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ESQUEMA HISTÓRICO
DE LA HISTORIETA ESPAÑOLA DE TERROR, DE LOS ORÍGENES A LOS AÑOS
CUARENTA
Para un posible
análisis posterior en profundidad de la historieta de terror
española trazaré a partir de aquí un esquema de situación de los
principales ejemplos, con el detalle de algunas obras, autores y
editorial, es dentro de una división artificial por décadas, a fin
de facilitar a los estudiosos que deseen trabajar sobre esta
temática el acercamiento a una clasificación por género (con datos y
ejemplos concretos) en el contexto histórico de la historieta
española. Conviene insistir en que este esquema solo puede ser
productivo a partir del trabajo directo con los tebeos y, si es
posible, con la documentación editorial afecta al tema de
investigación.
ESQUEMA 1 / El
terror desde la cultura popular a la historieta.
Los cuentos
tradicionales del siglo XVIII y del XIX. Los “cuentos de hadas y de
miedo”, la literatura de “aviso”: Perrault, Grimm, etc. Los cuentos
populares recogidos en la literatura española del XIX y su difusión
entre niños y adultos. El terror para niños, educación y represión.
La literatura
de folletín y sus influencias sobre las literaturas populares y de
la imagen. Aventureros, bandidos y criminales. De los amores
prohibidos... a las torturas de la Inquisición. Arquetipos del
terror, ogros, gigantes, diablos, ahorcados redivivos, verdugos,
madrastras y brujas, asesinos... El terror alrededor de la mesa
camilla. Vengadores y héroes justicieros en una cierta acracia
furtiva...
Las novelas
por entregas para niños. Una industria fructífera: “plumíferos” de
alquiler e impresores / editores. Trasvase de lo tradicional y lo
folletinesco a los primeros relatos gráficos. El suspense del
continuará. Un terror a perra gorda, popular y populachero.
Nacimiento de
la historieta española (ca. 1873), dirigida a lectores adultos. Las primeras
historietas del siglo XIX, el terror psicológico en la vida real en
la obra de Apeles Mestres, Mecachis, Xaudaró y otros creadores de la
primera historieta española (vida diaria, aventuras lineales). El
humor costumbrista en la primitiva historieta española, reflejo de
la realidad. El género de aventuras, exotismo y un terror sencillo y
elemental.
ESQUEMA 2 / El
terror en las primeras historietas para niños
Reduccionismo
social e historieta en las tres primeras décadas del siglo XX.
Moral y
educación, la historieta “para niños”. Nacimiento de los tebeos como
soporte de la historieta.
Folletines y
novelas por entregas y primeros tebeos para niños. Principales
editores de los primeros tebeos: Buigas / El Gato Negro / Heras /
Magín Piñol / Marco, etc. Tebeos de
humor, de aventuras contra el moro, de piratas, de bandoleros, del
Oeste... historietas para niños (entre el primitivismo expresivo y
la infantilización). Pequeñas incursiones de la primitiva historieta
para niños en el género de terror en: Cuentos Infantiles
Pulgarcito, Cuentos y Aventuras Periquín, con
protagonistas como el asesino de niños, Blancanieves estrangulada
por su madrastra, diablos comedores de carne humana, el castillo de
los espectros, etc. Un terror tradicional desgajado de los cuentos
clásicos y de la literatura popular resuelto en narraciones gráficas
lineales.
Son los años
del cine expresionista alemán con elementos de terror: El
gabinete del doctor Caligari (1919), El Golem
(1914 y 1920), Nosferatu, el vampiro (1922), Sombras
(1923). También es cuando tiene lugar el desequilibrio social y
político de entreguerras.
ESQUEMA 3 / El
terror en la historieta española de los años treinta.
Los grandes
semanarios de historietas de la década. Renovación e innovación. Las aventuras
de suspense en los tebeos de Editorial Marco, la fantasía desmadrada
de Canellas Casals; de escritor de folletines a guionista de
historietas seudo científicas con toques de terror (“El Vampiro
Invisible”, “El Sabio loco”, “La mano que aprieta”, “Sam el gigante
en la terrible isla de los hombres-caimanes”, “La guerra futura”,
etc.) Aventuras “fantacientíficas” ingenuamente dibujadas por
Farrell, Darnís, Kif...con un importante porcentaje de terror.
La revista
Mickey de Ediciones Molino: La serie “El Castillo de los tres
Fantasmas” dibujada por Jaime Tomás, una clásica intriga de suspense
con mucho miedo de tipo tradicional y poco terror. Un guionista
fundamental: Huertas Ventosa. Primeros pasos de Freixas y Blasco por
la historieta.
Elementos de
terror en las historietas “La Ciudad aérea”, “El Universo en guerra”
o “El monstruo de acero” de la revista Pocholo, de Vives.
El gran cambio
de los años treinta: el cine de aventuras y las grandes series de
cómics del King Features Syndicate. Predominio del cómic de género
de aventuras exóticas en El Aventurero, Yumbo, La
Revista de Tim Tyler’s de la Editorial Hispano Americana
de Ediciones.
Los grandes
estrenos del cine americano de terror de Universal y su influencia
en la cultura popular de masas de la década: Dracula (1931),
Frankenstein (1931), Freaks (1932), La Momia
(1932), King Kong (1933), El hombre invisible (1933)
etc. De sabios locos, monstruos humanoides y castigos ejemplares o
la crisis del progreso. Escapismo a través del terror.
Los tebeos de
la Guerra Civil española. Cuando el terror cotidiano desborda a la
ficción. Continuidad de
los guiones “fantacientíficos” de Canellas Casals en Pelayos
y Flecha. Monstruos y ángeles. El terror de la guerra y su
reflejo sesgado en los tebeos “nacionales”. Castanys: De la sátira
política al linchamiento ideológico y humano cuando el humor se
convierte en terror. Los tebeos de los “rojos”, entre el humor y la
banalidad. Continuismo editorial bajo las bombas. Grave retroceso
narrativo, gráfico, artístico y como medio de la historieta
española.
ESQUEMA 4 /
Tebeos para después de una guerra: el terror en los años cuarenta
El renacer de la edición de tebeos
en los primeros años de la España de posguerra.
La guerra continúa...
Los años
cuarenta. El terror cotidiano de la represión: destierro, cárcel o
paredón (fusilamientos y garrote vil durante toda la década).
Guerrilleros en el monte. Hambre y frío, un país en ruinas, un día a
día sin esperanza. Sobrevivir en un país arruinado en un tiempo
oscuro y trágico. La crisis de la sociedad española de los años
cuarenta. El Precio de la Victoria. Las clases medias, el
proletariado y los pobres pagan. Depuraciones de funcionarios, de
maestros, de periodistas. Nuevas promociones de escritores para los
múltiples productos de la cultura popular de masas.
Lento volver a
empezar. La búsqueda de evasión, florecen las ediciones populares.
Un proceso causa-efecto, en este período se publican muchas de las
mejores historietas españolas de terror.
Vencedores y
vencidos. Las revistas del régimen del general Franco: Flechas y
Pelayos, Maravillas, Chicos, Leyendas
Infantiles, ¡Zas!, etc.
La historieta
española recomienza desde cero con grandes titubeos, en un país que
vive en silencio, aplastado por el miedo. Los inicios de la edición
comercial de tebeos en la posguerra por las editoriales El Gato
Negro / Bruguera, Hispano Americana de Ediciones, Ameller, Cisne,
Grafidea, Valenciana, Guerri, Marco, Saturno, Vives, Rialto, Toray,
etc., etc.
Aumento
espectacular de los aspirantes a dibujantes de historietas. Comienza
el auge de los tebeos que hará de esta década y la siguiente la
“edad de plata” de la historieta española.
Éxito e invasión de los cuadernos de
historietas de todo tipo y género, desde el humor y la
aventura hasta las hadas y el drama terrorífico. Marco se
estrena con cuadernos de historietas con guiones de Canellas Casals
y dibujos de Darnís, Boix, Lozano Olivares, Figueras. Nueva vuelta
de tuerca al terror tópico de los años treinta: “La bruja del
castillo”, “El foso de la muerte”, “El loco de la caverna”, “El
monstruo del campanario”, “Los vampiros del aire”.
Influencia del
cine y su trasvase temático de la pantalla a la historieta.
Predominio de los temas policiacos y de terror y de los seriales de
aventuras fantásticas. Editorial Grafidea (Barcelona) publica en sus
cuadernos de historietas diversas “versiones cinematográficas” de
terror: “El hombre invisible vuelve”, “La sombra de Frankenstein”,
“Alarma en la ciudad”, “El monstruo de acero”, etc. Editorial Rialto
(Madrid) publica en paralelo sus propias “versiones
cinematográficas” de terror: “La vuelta del vampiro Drácula”,
“Zaroff, el cazador de hombres”, “La Vuelta de Fu-Manchú”, etc.
Editorial Valenciana (Valencia) publica varias “versiones
cinematográficas” de terror en sus cuadernos de historietas “Los
tambores de Fu-Manchú”, “El misterioso doctor Satán”, “En la selva
del terror”, etc. Los autores
son en su mayoría nuevos dibujantes que empiezan, jóvenes y
desconocidos: Ibarra, Beyloc, Víctor de la Fuente, Gordillo,
Laffond, Vigil, López Blanco, Hernández Palacios, Blanes, etc., tan
mediocres (entonces) como los guionistas que adaptaban a la
historieta los argumentos de aquellas películas de terror.
Retazos de
terror en las revistas de Gilsa, primero en Chicos, la mejor
revista infantil de historietas de los años cuarenta. Una revista
reflejo de la ideología de la clase media y alta durante los años de
la posguerra en la España de Franco. Las primeras
historietas de Freixas, con guión de Huertas Ventosa, huyendo del
terror azul.... Canellas Casals continúa sus seriales de fantasía
científica y terror. Jesús Blasco y Cuto: aventuras a la americana
con mucha acción, ritmo acelerado y leves atisbos de terror.
Mis Chicas,
la revista “para niñas” más importante de los años cuarenta... hasta
la aparición de Florita. Partiendo frecuentemente de la
tradición oral, Jesús Blasco realiza para Mis Chicas las
aventuras de Anita Diminuta, que enlazan con el clásico cuento
folklórico de miedo y de terror, con sus horribles demonios, brujas
desdentadas, monstruos de pesadilla y malos malvadísimos... creando
un mundo onírico sin par y uno de los mejores ejemplos a estudiar de
la historieta española de terror infantil.
La editorial Bruguera alcanza un hito
en la edición de historietas españolas de terror durante los
años cuarenta tras renacer de las cenizas de El Gato Negro. Gracias a sus tebeos Pulgarcito, DDT,
El Campeón, junto con sus publicaciones infantiles, de aventuras
y de humor se afianza, crece y desarrolla como empresa editorial.
Entre la
escasa producción de la historieta de terror española, alcanzan
importancia especial los logros de Bruguera en dos líneas
específicas: El terror realista en sus historietas de acción y una
fórmula de terror satírico (que casi podríamos llamar terrorismo,
dejando de lado las concomitancias actuales de la palabra) que
prolifera en sus historietas humorísticas. Respecto a este último
hay que destacar el humor ácido, a veces agrio, que campea por
muchas de las historietas de Carpanta, Zipi y Zape, Doña Urraca, y
otros muchos personajes frustrados, desclasados, de vidas rotas, que
a veces llegan a parecer auténticos monstruos sicológicos, y cuyas
pequeñas aventuras de una o dos páginas esconden bajo una apariencia
de humor directo una importante dosis de tragedia, a veces rozando
el sadismo, ejemplo del terror de las relaciones cotidianas.
En cuanto a la
historieta de estilo realista hay dos tebeos de Bruguera que son
fundamentales para la historieta de terror española, Pulgarcito
(1947) y El Campeón (1948), con dos personajes míticos: El
Inspector Dan y Eric, cuyas aventuras son básicas (y quizá los
logros más importantes de toda la historia de la historieta española
de terror).
Las aventuras
del Inspector Dan, de la “Patrulla Volante” de Scotland Yard,
incorporan a la historieta toda la mitología terrorífica de la
productora cinematográfica Universal, en un Londres vagamente
intemporal cuyos paisajes urbanos se funden en un espeso smog
del que surgen constantemente todo tipo de sicópatas asesinos y
monstruos: momias redivivas, estranguladores, criaturas que parecen
arrancadas de Freaks, émulos de Jack the Ripper... en una
sucesión de terrores que puede culminar merecidamente en la aventura
“Satán vuelve a la Tierra”. Las muchas aventuras protagonizadas por
el Inspector Dan en las páginas de Pulgarcito ofrecen, vistas
con la perspectiva del tiempo, un catálogo de horrores que, dentro
del esquematismo que impone la serialización de una página por
número, no ha sido superado en la historieta española.
Paralelo al
Inspector Dan tenemos el caso de Erik en El Campeón. Se trata
de un personaje de tipo gráfico realista cuyas aventuras se plantean
desde otra dimensión del terror. El héroe de la historieta, Jean
Duval, es condenado a muerte por un crimen que no ha cometido; tras
ser guillotinado, su amigo, el Dr. Palmer “rescata” su cabeza y la
une a un cuerpo metálico, dándole nueva vida como un ser híbrido que
de su condición humana solo conserva el cerebro: Erik, el Enigma
Viviente. Uno de los momentos álgidos, cuando el lector puede
“tocar” el terror y “vivir” la angustia del personaje, se produce
cuando éste despierta tras la operación y comprueba su nuevo estado.
Con una lejana inspiración en La muñeca sangrienta de Gaston
Leroux, Erik se está anticipando en cuarenta años a Robocop.
Hay que
señalar que la auténtica importancia de este tebeo no es la
historieta concreta de Erik sino el total de la revista, que en sus
veinte números y pese a publicar historietas de distintos géneros
(del Oeste, policiaco, histórico, humor...) ofreció los niveles
máximos de la historieta de terror española, con series como “Red
Grey en el caserón de la muerte”, “Dan contra Fu-Manchú” , “El
Inspector Bruce Logan”, “El Doctor Niebla en la vuelta de Jack el
Destripador”, “Erik el enigma viviente”, “Robert King, enviado
especial”, realizadas por Giner, Ferrándiz, Hidalgo, Ripoll G.,
Bosch Penalva, que hacen que El Campeón sea merecedor de
estudio monográfico, incluso de tesis de investigación en tanto que
está adelantando en ideas y en tiempo mucho de lo que serán los
comic books norteamericanos en los años cincuenta.
Quedan otros
ejemplos de terror en la historieta de la inmediata posguerra. Es el
caso de muchos tebeos de aventuras en los que la acción deriva en
violencia, ésta en crueldad, y llega hasta puntos de sadismo que
pueden rozar el terror. Como ejemplos, solo ejemplos entre otros
muchos: El Guerrero del Antifaz, Águila Negra o Roberto Alcázar
y Pedrín (sobre todo en los episodios protagonizados por el
archimalvado Svimtus, “el hombre diabólico”, cuyo cerebro de sabio
loco y cruel asesino es trasplantado, tras su muerte, al cuerpo de
un enorme gorila). En general será frecuente que en los cuadernos de
historietas de los años cuarenta se recurra a los estereotipos del
sabio loco, el miedo a la ciencia, la bella mujer malvadísima, el
traidor feo y antipático, el robot asesino, la amenaza atómica,
etc., a los que se enfrenta una muchedumbre de héroes arquetípicos,
muchos de ellos personajes enmascarados y vengadores solitarios que
tienen siempre un pie en la heterodoxia y cuyos actos muchas veces
rozan la violencia gratuita y hasta el terror.
Siguiendo una
sociología inmediata y fácil cabe asimilar todo ello a la crisis de
las relaciones sociales en la España de la posguerra, donde el odio
por un lado, por otro el miedo, debían encontrar su catarsis en un
universo imaginario y no comprometedor (como podía ser la novela
popular o la historieta) en el que los vencidos podían ser
vencedores. Por muy simple que parezca esta interpretación, es un
hecho que desde los tebeos de Bruguera, en los años cuarenta, se
hizo una aguda crítica –en ocasiones feroz— del mundo concreto en el
que los españolitos de a pie habitaban.
ESQUEMA 5 / La
década de los cincuenta, terror light en la historieta.
Al acabar el
período de los años cuarenta (que llegan hasta 1953), etapa en la
que muchos de los personajes de la historieta española daban
testimonio del “terror social” de la época cuestionando (seguramente
sin que lo propios autores se lo propusieran) el sentido de la
realidad que entonces se vivía en España, los años cincuenta ofrecen
una engañosa apariencia de normalidad. Una normalidad que viene dada
por la apertura controlada del régimen al mundo exterior (pero no
aún, por muchos años, en la vida de la sociedad española de los 50),
hecho que se refleja en la historieta y más aún en los modelos de
tebeos que aparecen en este periodo.
Esta apertura
viene marcada por los Acuerdos de Ayuda Mutua con los Estados
Unidos, que implican la venta (o como mínimo, el arriendo sin
límite) del territorio español con fines militares y estratégicos a
los intereses norteamericanos a cambio del reconocimiento y la
aceptación internacional del franquismo, gracias al respaldo oficial
por parte del Gobierno y de los intereses comerciales y financieros
de los Estados Unidos.
Puesto el país
en venta se acelerará su colonización cultural apenas iniciada en la
década anterior, y antes en los años treinta, a través de la
literatura, el cine, la novela popular y los cómics. Y, sobre todo,
a efectos sociológicos, se iniciará un precario desarrollo económico
que en los años 60 va desembocar en un total desarrollismo,
económico y social, desde el que van a cambiar radicalmente los
comportamientos de la sociedad española.
El desarrollo
de los tebeos españoles de los años cincuenta
va a reflejar la nueva
situación de la política oficial. Se produce una apertura
controlada, y la situación editorial se normaliza. Es ahora cuando
las buenas gentes del mundo editorial que gozaban de los favores
oficiales pierden protagonismo y la edición comercial de tebeos
crece vertiginosamente, aunque se mantienen férreamente las
categorías “infantil” y “juvenil”, sin admitir la posibilidad de una
historieta para adultos.
Tras superar
los peores momentos de años anteriores, los editores supervivientes
podrán reestructurar ahora sus infraestructuras técnicas y
comerciales, comprar papel en mayor cantidad y con mejor calidad,
aprovechar las nuevas técnicas de impresión, mantener la
periodicidad e, incluso, exportar con cierta seguridad sus sobrantes
de tebeos no vendidos. Es el momento de afianzar las empresas
industrialmente, sin más límites que los legales, por supuesto, y
los que marca la competencia y el juego del mercado.
El tema
estricto de estas notas puede decirse que el terror queda homologado
en las historietas de estos años. Al crecer el
número de tebeos de contenido variado y de cuadernos de historietas
se produce una mayor diversificación temática, y a los géneros ya
habituales o casi solo insinuados anteriormente se unen ahora los
tebeos sobre la Segunda Guerra con sus diversos frentes, la de
Corea, la de Vietnam, incluso las batallitas de la Legión española),
sobre agentes secretos (de la CIA, del FBI y de todos los servicios
de seguridad imaginables, incluso de la BIC española), sobre ciencia
ficción, sobre romance (a diferenciar de los clásicos tebeos de
hadas previos), etc. Y es también en este período cuando los
superhéroes de los cómic books norteamericanos inician su entrada en
el mercado español.
A nivel tópico
en estos años se da un cierta “impregnación terrorífica” en
aventuras y momentos concretos de muchas historietas: muertes
especialmente crueles, personajes que sufren tortura física,
monstruos, brujería, pero en general se trata de un terror con poco
terror, “descafeinado”, que forma parte del guión... Es el caso de
las aventuras de El Capitán Trueno o de los nuevos cuadernos
de historietas de El Inspector Dan, o de las Aventuras del
FBI, Jeque Blanco, Purk el Hombre de Piedra, El
Cachorro y tantos más de la editoriales Maga, Bruguera, Toray,
Rollán, Valenciana, etc. Hay muertes, hay torturas, hay violencia y
crueldad, hay monstruos y hasta seres terroríficos... pero todo
forma parte de la “ambientación”, sin demasiada convicción, sin que
nada destaque demasiado del clima general de la sociedad de la
época.
Una excepción
importante, entre otras que se pueden hacer pero que son siempre
excepciones a las características generales del mercado, es una obra
de Antonio Pérez Carrillo. El caso más interesante, que mejor
entronca en estos años con el género de terror en la historieta
española, lo ofrece un tebeo aislado de la colección Cuadernos
Ilustrados de Sucesos, titulado “El
fotógrafo asesino”, obra
escrita y dibujada por Carrillo. Este tebeo nos cuenta la historia
de un fotógrafo que desea “plasmar la expresión de la muerte”,
motivo por el que se convierte en un serial killer en pos de
su búsqueda del perfeccionismo. Para lograrlo asesina a varias
mujeres en su intento por capturar su expresión en el momento de
morir. El tema, cuando menos insólito en el tebeo español, tiene un
planteamiento excitante y “fuerte” subrayado por el dibujo a pincel,
rápido y esquemático de Carrillo. Y la historieta queda como una
obra especialmente destacable en la historia de la historieta
española de terror.
No destaco
otras historietas y tebeos emparentados con el género de terror
durante los años cincuenta, que los hay, pero sí quiero destacar
especialmente cómo desde los inicios de esta década, la Iglesia y el
Estado españoles comienzan a demostrar su interés claro y manifiesto
por el control de los tebeos y la prensa infantil.
Al
afianzarse paulatinamente el control sobre la edición de historietas
se confirma la reducción oficial de éstas a simple pasatiempo
recreativo dirigido al público menor de edad, con la consecuencia de
que ello limita o anula su condición de medio de comunicación, al
menos desde las pretensiones del Estado.
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