan en una conversación sin principio ni
fin en la que se van agotando los temas tras un período concreto de
tiempo independientemente de su gravedad o trascendencia. Como sostiene
Joan Mayans i Planells (que lleva estudiando los foros y chats
desde 1995) estos cónclaves son verdaderos escenarios para dramas
sociales con un componente lúdico que minimiza los riesgos sociales.
Pero, en la vida real, si nadie se esfuerza por elaborar pautas de
conducta la libertad de expresión puede verse sustituida por libertinaje
demagógico. ¿No hace eso a todos más libres? No, porque si nadie fija
criterios, quien los fija es el mercado. Esta voluntad de autoexigencia
es lo mínimo exigible en una sociedad que reconoce el pluralismo, la
discrepancia de opiniones y la complejidad de las situaciones, pero que
ha de velar por la libertad de todos y cada uno de los individuos.
El caso de El
Batracio Amarillo es por completo diferente: se trata de una
publicación satírica cuyos contenidos no albergan dudas sobre su
intencionalidad de hacer crítica humorística de la actualidad,
eminentemente local, pero también nacional e internacional. Dibujos,
chistes e historietas van desde sus páginas dirigidas a cumplir una
función periodística y los objetivos de sus sátiras son entidades de
carácter genérico o bien personalidades públicas cuyas actividades
tienen una repercusión pública y cuya gestión está remunerada por fondos
públicos, que son de todos. Las cualidades más o menos injuriosas de los
apelativos que desde allí se les dirijan deben ser medidas por los
jueces y tribunales si quien se siente aludido se cree calumniado.
Calificativos como "cerdo" o "ladrón" han sido y son habitualmente
usados para trazar metáforas irónicas, y hasta sardónicas, de las
actividades de quienes nos gobiernan. "Pederasta" o "cabrón" serían otro
cantar. Pero, sobre este particular volveremos, pues el caso aún coletea
en los tribunales de Granada.
El autor de este
artículo extrae las siguientes conclusiones de todo lo antedicho:
-
Que no debe
cesar la lucha por consolidar una agrupación de alcance internacional
que proteja los derechos de los humoristas gráficos e historietistas
en el ejercicio de su profesión. Ya lo está logrando FECO, pero hay
que seguir trabajando en ese sentido.
-
Que es
conveniente aunar los esfuerzos de las asociaciones españolas
preocupadas por los derechos de los autores (de ilustradores,
dibujantes, humoristas) e incentivar los canales de difusión e
información sobre sus actividades
-
Que es posible
entender como desproporcionada la medida adoptada por Antonio Martín
contra David Ramírez, pero también lo es considerar que el dibujante
se excedió en su talante humorístico echando mano de lo zafio y,
también, de apelativos alusivos a delitos que difícilmente otro
humorista profesional utilizaría.
-
Que es lógico
que toda la profesión y la afición se vuelque para ayudar a David
Ramírez, pues debe prevalecer el espíritu gremial [todos compraremos el libro
de cómics editado por Trama / Dolmen], pero no es lógico amparar ese
ímpetu solidario tras una inflamada bandera representativa de la
Libertad de Expresión, no habiendo sido vulnerado este derecho de
ninguna manera.
-
Que posiblemente
los verdaderos instigadores y los conspiradores en la sombra de este
caso salgan ilesos del mismo y todo se haya saldado con la inculpación
de un cabeza de turco. Lo cual comportaría un fracaso para la
Justicia, añadido al que señalan que hubo.
-
Que los jóvenes
editores teóricos, lectores de historietas y visitantes de foros
parecen no conocer el texto de nuestra Constitución ni las leyes
españolas en general; y que algunos "profesionales" parecen no saber
dónde están los límites éticos ni legales de su trabajo.
-
Que los
estudiosos y opinantes de la historieta y del humor aparentan estar
desinformados o muestran escaso interés por aquello que no comporte
negocio o vínculos con la actualidad o que, simplemente, implique un compromiso (Por ejemplo: nadie de
entre los teóricos españoles salvo los vinculados al humorismo gráfico
se aglutinó en defensa de la libertad de expresión cuando el dibujante
del Diario Vasco y miembro del colectivo ¡Basta Ya!, José Mari
Alemán Amundarain, sufrió en agosto de 2001 un atentado con cóctel
molotov a la puerta de su estudio, atribuido al mundo del
independentismo radical vasco que nutre a ETA).
-
Que los
estudiosos y opinantes de nuestra historieta y humor gráfico
demuestran parcialidad en atención a estos asuntos, por cuanto nadie
de la esfera de coordinadores de proyectos solidarios y de apoyo a
autores cuya libertad ven amenazada se ha preocupado por recabar
información del editor de El Batracio Amarillo (que ha llegado
a alcanzar una distribución de 6000 ejemplares en una ciudad de tan
sólo 50000 habitantes, y que ha llegado a acumular 12 querellas contra
su libre actividad satírica)
-
En
suma, que aún existen las publicaciones satíricas de raza, que aún hay
políticos cortos de miras, opinantes indocumentados, profesionales
incautos, dibujantes con humor grueso, historiadores con sentido del
honor, agitadores con seudónimo, conciencias deshabitadas... y mucha
mediocridad.
O sea, lo que
vengo diciendo desde el principio: Que no sólo son tebeos. |