Desde que nació entre pañales de colores, el mundo de los superhéroes
se ha movido entre dos géneros bien afianzados: la fantasía y la ciencia
ficción. La primera lo dota de frescura e imaginación mientras que la
segunda le da cierto carácter de verosimilitud científica a los desmanes
de esos personajes que pululan por el medio.
Cuarenta años atrás Stan Lee debía de tener en mente algo parecido
cuando se dedicaba a justificar la acción desaforada de Kirby mediante
textos de apoyo y diálogos (grandilocuentes, reiterativos e infantiles)
repletos de cháchara pseudocientífica. Este juego de escribir cosas que
no dicen nada, tan bonito, ha pasado años después a otros maestros como
Byrne, probablemente el hombre con menos pudor del género.
Pero no es este despliegue de fuegos artificiales semánticos el que
nos atañe aquí, sino algo mucho más cercano, pequeño, trivial: la
incoherencia científica. En unos tebeos en los que a veces se quiere ser
tan realista como sea posible es fascinante encontrarse con violaciones
de las leyes físicas que todos manejábamos en bachillerato... Para
paliar esto, propongo alterar, allí donde sea necesario, la física
básica que todos conocemos, salvando así la honra de nuestros queridos
guionistas. Pensemos en un ejemplo:
Cíclope, el mutante maldito con un poder destructivo e incontrolado
que surge de sus ojos en forma de rayo de fuerza. Impresionante. Letal.
Curiosamente atractivo para las pelirrojas con habilidades
psicocinéticas. Su rayo de fuerza (sea lo que sea esto, que gracias a
Dios nunca lo han intentado explicar demasiado) es una de las armas más
peligrosas y francamente caóticas de todos los X-Men. Es tan particular
que nos obliga a replantearnos la Ley de Acción y Reacción dentro del
Mundo Marvel.
Una posible redefinición sería: "Dos cuerpos cualesquiera bajo
interacción mutua ejercen, uno sobre otro, la misma fuerza pero de
sentido contrario, eso sí, no inmediatamente sino uno después de otro, y
siempre con la ayuda de una pared". Precioso principio. Con su ayuda
seremos capaces de comprender lo siguiente: Cíclope dispara su rayo de
fuerza. Éste cruza toda la sala de peligro y alcanza una pared. En ese
momento, no antes, Cíclope siente el retroceso del rayo. (Ay). O,
incluso, se podría entender esto otro: Cíclope está cayendo por un pozo.
Algo tenso, intenta frenarse disparando su rayo contra el suelo. Pero el
pozo es tan profundo que el rayo se disipa antes de tocar el fondo.
Cíclope no se detiene. Apurado, nuestro héroe dispara contra las paredes
del pozo. En ese momento se activa la Ley de Acción y Reacción y Cíclope
siente el retroceso, se frena y cae lentamente. Nuestro chico se ha
salvado. (Aplausos).
Se podría argüir que el rayo sólo ejerce una fuerza cuando impacta
contra algo, de tal manera que sólo tras reflejarse en un cuerpo más o
menos inamovible (que yo he llamado pared) y volver sobre Cíclope, éste
siente el retroceso, entendido éste como la fuerza que transporta dicho
rayo. Lamentablemente, aceptar esto, visto el ejemplo del pozo, nos
obligaría a revisar la Ley de Reflexión, que quedaría de esta manera:
"Cuando un rayo incide sobre una superficie es reflejado volviendo por
el mismo camino por el que llegó". Que no suena mal del todo pero que
haría inútiles todos los espejos del Universo Marvel. Entre otras cosas.
Tras considerar mucho estas dos modificaciones he decidido que la
primera es la que produce menos trastornos en la vida real, aunque
siempre que se sea generoso a la hora de adjetivar como 'pared' lo que
sea necesario. Sea éste pues, el primer paso en nuestra búsqueda del
realismo en el cómic de superhéroes. |