Guionista belga de historieta, uno de los pilares incuestionables del mejor cómic franco-belga. Fue cofundador de la revista Pilote, título fundamental en la historia de la historieta mundial, y fue un prolífico creador de series aventureras, como Barbarroja, Buck Danny, Michel Tanguy o Blueberry, para esa y otras revistas.
Charlier fue un gran aficionado a la historieta desde niño, siendo su interés inicial convertirse en dibujante. Fue un voraz lector y adquirió una vasta cultura y conocimientos específicos, especialmente sobre barcos y aviones. El estallido de la II Guerra Mundial obligó a los estudiantes belgas a realizar seis meses de trabajo obligatorio, y entre ellos estuvo Jean-Michel, que tuvo que compatibilizar esa actividad con sus estudios de derecho.
En 1944, recién terminada la carrera, Charlier dejó el despacho de abogados a las pocas semanas para integrarse en la plantilla de la revista Spirou, donde ofició como dibujante y, luego, como guionista. Hizo equipo con el dibujante Hubinon al poco tiempo y con él desarrolló la historia bélica "La agonía del Bismarck", donde Charlier todavía se encargaba de dibujar los barcos y aviones. Pero su primer gran éxito fue la serie de aviadores Buck Danny, un relato trepidante que tendría ocupados a Charlier y Hubinon durante más de treinta años.
En el final de los años cuarenta, Charlier se empleó a fondo para la agencia World Press, que surtía de contenidos a Spirou y otras publicaciones. El resultado de sus trabajos fue publicado en cabeceras como Bimbo, Le Moustique y, por supuesto, Spirou, casi siempre con la aviación o los barcos como referente en este periodo, con Charlier todavía a cargo de parte del dibujo.
Aconsejado por Jijé, Charlier dejaría de dibujar durante los años cincuenta, década en la que también desempeñó el oficio de piloto comercial y, luego, el de director artístico de la agencia World Press. En esa década, Charlier comenzó a dar lo mejor de sí mismo: trabajó con Uderzo, Paape o Forton; creó las populares series Les belles histories de l'oncle Paul y La Patrouille des Castors, y participó en la puesta en marcha de la nueva revista Risque-Tout, que al ser cancelada puso en evidencia la situación de los autores que trabajaban para el editor propietario, Troisfontaines. Charlier fue uno de los que dejaron su empleo para trabajar por su cuenta, junto con Goscinny, llevando consigo sus series a otras revistas.
Durante los últimos años cincuenta, Charlier publicó sus primeras novelas (con el sello Lombard) mientras seguía escribiendo historietas para Spirou (bajo seudónimo) y abriendo nuevas series, hasta ocho simultáneamente en 1958. Y en 1959 inició tres más: Michel Tanguy, Barbe-Rouge y Jacques le Gall, todas para la nueva revista que él coordinó junto con Goscinny, Pilote, llamada a revolucionar el panorama editorial y creativo de la historieta europea por la admisión en sus páginas de autores rupturistas como Gotlib, Mézières, Fred, Giraud, etc. En las páginas de Pilote, Charlier creó nuevas series mientras continuaba las anteriores, como Guy Lebleu o Lieutenant Blueberry, todo ello sin dejar de servir guiones a Spirou o dedicarse a labores de coordinación editorial (de Record, por ejemplo).
La transformación que sufrió la cultura francesa (y mundial) en la segunda mitad de los años sesenta afectó a Charlier y a las obras en las que trabajaba, y tras una serie de desencuentros con sus editores terminó dimitiendo de su cargo como redactor jefe en Pilote en 1972. De todos modos, al poco Charlier adquirió nuevas responsabilidades como director literario y realizador de televisión (en la ORTF), adaptando sus series de historieta a la pequeña pantalla. Su labor como guionista fue cada vez menor, hasta terminar cortando lazos con Dargaud. Su última creación para Pilote fue la serie Jim Cutlass.
En los años setenta, el guionista belga escribió muchos guiones televisivos y algunos libros de reportajes, y en 1976 volvió a ocupar cargos de responsabilidad en una editorial de tebeos tras recibir la llamada del nuevo propietario del semanario Tintin. No obstante, sólo duró un año en aquella redacción. También trabajó con la editorial alemana Koralle, en la revista Zack, y luego en Super As, donde rescató su serie Los Gringos.
Hasta ese momento, Charlier nunca había dejado de escribir las series que había iniciado; de hecho, a esa altura tuvo que ir buscando relevos para los dibujos. Y en los ochenta sorprendió a todos abriendo nuevas series, como Le Privé o la publicada ya de forma póstuma Ron Clarke.
De Charlier quedará para el recuerdo su enorme potencial creativo, su adoración por la aventura —que siempre supo transmitir a sus lectores— y su prolífica productividad, que mantuvo hasta el último momento.