BREVE E INCOMPLETA MIRADA A LA ANTIGUA-NUEVA HISTORIETA INDEPENDIENTE CHILENA
|
Hubo una época dorada de la historieta chilena. Hubo una época en que los guionistas y dibujantes publicaban todo lo que parían en sus mesas de dibujos y además recibían dinero por plasmar sus obsesiones. Así lo atestiguan la enorme cantidad de ejemplares que editoriales como Zigzag, en la década del cincuenta, y luego Quimantú, en la del setenta, produjeron para ser distribuidos dentro y fuera de Chile (Argentina, Paraguay, Perú). Dicha producción llegaría a su clímax en la década del sesenta. Hoy las publicaciones masivas son casi inexistentes en nuestro país. No obstante, la producción independiente está más viva que nunca.
«Se publicaban alrededor de 16 ó 17 revistas quincenales y la que menos vendía llegaba a los 21 mil ejemplares»[1] recuerda el desaparecido dibujante Máximo Carvajal, uno de los importantes protagonistas de ese boom. Historietas como Jungla, Mampato, Mizomba, El Intocable, El Siniestro Dr. Mortis, Condorito, El Capitán Júpiter, Mawa, Barrabases, El Jinete Fantasma, Dimensión Cero, Cabrochico y un largo etcétera, se producían íntegramente en Chile y alimentaban un imaginario que iba desde el humor político y picaresco, hasta la aventura, la ciencia-ficción y el terror. Carvajal recuerda que durante el gobierno de la Unidad Popular existió una total libertad creativa, pero que en el fragor del socialismo surgió una nueva casta, la de los sociólogos: «Llegaron con la idea de que toda la historieta debía ser para el pueblo.
Era divertido porque llegabas con un guión, venían los sociólogos y lo destrozaban»[2] Pero una horda más feroz y aterradora haría desaparecer casi por completo a la historieta chilena de los kioscos, y lo que es más infame aún, a los lectores de sus casas. Pinochet y sus esbirros convertirían al país en un campo de concentración tras el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, acabando con la virulencia expresiva de toda creación. El arte de las viñetas se mantuvo incipientemente y bajo sospecha hasta que en la década del ochenta, aún en plena dictadura, la historieta como manifestación cultural volvería a surgir, tímida, pero efectivamente..
La loca década del ochenta
Figura 1: Portada de Roberto Tapia Tom para el no. 25 de El Siniestro Dr.Mortis. |
El guionista Udo Jacobsen recuerda: «Empezamos imitando. Imitando a los maestros europeos y argentinos fundamentalmente y a algunos norteamericanos, a Moebius, a Manara, a Sió, a Breccia, a Maroto, a Crumb [...]. Éramos algo así como unos bichos raros a los que prácticamente nadie tomaba en serio. Casi todos recordábamos que de pequeños salíamos con los viejos a cambiar historietas [...]. Pero en ese entonces, la cosa se movía. En los ochenta estaba absolutamente parada. Puede que haya sido ese dejo de nostalgia el que nos llevó a llenar ese hueco. Claro que no éramos ya los niñitos que consumíamos superhéroes ni aventuras espaciales o de la segunda guerra. Habíamos crecido y habíamos leído a otros autores que por milagro comenzaban a aparecer en alguna que otra librería o en manos de alguien que viajaba al extranjero y traía alguna de esas maravillosas revistas para adultos»[3].
En medio de la nada surgen nuevas publicaciones: Beso Negro, Enola Gay, Matucana, Ácido, La Peste, Bandido, Trauko y otras que se convierten en las trincheras de la nueva historieta: «El underground aparece en Chile como una necesidad más que una opción. El costo de la impresión de una revista de calidad normal es elevadísimo y la censura moral y política a que se ve afectado el medio no permiten otra salida. No hay, sin embargo, detrás de esto una postura política clara. Se trata más bien de la simple constatación. En estas revistas lo que se respira es un aire de desenfado y una gran energía caótica. Son revistas que se esconden bajo el brazo para ser leídas en comunidad encerrados en un cuarto. Algunos nombres son incluso un desafío abierto a la moral reinante. Beso Negro es quizás el ejemplo más claro de esto»[4].
La nueva camada de dibujantes y guionistas deciden cambiar el nombre de lo que hacen y remplazan el término de historieta por el de cómix (préstamo del underground norteamericano) en un claro intento por reivindicar sus propios bríos y distinguirse de la antigua tradición: «En el fondo se trataba también de tiempos en los que todos queríamos expresar algo. Nos encontrábamos en plena dictadura y prácticamente todo lo que nos interesaba estaba prohibido o, por lo menos, mal visto. Entonces comenzamos a producir nuestros propios discursos. Con las mínimas y escasas armas que teníamos, con incipientes habilidades para el dibujo y el guión y con apenas algo claro de lo que se trataba realizar un cómic [...]. Estaba naciendo con nosotros un tipo de publicación, a imitación de los norteamericanos, que pronto tomó el nombre de underground»[5].
La primera revista en aparecer en kioscos es Ácido, surgida gracias a la iniciativa de Pablo Alibaud, Daniel Turkieltaub, Osvaldo Sacco y Charles Smith en diciembre de 1987. Antes ya había surgido Beso Negro, un proyecto de Carlos Gatica, Udo Jacobsen y Lucho Venegas, fechado en 1986. Le siguen Trauko, bajo el empuje de los españoles Antonio Arroyo, Pedro Bueno y la argentina Inés Bagú, en Marzo de 1988; Bandido, dirigida por Javier Ferreras en abril de 1988; El Cuete, al mando de Patricio Zamora en 1988 y una reaparecida Matucana, impulsada por Alfonso Godoy en enero de 1990.
Figura 2: Portada del number 18 de la mítica revista Trauko. | Figura 3: El no. 4 de la contestaria revista underground Beso Negro. |
Los contenidos de algunas de estas nuevas publicaciones son a ratos balbuceos adolescentes y la calidad de los trabajos resulta irregular. Muchas de las soluciones gráficas no son siempre afortunadas, pero se convierten en un estallido que canaliza efectivamente toda la rabia, frustración y deseos de comunicar de toda una generación. Muchas de estas publicaciones, sobre todo en sus primeras ediciones, completan sus páginas con material extranjero publicado sin permiso de sus autores en un intento por aumentar las ventas, o tal vez simplemente de llenar las páginas de una nueva historieta que está comenzando a dibujarse: «Estábamos descubriendo tantas cosas que no podíamos parar, queríamos que todo el mundo se enterara de que estábamos ahí y que teníamos algo que decir, aunque ni siquiera nosotros tuviésemos del todo claro qué es lo que queríamos decir. Entonces optamos por decirlo todo, de una vez y agolpado, remedando todo tipo de estilos y discutiendo entre nosotros [...]. Era una manera de entusiasmarnos y darnos ánimo para emprender proyectos que no tenían parangón en Chile»[6].
La irreverencia, la rabia, la lucha callejera, el sexo y las drogas se convierten en temáticas recurrentes de la nueva generación de creadores. De entre las pocas revistas que, salvando la valla amateur, logran llegar a los kioscos, varias de ellas padecen la censura y requisamiento de algunas de sus ediciones consideradas pornográficas por la moral oficial. Para el dibujante y diseñador Ricardo Vega: «Existía la necesidad de expresar, de abrir la boca, de decir algo.
Existía una estética, el disfraz oficial era la rabia y el modelo de la movida española, pero había también una fuerte sensación de orfandad, un no sé lo que quiero, pero lo quiero ya».
Los culpables de todo
Abundan las chaquetas largas, los abrigos negros, los militares en las calles, los ojos y labios pintados, los raros peinados nuevos, los niños aspirando neoprén y las primeras protestas masivas contra Pinochet. Las viñetas de los noveles autores empiezan a dar cuenta (consciente e inconscientemente) de esta ebullición social y luchan por encontrar aires nuevos en medio del sofoco. «Hubo mucha onda new wave –nos cuenta Vega–, la autogeneración de una identidad transplantada. Por un lado estaban los hijitos de la new wave que dibujaban su mitología, por otro los que dibujaban la realidad, y finalmente unos pocos que buceaban en su interior. Para mí estos últimos eran los más interesantes. Dibujaban para ellos mismos y sus fantasmas».
Jóvenes dibujantes como Karto y Yo-Yo destacan en la vertiente más cercana a la new wave de la que el primero de ellos fue un verdadero icono. Su visualidad muy influenciada por la movida española y su sensual «Kiki Bananas», alimenta los sueños húmedos de parte de la generación de la década del ochenta. Frecuentes, en muchos trabajos de la época, son las portadas con rostros rabiosos y desencajados por un grito dado a todo pulmón y las historias con voluptuosas mujeres ofreciendo sus cuerpos a seres destrozados, personajes incapaces de amar. Sexo anómalo, enfermo, en un Chile ídem, como en las páginas de «El conde de Matucana» de Ricardo Fuentealba, especie de vampiro ávido de sexo, tiernos cuellos y turgencias varias. Otro caso emblemático es el de «Checho López», personaje creado por Martín Ramírez y que narra las desventuras de un perdedor y borracho consuetudinario. La historieta muestra sus peripecias de hombre común y sin dinero, especie de crónica social y de humor que se mueve en el ámbito de una historieta tributaria de la marginalidad, suerte de reflejo más oscuro del «Condorito» de Pepo.
Figura 4: Una viñeta del fascinante imaginario de Claudio Galleguillos (Clamton). |
Figura 5: «El antipoeta Sanhueza»: una mirada crítica al mundo del artista under por el humorista gráfico Christiano. |
Los colectivos de la década del noventa
En 1990, con el advenimiento de la democracia, una a una las revistas independientes desaparecen para sumir a la historieta local en un letargo solo remecido eventualmente por una escasa, pero potente producción de autores independientes. «A fines de la década del ochenta y principios de la del noventa –afirma el guionista Antonio Lobos– aparecieron tres publicaciones que muy pronto se convirtieron en un referente de la cultura de la época: La Abuela Fuentes, Anarko, Pato Lliro. Todas ellas eran producto de la autogestión de sus respectivos creadores –Germán Miranda (Asterisco), Juan Carlos Cabezas (Jucca) y Christian Gutiérrez (Christiano– y circulaban en ediciones limitadas artesanales o semiartesanales, de venta mano por mano o en las escasas tiendas de historietas de esos años»[8]. Jucca, Asterisco y Christiano pintan sus respectivos antihéroes, con un humor reflexivo, creando verdaderas postales de la marginalidad que al paso de los años han demostrado gozar de excelente salud y actualidad.
El reconocido periodista Francisco Conejera funda la revista musical El Carrete y más tarde la revista de rock e historieta La Mancha, con Karto como editor y cobijando en su interior a una serie de novísimos dibujantes como Kampf, Vampiro, Kobal, Ricardo Vega, Mac (creador de «Los melomaníacos»), Cassidy, Punky, Francisco Mendoza y una variopinta fauna de adolescentes y esporádicos colaboradores que llenan de rabia y rock and roll las páginas del pasquín.
La del noventa es la década en que los historietistas chilenos se ponen al día en la producción de cómics mundial, gracias en parte a la aparición de tiendas especializadas como Crazy All Comics. Llegan al país las ediciones españolas de las obras fundantes de Frank Miller, Bill Sienkewicz, Alan Moore, Neil Gaiman y Grant Morrison, entre otros. La avalancha abruma y golpea a los lectores que, en pocos meses, disfrutan y absorben de una sola vez, y con retraso, una evolución que tardó varios años en producirse.
Pero la del noventa parece ser también la década de los colectivos artísticos y de la libertad creativa. El grupo Kiltraza nace liderado por Rodrigo Salinas y Rodrigo Adaos. El grupo incursiona en la gráfica experimental dejando un puñado de notables publicaciones. Incursionan en la música con Sonora Kiltraza, en el fútbol con su homónimo club deportivo y en pantagruélicas performances dominadas por el azar y con la recurrente presencia de Carlos Lechuga, su actor fetiche. Kiltraza es todo un mito que aún hoy cuenta con gran cantidad de antiguos y nuevos seguidores. La agrupación artística (que continúa viva hasta hoy) ha producido en su larga vida una serie de publicaciones tan irreverentes como imprescindibles para entender el underground gráfico e historietístico de la década del noventa. Sin un peso en los bolsillos Kiltraza forjó su leyenda a punta de publicaciones fotocopiadas y luego impresas en pequeños tirajes y con un sistema de venta por mano, a la medida de sus lectores incondicionales. Antológico es el número Kiltraza Cero, cuyas portadas se hicieron con materiales del ex-piso de la sala Agustín Siré del departamento de teatro de la Universidad de Chile. En la actualidad parte del grupo sobreviviente es liderado por Rodrigo Adaos y continúa realizando conciertos con la Sonora Kiltraza y esporádicas publicaciones como «Niñitos símbolos, proceso de rehabilitación ineficaz», «Nautópica Kiltrasaland in progrés», «Chucho Raza», «Maputxe», e incluso incursiones literarias como «El azar absoluto de la voluntad». Actualmente editan el fanzine Fiesta, que se realiza a partir de las colaboraciones producto de convocatorias abiertas a diseñadores, artistas visuales e historietistas.
En esta década nace también el colectivo Ergocomics que agrupa a dibujantes de la década del ochenta y a nuevos talentos. El grupo se conforma en torno a la edición de tres álbumes de historietas agrupados bajo el título de La Ruta de los Arcanos. Con ellos inician una serie de cuidadas publicaciones independientes como «Ojo Bizarro» y «El Antipoeta Sanhueza» de Christiano; «Horacio y el Profesor» de Gonzalo Martínez; «La Dispersión del afekto» de Reyes, Vega y Christiano; el libro «Fragmentos terminales» de C. Reyes y el libro de teoría: «Leyendo cómics. Guía introductoria al lenguaje de la historieta» de Udo Jacobsen, entre otras publicaciones. El grupo mantiene en la actualidad un completo sitio web dedicado a la historieta chilena y latinoamericana con artículos, entrevistas y cómics on line. Desde el 2003 se encargan de realizar un evento anual, «El día de la historieta», que comprende exposiciones, concursos, la publicación de un anuario y un premio al trabajo de grandes figuras chilenas dedicadas al arte bidimensional.
El diseñador e ilustrador Ricardo Vega es otro de los autores que comienza a perfilarse en esta década. Con sus publicaciones «Sopa para uno» y «Electro-encéfalo-grama» pone un énfasis en el trazo, en el dibujo mismo: «la mano –dice Vega– te permite un control físico del dibujo, de la línea [...]. Dibujar es un acto del cuerpo entero, no solo de la punta de los dedos. Es como si la mano fuera una extensión que registrara tus procesos mentales [...]. Lo digital permite equivocarse, volver atrás, de alguna manera elimina el temor a la página en blanco, que en el fondo es el temor al error y a manchar la virginidad del papel».
Otro tándem creativo digno de mención es el formado por Mauricio Herrera en dibujos y el editor y dueño de Visual Ediciones, Javier Ferreras en guión. Ambos crean «Diablo», suerte de superhéroe que flirtea con el horror y la acción. El personaje encuentra eco en el público joven ávido de aventuras, la cuidada edición en colores se distribuye en kioscos y alienta las esperanzas de publicación de los nuevos creadores. Miguel Higuera, destacado guionista –quien ya había trabajado junto al dibujante Christiano en el fanzine Barrio Sur, cuna del popular «Pato Lliro»– crea su propio personaje: Sicario. Un adolescente que bascula entre estudiante de enseñanza media y asesino a sueldo. Los precisos guiones de Higuera, con clara influencia del nuevo cómic norteamericano, se publican (nuevamente bajo la gestión de Javier Ferreras) en un tomo unitario titulado «Sicario. Bocetos de una historia» con dibujos del uruguayo Diego Jourdan, Jucca, Martín Cáceres, Félix Vega, Christiano, Kampf, Ficum, Juan Salinas y Carlitro.
El guionista y dibujante Zombie, devenido posteriormente en Dr. Zombie y hasta hace poco en productor de la radio Rock & Pop, es el responsable de un hecho insólito en la década. Funda su propia editorial independiente –Dédalos– y edita gran cantidad de material que se distribuye a lo largo de todo el país en cuidadas ediciones en colores y de periodicidad mensual. Entre sus publicaciones destaca una saga de aventuras de su propia autoría: Rayen y los números autoconclusivos: «Kick Boxer» y «Sicario». Desafortunadamente Dédalos se pierde a sí misma en el laberinto financiero y cierra definitivamente al poco andar. Todas estas experiencias editoriales tienen vida breve. Todo parece indicar que: a) la historieta como mercado no funciona; b) que los intereses de los creadores no están en consonancia con los del gran público o; c) ninguna de las anteriores. Lentamente los historietistas de la década del noventa despliegan nuevos temas en lo narrativo, pero aún miran con devoción a los grandes autores ingleses y norteamericanos del momento.
El 2000: la camada novísima
Al comienzo de la década Andrés Lozano en guión y Víctor Calderón en dibujos crean la interesante saga de «Santomas», que editan bajo el sello Aequinus Comics en colores. En ella cuentan una novedosa historia. Se trata del modesto padre Tomás, un cura de una capilla de población que se ve obligado a defender a sus feligreses de la amenaza del narcotráfico y decide hacerlo disfrazado del justiciero Santomas. La aparición de la historieta contó con una saludable exposición mediática, poco habitual para la escena local, pero común para el género de los vengadores enmascarados.
Figura 7: Primeta página de «La Isla del no» de Rodrigo Salinas: una descarnada visión de la transición democrática chilena. |
Por su parte, La Nueva Gráfica Chilena (LNGCH) ha entregado una ejemplar cantidad de publicaciones como «La foto normal», «La inconmensurable Machupichulandia (Into the Hive)», las letras «A», «E», «I», «O», «U», centenares de stickers, postales y una serie de publicaciones recientes agrupadas bajo el nombre genérico de La Nueva Galería de Bolsillo, colección que sus editores cerrarán al alcanzar los 100 ejemplares. Solo desde mediados del 2005 hasta fines del 2006 ya han sido editados los ocho primeros números de este centenar y que, en estricto orden, presentan trabajos de la propia LNGCH, Pablo Castro, Salinas, Rodrigo Lagos, Christiano, Carlos Lechuga en contubernio con Rodrigo Salinas y un ejemplar de iconografía urbana contemporánea de varios autores. La vida del colectivo se debate en la actualidad entre sus múltiples publicaciones y exposiciones varias.
La enjuta y pálida Cristina «Niktálope» Arancibia, estudiante de arte, edita Niktálope, su propio fanzine en el que combina su predilección por los tanques, los gatos, los muñecos, la segunda guerra, William Burroughs, y «La sociedad del espectáculo» de Guy Debord. Ilustra sus pesadillas con dibujos de estética feísta y collages de zombies, robots, esqueletos. A menudo sus dibujos parecen visiones de Auschwitz. Sus textos son una combinatoria de citas de autores y definiciones sacadas de diccionarios que recorta y pega sobre la página, o que simplemente rescribe con su característico estilo. Ella misma vende sus revistas, cajas, posters y tarjetas impresas en láser y en fotocopias en colores y blanco y negro. Uno de sus últimos trabajos es una versión libre de la historia de la condesa sangrienta Erzébet Bathory.
Jéssica Espinoza es una joven silente y observadora que crea nicks como Realidead o Hhigienissicadiscreción, pero que habitualmente responde también al nombre de Jéssica Espinoza. Entre sus publicaciones están los collages de «Manos mecánicas» y sus inquietantes dibujos en alto contraste para Común. Jéssica usa en sus ediciones cartón corrugado, serigrafías y fotocopias. Su particular y hermético universo está muy cerca del diseño y la ilustración y admite muchas interpretaciones, con las que ella, por supuesto, no estaría de acuerdo.
Nicolás Silva (Nyco) Es un dibujante-guionista lleno de recursos y con varias ediciones independientes a su haber. Colabora en diversos colectivos de historieta autogestionada como Informe Meteoro y Tinta Negra. Nicolás posee un dibujo rico en detalles y texturas. Sus historietas siempre irreverentes, exhiben un tipo de humor negro y sin concesiones. El prolífico Carlos López (Coky) ha dado vida a una serie de estrafalarios personajes muy cercanos a la sensibilidad infantil como «Vladimir», «Chupacabras», «Sabanitas’» y «Kiwis». Ensus trabajos, Coky exhibe una muy particular forma de entender el mundo y el humor.
De Valparaíso con amor
La quinta región ha sido siempre cuna de grandes autores, un foco rico en eventos de historietas y un caldo de cultivo para dibujantes de humor. Uno de sus representantes más emblemáticos es Jucca con su reflexivo y pelilargo «Anarko», personaje al que en la actualidad ha abandonado completamente, para continuar con sus cuotas de ácido humor en las páginas de sus recientes historietas que parodian a films de gran éxito como «Star Mal», «X-Cremen», «Matutex», «Harry Poto de Botella» o «Spuberman». Jucca es uno de los gestores del sitio web www.comicchile.cl. De la plumilla de otro talentoso dibujante oriundo de la región y habitual colaborador de Jucca, llega el cartoon perverso y psicótico. Se trata de Marko Torres con sus revulsivos «Hermanos Rata». Torres es uno de los pocos jóvenes dibujantes chilenos que ha accedido a las grandes editoriales con un libro de historietas para todo público.
Figura 8: Capitán Chile, creación humorística de Cristian Díaz (Tec), un superhéroe a la chilena. |
Cristian Díaz (TEC), también de la quinta región, es el creador de «Capitán Chile», un superhéroe porteño que sobrevuela los ascensores de Valparaíso. TEC confidencia en un texto publicado en el número 6 de la serie, que su creación es un homenaje a una antigua fotonovela llamada «Capitán Chile», «donde un anónimo actor encarnaba a un luchador virtuoso que seguramente se alimentaba con una rica cazuela o plato de porotos con riendas antes de salir a castigar a los delincuentes» y aunque TEC reconoce jamás haberse topado con un ejemplar de aquella mítica (y acaso apócrifa fotonovela) ha decidido retomar la tradición y dibujar su propio paladín de la justicia para canalizar su peculiar sentido del humor. En el mencionado episodio 6, el malvado alienígena Ozamu Bin Alien, aterriza en Pancho City para arrebatarle parte de su invaluable patrimonio: el pequeño Colorito (versión «retardo mental evidente» de Condorito) Chanza y chimuchina a destajo en esta historieta de humor super héroico. TEC es además un estudioso de la historieta chilena y ha dedicado largas páginas a su estudio historiográfico. Financiado con aportes estatales se ha dedicado a realizar una serie de charlas educativas destinadas a colegios en las que hace un recorrido histórico a través de algunos de los más emblemáticos trabajos de nuestra historieta.
Varios de los creadores de la quinta región como Pato González, Jucca («Anarko»), Marko Torres («Los Hermanos Rata»), Renzo Soto («Supevaca») y TEC («Capitán Chile») aunaron fuerzas y crearon la reciente Nalga Comics, pasquín de humor de distribución gratuita que cuenta además con trabajos de Christiano, Mac, Abbay, Romina Toro, Máximo Kalfuman, Aldo Ruiz, Nelson Soto y Aterisko.
Los colectivos del nuevo siglo
La nueva generación de historietistas abre los temas a nuevos derroteros y una vez más la vieja consigna de «Chile, país de poetas» es negada por la de «Chile, país de humoristas» y el humor parece ganar la partida. La búsqueda de la primera década del siglo XXI comienza de la mano de nuevos (y más informados narradores) cuya bandera parece centrada en el desarrollo de una síntesis que quiere mezclarlo todo en una mirada distanciada, desprejuiciada e irónica de la realidad.
El colectivo Tinta Negra, conformado por guionistas y dibujantes jóvenes, logró permanecer en el tiempo con una publicación homónima de historietas que logró permanecer en el tiempo gracias al esfuerzo de sus integrantes. No obstante, hoy el colectivo ya no existe. Sus miembros más estables fueron Felipe Villarroel, Ariel Cid, Demetrio Babul, Ítalo Ahumada, Carlos Eulefí, Lorena Pérez, Claudia Valiente, Gabriel Hernández y Nicolás Silva. Sus historietas dan cuenta de un amplio universo gráfico y temático. Tinta Negra se pasea por el humor, el drama y la aventura. No hay límites para sus contenidos. La impresión digital hace que la revista tenga una muy buena presentación y entre sus páginas se vislumbra el imaginario de lo que se viene. Los muchachos venden su revista en cuanto evento de historietas se produce y en cada número invitan a algún guionista o dibujante a escribir el prólogo de la revista, dejando al redactor invitado en total libertad.
Figura 9: Portada del popular fanzine de creación colectiva de Irenkomics Informe Meteoro. |
El Sindicato de la Imagen, es otro incipiente y entusiasta grupo que mezcla ilustración, diseño y textos en productos de bajo costo que incluyen un manual de instrucciones para que sus lectores se animen a construir sus propios fanzines. Revistas literarias y políticas autogestionadas como Casa Grande, Barco Ebrio y Mercado Negro han albergado también en su interior páginas de humor gráfico e historietas. Digna de mención es la revista de humor negro La Momia Roja, que se publicó brevemente como suplemento gráfico de la revista literaria La Calabaza del Diablo. La Momia Roja, actualmente solo disponible en internet, es dirigida por Christiano y cuenta entre sus colaboradores a dibujantes señeros como Palomo y Hervi y a talentos más recientes como Jorge Varas, Rodrigo Salinas, Pedro Peirano, Leonardo Ríos, y a destacados artistas extranjeros como los argentinos Langer, Mariano Ramos, Furnier y Angonoa, y el cubano Alén Lauzán. La revista incorpora una hilarante fotonovela con un staff fijo: Loreto López, Garryflex, Reyenstein y Stephens. La Momia Roja se erige como la gran esperanza del nuevo humor chileno. De reciente aparición es El Mono Juliao, suplemento de humor de The Clinic que (no por casualidad) cuenta entre sus filas a buena parte del staff de La Momia Roja.
Milton Izurieta y Jorge Toro son los cerebros detrás de Sin Huesos. Según reza su declaración de principios: «Sin Huesos es una agrupación artística, basada en la autogestión, con el fin de poseer el control y la libertad absoluta en su obra». El resultado final es una revista experimental en la que sus autores se exponen a destajo. Las páginas llenas de automatismo de Toro, cohabitan con la particular mirada sobre el mundo de su camarada Milton. La pareja artística ha invitado a otros autores a colaborar en las páginas de su revista, al tiempo que incursionan también en largas performances. Simultáneamente, Milton se ha abocado a la realización de un exitoso evento anual de historietas en Puente Alto, y Toro le habla al mundo desde Tierra Urbana, su propio programa cultural, que se emite por Radio Tierra todos los viernes a las 15 hrs.
Figura 10: Viñeta del fanzine El Agua de la Eeterna Sed de Franco Rampoldi (Ediciones Éter). |
Dos opiniones y un epílogo
No obstante lo expuesto, Ricardo Vega recapitula el presente de la historieta chilena con cierta distancia crítica: «Pensábamos que estábamos en el ensayo del estallido, en el momento previo al orgasmo y que todo lo negado durante la dictadura militar iba a estallar en todos lados. Teníamos las ganas basadas en la esperanza y pensábamos que el cambio iba a ser automático porque ya no había enemigo. Pero no hubo esa voluntad, y hoy día seguimos con intentos aislados, sin movimiento, sin escena y con el fantasma de decir lo propio en un contexto que aún no es propicio a la creación».
Figura 11: Viñeta de «Road story». Gonzalo Martínez adapta la nouvelle de Alberto Fuguet para la multinacional Alfaguara: un hecho histórico. |
Para el humorista gráfico Christiano (creador de «Pato Lliro», el libro objeto «Ojo Bizarro» y las tiras cómicas «El antipoeta Sanhueza», «Juanita Lacrimosa» y «Cucho y Cata») en la actualidad la historieta chilena se mueve entre dos aguas: «Continúa la misma conversa... que la crisis editorial, que los editores no pescan, todo parece viajar atrás en el tiempo, volver a los ochenta y noventa, pero hay nuevos rostros, nuevas revistas y –lo mejor– renovadas ganas».
«Road Story», editada por Alfaguara. Por primera vez una historieta es publicada por una editorial multinacional. Los dibujantes Juan Vásquez y Rodrigo Elgueta distribuyen la revista Platino con gran éxito. El web site www.mortis.cl retoma la herencia del reconocido personaje de terror chileno de la década del sesenta, «El siniestro Dr. Mortis», creado por el prolífico guionista Juan Marino, y publica on line la serie mensual In Absentia Mortis con trabajos de Mauricio Ahumada, Vicho, Brian Wallis, Ítalo Ahumada, Francisco Inostroza, Huicha, Daniel Mejías, Alfredo Rodríguez, Andyjack, Cráneo, Patricio Alfonso y Pedro Hermosilla. El colectivo está a punto de reditar los primeros números de esta serie de la década del sesenta en un intento por recuperar parte del patrimonio historietístico del desaparecido Juan Marino. Vicho y Reyes, que ya compilaron en «Monos chistosos» una mirada al humor gráfico local, preparan para marzo del 2008 una nueva compilación de historieta chilena de más de cien páginas de historietas inéditas. El escritor Omar Pérez publica su «Breve historia del cómic en Chile». Christiano, Andrés Pizolti y compañía crean la revista Ronckanblus, explosiva mezcla de rock, humor e historieta.Figura 14: Portada de Christiano para el recopilatorio de humor «Monos chistosos». |
Y así, año tras año, decenas de estudiantes siguen realizando tesis y documentales sobre el género de la historieta, refiriéndose a ella como si de un tibio cadáver se tratara. Periódicamente se habla de historietas en los medios, pero se retoma el viejo tema de la crisis editorial y la falta de lectores. Paradójicamente los autores siguen desmintiendo aquello, produciendo y autoeditando sus trabajos (y explorando lentamente nuevos géneros y estilos) por el mero placer de verlos inscritos sobre el papel, haciendo que las publicaciones independientes continúen multiplicándose, conformando un panorama creativamente auspicioso y disímil que, no obstante, sigue los pasos de la autogestión y de la distribución en pequeños reductos de fans e iniciados, sin mayor impacto.
Y, sin embargo, se mueve. Al terminar de escribir este artículo, la historieta chilena goza de plena vitalidad, lo que no es óbice para que muchos de sus autores sigan fuera de un circuito cultural que los ignora (solo recientemente uno de los fondos gubernamentales ha vuelto a incorporar a la historieta en una de sus categorías), dibujantes fuera de un círculo del arte que desprecia el género, artistas lejos de la gestación de una incipiente industria editorial, y más lejos aún de alcanzar la atención de un público masivo. Las nuevas expresiones se siguen desarrollando contra viento y marea, y lo que resulta más desafiante (y positivo), contra toda expectativa. Y tal vez a la historieta no le importe estar fuera del límite, tal vez guste de ser un arte excéntrico (en el límite) para así dar cuenta, sin restricción, de sus propias preocupaciones. Parafraseando a Mark Twain diremos que la historia no se repite, pero al menos rima, y lo que ya se dijo de la década del ochenta, bien podría aplicarse al diverso presente de nuestra historieta autogestionada e independiente: «aparece en Chile como una necesidad más que una opción».
Algunos sitios web y blogs de interés
http://www.ergocomics.cl
http://www.mortis.cl
http://www.leorios.blogspot.com
http://christiano-g.blogspot.com
http://www.capitanchile.cl.kz
http://www.markotorres.cl
http://www.womics.cl/blog
http://www.comicchile.cl
http://www.meliwaren.cl
http://www.futurocomics.blogspot.com
http://www.colectivoaardvark.cl
http://karlohumor.blogspot.com
http://www.todovasalirbien.cl
http://elmahumor.blogspot.com
http://irenkomics.blogspot.com
http://www.jucca.cl
http://www.juanvasquez.cl/galerias/index.htm
http://sin-huesos.blogspot.com
http://kiltraza.blogspot.com
http://www.etertaller.blogspot.com
http://lamomia-roja.blogspot.com
NOTAS