TEBEOSFERA \ TEBEOTECA \ OBRAS  \  TEBEO

FLAMENCO

Flamenco

Guión: Jorge Zentner. Dibujo: Santos de Veracruz.

Editorial: Astiberri Ediciones SL / Altercomics: CMYK  |   Dirección editorial: Fernando Tarancón    |   Editor: Jesús Serrano    |   Redacción: Aptdo 485, 48080, Bilbao, www.astiberri.com

Título original: Flamenco (Casterman, V-2002)  |  Traducción: n/c  |  Diseño: J.M. Méndez / Workin' Paná  |  Rotulación: Estudio Fénix  |  Edición en cartoné. 31 x 22,5 cm.   |   56 pp.    |   color   |   6 €

ISBN : 84-95825-36-8   |    Depósito Legal: BI-1132/03

[ Cubierta de la edición española © 2003 Santos de Veracruz ]


UN CIELO EN EL INFIERNO, comentario por Jorge García


«La muerte es algo urgente», escribió el gran saxofonista Charlie Parker a su ex esposa Doris apenas un año antes de que aquella misma muerte le sorprendiera, el 12 de marzo de 1955, sentado ante el televisor, riéndose con alguna broma de los hermanos Dorsey. Un final insólito para quien había sido la voz más expresiva del jazz moderno. Como en toda tragedia que se precie –y la vida del músico de Kansas tuvo mucho de tragedia-, el destino parece obstinarse en entrelazar pasión y muerte urdiendo, una y otra vez, hermosas variaciones en torno a un mismo tema: la muerte del Poeta, la pasión de Orfeo. Una de las últimas y más bellas nos la ofrece este espléndido Flamenco, publicado de forma impecable por Astiberri Ediciones.

No me es difícil imaginar la satisfacción que debió sentir el guionista Jorge Zentner –una de las voces más hondas de nuestros tebeos- al tejer una trama donde la pasión fuera el núcleo íntimo. Para avivar tan antiguo lugar común, tanto el joven Santos de Veracruz –cuyo trabajo para la revista El Puñalito no pasó desapercibido a los ojos del argentino- como él mismo se sirvieron de materiales propios de la tragedia griega para sugerir un pathos al que no faltan presagios ni sino fatal que acompañe al protagonista, torturado entre dos grandes pasiones: el amor y el cante.

Siempre he envidiado la solidez y el cuidado con que el entrerriano planifica sus guiones, esa arquitectura exquisita a la que, departiendo con Koldo Azpitarte, tildó de “partitura”. Sin embargo, por encima de su talento para hacer de cada ficción un estupendo artefacto narrativo, de la inclinación que muestra hacia el género fantástico o de la brillante retórica de sus diálogos, a menudo me he sorprendido atisbando la vida que, en trabajos como El silencio de Malka o Caravana, desbordaba tras cada viñeta. Es precisamente esa vida la que he pretendido buscar aquí.

Y pocos escenarios más a propósito para encontrarla que el mundo del flamenco, ese universo (tan bien explorado por el poeta Félix Grande) donde un alma puede reducirse a las exactas proporciones de su cante. Para dar cuenta del infierno que provocan las pasiones encontradas, Zentner apuesta por un tono desmedido donde la razón tenga bien poco que decir y los sentimientos hablen con voz propia, dominando la secuencia e impulsando la acción hacia un desenlace en el que, desde los primeros instantes, se adivina la tragedia.

Para sugerir ese clima desatado, los autores han optado por una planificación nada gratuita que preste al relato un latido muy especial, de suerte tal que alguna secuencia recuerda esas “partituras” a las que aludíamos antes, permitiéndonos escuchar (prodigios del montaje) más de un acorde, tal que los que rasgan la noche en que Paco Yunque se despeña por el barranco de la traición o los que anteceden al intento de asesinato de Amparito. Este álbum, más allá del recurso a temas musicales de flamenco, tiene su propia “banda sonora”: un desgarro que, a las puertas de la muerte, roza lo sublime.

Buscando la vida, paradójicamente, me topé con la muerte, ese otro gran protagonista cuya presencia subrayan el color encendido de algunas planchas y esos fraseos entrecortados con que los figurantes sugieren “fuerzas que no podemos manejar” (sobre el gobierno del destino, por cierto, encontrará el lector páginas harto elocuentes). Y es que las paradojas no podían permanecer ajenas a una obra tan rica en lecturas, como no podían dejar de entrelazarse en ella pasión y muerte, en especial cuando Yunque paga su cuota por haber cantado “mañana”.

«Mi fuego es inextinguible», apostillaba Parker en aquella carta mientras la eternidad le reclamaba cada vez con mayor “urgencia” porque, como contó Cortázar, también él había tocado “mañana”. Bellas palabras que bien podría haber pronunciado Orfeo mientras las bacantes lo despedazaban, aguardando para reunirse con el alma de Eurídice al otro lado de la Estigia.

Y es que, como vienen a recordarnos Zentner y Santos de Veracruz, hay paraísos que uno encuentra a las puertas del Infierno.


[ © 2003 Jorge García, para Tebeosfera 030716. Tebeosfera recibe servicio de prensa de Astiberri ]