Guionista de historietas, creador de series clásicas como Inspector Dan, Dr. Niebla o El reporter Tribulete y técnico editorial en Bruguera, donde destacó como figura preeminente en la coordinación editorial de muchos títulos básicos de la alineación de publicaciones de este sello.
Nacido en Burgos, en la antigua región llamada Castilla la Vieja, pronto se trasladó a Barcelona con su familia donde hizo de la escritura y del periodismo su carrera profesional. Trabajó como periodista en diarios como La Noche o La Vanguardia durante los años treinta, adoptando una postura claramente afincada en la izquierda ideológica, pues militaba en el partido socialista. Tras el estallido de la guerra civil tuvo que exiliarse en Francia y, a su vuelta, fue represaliado y se vio obligado a abandonar el periodismo y a pervivir como carbonero mientras seguía escribiendo literatura de quiosco. En el ámbito literario escribió una treintena de libros durante los primeros años cuarenta, de vaqueros o de suspense (aunque el título de la colección donde publicó la mayoría era Superhéroes); algunos los escribió bajo seudónimo, y entre ellos hallamos el nacimiento del Dr. Niebla (dos novelas, circa 1946).
González vio una dedicación profesional adecuada la de escribir historietas a mediados de los cuarenta. De hecho, fue contratado específicamente por Francisco Bruguera para ocuparse de recobrar la cabecera Pulgarcito, para lo cual reunió a un equipo de autores jóvenes y de calidad y logró hacer de la revista un producto realmente original y muy atractivo (pese a que en sus primeros números hizo un vertido de frustraciones y miedos). En sus páginas, y en las de otras revistas de Bruguera, fue creador o coguionista en algunas de las series más importantes de la historieta de finales de los años cuarenta, pues en 1947 de su pluma salieron los guiones de series como Silver Roy, El reporter Tribulete, que en todas partes se mete, Las tremebundas fazañas de Don Furcio Buscabollos, El inspector Dan. En 1948, los de: El inspector Bruce, Don Berrinche, Sangre en Bizancio (memorable obra histórica dibujada por Ángel Pardo), Canuto, Doctor Niebla (trasvase a la historieta de su propia criatura literaria) y Águila Negra (un superhéroe a la española que dibujó Ripoll G.).
Según iba cosechando la confianza de Bruguera, González fue acumulando responsabilidades en la redacción, hasta el punto de que todos los nuevos proyectos, personajes o series, eran revisados y aceptados por él. Además, se ocupaba, a modo de editor de cierre, de revisar todos los textos que se publicaban en Pulgarcito, El Campeón o la primera época de El DDT contra las penas, de modo que el lenguaje repleto de palabras arcaicas que caracterizó las historietas de Bruguera es en gran parte obra suya. Esta obcecación por controlar la edición de principio a fin le acarreó fama de hombre distante, cascarrabias y hasta tiránico (según recordaba su sobrino González Ledesma en La novela popular en España (libro 2, 2001), aunque también fue un profesional de la edición que supo mantener un equipo prolífico y eficaz*, e introdujo en la historia de los tebeos firmas como González Ledesma o Víctor Mora, que harían las delicias de los lectores de tebeos durante décadas.
Rafael González trabajó en la redacción de Bruguera desde aproximadamente 1946 y hasta 1978, desempeñando no sólo labores de guionista y corrector, también las de coordinador, director artístico, editor y director de la agencia Creaciones Editoriales. Fue, según Jordi Bayona: inteligente, creativo y culto pero introvertido y tímido; educado y distante, pero exigente e incansable a la hora de trabajar. Los profesionales que se han manifestado sobre González han declarado sentir más o menos afecto por él, pero todos coinciden en algo, en la frase que acuñó Francisco Ibáñez: "Bruguera era él".
[*] Se alude a la eficacia en relación a la obvia calidad editorial de los productos editados bajo la supervisión de González, que mantuvieron una periodicidad controlada y cosecharon un éxito comercial creciente bajo su gestión. No se dispone de los datos suficientes para aclarar si estos beneficios para la empresa fueron logros de González o de otros gestores de Bruguera, así como no está demostrado que fuera Gonzalez y no Francisco Bruguera u otros directores de la editorial quien "explotó" -en palabras de algunos familiares, autores y críticos- a los técnicos, guionistas y dibujantes que trabajaron en aquellas publicaciones.