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LA VIDA DE VALERIA EN LOS CÓMICS.
Valeria nació
en Aquilonia bajo el nombre de Merina, se estima que veinte años
después de haber venido a Hyboria Conan el cimmerio. La infancia
de la muchacha transcurrió con una carencia: el amor materno,
que no supo suplantar su padre, el noble Daquius, más preocupado
por sus gestiones políticas para intentar promediar entre Turán
y la ciudad estado de Khorusun. El diplomático, incapaz de
atender a la niña, contrató a dos mercenarias, Zora y una
singular pelirroja de Hyrkania llamada Sonja, para que velasen
por la seguridad de su hija Merina en un viaje por el mar de
Vilayet. La protección e instrucción recibida de ambas
espadachines la salvó de la ira de Kirkos, un pirata del mar
interior que interceptó el barco en que viajaban
(“Lazos de
sangre”)
Ya en Aghrapur,
Zora constinuó instruyendo a Merina (quien ahora cuenta con 12
años de edad según unas fuentes; con siete, según otras) en el
manejo del arco. Eso no la salvó de ser raptada por los piratas
bajo las órdenes de Kirkos, que volvieron a por ella con
intención de obtener un rescate. Su padre persiguió al barco
pirata con Sonja y Zora y cuando les dieron alcance, Daquius
descubrió que Kirkos es un hermano suyo y se reconcilió con él,
lo cual le ocasionó su muerte. Merina se estrenó como guerrera
al acabar con la vida del parricida como respuesta, pero no pudó
evitar la muerte de Zora, abatida por un arquero turanio.
Merina, ahora por completo huérfana, partió con Kirkos que la
rebautizó como Valeria y la educó en la vida de corsaria
(“El mar
ladrón”).
Con el salitre
del Vilayet pegado al cuerpo, la niña creció arisca y peleona,
como en buena lógica le instruyó su tío Kirkos. Éste terminó por
enviarla de vuelta a Aquilonia para que viviera con sus abuelos
paternos. Pero le acogió su tío Clesus, mezquino y ambicioso,
que se trasladó con ella a Kordava donde la ruina le sobrevino
y, viendo que la muchacha florecía apetitosa en la adolescencia,
se decidió a venderla en matrimonio a un noble de Kordava.
Valeria escapó, se hizo pasar por chico y se enroló en una
tripulación que la llevó lejos de la malsana civilización
(“Valeria de la Hermandad Roja”).
El navío
zingario en el que viajaba fue abordado por piratas barachos al
mando de Strombanni, quien la hizo prisionera junto con la noble
de Kordava Lady Morganis. Tuvo lugar entonces el primer
encuentro de Valeria con Conan, que la consideró despectivamente
como “una mocosa” si bien no le importó que navegara a su lado.
Los piratas condujeron sus proas hacia la isla de Tranicos,
pirata que robó un legendario tesoro, y allí se enfrentaron
todos a una monstruosidad (“El devorador de los muertos”).
Lograron salir ilesos y con Strombanni surcaron las aguas luego
hacia Messantia donde entraron a hurtadillas él y Zarono, otro
pirata barachano, para seguir buscando afanosamente el tesoro de
Tranicos. No hallaron tesoro alguno, pero sí el ídolo del dragón
de Kao Tsu, lo cual les trajo nuevos problemas a Conan y a la
jovenzuela Valeria (“Una noche en Messantia”). De vuelta a las
Islas Baracha, los piratas echaron el ancla atraídos por tres
doncellas que iban a la deriva y que modificaron el
comportamiento de los hombres, hasta el punto de que permitieron
el desembarco de las mujeres que iban a bordo. Fue aquí donde
Valeria separó su camino del de Conan y los otros piratas (“El
devorador de almas”).
En el
transcurso de los meses que siguieron, la mujer convertida en
pirata maduró poco a poco y se fue ganando una reputación entre
los marinos del Océano Occidental. No lo habría conseguido sin
la ayuda y confianza del capitán de origen vanir Rogarth, que le
cogió cariño y la tuvo bajo su protección durante una buena
temporada (“Las Isla de los Piratas”, recuerdo). Pero la chica
terminó por separarse de él para tomar otras rutas bajo el mando
de Ortho el Rubio, pirata con quien navegó hasta que él comenzó
a pretenderla. Como quiera que la aquilonia no deseaba a Ortho,
se distanció de su lujuria y su barco en una escala en las
costas de Kush, internándose tierra adentro. Había oído hablar
de un ejército mercenario llamado “Los Compañeros Libres” y
decidió defender a una caravana que desembocaba en Sukhmet,
población donde se hallaban acampados los mercenarios. Conan
también se encontraba allí tras haber militado a las órdenes de
Zarallo y grata fue su sorpresa al reencontrarse con una Valeria
esplendorosa, muy mujer, que automáticamente despertó su interés
y lascivia. Y también la de un oficial del destacamento, a quien
ella mató cuando intentó propasarse.
Valeria huyó
perseguida por el vengativo hermano del oficial. Conan
siguió a ambos, más impelido por la lujuria que por deseo
expreso de protegerla. Ya juntos en medio de una selva ignota,
hallaron una ciudad perdida, Xuchotl, y se internaron temerarios
en su laberíntica arquitectura, habitada por dos facciones
enfrentadas desde antaño, los Tecuhlti (gobernados por Olmec y
Tascela) y los Xotalanc. Tras arbitrar los dos vagabundos entre
los moradores de la plaza, apareció en última instancia Tolkemec,
quien permitiera la entrada a la ciudad de algunos de los
actuales pobladores, y que causó una masacre de la cual sólo
Conan y Valeria salieron ilesos (“Clavos Rojos” y “La cosa de
las catacumbas”).
En vez de
volver a los destacamentos militares civilizados, donde los
oficiales posiblemente nos les recibieran con los brazos
abiertos, la pareja se internó en la selva. Entre el follaje
volvieron a hallar bestias, peligros y culturas enfrentadas:
ichiribus contra kwanyis (“Los dioses arriba, las bestias
debajo” a “Cuando el viento viviente camina”) y luego, aún más
perdidos en la selva, de nuevo intercedieron entre dos tribus,
una de las cuales estaba dominada por el brujo Enduin (“Río de
sangre”). Una vez fuera de la selva, los dos guerreros se
separaron. Conan
toma caravana en Zembabwei con la intención de regresar a Turán
y, posteriormente, al híbori. Ambos volvieron a reunirse en el
fuerte de Yuesthi, él aún libre y ella en condición de
proscrita. Interesados en el valioso Cáliz de Tarim, se
desplazan hacia los Montes Afghulís, luego a Secunderam y
finalmente a la frontera con Vendhya (“Reunión en Scarlet”).
Demasiado trajín y demasiado polvo. Valeria echaba mucho de
menos el mar y retornó a la piratería después de esta larga
temporada en tierra. Olvidó a Conan y marchó directamente hacia
occidente, donde se alíó con un marino llamado
Gowar, bajo
cuyo mando acabó naufragando en una isla olvidada del Océano
Occidental. En la isla conoció al argóseo Metallus y con él hizo
frente a un grupo de piratas que ambicionaban un tesoro
precisamente oculto en la isla en la que se encontraban, lo cual
les acercó mucho a la muerte. La pareja fue rescatada
posteriormente por un navío mercante y, Valeria, después de una
temporada afincada en Messantia, optó por volver al mar a
piratear (“La isla de los piratas”)
Lo hizo y fue
practicando rutas cada vez más al norte del Océano Occidental,
no sabemos si por satisfacer el deseo de volver a pasar un
tiempo con su mentor de juventud, Rogarth, o si porque conocía
la presencia de Conan en los Yermos Pictos. En un extraño giro
de las circunstancias, Valeria cambió de repente la cubierta de
los barcos por las selvas pictas y fue en busca de Conan para
convencerle de rapiñar un tesoro salvaguardado en bastión
perdido y con monstruo (“La guarida del Dios Lagarto”). La
pareja siguió junta por breve tiempo, lo suficiente para
enfrentarse a unos muertos en vida que generaba una planta (“El
jardín sangriento”), partir en busca de nuevos tesoros para
encontrarse a otra guerrera legendaria de aquellas calendas
(“Ansia de esmeraldas” –Red Sonja, que no recordaba a Valeria,
ni viceversa-) e incluso a un grupo de mercenarias que
deambulaban por el norte de Hyboria (“La furia de las Damas de
Hierro”).
Ya algo más
experimentada a esta altura de su vida (cuenta, creemos, con 25
años de edad ahora), Valeria decidió regresar a tu tierra natal,
a Aquilonia. Cuando iniciaba esta ruta, a su salida de Messantia
con dirección norte, halló a un viajero que había sido robado a
las puertas de la ciudad, cuyo problema se ocupó de resolver
(“Resucitado por el odio”). Finalmente, la pirata se instaló en
Tarantia y como puede se fue ganando el sustento. Las cosas no
le fueron demasiado bien, aparentemente, porque terminó
aceptando una misión casi suicida para la que solamente podían
estar preparados los ladrones, los expertos en escaramuzas o los
locos: los nobles Trocero, Próspero y el sacerdote Dexitheus le
enviaron a liberar a Conan, en aquel momento preso en la
inexpugnable torre del palacio de Numedides. (“El hombre de la
Torre de Hierro”).
Por supuesto
consiguió liberar al cimmerio, pero no cabalgó a su lado en su
camino hacia la corona de Aquilonia sino que siguió libre. A
algunos les extrañó que la deliciosa pirata no volviera a cruzar
su camino con el del cimmerio, como sí hizo Red Sonja y otras
mujeres. Por lo que los cronistas nos han legado, esa
circunstancia no se produjo debido a la distancia que puso
Valeria con los reinos del Híbori: al parecer conoció a un
pirata del que se enamoró perdidamente, Rovik, y con él comandó
una facción de la Hermandad Roja que operó por las aguas de los
océanos del sur de Vendhya, casi al otro lado del mundo. De
hecho, la última peripecia de la pareja de corsarios de la cual
tuvimos noticia tuvo lugar en Baqqa, bastión zembabwita que
acosaron sin descanso (“La venganza de la Hermandad Roja”)
CRONOLOGÍA 2
En un tiempo
paralelo, en el que Conan se vinculó con la Hermandad Roja,
mantuvo con ella una relación más intensa hasta el punto de
ganarse su corazón. En cierta ocasión, el cimmerio acudió a la
capital de Argos a rescatarla de las mazmorras de Hakhim
(“Rescate en Messantia”).
Esta fue
la última aventura de la pirata que ha llegado hasta nosotros,
aunque es lógico pensar que vivió muchas más. |
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