La infancia es un
mundo pequeño que se recrea en todo aquello que puedes romper (y
pisar, doblar, aplastar, quemar, desmembrar, abrir) con meticulosa
atención. Cuando se goza de pocos años el paraíso de patas y alas
que se presenta por todas partes es demasiado apetecible como para
no jugar a ser un audaz zoólogo, forense, en la mayoría de
ocasiones. Así, un Walt Disney impúber, y Esopo antes de el, también
debieron de atrapar alguna vez un escarabajo de entre los arbustos
para a continuación arrancarle una pata, otra pata, un elitro, el
otro, otra pata, un ala, la cabeza, el otro ala y las dos patas
restantes. Luego, el cuerpecillo seria aplastado con sendas piedras
y la cabecita seria atravesada por un hilo de pescar que tendría
otras de otros animalitos, como cuentas de colores en un collar.
Otras
experiencias, acaso menos sanguinarias, seguirían a esta: apedrear
gatos, cazar salamandras, conseguir colas de lagartija, subirse a un
burro, caerse del burro, ser mordido por un perro, reventar huevos
de golondrinas, criar pájaros, matar ratones, vigilar a las águilas,
ser mordido por otro perro... Luego, años después, la neblina de los
recuerdos se confundiría con una extraña vocación dando como
resultado extrañas historias con animalitos como protagonistas.
Ya en los años
sesenta, justo antes del Mayo del 68, entre las guerras de Corea y
Vietnam, entre los ovnis y el NAPALM, surge en EE UU un visionario,
Stan Lee, que, movido sin duda por años de tortura a la naturaleza,
decide crear un personaje, Spider-Man, con cierta manía obsesiva por
enfrentarse a supervillanos con peregrinas habilidades animales. La
sublimación de su violencia hacia el mundo natural es fácilmente
observable en esas continuas batallas entre el héroe (una araña)
contra El Buitre, el Dr Octupus (un pulpo), El Lagarto, El Buho, La
Mosca, EL Chacal.....
Bien, dejar pasar
todos esos personajes medio-animales, tan persistentemente
convergentes en la serie de Spider-Man, sin echarles un vistazo
critico, desapasionado pero funcional, es algo que se antoja
difícil. Sus poderes, tan variados como cabe esperar que sean una
lagartija y una codorniz, aunque de esto ultimo no hay ninguna
versión en mallas, son un desafió perenne a guionistas y dibujantes.
Crear personajes con cola, por ejemplo, es una necesidad freudiana
terriblemente tentadora que debería obligar a los personajes a andar
muy inclinados hacia adelante. El Lagarto, El Escorpion, son tipos
que llevan un apéndice que pesa decenas de kilos en la espalda y sin
embargo andan erguidos, verticales, lo que no deja de ser
sorprendente. Cualquiera que haya tenido muñequitos de plástico sabe
que el centro de gravedad debe caer en la vertical de la superficie
sobre la que se apoyan para estar estables. De pie. En caso
contrario se caen. Todos los años la industria juguetera
estadounidense pierde cientos de miles de dólares en demandas por
esto: dinosaurios que se caen de culo, excavadoras que no pueden
bajar la pala sin derrumbarse, héroes de plástico que no encuentran
acomodo en sus pies de bailarina, bailarinas con culo de koala que
solo pueden estar sentadas, doctores mutantes alienígenas cuyo
estetoscopio les obliga a andar de cabeza... Hay tantos ejemplos que
cualquier lista se quedaría corta.
Otros personajes
vuelan. El Buho y El Buitre, por ejemplo. Todo el mundo sabe que en
la naturaleza cada animalito esta adaptado a su medio, el águila no
solo es águila porque sea grande y vuele. Además de eso debe tener
unas garras para agarrar las presas, un pico para cortar su piel y
una vista aguda que le permita verlas de lejos. Volar en Marvel, sin
embargo, es sencillo, basta con un par de alas, un artefacto
antigravitatorio o un cohete. Nadie habla nunca de como se orienta
El Buitre cuando va a gran altura... y es que su vista no es gran
cosa. Y tampoco tiene el sentido 'magnético' de las palomas para
viajar grandes distancias sin perderse... afortunadamente, para
volar entre edificios en Manhattan, de un banco a una guarida, del
Daily Bugle al puerto, de un puesto de perritos a un Starbucks, no
es necesaria una vista sobresaliente ni un sentido de orientación
prodigioso. Yo, que no conozco la ciudad, admito que posiblemente
necesitase un mapa con muchos colorines.
Octupus, el
pulpo, tiene un arnés sujeto a su cuerpo del que salen radialmente
cuatro brazos mecánicos extensibles. Estos brazos deben ser
mismamente pesados, ya que en caso contrario no tendrían la
capacidad de noquear a Spider-Man, pero esto significa que Octavius
debe controlar siempre su centro de gravedad para no
desequilibrarse, lo que si bien no debe ser un problema para un tipo
tan inteligente, si tuvo que ser un engorro en su primera aparición.
Mas difícil es pensar como puede aguantar su cuerpo las tensiones a
las que lo somete su arnés cada vez que anda sobre sus brazos, o
como es capaz de caminar Otto con sus propios pies: ya hemos
observado que su extensión cibernética no puede ser demasiado
ligera. O, cuando usa esos brazos mecánicos para levantar cargas
(personas, mujeres, Mary Jane Watson Parker, trastos, etc.), como
logra fijarse al suelo cuando no esta directamente agarrado a el.
Desde luego, levantar a una persona con un par de brazos mecánicos
extendidos unos metros es imposible, salvo que los otros dos estén
prácticamente clavados en algún sitio. (Por supuesto, y aunque no
tenga lugar hoy, lo mismo se aplica a Reed Richards, la mecánica
suele ser inflexible, y mas aun con los astrofísicos).
Visto estos
ejemplos, que podrían ser mas, sin duda, uno se plantea como
solventar estos pequeños inconvenientes científicos, que
aparentemente hacen del Universo Marvel un lugar algo inhóspito para
los estudiantes de High School. Como ya vimos en el capitulo sobre
la gravedad, muchos problemas fundamentales se arreglan eliminando
masa. Si queremos que la cola del Lagarto o del Escorpión, o los
tentáculos de Octavius no desequilibren a estos villanos, ni que les
hagan andar de forma ridícula, lo mejor será hacerlos tan ligeros
como sea posible y con la mayoría de su masa situada lejos del
extremo. Una astuta solución es hacer estos miembros huecos,
cavernosos, ligeros, de forma que no desequilibrasen demasiado, y
con un pequeño deposito de liquido en su base, que podría bombearse
a su extremo únicamente a la hora de golpear a nuestro héroe, Peter.
En algún momento he pensado en rellenar de queso la cola del
Escorpión, lo admito, pero he creído que no seria buena idea si es
que uno pasa mucho tiempo en las alcantarillas.
Pensando ya en
otros personajes, para evitar que los malvados hombres / animales
voladores se perdiesen en una ciudad que no conocen, nada mejor que
un surtido de mapas en los bolsillos, y, si es necesario cambiar de
ciudad, nada mejor que el autobús, que es barato y seguro, sobre
todo si uno viaja sentado en sobre el techo.
Como conclusión
final, quiero señalar que, aunque he mirado detenidamente a La Rana
Saltarina, su diseño, su velocidad, su vocabulario, sus planes, su
salto, su fuerza... no hay NADA que no funcione. Debo decir que La
Rana Saltarina es, sin duda, uno de los supervillanos mas coherentes
que ha dado Marvel. Es verde, salta, no es muy listo, come cualquier
cosa, esta algo gordo: es REALMENTE tal y como debería ser. Quizás
sea por eso que ahora esta muerto.
Quizás no. |