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ENTREVISTA A
LUIS GARCÍA. (2) |
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Entrevista de Jorge García, celebrada
entre
el 28
de agosto y el 28 de diciembre de 2004 por teléfono y correo
electrónico.
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[ Luis García
en dos cubiertas de fotonovelas de los años sesenta, donde él actúa
como protagonista. El ejemplar de Corín Tellado
es de 1966, el de Selene, de 1967.
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Entrevista dividida
en cuatro partes.
Leer parte: 1 |
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JG- En alguna ocasión has manifestado que en la serie Davy
Crockett imitabas la obra de Alberto Breccia,6
¿qué dibujantes te influían por entonces?
LG-
Cuando hacía historietas del Oeste, copiaba descaradamente a
Alberto Breccia. Hice un western de sesenta y cuatro
páginas en edición de bolsillo para Editorial Ferma, en 1963.
Carlos Giménez lo compró convencido de que lo había dibujado
Breccia... hasta que vio mi firma. Siempre he tenido cierta
facilidad para aprehender las soluciones gráficas de otros. Las
influencias en Selecciones Ilustradas, además de Breccia,
eran los dibujantes estadounidenses: Milton Caniff, John
Cullen Murphy, Stan Drake, Harold Foster, Joe
Kubert, Alex Raymond, Frank Robbins, Alex Toth…
JG- ¿Cómo era la atmósfera del estudio de Selecciones Ilustradas?
LG-
Muy heterogénea y reaccionaria. Había personas, personajillos,
simpáticos, soberbios, envidiosos, estúpidos, graciosos y
antropoides psicopáticos (Antonio -no recuerdo el apellido-,
dibujante amable, silencioso y tranquilo, mató a su padre con un
cuchillo de cocina). Las bromas siempre se hacían a costa de
alguien. En la mayoría de las ocasiones el humor era muy cruel.
Carlos Giménez, en Los Profesionales, ha narrado con
eficacia y talento las historias y anécdotas de aquel estudio. Al
margen de las bromas, también organizábamos fiestas los sábados:
bailábamos rock y “nos escondíamos” con las novias.
JG- A partir de 1962, empiezas a realizar historietas románticas
para Inglaterra. ¿En qué consistía ese trabajo?
LG-
Historias simples y ramplonas de romances tópicos que sólo servían
para ganar dinero y amanerarte profesionalmente. Yo repetía, casi
siempre, las mismas viñetas. Los referentes gráficos eran las
historietas de “romance” que realizaban José González y
Jordi Longarón. También copiaba viñetas de The heart of
Juliet Jones de Stan Drake y Rip Kirby de Alex
Raymond. Al final, prácticamente, los hacía “de memoria”.7
José González
me ayudó mucho, tanto en las soluciones gráficas como en ser
aceptado por ciertos dibujantes recalcitrantes y xenófobos que me
llamaban, en tono despectivo, “xarnego” (aunque ese término
designaba al hijo de una persona catalana y otra no catalana, para
ellos significaba castellano parlante de bajo nivel social y
cultural).
JG- En 1967, junto a Carlos Giménez, Esteban Maroto, Suso Peña,
Ramón Torrens y Adolfo Usero, compartes estudio en el barrio de la
Floresta, fundando lo que luego se llamó “El grupo de la Floresta”.
LG-
Fue una época magnífica. Vivíamos en un chalet rodeado de pinos que
Maroto, Usero, Giménez, Suso y Ramón
alquilaron al traductor Karol Blazer. Más tarde, a mi novia
Carol de Haro y a mí nos aceptaron en el grupo. Llamábamos a
aquel chalet “El Galeón”, e incluso colocamos en el tejado un mástil
con una bandera pirata. Un día se presentó la Guardia Civil y nos
citó en el cuartelillo. Nos interrogaron: «¿Por qué lleváis esas
melenas? ¿A qué os dedicáis? ¿Qué significa esa bandera?...» Por
teléfono, le explicamos a Toutain nuestra situación y él nos
envió al capitán del Ejército Jesús Flores Thies, guionista
de la serie Delta 99 que Giménez dibujaba para
Selecciones Ilustradas. Flores Thies vino al cuartel a
buscarnos: «Los conozco bien -dijo-, son buenos chicos». Los
guardias civiles se cuadraron... y nunca más volvieron a aparecer
por el chalet.8
“El Galeón” era una fiesta continua. Allí podías encontrar a los
cantautores catalanes Francesc Pi de la Serra y Xavier
Ribalta, o a los componentes del grupo argentino “Yerba Mate”
tocando blues y jazz tradicional. Gandini,
trompeta de aquel grupo, me enseñó a escuchar tanto blues
como los Conciertos de Brandemburgo de Johann Sebastian
Bach. Aparte de las fiestas, nosotros realizamos juntos
La Cobra de
Rajasthan / Aventuras en la Selva
y los primeros capítulos de la serie 5 × Infinito. Maroto
y Suso hacían el guión, y la realización gráfica la
hacíamos entre todos. Mi especialidad eran los primeros planos de
personajes femeninos. Con el tiempo, abandoné el grupo y me fui con
Carol. El “Grupo de la Floresta” se desintegró y Maroto
continuó solo 5 × Infinito, serie por la que la Academy of
Comic Book estadounidense lo galardonó con el Comic Book Award en
1971.
Antes de dejar el grupo, realicé (junto a los “romances” de siempre)
retratos a carbón con un baño de color a gran tamaño (100 × 70 cm.)
de los seis miembros que formábamos el equipo, y también varios de
Carol y uno de Federico García Lorca (salpicado de
carmín en una explosión de sangre). Además, protagonizaba
fotonovelas junto a mi novia (Corín Tellado, Selene).
La adaptación de los textos de Corín Tellado y la dirección
de la fotonovela las hacía Manuel Medina. Mi novia y yo
también protagonizamos “Cómo cazar a Adán” en la revista Hit
(que editaba Toutain), donde el personaje que yo interpretaba
era autor de historietas. Por cierto, la historieta que se incluía
en la fotonovela la hice yo.
JG- ¿Cómo llegaste a protagonizar fotonovelas?
LG-
En 1965, durante unos meses, compartí un estudio en Madrid
con Esteban Maroto y Adolfo Usero (a veces pasaban por
allí Carlos Giménez, Suso Peña y los hermanos
Víctor y “Chiqui” de la Fuente). Manolo Medina,
director de las fotonovelas de Corín Tellado, nos llamó para
hacer de extras: hacíamos de estudiantes universitarios. Según
Medina, yo “daba” bien en foto y meses después, ya en Barcelona,
me propuso protagonizar, junto a Esther Riera, la fotonovela
Me lo presentó mi novio. Protagonicé, en distintas series,
unas veinte o veinticinco fotonovelas. |
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García, con Carmen y José González. S.I., 1963 |
Cubierta de Altamira, 1964 |
Cubierta de Luis García de 1968 |
Ilustración para la publicación británica Trend |
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Serenata Extra Confidencias del Dúo Dinámico, 1969 |
Página interior de Confidencias del Dúo Dinámico |
Cubierta de Mirabelle, 1970 |
Página de "romance" para Mirabelle |
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JG- Tú eres lo que en los años sesenta y setenta se llamaba “autor
comprometido”, ¿cómo fue tu “toma de conciencia”?
LG-
Mi “toma de conciencia” tuvo que ver con Florenci Clavé.
Dibujante criticado en Selecciones Ilustradas por sus ideas
marxistas, Clavé nos propuso crear un grupo de
experimentación gráfica. En 1964, a partir de esta propuesta,
elaboramos la revista Altamira. Aparte del propio Clavé,
los fundadores éramos Fernando Fernández, José González,
Rafael López Espí, José María Miralles, Carlos Prunés,
Javier Puerto, Enric Torres y yo.
En la última reunión del grupo, Clavé nos sorprendió con la
película El Acorazado Potemkin de Serguei M. Eisenstein
(prohibida en España por la dictadura franquista). La visualizamos
con un proyector de Súper Ocho y una sábana por pantalla. Al
terminar la proyección, Clavé intentó que hablásemos sobre la
forma y el contenido de la película, y sobre todo de la
impresionante secuencia de “La Escalera de Odesa”. Fue inútil. Uno
tras otro, con miedo y excusas nada convincentes, fuimos abandonando
la sala. Nunca volvimos a reunirnos. Sólo publicamos el primer
número de Altamira. Yo llegué a colaborar en una ocasión con
el grupo de teatro independiente del que formaba parte Clavé.
Ellos representaban gratuitamente pequeñas obras de teatro o
fragmentos de Federico García Lorca por barrios y pueblecitos
periféricos de Barcelona. Clavé militaba en el maoísta
Partido Comunista Marxista Leninista (PCML desde ahora). Entre 1964
y 1966, no recuerdo la fecha exacta, detuvieron a algún militante
que, tras ser torturado brutalmente, confesó nombres y direcciones.
Clavé tuvo que refugiarse en París.
En el mismo piso donde hacíamos las reuniones de Altamira,
Javier Puerto me presentó a Tedi Bautista, del grupo de
rock Los Canarios. Bautista volvía de San Francisco (“San
Francisco Summer of Love”) muy delgado, pelo largo y aspecto
hippie. Traía en la maleta la primera edición del sencillo
Like a Rolling
Stone
de Bob Dylan
y, en el bolsillo, un puño libanés para defenderse. Escuchamos el
disco y nos fuimos a tomar algo a un bar de Las Ramblas. Gracias a
la conversación que mantuvimos, tomé conciencia de otras
alternativas.
JG- ¿En qué momento te marchas a Londres?
LG-
En 1966 viajé a Londres por vez primera, con Enrique Montserrat
y Luis Martínez. Al mes, más o menos, Luis y yo nos
volvimos a Barcelona. Después hice dos viajes solo: el primero en
1968 (permanecí allí unos tres meses) y el siguiente en 1970.
Casualmente, el pasaporte me lo expidió un policía que había sido mi
profesor de matemáticas y lengua en la Academia Mercurio. Se lo
recordé y, mientras me entregaba el pasaporte, él me dijo: “Luis,
deja el pabellón de España bien alto en Inglaterra”. No entendí muy
bien a qué se refería. Hoy, sigo sin entenderlo.
Hasta el nacimiento de mi hijo Luis Alberto en 1991,
Londres fue la experiencia más fuerte de mi vida. Allí no conocía a
nadie. Tenía libertad para hacer lo que quisiera. Empecé haciendo
amistades en la editorial con la que colaboraba, IPC Magazines.
Margaret Koumy, directora de la revista 19, fue mi ángel
de la guarda. El propietario de la editorial (un noble sordomudo
cuyo nombre no recuerdo y que, en un accidente de moto, había
perdido un hijo aproximadamente de mi edad) me invito a pasar un fin
de semana a su cottage; sentados a la puerta de su pub
privado, tomábamos cerveza observando a un grupo de personas
vestidas con chaquetas y gorras rojas montadas a caballo sobre un
prado verde, acompañados por una jauría de perros que perseguía a un
zorro. Con Maureen, una amiga periodista de la editorial y
directora de la publicación Honey, fuimos al club privado
Speaker-easy y nos sentamos cerca del Beatle John
Lennon, acompañado por su entonces esposa Cinthia Powell;
Eric Burdon, el cantante de The Animals, absolutamente
“colocado”, cantaba a ritmo de blues una loa al cannabis
mientras derramaba una enorme jarra de cerveza sobre su propia
cabeza. Entretanto, yo continuaba haciendo “romance” e
ilustraciones. También me encargaron retratos de Paul McCartney
y Mick Jagger para el póster central de alguna publicación
(no recuerdo si Mirabelle, Valentine o Roxy).
En Hyde Park, enfrente de Marble Arch, empecé a dibujar retratos al
natural. Estaba conmigo María del Carmen Vila, “Marika”,
amiga mía desde los quince años (amistad que se mantiene por las
pruebas que supera y los obstáculos que derriba). Yo ganaba el
domingo lo suficiente para vivir durante toda la semana. Dejé de
hacer “romance” e ilustraciones y me entregué a la experiencia
hippie: contracultura, budismo, hinduismo, amor libre,
revolución sexual, marihuana, hachís, LSD…
Al comienzo del último “viaje” que tuve con ácido (un “Vulcano”), vi
en tres dimensiones “La Batalla de las Termópilas” de Alberto
Breccia en el gris de la moqueta. Alguien dijo algo que entendí
mal. Perdí el control y entré en paranoia. Todo sucedía muy deprisa:
pánico, lipotimia, policía, comisaría, lipotimia, hospital. Fue un “Satory”,
una revelación, una ruptura total. Eso sí, la experiencia del
“Vulcano” y una gripe crónica me obligaron a volver a Barcelona.
JG- En 1971 comienzas a dibujar historietas de horror para Warren
Publishing Co.
LG-
Al volver a Barcelona, me sorprendió el cambio producido en el mundo
de la historieta. Con gran esfuerzo, Antonio Martín publicaba
Bang!, revista fundamental para la historia de los tebeos
españoles. El consejo de redacción estaba formado por Antonio
Lara, Antoni Segarra, Ignacio Fontes, Ludolfo
Paramio, Pacho Fernández Larrondo y el propio Martín.
El marxismo, la semiótica, la sociología y la antropología habían
desembarcado en la historieta. En Bang! se informaba,
analizaba, entrevistaba y reconocía en artículos magníficos la labor
y el esfuerzo de los profesionales del medio. Aparecieron “gurús”,
críticos, estudiosos, historiadores… Un año después supe que mi obra
era una «estructura narrativa formada por la secuencia de
pictogramas, en los cuales pueden integrarse elementos de escritura
fonética»9
y que una viñeta es un “signo icónico”. Hablé con Toutain y
le dije que no quería dibujar más “signos icónicos” de “romance”. A
cambio, le pedí que me diera trabajo en las revistas de Warren.
Entre otros, dibujé el guión “The man who called himself a monster”.
Por un lado, me sentí identificado con el protagonista, que creía
hacer daño a los demás y huía para evitarlo (ese complejo de
culpabilidad me recordó al que me inculcaron los Hermanos de la
Salle); por otro, empecé a disfrutar con las posibilidades
narrativas del medio: encuadres, efectos dramáticos en las luces…
Ahora podía investigar los aspectos narrativos, técnicos y formales.
El sistema de trabajo era similar al del mercado británico: no
teníamos contrato, se traducían los guiones y después los
dibujábamos, los originales se los quedaba el editor. Las únicas
diferencias consistían en que podíamos firmar las páginas y cobrar
derechos de autor por la venta a otros países.10
|
notas.- |
6
Antoni Segarra (entrevista a Luis García),
“Luis García: Love Strip”, en Bang!, núm. 12, p. 20.
7
En su libro Arte y percepción visual, Rudolf Arnheim
considera que siempre dibujamos de memoria. Cuando copiamos
algo, al dibujarlo, dejamos de mirar el modelo de referencia
y usamos la memoria para representarlo
[
Nota de Luis García ]
8
En la
página Web de Carlos Giménez
[ > ],
Jesús Flores Thies ha dado su versión de los hechos:
«Hice mi papelito de salvavidas devaluado cuando por una
denuncia de vecinos de espíritu cojitranco de La
Floresta, tuvieron que presentarse los del Grupo de La
Floresta (abigarrado, divertido, insolidario, vago,
peleón y entrañable) en el cuartelillo de la Guardia
Civil. Fue Suso quien salvó la situación al simpatizar
con el Cabo 1.° por aquello de ser ambos dos «nanos».
Fue aquella la primera y única vez en que se pudo ver a
cinco dibujantes de tebeos vestidos elegantemente, con
temos y camisas planchadas, zapatos abrochados y
encorbatados, si bien los nudos desaparecían, en algunos
pescuezos, bajo las guedejas de las barbas.»
9
Roman Gubern, El lenguaje de los comics,
Barcelona, Ediciones Península, 1972, pág. 35.
10
Entre otras historietas, Luis García dibujó: “Welcome
to the Witches Coven” y “Song of a Sad-Eyed Sorceress”
(escritas por Don McGregor), “Love is no game” y
“Paranoia” (con guiones de Steve Skeates), “Death in
the Shadows” (escrita por Doug Moench), “Vampi’s
Feary Tales” (con guión de Kevin Pagan) y “Around the
Corner” (escrita por Gerry Bordreau).
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[ © 2005 Jorge García, para Tebeosfera 050205
] [ Todas las fotografías y dibujos han sido cedidos por Luis García
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