LA NOVELA GRÁFICA EN CHILE |
Literatura dibujada rezaba hace unos pocos años atrás una de las categorías del llamado Fondo del Libro, uno de los financiamientos concursables del gobierno de Chile. Parecía ser que la única forma para que un jurado de escritores (ya que no eran historietistas) premiara alguna obra del género, era usar este impreciso eufemismo como si en lugar de las palabras historieta o cómic únicamente el poder vivificador de la literatura, aunque dibujada, la convirtiese automáticamente en algo más digno de interés. Tal vez el término anglosajón graphic novel (novela gráfica) que hoy se ha puesto de moda en todo el mundo y que parece gustar tanto a escritores, editores y periodistas, funciona de la misma manera: convence, prestigia. El nuevo término pareciera otorgarle un pedigrí a algo que lo necesitara con urgencia, como si le otorgara densidad a algo que no lo posee. Si hasta algunos dibujantes ya hablan pomposamente de novela gráfica cuando perpetran alguna obra que sobrepase ligeramente las 30 páginas. Lo interesante del fenómeno, por más difusa y contradictoria que parezca esta nueva noción marketinera, es que ha permitido que ciertas obras de calidad, antes conocidas simplemente como cómics o historietas, se cuelen en las vitrinas de las librerías no especializadas y lo más deseable, en las bibliotecas de nuevos lectores.
Para quienes aman la historieta, fumetti, fumetto, bande dessinée, quadrinhos, tebeos, tirillas, comiquitas, manga, los nombres poco importan a la hora de medir calidad y valor artístico.
Desde esa óptica podríamos decir que Chile (junto a otros países hermanos del cono sur) está viviendo un interesante fenómeno de revaloración y posicionamiento del arte de la narrativa gráfica (término que creo, expresa en mejor medida, más que el peyorativo nombre de historieta o el reduccionista de cómic, lo que los creadores hacen al mezclar imágenes y palabras sobre el papel[1].
No es motivo central de este texto subsanar el tema de la correcta denominación de este arte, sino más bien hablar del fenómeno de cómo un país que hasta hace poco parecía no tener ojos para esta narrativa, ahora parece comenzar a descubrirla con ojos expectantes.
La aparición de la novela gráfica en las grandes ligas ya venía incubándose hacía décadas en los trabajos de autores tan disímiles y distantes temática y geográficamente como Muñoz y Sampayo, Christin y Bilal, Breccia y Sasturain, Will Eisner, Jacques Tardi, Frank Miller, Hermann, Moebius, Alan Moore, Oesterheld, Jiro Taniguchi o Chris Ware, por mencionar solo a algunos de los creadores que comenzaron, amén de una innegable calidad gráfica y argumental, a abordar otras temáticas, tildadas de maduras y que a menudo soslayaban la mera entretención infanto-juvenil, karma que la historieta mundial ha debido cargar por años, empujando así el mundo de la historieta hacia nuevos derroteros. Como afirma Diego Marinelli: «destacados críticos literarios internacionales han llegado al extremo de señalar que las novelas gráficas están desplazando hoy a la novela convencional en la tarea de captar el espíritu de la época, argumentando que el lenguaje de la historieta contemporánea se ajusta como un guante a la cultura visual y fragmentada que en nuestras vidas impusieron internet y sus derivados. Por eso no es casual que “Jimmy Corrigan, el chico más inteligente del mundo”, un vanguardista comic book del norteamericano Chris Ware haya sido elegido como el libro del año del Guardian Book Award, el prestigioso galardón británico que en el pasado han obtenido pesos pesados como el escritor J. G. Ballard. Y ese es solo un ejemplo entre tantos de la legitimación que la historieta está teniendo dentro del territorio de la literatura»[2].
Una edición en un formato de mayor extensión que el de la historieta habitual, una historia autoconclusiva o que al menos cierra limpiamente un arco argumental autosuficiente, unido a una densidad narrativa que una mayor cantidad de páginas propicia, son algunos de los requisitos que se piden a la así llamada novela gráfica.
«Road Story»: un nuevo comienzo
En el 2007, la multinacional Alfaguara editó en Chile la notable «Road Story», adaptación de Gonzalo Martínez sobre la nouvelle homónima del escritor Alberto Fuguet. Su aparición marcó el comienzo de algo. Las grandes editoriales notaron que algo nuevo se estaba gestando sobre las mesas y las paletas de dibujo de los artistas gráficos.
Figura 1: Gonzalo Martínez abordó en «Road Story» nuevas temáticas con una madurez y narración grafica de primer nivel. |
«Road Story» consiguió, dados sus méritos artísticos y a que es la adaptación de un reconocido escritor nacional, una importante presencia en la feria del libro de ese año y contó incluso con cierta presencia mediática, aunque lo más importante es que fue la primera obra de este tipo que se atrevió con una historia diferente a las habituales en el mundo de la historieta local. Un drama íntimo, potente, sin escenas de acción ni de dientes apretados en furiosa verborrea, ni usó superhéroes sacados de la mitología indígena, tampoco era un sucedáneo del manga ni exhibió páginas llenas de viñetas traslapadas a lo Image, llenas de decoración gráfica sin vocación narrativa alguna. «Road Story» abordó temas nunca antes contados en viñetas chilenas y con una madurez y narración de primer nivel.
Tunguska: el horror cósmico
Figura 2: Romo y Figueroa crearon en «Informe Tunguska», una obra de ciencia ficción política, una ucronía asfixiante y pesadillesca. |
El año que editamos sin temor
Durante el 2009 se produjo una importante avalancha editorial que abarcó diversos públicos y géneros: «Tauca, la era de Hay’n». El guión de Gonzalo López y los dibujos de Rafael Nangarí confluyeron en una lujosa edición editada por Visuales y que aborda la primera aventura del joven Tauca, un indígena de la desaparecida etnia Selknam, trabajo que se inscribe en la vertiente de la mejor fantasía épica.
«Quique Hache detective» es el segundo trabajo de Gonzalo Martínez para Alfaguara; lo volvió a poner al frente de la adaptación de una novela, esta vez la del popular personaje Quique Hache, obra policiaco-juvenil creada por Sergio Gómez.
«Una novela Ecuestre: la verdadera historia de Ratoncito» de Rodrigo Salinas, y bajo el sello independiente de Feroces Editores, abordó el género de la sátira y el humor negro a partir de Ratoncito, el popular personaje televisivo del conocido dibujante y devenido actor de comedia. «El cómic publicado por Feroces Editores –escribe Gonzalo Maier en su columna crítica– puede ser leído como una venganza delirante y sangrienta contra una pintora siútica, arribista y representante de la políticamente correcta oficialidad artística»[4].
«Las playas del Otro Mundo» fue la última novela gráfica editada en el 2009. El guión del escritor Cristian Barros y los dibujos de Demetrio Babul adaptan (y transforman libertinamente) la novela homónima de Antonio Gil en un libro complejo, que no subestima al público y le exige una lectura atenta y comprometida. La confluencia de tres temporalidades, un notable uso narrativo del color, ciencia ficción y un viaje por parte de la historia mágica de América Latina y Europa la convierten en una obra sólida, recomendable, y junto con «Informe Tunguska», en uno de los trabajos más interesantes del año.
El panorama del 2009 se completa con otras historietas seriadas y libros recopilatorios de obras que se editaron previamente en formato de revista. La lista comienza con el thriller «Me llaman Pulp!» de Claudio Muñoz (Caoz), Mythica Ediciones; «Las aventuras de capitán Chile», un peculiar superhéroe porteño creado por Cristian Díaz (Tec), autoedición gestionada con fondos gubernamentales; «Cenit. La aventura tiene nombre de mujer», fantasía y acción con guiones de Javier Ferreras y Rafael Nangarí (Bade), Visuales; «El siniestro Dr. Mortis», serie de volúmenes recopilatorios del antiguo personaje de terror creado por Juan Marino, Arcano Cuarto; «Aravco», la saga histórica de Mirko Vukasovic, Julián Figueroa y Cristián Escobar, Editorial Planeta; los volúmenes de humor gráfico «¡Ay Tierra!» de Hernán Vidal (Hervi), Feroces Editores; «Civiles no identificados» de Alejandro Montealegre (Rufino), Midia Editores; sin olvidar el volumen del 2008 «Pinochet ilustrado» de Guillermo Bastías (Guillo), dedicado exclusivamente a los mejores chistes que el autor perpetrara en contra del fallecido dictador, Editorial Genus. Todo esto seguido por un largo etcétera.
Figura 7: Una página del thriller «Me llaman Pulp!» de Claudio Muñoz, Caoz. | Figura 8: Una deuda saldada, las reediciones del clásico de terror de Juan Marino: «El siniestro Dr. Mortis». |
El 2010 ya se abre auspicioso con algunas anunciadas publicaciones como «Celeste Buenaventura» de Marco Rauch y Gonzalo Martínez que ofrecerá las aventuras de una joven poco común en la fascinante isla de Chiloé, Mythica Ediciones; «Arcano XIII», con guión de Miguel Ferrada y dibujos de Ítalo Ahumada y que narra el retorno y la puesta al día del Dr. Mortis, Arcano Cuarto; «Heredia detective», un volumen de historietas del popular personaje del escritor Ramón Díaz Eterovic y que contará con trabajos de un nutrido grupo de guionistas y dibujantes, LOM ediciones; y sendos volúmenes recopilatorios de la obra de Christian Gutiérrez (Christiano) y de la dibujante Marcela Trujillo (Maliki), Feroces Editores.
Figura 9: «Aravco», la saga histórica de Mirko Vukasovic, Julián Figueroa y Cristián Escobar. |
Esta incipiente producción es la muestra de que la narrativa gráfica (o como queramos llamarla) surge en Chile con nuevos bríos y está ampliando su oferta en un país que hasta hace poco no editaba historieta y que hoy lo hace, aunque todavía para un reducido universo lector. Un público que sin embargo ya está dando forma un nuevo grupo de seguidores que se codean con el término novelas gráficas, obras que ya empiezan a ser comentadas en los medios de comunicación y que comienzan a ser leídas con creciente interés.
[1] La denominación de historieta pareciera ser una hermana no deseada de historia, suerte de bastardía o cruza incompleta de carácter inferior. De otra forma,la palabra inglesa comic, de amplio uso en nuestro idioma, pareciera reducir todo el género a la noción de cómico e infantil, orígenes de la tira periodística norteamericana, pero que a mi juicio ya no da cabal cuenta de las proyecciones ni de las posibilidades expresivas alcanzadas por las prácticas contemporáneas de este complejo lenguaje.
[2] Marinelli, Diego: La revolución de la historieta, Ñ, Revista de Cultura de Clarín, no. 278, Buenos Aires, 2008: p. 6.
[3] Fragmento de un texto leído por Alexis Figueroa el 31 de julio de 2009, en el lanzamiento de Informe Tunguska, evento realizado en el festival Viñetas del Fin del Mundo en el auditorium del Centro Cultural de España en Santiago de Chile.
[4] Maier, Gonzalo, Qué Pasa, no. 28, Santiago, Chile, noviembre de 2009.