La
historia nos había mantenido escuchando sin aliento alrededor del
fuego. (Henry James)
Ajena a las corrientes principales de la historieta, la
obra de Jorge Zentner es una presencia insólita entre los profesionales
de este medio. Entregado desde hace décadas a la confección de guiones,
su trabajo es una prodigiosa mezcla de claridad expositiva y contenidos
insospechados. Pese a la complejidad de los componentes de que se vale
para construir sus relatos, éstos resultan siempre diáfanos, y cuentan
además con el aliciente de que cada lectura revela intenciones nada
evidentes, matices inéditos, sentidos ocultos. Tal es el caso de
Linterna Mágica, un libro exquisito que el joven ilustrador Sergio Mora
ha rodeado de una atmósfera inquietante.
Toda ficción propone unas reglas y, dentro de sus
márgenes, intenta moverse de forma irreprochable. Que lo narrado resulte
verosímil o no, más que del carácter asombroso de la anécdota, depende,
como en los juegos infantiles, de la estricta observación de esa lógica
presupuesta. La historia de un niño y la relación que establece con la
linterna de su padre, vigilante nocturno, no parece marcada a priori con
los estigmas de lo extraordinario; sin embargo, basta una feliz pirueta
narrativa (que no desvelaremos aquí) para situar el relato en el terreno
de lo fantástico. Lo narrado resulta entonces verosímil, y asombroso.
Aunque para lograrlo Zentner acuda a recursos tan
frecuentados como el narrador en primera persona (en calidad de testigo)
o el ya clásico artefacto mágico, siempre los dota de una sorprendente
“vuelta de tuerca” que fascina al lector. Además, tras las fugas
aparentes en la estructura, el libro oculta una cuidadosa composición de
la trama. Sabiamente, con una prosa minuciosa y económica, cada página
agrega una explicación y esconde un enigma. A esto viene a sumarse el
pulso expresionista de Mora, que se aleja de una ilustración
excesivamente literal del texto (sin dejar por ello de serle fiel) para
construir un clima que complementa la anécdota, añadiendo un personal
punto de vista a una obra donde la mirada, desde la portada misma,
resulta determinante. Sin embargo, a pesar de las virtudes hasta aquí
señaladas, aún queda por destacar la más importante.
Como
bien saben los lectores de Herbert George Wells, el sumergirse en otro
universo resulta a veces tan sencillo como hacer girar un picaporte.
Este volumen cumple, a mi juicio, ese papel de umbral a “una realidad
diferente”, hacia esos otros lados que tanto obsesionaron a Julio
Cortázar y que Zentner, buen conocedor de la literatura del escritor
porteño, no deja de sugerir una y otra vez en cada trabajo. Más allá del
artificio y más acá del juego, la arquitectura de este libro admirable
nos permite entrever, apenas por un instante, ese mundo hipnótico de las
historias sugerido por las palabras de Henry James. Y es que, para
iluminar de nuevo ese cosmos, tanto da una puerta en un muro o una
rayuela que una linterna. |