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ENTREVISTA A
LUIS GARCÍA. (4) |
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Entrevista de Jorge García, celebrada
entre
el 28
de agosto y el 28 de diciembre de 2004 por teléfono y correo
electrónico.
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[ En esta imagen
vemos, de izq. a dcha. a: Carlos Giménez, Luis García, Marika, P.
F. Larrondo, Carlo Frabetti, Montse Clavé y Toni Segarra, en
1977, discutiendo Trocha. Clic para ampliar.
]
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Entrevista dividida
en cuatro partes.
Leer parte: 1 |
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JG- En 1977 nace TROCHA (después TROYA), una revista
que gestionabais los propios autores. ¿Cuál fue el origen de esa
publicación?
LG-
Como de costumbre en una de tantas noches de cubatas, whisky,
cannabis y anfetaminas,
Carlos
y yo hablábamos o discutíamos al tiempo que trabajábamos (y siempre
con intervenciones de
Adolfo).
Esa noche hablábamos de Métal Hurlant, revista francesa
creada por
Moebius
(seudónimo de
Jean Giraud,
autor de Las aventuras del teniente Blueberry) junto a
Dionnet, Druillet
y
Farkas
(Les Humanoïdes Associés). El whisky y el cannabis, sirviéndose de
mi boca, dijeron: «podíamos hacer… una revista nosotros». El
cubata y la anfeta de
Carlos
contestaron: «¡Hostias, sí, la hacemos!» Y en una noche de emoción
delirante, mientras dibujábamos, empezamos a soñar el proyecto.
Inicialmente, la revista iba a llamarse Bandera Negra y los
participantes éramos
Carlos Giménez, Carlos Killian, Joma, Marika, Armonía Rodríguez,
Adolfo Usero
y muchos más.
No puedo recordarlos a todos; sólo dispongo de una fotografía de
referencia y he citado a quienes aparecen en ella, aunque había más
participantes (posiblemente, muchos de los que, poco después,
colaboraron en Trocha). Han pasado casi treinta años y las
reuniones de dos proyectos tan próximos en el tiempo (Bandera
Negra y Trocha) se solapan en mi memoria. Organizamos un
viaje por Europa para, entre otros motivos, vender las historietas
del grupo.
Felipe Hernández Cava
y yo preparamos el viaje.
Salimos con el coche repleto: víveres, historietas para vender, un
mapa de Europa y una gran expectación. En el camino, percibimos que
no viajábamos solos;
Jack Kerouac
“caminaba” con nosotros:
Felipe
era
Dean Moriarty
y yo,
Sal Paradise,
o al revés, daba igual. También nos acompañaban
Kropotkin
con El Apoyo Mutuo y La conquista del pan;
Marx
y
Engels
con El Capital; el poeta de “La Revolución Cultural
Proletaria”
Mao Tse-Tung
con El Libro Rojo («que se abran cien flores y cien
escuelas»);
Carlos Castaneda
y su Don Juan («lo primero que tienes que hacer es encontrar
tu sitio»)… Cuando llegamos a la frontera francesa, el coche parecía
el camarote de los
Hermanos Marx.
Con todos esos personajes, y muchos más que comparecieron durante el
viaje, atravesamos Francia, Bélgica y llegamos a Holanda. En
Ámsterdam, después de merodear por la calle de las putas en las
ventanas, descansamos en casa de
Guillermo Hierro
(antiguo colaborador de
Josep Toutain
y editor de revistas infantiles). Nosotros nos bebimos su cerveza y
él nos enseñó un enorme tren eléctrico que ocupaba una gran
habitación de su casa. «De niño siempre quise tener un tren para
jugar», confesó
Guillermo.
Acto seguido, cruzamos parte del norte de Alemania hasta llegar a
Dinamarca. En Copenhague nos recibió un editor que compró los
derechos de la serie Gringo, personaje realizado por
Carlos Giménez
con guión de
Manuel Medina.
Era la primera venta que conseguíamos. En el resto de las
editoriales que visitamos nos decían que sus publicaciones eran para
niños, que nuestras historietas estaban muy bien... pero eran para
adultos. Caminando por una calle peatonal de Copenhague, encontramos
a un joven español que repartía gratuitamente una revista
denunciando la dictadura franquista. «Éste es del PCML», dijo
Felipe,
que consiguió que aquel muchacho nos invitara a su casa, no sin
antes enseñarnos una colección de pósteres de la guerra civil
española, completa y en perfecto estado, en los sótanos de la
biblioteca donde trabajaba.
Seguimos hasta Estocolmo, donde llamé por teléfono a un amigo sueco
que conocí en Cadaqués y conseguí que nos dejara dormir en su casa.
Cuando le comenté que queríamos ir a Laponia, nos desalentó:
«Encontrareis mucho hielo... y osos que están despertando de la
hibernación; podéis toparos con alguno en los túneles cerrados de la
carretera». Vimos el sol de medianoche: salíamos de una discoteca a
las dos de la mañana y el sol se estaba poniendo; pocas horas
después volvió a salir (cuando ya nos íbamos a acostar). En fin, nos
olvidamos de Laponia y partimos para Alemania.
En Munich, nos recibió el propietario de la editorial Kauka, nos
invitó a comer y nos ofreció la representación de su editorial en
España. Le contesté que no. ¡Nos había tomado por representantes al
ver tantas historietas de diversos dibujantes! Él ignoraba que no
cobrábamos, que lo hacíamos sin comisión, por “la causa” y la
amistad. Y mucho menos podía suponer que tenía delante a dos jóvenes
españoles radicales que, en ese tiempo, apoyaban la lucha armada
contra el sistema capitalista. Al terminar la reunión / almuerzo,
Felipe
ironizó: «Es la primera vez que veo una película de tres horas, en
un solo plano, en inglés y sin subtítulos». Uno o dos años después,
José Cánovas
aceptó la propuesta de aquel editor alemán; en poco tiempo,
José
se hizo millonario.
Seguíamos sin encontrar editoriales apropiadas para nuestro trabajo.
Cruzamos el túnel de Innsbruck con un camionero loco en nuestros
talones. Atravesamos Suiza y llegamos a Italia. En Milán, fuimos a
la revista Linus, donde nos recibieron
Fulvia Serra
y
Oreste del Buono:
«Casualmente le estaba buscando, conozco su trabajo publicado en
Pilote». Compraron los derechos para Italia de todas las
historietas que yo había realizado hasta entonces desde Las
Crónicas del Sin Nombre. Fue la segunda y última venta que
realizamos en el viaje. Bordeamos las costas italiana y francesa, y
entramos en España por la frontera de Perpignan. Dos horas después
estábamos en Premiá de Mar. Al día siguiente,
Felipe
y yo nos fuimos a la playa.
Poco después, hablé con
Antonio Martín
sobre el proyecto de la revista. Antonio puso algunas
objeciones de índole técnica, pero le pareció interesante. Empezaron
las reuniones (que durarían casi un año).
Antoni Segarra
se encargaba de redactar los estatutos de la sociedad, una tarea
difícil y casi titánica, pues teníamos que acordar tanto los
estatutos de la sociedad mercantil como los de la “sociedad
política” (es decir, pactar la ideología de la revista entre las
distintas tendencias que convergían en aquel Colectivo de la
Historieta). El grupo estaba compuesto por
José Cánovas, Montse Clavé, El Cubri, Pacho Fernández Larrondo,
Ignacio Fontes, Carlo Frabetti, Galileo (Rafa Ramos), Carlos Giménez,
Alfonso López, LPO, Marika, Andréu Martín, Antonio Martín, Jaume
Marzal, Miguel Ángel Nieto, Ludolfo Paramio, Pepe Robles, Armonía
Rodríguez, Jaume Perich, Juanjo Sarto, Antoni Segarra, Mariel Soria,
Adolfo Usero, Enrique Ventura
y yo.
Después de muchas reuniones e interminables discusiones, acordamos
los estatutos y, a continuación, hicimos unas elecciones “libres”
(el voto estaba pactado de antemano) para elegir a los
“coordinadores editoriales”. Tras las votaciones,
Armonía Rodríguez
y
Carlos Giménez
dimitieron del colectivo. Los coordinadores editoriales fuimos
Antonio Martín, Andréu Martín, Jaume Marzal
y
Antoni Segarra.
En la redacción trabajábamos dirigidos por
Antonio.
La revista salió al mercado en mayo de 1977. Casualmente, la
cabecera Trocha (bajo el que aparecieron los dos primeros
números) estaba registrado a nombre de una asociación femenina de
Falange Española y de las JONS, de ahí que tuviéramos que buscar
otro encabezamiento para la publicación: Troya.
Las reuniones de Trocha eran fiel reflejo de lo que ocurría
en la política española: pactar, negociar y encontrar entre
distintos planteamientos políticos los acuerdos mínimos que
permitieran la convivencia pacífica de los españoles, los cuales
aprendían a coexistir después de cuarenta años de dictadura.
Trocha fue la “Platajunta” de la historieta, y los estatutos de
la sociedad la Constitución (por cierto, los “Padres” de la
Constitución tardaron menos en redactarla que nosotros en elaborar
los estatutos). Para el primer número de Trocha,
Ventura y Nieto
realizaron una historieta de cuatro páginas (“El nacimiento de una
noción”) que a su manera tierna, divertida e irónica, explica cómo
se gestó todo el proyecto.
JG- En tus trabajos para TROYA se percibe una fuerte carga
ideológica. ¿Militabas en alguna organización política?
LG- Felipe
cerraba el triángulo del proceso de concienciación que había
empezado con
Florenci Clavé.
Él me inculcó el “pensamiento maoísta” que produjo la “fuerte carga
ideológica” que adviertes. Nunca milité en agrupación política
alguna. Sólo colaboraba con los partidos de izquierda, entre otros,
con el PCML. A propósito, en una ocasión vino a vernos
Florenci Clavé
y, poniendo una pistola sobre la mesa, nos “sugirió” a
Marika
y a mí que militásemos en esa agrupación. Pese a la amenaza apenas
velada, ninguno de los dos aceptamos su “invitación”. Poco tiempo
después, en Madrid, el PCML buscaba a
Florenci
para someterle a un “juicio popular” por dimitir del comité central
y abandonar el partido.
En otro orden de cosas, un grupo reducido de profesionales de
diversos ámbitos creamos Unió de Republicans de Catalunya (URC desde
ahora). Era un intento de aglutinar en Cataluña a partidos políticos
y profesionales independientes que reivindicaban la república como
alternativa política y, una vez lograda la unidad entre ellos,
pretendía participar en La Convención Republicana de los Pueblos de
España que coordinaba
Antonio García Trevijano
desde Madrid. Para lograr esa unidad, celebramos una asamblea en
Barcelona con profesionales independientes y agrupaciones de signo
maoísta (como la Organización Regional de Trabajadores, el Partido
de los Trabajadores, el PCML, Bandera Roja...) Cuando los partidos
políticos hubieron planteado sus propuestas, comenzó un debate que
concluiría con calificativos como “¡revisionistas!”,
“¡reaccionarios!”. La asamblea fue un rotundo fracaso y, por tanto,
la URC también.
JG- Entre otros trabajos, en TROYA se publican las
historietas que componen el álbum Etnocidio.
LG-
Etnocidio
empezó con la adaptando libre de un relato de
Ambrose Bierce
(Un suceso sobre el puente del río Owl) que titulé “Tecumtha”
y de la que, a posteriori,
Hernández Cava
escribió los diálogos. Acto seguido, el propio
Felipe
me propuso el guión de “Batallón de San Patricio”, que realice con
entusiasmo; era la primera colaboración que realizábamos de una
manera “lógica”: primero el guión y después los gráficos. A
continuación, para la revista francesa Pif, me encargaron
“Caballo Loco”, con guión de
Jean Ollivier.
Posteriormente, me visitó un representante de Naciones Indias; había
visto publicadas en Francia mis historietas acerca del problema
indio. Me encargó una historieta para una revista reivindicativa de
los derechos indios. También me invitó a participar en la
manifestación que tendría lugar en Suiza para concienciar a los
europeos acerca de la situación de los indios en el mundo. Me
proporcionaron fotografías sobre los hechos ocurridos en Rodilla
Herida y, con guión de
Felipe,
realicé “De un Genocidio… De un Etnocidio…” Así, por una serie de
casualidades, surgió Etnocidio.
Para la realización gráfica, utilicé daguerrotipos de indios de esa
época como
Gran Jefe Pequeño, Toro Sentado,
Nube Roja…
E ilustraciones de
Frederick Remington, Frank C. McCarthy, Charles M. Russell…
En este sentido, nunca he sentido pudor al utilizar imágenes ajenas
cuando me ayudaban a contar una historia; creo que lo fundamental es
lo que contamos, no la procedencia de la documentación. Volviendo a
Etnocidio, también hacía fotos a los amigos para diseñar
algunos personajes; por ejemplo,
Carlos Giménez
“es” Tecumtha y
Antoni Segarra
el oficial americano
James Kennington.
En lo que respecta a las texturas gráficas, utilizaba plumas,
pinceles, cola de reserva, hojas de afeitar y trozos de ajos,
patatas y esponjas mojados en tinta... materiales que me servían de
grafía plástica para denunciar las masacres y el exterminio de los
“rojos” por los “blancos”.
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Creepy, 43, primer número de una revista de Warren donde
Luis García publicó una historieta |
Número de la revista gala Bazar donde se publicaron
obras de Luis García |
Revista BD, núm. 31, con cubierta de García, que aquí alojó "Tecumtha" |
Cubierta de Pilote Mensuel, 2, con una imagen
de García, de "Love Strip" |
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< Manifestación contra el terrorismo de Luis García
para el lanzamiento de 1977: Solidaridad con el Papus |
Aguada, trabajo de sindicación, datado en 1964 > |
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JG- En 1978, Víctor Mora y tú retomáis Las Crónicas del Sin
Nombre. ¿Por qué decidís continuarla tras un intervalo de cuatro
años?
LG-
Bueno, yo vivía inmerso en el vértigo de varias experiencias
sucesivas y simultáneas: Cadaqués, Bandera Negra, Trocha...
Además, estaban las colaboraciones en Butifarra
(publicación dirigida por
Alfonso López)
y varias revistas clandestinas, las ilustraciones para
Enciclopedia de las Ciencias Ocultas e Historia de
Latinoamérica (ambas dirigidas por
Antonio Martín
para Editorial Planeta) y El món per un forat (Editorial
Teide). A esto hay que añadir los encargos para publicaciones
francesas (BD, Scop y Bazar).
Incluso
Guy Vidal
llegó a ofrecerme un guión suyo (Bang!, Bang!, Les melons)
para iniciar una serie destinada a Pilote; después de leerlo,
no tuve ánimo para aceptar.
Para el primer número de Bazar, Editions de Vaillan me
compró “Janis” y, también, me encargó la realización de la cubierta
(al final, para la portada optaron por una imagen de Barbarella
interpretada al aerógrafo por
Georges Lacroix;
recuperaban así al célebre personaje de
Jean-Claude Forest).
Bazar estaba diseñada para competir con Pilote, (A Suivre),
Métal Hurlant y demás. Era una publicación para adultos que
llegaba tarde al mercado. En ese momento, otras revistas francesas
empezaban a tener problemas de ventas por la saturación de
publicaciones (en España, años más tarde se produciría el mismo
fenómeno). Hicieron un estudio de mercado con el primer número y el
resultado de la encuesta... acabó con la revista.
Por otro lado, en 1978 me enrolé en la “tripulación” de
Astronomía Pirata, álbum / libro que comandaba
Carmelo Hernando.
Colaboré con once páginas: seis con la adaptación de “El ojo de
cristal”, un cuento de
Curzio Malaparte
(Carmelo
manipuló “maoísticamente” los textos); dos acerca de
John Wayne;
una sobre
Humprey Bogarth
con textos de
Hernández Cava;
y dos con el seudónimo de
Johnny Weismuller.
En medio de todo este maremágnum de proyectos,
Víctor
y yo continuamos Las Crónicas del sin Nombre hasta que un día
le comuniqué a
Víctor
que no podía seguir. Él no entendía que yo no quisiera continuar una
serie que “funcionaba” y con la que ganábamos mucho dinero. Por mi
parte, no podía proseguir, estaba cansado de ese trabajo. Aunque
Víctor
era simpático y amable, en nuestra relación no existía comunicación,
me miraba como si viviéramos en planos distintos. Además, tampoco
había química entre nosotros y, después de la relación profesional
con
Felipe,
yo entendía la colaboración entre guionista y dibujante de otra
manera: comunicación, entusiasmo, complicidad.
JG- Más tarde, realizas el álbum Argelia (en colaboración
con Felipe Hernández Cava y Adolfo Usero).
LG-
El proyecto surge en la misma Argelia. Omar, un funcionario
del gobierno argelino, había novelado un texto histórico (subjetivo
y nominal) que complementaba la película de
Gillo Pontecorvo
La Batalla de Argel.
Necesitaban un historietista para adaptar ese libro, pues precisaban
de un medio que fuera accesible
tanto al ámbito de la enseñanza como a sectores rurales
de la población que no habían podido visualizar la película.
Ramón Peinado, un amigo de la adolescencia, trabajaba en
Argelia y conocía a
Omar...
Me invitaron una semana para conocer el país, ¡incluso estuvimos
viviendo dos días en un oasis situado mil quinientos kilómetros
hacia el interior del Sahara argelino! Conocí pueblos “santos” en
cuyos zocos no se podía fumar, beber alcohol ni hablar en voz alta.
Los hombres (mujeres no vimos, las tenían encerradas en las casas)
caminaban cogidos de la mano o cuchicheaban uno al oído del otro,
sentados y agarrándose las manos. Intenté fotografiarlos, pero ellos
levantaban el brazo y se cubrían la cara con indignación y miedo. En
su cultura religiosa, la representación del rostro en imágenes les
roba el alma (por ese motivo, en el arte islámico apenas encontramos
algo que no sea abstracción geométrica).
El proceso de realización fue inusual: las dimensiones del texto de
Omar
eran excesivas para un álbum de cuarenta y dos páginas. Después de
leerlo, dejé reposar la lectura y, con la síntesis que retuvo la
memoria, empecé a plantear los espacios narrativos. Sólo consultaba
el libro para buscar datos cronológicos. Posteriormente, con
Usero,
nos repartíamos la labor gráfica alternando lápiz y tinta según
conviniera. Cuando terminamos de dibujar las cuarenta y dos páginas,
aún faltaba por elaborar los textos. En un alarde de habilidad,
Felipe
consiguió rellenar los espacios que
Usero
y yo habíamos dejado al efecto. En este sentido, mi relación
profesional con
Felipe
casi siempre ha sido una “aventura”... o un ensayo.
JG- En 1980 preparas una nueva serie, NOVA-2.
LG-
La idea inicial era una historieta de aventuras que transcurría en
el desierto del Sahara. Había realizado las seis primeras planchas y
no tenía confianza suficiente para proseguir la historia. Me puse en
contacto con
Hernández Cava
y le pedí que continuara el guión teniendo en cuenta que los
personajes estaban ya creados. Desde Madrid, él me envió una
sinopsis de la historia y varias páginas de guión que yo empecé a
dibujar (como puede apreciarse en las planchas séptima, octava y
novena). En esas estábamos cuando
Mark David Chapman
asesinó a
John Lennon.
La noticia alteró el curso de la historia, de mi historia (mi
trabajo, mi postura en la historieta). «Sé lo que tengas que ser y
lo antes posible», escribió
Tácito.
Eso hice. Ser lo que tenía que ser. No lo pude evitar. Dejé a un
lado el guión de mi amigo
Felipe
y continué la historia haciendo lo que yo sentía, leía y pensaba. Me
sentí libre. Empecé transgrediendo las convenciones y normas del
medio. Rompí, en primer lugar, la norma que me dio
José Bielsa
en Creaciones Editoriales el día en que me recibió: dibujaría las
viñetas con lápiz y carbón. Además, trabajaría sin guión previo que
coartara la libertad de creación. Así, las viñetas se sucedían de
manera espontánea, una me conducía a la otra, la historia crecía de
manera imprevista. Me sentía poseído por una energía interior,
intuitiva y caprichosa, que modificaba por la mañana lo que yo había
planificado por la noche. Vivía en una emoción constante, tan
poseído por el trabajo que en muchas ocasiones no contestaba al
teléfono ni al timbre de la puerta. Decidí trabajar por las noches
para no tener “interrupciones” en el caos y el éxtasis en que vivía.
Parecía que estuviera regurgitando partículas del “Vulcano” aún por
metabolizar.
Cuando las dudas me bloqueaban, mis amigos
Carlo Frabetti
y
Marika
(ella estuvo a mi lado durante todo el proceso creativo de NOVA-2)
me alentaban a que siguiera. Una tarde, yo estaba buscando
información para escribir los textos en que explicaba los efectos
que el polvo del aerolito atomizado provocaba en las personas;
trataba de conseguir más credibilidad y, también, un lenguaje
“científico” que hiciera más eficaz el monólogo. Buceaba en dos
libros, uno sobre física nuclear y otro de
León Rappoport,
La personalidad y sus etapas (en el capítulo dedicado a los
efectos que produce el LSD).
Frabetti
vino al estudio para ver los dibujos. Le conté el problema y, en un
gesto de amistad que le honra, “el científico
Carlo Frabetti”
escribió los textos que yo necesitaba.
Desde que empecé en Bruguera a los catorce años, por fin podía
permitirme el lujo de hacer lo que quisiera: encuadres,
travellings, fundidos, collage, viñetas que, situadas al
principio de la secuencia, desconciertan al lector hasta llegar al
final de la misma... Por otra parte, las soluciones gráficas con
lápices, carbones y plumillas me ocupaban mucho tiempo. Mientras
realizaba el dibujo de una viñeta, mi mente seguía desarrollando las
variantes que podría tener la historia. Incluso realicé un
experimento en homenaje a
John Lennon.
Él había cortado en pedazos parte de una cinta que grabaron los
Beatles y, posteriormente, sin saber qué fragmentos unía, los
montó al azar («dejad que el azar venga a mí, es inocente como un
niño», escribió
Nietzsche).
En mi caso, corté las viñetas de una página y las barajé como si de
naipes se tratara, las pegué en una hoja de papel tal cual las
colocó el azar: estaba jugando con los mecanismos de la historieta
con la misma intensidad que ponía de niño cuando jugaba a ser el
Guerrero del Antifaz, matando “sarracenos” con total impunidad.
JG- En NOVA-2 haces un balance despiadado de las vivencias de
tu generación, ¿a qué obedecía ese ajuste de cuentas con el pasado?
LG-
No es sólo un ajuste de cuentas, es terapia. Yo nunca he estado
preparado para los hechos importantes que han acaecido en mi vida y
estructurado mi personalidad; siempre me han desbordado. He tenido
que regurgitarlos después para poder asimilarlos. En NOVA-2,
al no tener control exterior de ningún tipo, la terapia se producía
de forma inconsciente y excesiva: la formación del feto del
protagonista bajo la influencia de la esquizofrénica guerra civil
(una secuencia inspirada por un ensayo de Susan Sontag, que
avanzaba la teoría, hoy confirmada por la ciencia, de la influencia
externa en la formación psíquica del feto), el niño encerrado en el
mundo de los tebeos durante una posguerra desoladora («nos han
robado la infancia», me dijo en una ocasión Antonio Martín),
el militante revolucionario que ha de vender su arma para poder
subsistir… En definitiva, es una introspección y, por tanto, también
un “ajuste de cuentas” conmigo mismo. Al mismo tiempo, de manera
indirecta e inevitable, se produce una reflexión sobre mi generación
y sus traumas en el contexto sociopolítico que la devoró y la
sumergió en el laberinto de la Historia de España.
En este sentido, durante la Transición,
la
concepción de la ética fue elaborada por “la generación de jóvenes
filósofos españoles”. El profesor José Luis López Aranguren
era el punto de referencia para las teorías de Javier Muguerza,
Fernando Savater o Javier Sádaba, entre otros. Y el
“Desencanto” se produjo, entre otros factores, por “la
democratización del capital”, una teoría reaccionaria y burguesa,
variante del “capitalismo popular”. Por ejemplo, ya podíamos comprar
las “Matildes” (acciones de telefónica) que anunciaba el actor
José Luis López Vázquez en todos los medios de comunicación. En
palabras de Emile M. Cioran: «duramos en las ideologías en
tanto duran nuestras ficciones».
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4 amigos, inoportuna reedición en 1980. Cubierta de
Giménez |
Astronomía Pirata,
libro de 1980 editado por Ikusager que llevó historietas de
García |
Norte-Sur,
de
Ikusager, que en 1989 publicó la última "historieta" de L.
García |
Apunte al óleo realizado por Luis García a Miguel Ángel
Nieto. Cadaqués, 1974 |
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JG- En 1982, un grupo de profesionales españoles decidís abandonar
Toutain Editor para fundar vuestra propia revista, ¿cómo fue el
nacimiento de RAMBLA?
LG-
No todos estábamos en Selecciones Ilustradas: yo, por entonces,
publicaba en la revista Tótem que editaba Nueva Frontera, y
alguno de los otros autores estaba en Cimoc. En principio, la
idea era aglutinar a varios dibujantes que andábamos dispersos por
diferentes publicaciones.
Cuando yo estaba realizando NOVA-2, vino a verme a mi estudio
José María Beá
y me propuso hacer una revista, alegando que yo tenía experiencia
por lo que había aprendido con
Antonio Martín
realizando Trocha / Troya. Además,
Beá
argumentó que, si nos uníamos los dibujantes españoles que
publicábamos entonces en las diferentes revistas del mercado
español, sumaríamos lectores suficientes para cubrir gastos y ganar
dinero. Yo transmití esta propuesta a Carlos Giménez,
Adolfo Usero
y
Alfonso Font.
Quedamos en reunirnos y analizar el proyecto. Finalmente, decidimos
hacer la revista... pero necesitábamos un socio que la financiara.
En Madrid, le conté el proyecto a
Roberto Rocca,
editor de Tótem, que se ofreció a ser el socio capitalista.
De vuelta a Barcelona, se lo comuniqué al grupo y, de común acuerdo,
aceptamos la oferta. Nos reunimos con
Roberto
en el restaurante “Los Caracoles” de Barcelona y, mientras comíamos,
alcanzamos un acuerdo. La revista estaba en marcha. Yo, en tanto que
coordinador de la publicación, le encargué la maqueta a
Carmelo Hernando.
Después de solucionar algunos problemas técnicos, publicamos el
primer número. En el grupo había esperanza, ilusión y emocionada
alegría. Los problemas empezaron cuando las ventas no cubrieron las
expectativas deseadas: sólo vendimos el 30%, más o menos, de una
tirada de 70.000 ejemplares; posteriormente, con GARCÍA & BEÁ
EDITORES S.A. alcanzamos el techo máximo de ventas con 29.000
ejemplares. Por motivos personales,
Font, Giménez
y
Usero
abandonaron el proyecto. En cambio,
Beá
y yo nos quedamos. Después de una dura negociación con
Roberto,
la revista pasó a ser de nuestra exclusiva propiedad. Para seguir
editándola fundamos, junto a
Marika,
GARCÍA & BEÁ EDITORES S.A.
Nos encontrábamos de nuevo como al principio:
Beá
y yo en mi estudio (hasta que alquilamos un piso en la calle
Buenavista donde instalamos la redacción para seguir publicando
Rambla). Éramos dos niños con un juguete nuevo: desde primera
hora de la mañana “jugábamos” a ser editores. Nos sentíamos como
Alicia en un “país de las historietas” gobernado por
Groucho Marx.
Además,
Beá
es el dibujante más divertido que he conocido. Estar con él es reír
hasta llorar. Pasábamos juntos de diez a catorce horas diarias.
Después de una experiencia psicotrópica,
Beá,
que admiraba la sencillez y facilidad del dibujante estadounidense
Alex Toth,
supo inmediatamente que podía dibujar como él; sin embargo, eligió
dibujar como
Sánchez Zamora,
seudónimo que encontramos en el listín telefónico. Ajustamos los
gastos, la tirada de ejemplares y conseguimos que Rambla no
tuviera déficit. Editamos Rampa, una sección dentro de
Rambla en la que publicamos la excelente serie “La Moderna
Secreta” de
Marika,
y también a autores noveles como
Ana Juan, Raúl
y tantos otros
que, poco después, colaborarían en la magnífica revista Madriz,
dirigida magistralmente por
Hernández Cava.
Además de Rambla y Rampa, publicábamos Rambla Rock,
Rambla Quincenal, Rambla USA (coordinada por
Javier Coma)
y los álbumes Rambla color y Rambla blanco y negro.
Al final, editábamos ocho publicaciones al mes.
En seis meses, el precio del papel se incrementó el 50% en dos
ocasiones. Ese incremento provocó la quiebra de muchos pequeños
editores. De nuevo, volvieron los problemas:
Beá
abandonó la sociedad;
Marika,
en cambio, se mantuvo conmigo hasta al final. Publiqué hasta que,
sin posibilidad de continuar, cerré la editorial. Otros editores de
revistas similares pudieron mantenerlas porque se servían de ellas
como “escaparate” para sus agencias de dibujantes, compensando las
pérdidas con los beneficios que generaba la venta de historietas en
el mercado exterior. Aún así, años después, las pérdidas fueron tan
grandes que, una tras otra, todas esas publicaciones fueron
cerrando.
Para la Historia de la historieta en España quedan obras
fundamentales en Rambla: Los Profesionales de
Carlos Giménez,
Maese Espada de
Adolfo Usero, Las
Sonrisas de
Ventura y Nieto,
Clarke y Kubrick de
Alfonso Font,
La esfera cúbica
de Josep María Beá,
Paisa y Cadáveres de permiso de
El Cubri
y tantas otras muy interesantes. Por otra parte, editamos Mort
Cinder de
Alberto Breccia
y
Héctor G. Oesterheld,
Corazones locos de
Altán,
Manos Kelly de
Antonio Hernández Palacios,
Casanova de
Guido Crepax…
A esto hay que añadir los textos de
Antonio Martín,
Salvador Vázquez de Parga, Javier Coma, Elías García, Diego A.
Manrique, Ana Salado, Carlo Frabetti…
En fin, la lista de historietas interesantes y colaboraciones
escritas podría ser más larga.
JG- Tu penúltima aportación al mundo de la historieta fue un trabajo
para el álbum Norte/Sur (1989) de Ikusager. Tu colaboración
es atípica, más cercana al mundo de la pintura que a la historieta.
LG-
Me parecía coherente hacer una historieta sobre el mundo de la
pintura y utilizar el medio pictórico para expresarla. Es una
historieta, contada mediante cuadros de pequeño formato, que narra
el daño que produce una fábrica de armas en sus dos vertientes:
explotación y muerte (las cuales, a su vez, generan beneficios para
comprar obras de Arte). El tema se imponía por el contexto en que se
editaba el álbum: el congreso de la “Asociación por el Desarme
Mundial y la No Proliferación Nuclear” (creada por el filósofo
Bertrand Russell)
que ese mismo año se celebraba en Vitoria.
JG- Después de quince años, has vuelto al mundo de la historieta con
la edición completa de NOVA-2 por Glénat Ediciones. ¿Te ha
resultado difícil retomar (y terminar) un trabajo que habías
abandonado hace casi veinte años?
LG-
No, no ha sido difícil. Al contrario, ha sido un placer utilizar las
nuevas tecnologías para contar el desenlace y acercar, virtualmente,
la historia al presente. A esto se suma el juego de unir el
desenlace del protagonista con el mío propio de pintor y rematar la
última página de la historia con el primer plano de un “sin papeles”
para que el lector imagine así otra historia con ese personaje. En
resumidas cuentas, ha vuelto a ser una gozada que no habría sido
posible sin el editor
Joan Navarro,
quien vivió esa época en primera persona, desde su colaboración con
Antonio Martín
en Bang! y Troya hasta la dirección de las excelentes
revistas Cairo, Complot!, TBO y Viñetas.
Sin él, NOVA-2 seguiría inconclusa y, por tanto, sin edición
integra.
JG- Por último, ¿te has planteado volver a la historieta?
LG-
No he dejado de hacer “historietas”. Cuando hago un cuadro siempre
me cuento una historia para poder hacerlo; para mí, que no he dejado
de ver la vida como una historieta, un cuadro es una historieta de
una sola viñeta. Si disponemos en secuencia cronológica los
autorretratos de
Rembrandt,
veremos una historieta que empieza con un hombre joven que se
asombra del tamaño de su propia nariz, y termina con ese mismo
hombre, ya anciano, riéndose de sí mismo (o de nosotros). Las obras
de
Edward Hooper
o
Lucian Froid
cuentan “historietas” magníficas en una sola “viñeta”, sin palabras
y con un solo texto de apoyo: el título. Por no hablar de Las
Meninas de
Velázquez,
de la que se conservan cientos de interpretaciones en los archivos
del Museo del Prado: es el cuadro que ha suscitado más ensayos
especulativos en la historia de la pintura. Al mirarlo de lejos, de
una manera simplista, vemos un autorretrato del propio artista
pintando una escena cortesana, pero, al acercarnos, percibimos que
unos pinceles como escobas han “barrido” la materia por el lienzo, y
otros, como floretes cargados de materia, han hecho florituras que
rematan el cuadro. Y todo eso realizado casi exclusivamente con
pigmentos de plomo y tierras coloreadas por óxidos de hierro,
aglutinados con aceite de linaza y calcita.
Rubens
decía haber encontrado “la piedra filosofal” porque, con la venta de
sus pinturas, convertía los pigmentos de tierra en oro.
No sé lo que haré, pero sobre papel, lienzo o soporte virtual
seguiré contando “historietas”.
«Es
escenario el mundo: son tan sólo
Meros cómicos hombres y mujeres
Que entran en él y salen, y a menudo
Varios papeles representa un hombre.»
William Shakespeare
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[ © 2005 Jorge García, para Tebeosfera 050205
] [ Todas las fotografías y dibujos han sido cedidos por Luis García
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