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Tan emocionante era aquel cuento de Conan que, por vez primera,
permitieron que fuese ilustrado para la portada de Weird
Tales un momento de un relato de Howard, aunque lo cierto es
que no estuvo muy fina quien dibujó allí a Conan y a Bêlit,
Margaret Brundage. Por el contrario, en el interior del pulp
sí que fue correctamente representada la pirata de origen
shemita: casi completamente desnuda, voluptuosa y con cabellera
negra, si bien el estilo gráfico de Hugh Rankin, habitual
ilustrador del interior de Weird Tales, se halle muy
lejos de los gustos actuales.
Durante los años sesenta debutó la pirata en los cómics, en
México y a espaldas de los que ostentaban los derechos de
reproducción y adaptación de sus aventuras. La imagen de Bêlit
resultó tan seductora para la editorial mejicana JOMA que fue
convertida en la protagonista absoluta de La Reina de la
Costa Negra, una colección semanal que duró 5 números en
octubre de 1958 y que siete años más tarde sería reeditada,
recuperando cadencia y título para alcanzar cerca de 60 números
entre 1965 y 1967. Estos cómics previos al Conan de Marvel nos
legaron una imagen de Bêlit híbrida entre la original y la de
una “conquistadora española”, por su armadura y casco a la
usanza de Hernán Cortés, que se hacía acompañar por un grupo de
secuaces negros y de su enamorado Conan, dibujado allí rubio,
para más señas.
Hubo otros ilustradores que se acercaron a la figura de Bêlit,
siempre mejorando las versiones previas y hasta alcanzar la
imagen definitiva, que sería la inolvidable versión que de ella
hizo el ilustrador Stephen E. Fabian en su portafolio Queen
of the Black Coast. Para Marvel, perfeccionar las imágenes
de Brundage o de Rankin no constituía problemas, Fabian era otro
mundo (era inmejorable) y lo de México no se conocía entonces.
Pero había algo más, había dos retos a superar: por un lado
poder crear un personaje femenino que igualase o al menos que no
quedase a la sombra de las atractivas heroínas Valeria y Red
Sonja, quienes habían conquistado el corazón del público. Por el
otro, recrear en plena mitad de los reivindicativos años setenta
a un personaje femenino engendrado según los preceptos de la
literatura escapista de los años treinta.
Puede parecerlo, pero lo último no era ninguna tontería para los
editores de Marvel. Las mujeres habían estado ocupando un papel
secundario en los cómics de aventuras durante mucho tiempo,
siendo novias eternas, acompañantes asustadizas o meros
floreros; valga como ejemplo la desvalida chica que aparecía en
las portadas de los comic books de Conan pero nunca en la
historieta del interior, ella era un simple adorno. A mediados
de los años setenta, los tipos femeninos del Universo Marvel
estaban evolucionando, seguían reclamando la atención de
lectores masculinos con sus curvas imposibles, sin duda, pero
también comenzaron a reclamar la atención de las lectoras en un
clima en el que el feminismo comenzaba a ser un concepto a tener
presente.
La mujer había empezado a reclamar la igualdad de derechos en la
sociedad patriarcal desde mucho tiempo atrás (en este sentido
fueron memorables Leonor de Aquitania, Christine de Pizan o Mary
W. Shelley), pero sería Betty Friedman la que alimentaría el
espíritu de lucha de su propio género con el libro de 1963 La
mística de la feminidad. Esta obra se publicó en medio de
una década de ruptura de convencionalismos, de búsqueda de la
igualdad entre los jóvenes y, no lo olvidemos, de revolución en
el campo de los métodos anticonceptivos y en el de los
electrodomésticos, aspectos de la vida cotidiana que afectaron
profundamente la vida de las mujeres. La Friedman fundaría en
1966 el movimiento de liberación de la mujer, NOW, al cual no
tardarían en unirse miles de mujeres más y nuevas ideólogas del
feminismo como Kate Millett, la autora del tratado Política
sexual, de 1971. Todo ese pronunciamiento, el llamado
women’s lib, apretó sus filas junto a las de los demás
movimientos en lucha por los derechos civiles, como el
antirracista, el antibelicista o el revolucionario estudiantil
para intentar aumentar su poder de reivindicación.
Los editores de Marvel, al igual que habían decidido editar
ciertos cómics de modo que pudiesen granjearse la simpatía de la
emergente comunidad negra de su país, también quisieron ganarse
al público femenino o, al menos, intentar no tenerlo en contra a
la vista de las bastantes cartas que recibían tachando sus comic
books de sexistas. No es descabellado afirmar que el entonces
enrarecido ambiente social de los USA prodigó el cambio del
tratamiento de los personajes de sexo femenino en los cómics
Marvel. Es clarificador el hecho de que en la década anterior se
colocaba en el bando de los villanos a cualquier mujer que
mostrase un espíritu independiente y resuelto, como Medusa,
Black Widow, Mdme. Hydra... En los setenta, al intentar dotar de
mayor protagonismo a las chicas surgieron personajes tremendos,
machos con pechos, para luego emerger caracteres interesantes
como los de Lady Sif,
Mantis, la inolvidable Gwen Stacy o las
mujeres “de verdad” que fueron apareciendo en los cómics de
bárbaros. Red Sonja es el ejemplo más claro. Una moza libre,
desinhibida, pertinaz defensora de su virgo y enfrentada con
todos los hombres por razón de combate y por razón de sexo.
Sonja, sin pretenderlo (o quizá sí, porque aquel “iron bikini”
con que la vistió Esteban Maroto desató más pasiones de lo
previsto), fue elevada fugazmente a la categoría de mito sexual,
siendo utilizado su aspecto como cebo para que lectores más
adultos se acercaran al nuevo lanzamiento Savage Sword of
Conan y logrando serie propia en noviembre de 1975, donde
Frank Thorne desató todo su potencial sexual. Tanto fue así que
hasta Phil Seuling, el conocido promotor de convenciones de
cómics, se interesó por ella y organizó en New Jersey el primer
certamen dedicado en exclusiva a una heroína de los cómics, la
SonjaCon’ 76. Allí brillaron impúdicos los bikinis
metálicos apretados en torno a estupendas jovencitas de carne y
hueso logrando con ello que el personaje pasease su palmito por
la prensa, la Televisión, y por las páginas de revistas tan
populares como Playboy,
Newsweek, Penthouse,
Circus, Oui... Sonja, de la noche a la mañana, se
convirtió en todo un icono de la cultura popular.
Mas, lo que Thomas había creado realmente era un personaje
cautivante, complejo, interesante también por su mundo interior.
Así procedería Roy con otras mujeres que compartieron viñetas
con Conan por aquel tiempo: Tara (la de los números 52 al 58 de
Conan the Barbarian) parecía un escudero débil,
pero pronto se reveló como una joven resuelta que superaba en
valentía y madurez a su acompañante masculino Yusef. Y qué decir
tiene de las mujeres que iban apareciendo en Savage Sword
de modo paralelo ¿Cómo olvidar a Zuleika? ¿Quién no tiene
grabado en la memoria la cabalgada final de Yasmina? ¿Quién osó
eliminar de su retina la imagen intensa de la firme Mellania?...
Thomas alcanzaría la cima en este sentido con Bêlit, la Reina de
la Costa Negra, el más profundo amor en la vida de Conan,
insuperable pareja para el cimmerio que completaba el cuarteto
de mujeres amantes del bárbaro estereotipadas por Marvel: la
pelirroja era Sonja, la rubia, Valeria, la castaña, Zenobia y,
Bêlit, la morena. Y aquí se acabaron los colores. Bêlit, desde
aquel núm. 59 de Conan the Barbarian fechado en enero de
1976, pronto devendría como personaje intensamente humano y tras
unos pocos ejemplares de la serie igualó en profundidad e
interés a Conan como personaje. La salvaje corsaria venía a ser,
grata paradoja, el espejo de la nueva mujer americana:
orgullosa, arrojada, fiera y ambiciosa, pero también astuta,
leal, íntegra, inteligente... Y su amor era fogoso y sincero
cual ninguno.
Dibujarla, ponerla a la altura de Conan como si fuera “otra
Sonja” sólo pudo hacerse con ayuda de la intensidad del lápiz de
John Buscema y con la intuición de Roy Thomas. Poco podía
extraerse de la vaga descripción que Howard hacía de la corsaria
en el relato original “Queen of the Black Coast”, solamente que
era altiva como una diosa, voluptuosa, furiosa en la lucha, de
pelo negro abundante, de ojos negros e
«indómita
como el viento del desierto, flexible y peligrosa como una
pantera.»
Roy no tuvo problemas con el rostro, ya tenía claro que quería
unas facciones diferentes del resto de las de las chicas que
pululaban por los comic books e indicó a Buscema que la dibujase
con una nariz aquilina similar a la de su admirada Sofía Loren
para dotarla de personalidad propia. El resto del cuerpo llevó
algo más de tiempo a Buscema. Como quiera que Marvel no podía
reproducir la imagen original de Bêlit (Howard la describe
semidesnuda) Buscema ensayó diversos uniformes a la moda
“pirata”, con botas altas, ancho cinturón, faldellín y camisola
con cordones, hasta que Thomas creyó ver en uno de esos diseños
algo más “bárbaro”, quizá por despedir un aire familiar a los
uniformes de las heroínas selváticas que tanto amó en su
adolescencia, como fueron Sheena, Pantha y otras émulas de
Tarzán.
Roy y John dieron con el porte adecuado y con el atavío
correcto. Bêlit pasó a ser la pareja perfecta para Conan con su
extraño taparrabos que proseguía hacia su cuello cubriendo
estratégicamente sus pechos. Era el uniforme ideal para una
superheroína: con la efusión corsaria de Valeria, con el
sex-appeal de Sonja y con la entereza de Zenobia.
Bêlit pasó
a ser otro de los mitos dibujados de Marvel. Y Bêlit nos enamoró
a todos. |
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