Cuaderno grapado de 36 páginas en blanco y negro, con la cubierta en color.
Colección didáctica sobre técnicas artísticas, que incluyó varios números dedicados al dibujo de cómics y de dibujos animados.
Texto introductorio:
Los dibujos animados nacieron mucho antes que el cinematográfico. En 1831 ya se había inventado un extraño apartado (el fenaquistocopio de J.A. Plateau), que permitía ver una figurita dibujada en movimiento. Tal resultado se obtuvo ingeniosamente montando dos disco en un pivote; en uno de ellos se repetía el dibujo en fases sucesivas del movimiento, y en el otro había una serie de rendijas con forma de aspillera rectangular. Figuritas y rendijas estaban dispuestas radialmente unas frente a las otras, de modo que a través cada rendija se veía uno de los dibujos; y cuando la pareja de discos empezaba a girar, las rendijas se fundían todas en una y la figura comenzaba a moverse.
Este recuerdo de Plateau sería sólo de carácter curioso sino fuera porque su juguete comportaba ya, en el campo de los estudios sobre la movilidad animal, la formalización de algunos resultados importantes, es gran parte válidos todavía. Los estudios y experimento prosiguieron en varios países durante todo el siglo XIX, pero sin que se llegara a realizaciones prácticas capaces de propagarse. Los principios a los que se hacía referencia eran un dato científico indiscutible; se basaban en la memoria académica presentada por el inglés Peter Mark Roget en 1824, sobre la “Persistencia de la visión en relación con los objetos en movimiento”. Lo que todavía faltaba era una tecnología lo suficiente desarrollada, que permitiera pasar de los principios a la invención definitiva; y está, finalmente, maduró en los últimos años del siglo, por obra sobre todo de los hermanos Lumière. Así nació el cinematógrafo, que no tardó demasiado en convertirse en una de las industrias más grandes y florecientes de nuestro siglo. Su afirmación definitiva se produjo entre las dos guerras mundiales, con la llegada del cine sonoro y los sucesivos perfeccionamientos que lo han convertido en lo que es hoy en todo el mundo.
Con el cine, es decir, con la posibilidad de proyectar sobre una pantalla los fotogramas de una película, el dibujo animado se convirtió también en un espectáculo por todo lo alto, en alternativa a las películas rodadas en escenarios naturales. En los Estados Unidos, los primeros dibujos animados producidos por el cine fueron presentados en 1906 por la sociedad Vitagraph, con gran afluencia de público; y a partir de entonces el interés por este tipo de espectáculo ha ido creciendo de día en día. Los famosos personajes genialmente inventados por los dibujantes de “animated cartoons” y llevados al cine, son numerosos y bien conocidos; pero creemos que el más célebre de todos es Mickey Mouse, el “Ratoncito” que Walt Disney creo en 1928. Walt Disney representa el ápice de un fenómeno real, ya bastante raro de por sí, de “conquista” total y duradera de los espectadores grandes y pequeños de todo el mundo. Era un artista de gran sensibilidad e imaginación, y al mismo tiempo un organizador perfecto e incansable. ¡No se olvidan fácilmente personajes como Donald Duck (el pato Donald), Pluto o, claro está, Mickey Mouse!; y en las películas más elaboradas que nos ha dejado, por ejemplo en “Fantasía”, hay secuencias que son verdaderas obras maestras.
Pero vengamos ahora al dibujo humorístico.
El humorismo, es decir esa actitud que nos lleva a recalcar el lado ridículo de personas y cosas para reírnos de ellas sin malicia, tiene orígenes muy antiguos, es más, se puede decir que existe desde siempre, que es un componente elemental de la naturaleza humana. Salvo raras excepciones, griegos y romanos lo expresaron casi siempre de manera literaria, dando lugar a la poesía satírica o al cómico teatral. Sabemos que tenían sensibilidad para lo caricaturesco y lo grotesco, que no nos consta si ésta se expresaba visualmente más allá de las máscaras de comedia, pues poco o nada ha llegado hasta nosotros,. Fue en el Renacimiento cuando aparecieron los primeros ejemplos de dibujo declaradamente humorístico, que al principio se dedicaron a caricaturizar fisonomías y figuras solas, para después, con el pasar del tiempo, llegar a ridiculizar los usos y costumbre particulares de grupos, situaciones críticas y ambientes humanos. El humorismo se transformó en sátira de costumbre, en polémica social y política; pero tampoco tardó demasiado en convertirse en algo rebosante de amargura como en el caso de Daumier. En cambio, a nosotros nos interesa el dibujo humorístico moderno, que tomó la iniciativa gracias a las viñetas de la publicación semanal inglesa “Punch” y del periódico francés “Charivari”, aparecidos casi todos contemporáneamente durante la primera mitad del siglo XIX. A partir de entonces, el humorista empezó a depender de las publicaciones para las que trabajaba, se le exigía una caracterización precisa de los personajes y se le aseguraba un sueldo regular. Surgieron también periódicos dedicados a los niños o a los jóvenes, que publicaban viñetas e historias ilustradas para ellos, llenas naturalmente de animes más o menos humanizados. Dichas viñetas, cuando se juntaron para formar los varios momentos de una breve historia, incluían alguna palabra aclaradora y algún dialogo a pie de página, se presentaban e un recuadro y colocadas en fila, y acabaron convirtiéndose en las que hoy llamamos “tiras” (comic strips). Las tiras gustaron mucho al público, y a principios del siglo XX ya se habían propagado ampliamente, sobretodo en el mundo anglosajón. Apareció también la historieta, que según parece se usó por vez primera en Inglaterra, inventada en 1884 por el dibujante de tiras W.F. Thomas.
La fortuna de que gozan aun hoy las tiras (es más, hoy más que nunca) en la prensa de casi todos los países, se debe a un conjunto de factores que sería demasiado largo enumerar aquí. Un hecho relevador es que al principio se dirigían a los chicos, y por ello se basaban en personajes y acontecimientos dedicados a divertir sin malicia, con tipos de estilización adaptados a su público; más tardes y con el pasar del tiempo, los editores se dieron cuenta de que el sector de lectores más amplio era, curiosamente, el de los adultos. El hecho está en que la tira, con su secuencia de viñetas, explica una “hostira” –aunque sea minúscula- y ofrece el espacio suficiente para una caracterización plena de los personales; además, a medida que salen las nuevas tiras, la tipificación de los personajes no solo persiste, sino que se va definiendo y encuadrando cada vez mejor en un ambiente humano reconocible, que no cesa nunca de interesarnos. Una gran parte del éxito de las tiras más famosas se debe tanto a la inmediatez con que penetran en la verdad humana de los personajes, como a la habilidad de la mano que sintetiza estilísticamente a los tipos.
Dos palabras sobre nuestro cuaderno. En Italia hay muy buenos dibujantes que se han especializado en el trabajo de animación y en el dibujo humorístico, concretamente el que se realiza en tiras o tebeos. Algunos de ellos presentan en estas páginas, mediante claras ejemplificaciones realizadas expresamente, los elementos básicos de ambos géneros, que se encuentran aquí reunidos porque la base de los dibujos animados también es humorística. En realidad, el humorismo genuino abunda poco, pero quien tenga buenas aptitudes para el dibujo figurativo, o tenga imaginación y esté acostumbrado a mirar a sus semejantes con interés divertido, pues bien, aquí tiene una guía que quiere estimularlo a realizar sus primeros pasos en una dirección que podría llevarle lejos. Evidentemente, no hay que ilusionarse en logar resultados importantes con excesiva facilidad. Las figuras que encontrareis en este cuaderno, que parecen hechas yal que así, sin el menor esfuerzo, en realidad son fruto de años de trabajo: años de ejercicios sobre la simplificación de la figura, sobre el juego de las expresiones, sobre la mecánica de los gestos; años dedicados al estudio de un esquema personal de síntesis, años que de la personalidad del dibujante y de su estilo han hecho una cosa única. Pero tampoco hay que desanimarse antes de tiempo, ni abandonar el campo porque se pone difícil. Nuestro guías nos dicen que la dificultad se concentra más que nada al principio, y que si insistimos, tras los primeros resultados discretos nos esperan grandes satisfacciones.