Pañella siempre fue un humorista aparentemente peleado con la línea (debido a su estilo suelo, desmadejado) pero que curiosamente se formó para ser esclavo de ella (estudió para delineante, aunque no llegó a desempeñar ese oficio).
Se arriesgó con el humorismo y comenzó su carrera en la recién fundada revista Tío Vivo, en la que entró de la mano de Conti, con una serie protagonizada por un faquir, Raskalana, la cual se ofrecía en la última página de la revista. Colaboró en otras publicaciones de Bruguera (Can Can, El Capitán Trueno Extra, Mortadelo, Zipi y Zape y otras), aportando viñetas o alguna serie corta y singular, porque utilizaba su propia persona como personaje paródico (Pañella, el loco).
En los años sesenta, desvinculado de Bruguera, colaboró también con variados editores y en muy distintas cabeceras, sobre todo a partir de 1963, amoldándose tanto al humor blanco e infantil como a la sátira más adecuada para los adultos: La Risa (aquí trasladó a su querido fakir, El fakir Haga Pito; y también creo la serie del locutor Pepe Durante), Rififí, L’Infantil (destacó su serie El Pardal Pascal), Barrabás, Mata Ratos, Pepe Cola, El Pito, La PZ, Solidaridad Nacional, Strong, Tele Guía y Tele Cómico, revista esta en la que fue redactor de textos y dibujante con varios seudónimos. Pero, posiblemente, la cabecera en la que halló mejor acomodo fue TBO, revista para la cual dibujó casi veinte años de su vida.
Fue uno de los humoristas ligado a la historia de la revista Lecturas, de gran difusión, en la qu entró por consejo de su colega Beltrán. También dibujó para el extranjero a través de agencia. Fue abandonando la profesión según menguaba el siglo, siendo sus últimas viñetas las destinadas a la revista El Martinet.
Por su dedicación, recibió un premio de Radio, Prensa y TV en 1979.