El
fanzinismo enmascarado.
Astiberri también
ha dado alojo a la propuesta TOS, un tebeo con historietas
cortadas por igual patrón que desde su identificación promulga la
paradoja: “fanzine de historietas”.
Si bien se trata de
un producto editorial cuidado, en edición, en diseño, es de partida un
fanzine porque propone la libertad como máximo premio (y cobro) de sus
colaboradores, convocados por Juanjo el Rápido. En TOS los
editores sostienen cierto espíritu crítico leve en sus editoriales y
cierto amor por el papel amateur –en sus repasos al fanzinismo del
pasado-, pero desde luego no se trata de un fanzine en el sentido
tradicional del término, más bien es un prozine, término yanqui
que aquí nunca ha llegado a cuajar. Y si hemos de tener a TOS
como fanzine, el concepto de fanzine debía someterse a revisión dado que
el resto de fanzines no pueden competir con el atractivo de este
producto.
Lo único que podría
aquejar de fanzinismo a TOS es su heterogeneidad, pues se nutre
de firmas de todo pelaje que hacen sus propuestas sin trabas y sin un
esquema editorial predefinido, con lo que nos encontraremos tan pronto
con una propuesta transgresora de Miguel Ángel Martín como con una
anécdota liviana de Fermín Solís, con un Juan Berrio de línea amable al
lado de un Alberto Vázquez de apariencia naïf. En suma, TOS
supone un campo de pruebas heteróclito que no debiera ser considerado
fanzine y sí trampolín hacia la profesionalidad en el nicho de la
historieta mal denominada “independiente”.
El resto del
fanzinismo español, al lado de revistas como TOS (para nosotros
es una revista de historietas) boquea falto de posibilidades de seducir
a un comprador que tiene localizadas estas propuestas transgresoras,
distintivas, alejadas de la corriente general, en productos bien
editados como el comentado. No ha lugar entonces para el fanzine
clásico, el fresco pero burdo, el llamativo pero caro.
En Zaragoza
hallamos dos modelos de fanzinismo con pretensiones de editorial que se
han quedado a medio camino debido precisamente al poco arropo en la
distribución y a la flaqueza de su estructura editorial. Uno de ellos,
Malavida,
es un fanzine que parecer querer mirarse en las propuestas estéticas de
la Escuela Bruguera para ofrecer historietas brutas y cachondas sin
concesiones y sin complejos. Y aunque les faltan varios hervores, los
trabajos de Marcos, Moratha o Bernal sirven perfectamente para las
historietas que quieren transmitir y que se hallan más cerca, sin duda,
del “costumbrismo” con el que se ha querido etiquetar a los creadores de
la historieta reseñada más arriba. Otra propuesta que se instala
en los mismos renglones de ramplonería plástica es la editada por FX
Gràfic, como ejemplifica su lanzamiento reciente Art is Dead!
Es este un tebeo de Rafa Gil que demuestra que existen aún deseos
por parte de editores minoritarios –nunca “independientes”, pues todos
buscan vender su producto- de fundar nuevos cómics en sellos
distanciados de las editoriales profesionales. Visto que lo importante
es publicar, lanzan sus historietas, aún muy inmaduras, con ayuda de
este tipo de editores atrevidos pero presurosos, que concitan
colecciones teóricas como la que comenzó por el libro Alejandro M.
Viturtia habla… Sus propuestas pueden ser llanas, toscas en el
acabado, es cierto, pero la carga de comedia o de drama o de contenidos
narrativos en general, es comparable a la de los productos arriba
mencionados.
Fanzines que están
faltos de reconocimiento son también los de Burz Comics y los editados
por Antonio Jiménez Reyes. La publicación de este último, la cordobesa
Androito Ke-Ke, pasa por ser uno de los fanzines decanos de la
historieta española, pues nació en 1988 y ha alcanzado el núm. 40 en
octubre de 2004. Androito nos ha permitido conocer la obra
de Andrés G. Leiva antes de destacar en el injuve, reír con
Farruqo antes de llegar a El Jueves o Avui, rescatar a
Nicolás, descubrir a Luis Mato… o saber de los jóvenes creadores
andaluces, que algunos hay. Acaso pocos logros los de esta publicación
cordobesa, pero su presencia nula en festivales o publicaciones
preocupa.
Otro grupo de
publicaciones de la facción de los “olvidados” pese a ser de los que han
pugnado con mayor fuerza por adquirir el rango de profesional es el
sello zaragozano Burz.
Otros colectivos gallegos, valencianos, catalanes o vascos también han
dado pasos importantes en este sentido (recuérdese Barsowia o
Gotham) pero el grupo maño ha sido el que más tebeos ha producido
durante estos últimos cinco años. Tebeos todos ellos con apariencia
profesional, que han tocado todos los palos genéricos, aunque con una
calidad media regular en cuanto al dibujo (quien más progresó fue David
Daza). Burza ha lanzado historietas muy trabajadas sobre la base de
argumentos algo afectados de amateurismo, pero en suma Pinball,
Psicótico, European, Gonmawa, Línea de tiro, Ocultos del sol, Black
Clark, Mañana llega Michelle y otros tebeos constituían
propuestas narrativas más o menos atractivas, que al menos narraban
algo, historias con sentido.
Es innegable que la
calidad de estas obras no puede compararse con la que brinda un
“fanzine” como TOS. El problema surge en saber cuándo debemos
considerar un producto como fanzine (rehuyendo previamente el
planteamiento temático y el hecho de que los autores no cobran) si el
sello editor que lo respalda se define como editorial. Una publicación
que sufre de esta ambigüedad es la historieta de corte aún
underground pero con el interés puesto en narrar algo, bien que con
modos que necesitan refinarse, es el caso de APB
de Emma Ríos. A prueba de balas es una historieta densa, con
personajes que a veces cojean por excesivos, pero es una historia
nervuda e interesante, si es que el género es del gusto del lector.
Productos como APB no dejan de aflorar, pero ¿cómo salvan el
problema de la distribución y del reconocimiento de la generalidad de
aficionados?
Citemos por último
el caso de Dos veces breve, que nació como una publicación
profesional que pagaba poco o nada y que ha terminado reconociéndosele
su identidad más allá (o más acá) del tebeo tradicional y en los
festivales nacionales (Barcelona, La Coruña). Para nuestro gusto nadó a
dos aguas también en sus primeros números, por razón de su fragilidad
editorial. Ellos, en el editorial múltiple del núm. 4 de la segunda
época se autodefinen como “post-tebeo”, «que es lo que nos dejan hacer
en esta época multimediática». Esta frase deja de ser inocente cuando se
comprende que el tebeo que realmente desearían hacer no les es posible
debido a las trabas que los grupos de interés imponen a los pequeños
editores. Si bien los productos de las editoriales fuertes circulan y
son distribuidos con preferencia, los manejos de ciertas distribuidoras
han terminado poniendo en crisis sellos como Dude, Mangaline o Astiberri,
y no digamos ya para el caso de editores minúsculos como Ariadna
editorial, el sello fundado por el cordobés José Vicente Galadí.
Mas, eso no implica
que dos veces breve sea un producto infame, repudiado por el
público, fanzinista. Al contrario, se trata de una revista nacida
trémula pero actualmente fortalecida por la calidad de sus firmas, desde
neófitos con gran potencial hasta autores de calidad innegable (como
Pablo Velarde, Pedro Rodríguez o el muy prometedor guionista Jorge
García) que Galadí eligió con muy buen gusto. El número Especial Galicia
publicado en verano de 2004 supera con creces la mayoría de las
propuestas de otras revistas o lanzamientos de historietistas jóvenes,
dado que reúne a creadores de muy distintas técnicas y estilos pero con
dos nexos comunes: talento narrativo e historias que contar, argumentos,
relatos con menos vacuidades aunque algunas hay. Las aportaciones que en
este número especial hacen Iglesias, Portela, Robledo, Rubín, Alberto
Vázquez o Guitián podrían ser consideradas como algunas de las mejores
historietas del año, y la revista una de las más claras candidatas al
premio a la mejor publicación del Saló.
La nueva
historieta.
En una edición
anterior de Tebeosfera señalábamos en la dirección de José Luis
Ágreda como representante de una generación nueva, con talento narrativo
y plástico innegables, innovadores, complejos y eficaces. Lo veía como
un representante del cómic de la posmodernidad.
[ > ]Recientemente,
de José Luis Ágreda se ha comentado que interesa más su técnica que sus
historias, por poco sugestivas, cuando lo cierto es que sus trabajos
publicados en NSLM o Cosecha Rosa tienen mucho más
contenido que la mayoría de la historieta de los autores “revelación”
recientes. Igualmente se ha opinado sobre Juan Berrio aduciendo que
aporta ideas poco sugestivas en sus obras, y que ha sido “deglutido” por
el fenómeno que se está dando en la historieta patria de carácter
«bastante peculiar
por el que muchos jóvenes creadores están interesándose por unas
temáticas y unos tratamientos de las historias muy costumbristas, por
llamarlas de alguna manera. (…) más que a un costumbrismo propiamente
dicho, respondería a lo que podríamos llamar esquemas de comedia
adolescente, bien construidos pero cimentados sobre la repetición y
una levedad emotiva que cada vez se aproxima más al vacío» (Gálvez, P. y
Fernández, N. (2004): Nosotros somos los muertos. El arte de la
resistencia, Ayto. de Gijón / Semana Negra, p.64).
Señalan estos dos
teóricos que la rabia con la que llegaron ciertos historietistas a los
que engloban en esta modalidad de historieta, P. Alcázar, M.B. Núñez (y
antes que ellos, añado, Borja Crespo, Natxo Allende o también el Luis
Durán de su primera etapa) o el J.L. Ágreda de sus tiempos mozos, se ha
tornado hacia una domesticidad carente de interés. A nuestro juicio, sin
embargo, Crespo o Allende representaban el final de underground
español, Durán y Ágreda el inicio de nuevos caminos en la historieta
(desde la construcción del relato sobre cimientos sólidos, el primero,
desde la transgresión del lenguaje, el segundo) al que otros autores no
han sabido o no han querido adherirse.
La levedad emotiva
y el vacío que mencionaban Fernández y Gálvez son los descriptores del
actual panorama “creador” de la nueva historieta española, en lo que
podría entenderse como un proceso de profesionalización desde el ámbito
fanzinista. Es decir, se están editando y tratando de vender con
categoría de profesional obras que en su momento hubieran sido
publicadas directamente en fanzines como primeros pasos hacia una
maduración de las cualidades de autor. Hoy, con el fanzinismo
tradicional muerto, es posible la publicación en unas condiciones
económicas que un profesional de cualquier otro medio repudiaría por
risibles y en ellas cabe cualquier tema, temática y desarrollo.
Creemos que, junto
con Ágreda, algunos de los historietistas de TOS, dos veces
breve y NSLM (sobre todo Keko, tal y como comentábamos hace
dos ediciones
[ > ])
los más interesantes autores de la nueva historieta española son los
autores y editores de recto. Esta publicación, creada por
Alcázar, Núñez y Miguel Brieva, constituye el más sincero acercamiento a
la historieta de corte inquietante que parte de los universos enfermizos
de Charles Burns o alucinados de Daniel Clowes, sin olvidar a Robert
Crumb. Pese a que de Núñez se ha dicho que no sabe medir sus propios
impulsos y que sus “moralejas” parecen algo forzadas, es sin embargo uno
de los más interesantes historietistas de los últimos años, por abrir
espacios para el desasosiego, obsesionado como se muestra por una
realidad condenada, infernal, entre la culpa y la denuncia, siempre
ambigua. Se halla en las antípodas de otros autores de la posmodernidad,
acaso en la ultramodernidad que mencionábamos antes. En todo caso con
una propuesta interesante siempre.
Alcázar se sitúa en
una onda similar. También es dibujante de mundos abstrusos cuyos límites
se plantean dentro de la propia mente. Su pasado “gore” y “rabioso” ha
ido caminando por un sendero de irreverencia y perplejidad que ha
concluido en una suerte de parábola fantástica desde la que se pueden
extrapolar muchas lecturas de la realidad, del comportamiento humano y
sobre todo de nuestros miedos. Brieva, por otro lado, autor sevillano
atípico, ejercita una crítica social que se echa en falta en la
historieta española desde que la asunción de la globalización nos
hermanó bajo esta dictadura de mercado en que vivimos hoy. Debelador del
capitalismo voraz y de las fallas del Sistema, las obras de Brieva
muchas veces no son historietas sino carteles o diseños con el montaje
habitual de los mensajes publicitarios para, precisamente, llamar la
atención sobre el mensaje contrario.
La revista recto
ha sufrido la mudanza editorial en sus primeros tres números (Undercomic-DobleD2sis-Astiberri)
incapaz de hallar un soporte editorial fijo. Quizá el tebeo anduvo
aquejado de cierto malditismo por lanzar un mensaje fatalista, o
surrealista, conmovedor en definitiva, alejado del relato liviano e
intimista de otros autores. Sin embargo, quizá en recto está la
aportación más interesante de la última historieta española no ligada a
géneros de consumo. Lo es porque Alcázar concita los miedos actuales e
impregna sus obras de llamadas de atención sobre los peligros “reales”
de la sociedad actual y sobre el problema de la identidad, sobre lo que
se quiere y lo que se puede ser. Lo es porque Brieva acierta a señalar
la artificiosidad de la felicidad promovida por la vida acomodaticia y
regulada por el dinero. Lo es porque Núñez sigue indicándonos que tras
la apariencia de normalidad late un mundo podrido, irreal pero posible,
al que deberíamos mirar más a menudo. Si hay un autor comprometido hoy,
con cierto aire de mensaje, es Brieva, y sorprende que haya tan pocos
como él, preocupados realmente por la realidad que viven y no por la
realidad que han construido para sí. Autores que entienden la historieta
también como instrumento de recuperación de la memoria histórica, de
compromiso, de denuncia (¿por qué no hay historietas contra la violencia
doméstica, por qué no esfuerzos colectivos contra la condena de un
dibujante, por qué no un tebeo comprometido con la defensa sin
concesiones de los matrimonios homosexuales?; y el problema de los
obreros, de la delincuencia infantil, de la inmigración que no cesa...
¿no interesan a nuestros conformes historietistas? Ups, perdón, me fui
por las ramas…)
El “zarandeo
editorial” sufrido por recto y su destino final no son
detalles gratuitos. Con la reciente edición de la obra de Jali (José
ángel Labari) PL*XI*GLS parece quedar demostrado, al peso, que la
editorial bilbaína Astiberri ha pasado a ser la “Fantagraphics española”,
o al menos la “L’Association a la española”, si bien recordemos que nos
hallamos en un contexto muy diferente: tanto Fantagraphics como
L’Association nacieron e impulsaron sus primeras aportaciones y sesgos a
comienzos de los años ochenta, en el caso americano con interés por
editar productos en el ámbito del llamado “mercado independiente”
(adjetivo que en aquella tierra, monopolizada por los poderosos sellos
editores de superhéroes cobra sentido), y en el caso francés con el
interés depositado en editar productos lejos de los condicionantes de la
bien engrasada industria francesa y de las imposiciones editoriales que
esa misma industria ha generado (no en vano su lema era en el año de
partida 1982: «l'Association
pour l'Apologie du 9e Art Libre»).
El caso español es
bien diferente, no hay sellos todopoderosos contra los que luchar salvo
que así se entiendan Planeta-DeAgostini, Norma o B, ni hay imposiciones
editoriales insalvables para los autores con intereses en la vanguardia
o la transgresión dado que no existe el editor a la usanza yanqui o
gala, es decir, que exija pero que pague debidamente. Por lo tanto el
“fantagraphics español” o “L’Association española” resulta ser un editor
con ilusiones que conoce el mercado (antes que fraile, librero), que
paga lo justo pero que edita decentemente (aunque, algunas cosas, muy
tarde), y que no resulta tan exigente como otros editores. El resultado
es un ramillete de obras con las que ha acertado plenamente (el caso
Luis Durán, epítome de todo acierto últimamente), y un puñado de ellas
que parecen jugar al prueba y error, dando como resultado propuestas tan
aparentemente rupturistas como aburridas.
Es el caso de este
tebeo, PL*XI*GLS, que usa una metáfora minimalista (y a veces
sórdida, tan cercana a los mundos de Frank L. Baum y de Michael Ende
como a los de Richard Sala o Dave Cooper), para hablarnos de la
problemática de la comunicación, del vacío de las esperanzas o de la
confianza, y de la muerte. Pero lo hace usando demasiado espacio,
demasiadas viñetas para, de nuevo, narrar poco, y en ambientes
subyugantes construidos con miríadas de rayitas. La oscura ciudad que
visita el héroe nos devuelve a esquemas decimonónicos, tanto plásticos
como narrativos, y en efecto logra provocarnos el estado de ánimo que el
protagonista nevera sufre. Al final resultar que estamos ante la
enésima fábula sobre el amor y las eternas dudas adolescentes torpes
(sobre si me amará o no me corresponderá esa chica) que acaba
desembocando en el recurso de la resolución circular. De nuevo, mucha
chicha y poco hueso. Y gracias a que la obra recibió subvención (del
Certámen de cómic e ilustración injuve) y salen las 160 páginas
de buen gramaje a 12 euros…
La obra de Jali
creció en la mente dubitativa de su autor intentando «acercar lo
especial a la cotidianeidad», contar algo sobre personas mediante
personajes inusuales (un hombre nevera es el que inicia el
relato, y luego convive con un hombre W.C. y un hombre
televisor), lo cual resulta al menos sugestivo. Pero lo hizo sin
otra pretensión, según ha declarado, que la de gustar dado que el hecho
de crear historietas «Teniendo en cuenta el mercado español (…), al
final lo haces un poco por amor al arte». Resulta sintomático lo de
“gustar” y frustrante la convicción de este autor pamplonica.
Sintomático porque
viene haciéndose norma que muchas de las “críticas” y reseñas que
reciben estos productos, en bastantes casos elaboradas por personas
cercanas a los autores o a los editores y publicadas en sus propias
publicaciones de información y autopromoción, carecen de otro argumento
que el de “a mí me ha gustado”, desarrollándose la “crítica” española
actualmente en un mar de calma donde no cabe lo desapacible o lo amargo
(y no digamos lo acerbo) por aquello de no “desequilibrar amistades”.
Frustrante porque
el hecho de que declare esto un autor como Jali después de haber sido
autor ya de cuatro tebeos y varias colaboraciones (Hermi & Max,
Billete de ida al espacio, Igor Mortis, El niño miope…, A Berta le
atormenta la tormenta, Tapa Roja, TOS o este PL*XI*GLS)
es indicativo de que abunda la ilusión y el envanecimiento de
neófito y escasean los autores resueltos a profesionalizarse aun a
riesgo de emigrar hacia mercados de Francia, EE UU o a manos de agentes
de Europa del Este.
Seguir trabajando
en condiciones de precariedad sólo contribuye a sostener la industria
de la interinidad que tenemos. O la industria del trapicheo,
que no se enmendará por mucho Felipe López Martín que por ahí circule.
Una opción pasa por
insistir en el género infantil antes que en el juvenil. Según un estudio
de la Asociación de Investigación de Medios de Comunicación (AIMC)
publicada en agosto de 2004, el 48’9% de los niños españoles entre 8 y
13 años se conecta a Internet. Ese era el dato relevante. Pero la
gráfica de los medios para el entretenimiento que se estudia también
contemplaba a los cómics (los denominaba “tebeos / cómics”) y era el
único estadístico en el que las apetencias por el medio en la franja de
8 a 10 años (25,5%) se eleva por encima de la franja de apetencias de 11
a 13 años (19,3%). Esto significa que en un rango de población de entre
8 y 10 años, los niños se sienten sensiblemente más atraídos por los
tebeos que por otros medios, al contrario que durante su
preadolescencia, que es cuando el televisor, internet y las revistas de
información juvenil les capturan la atención. Ergo, si se quiere vender
cómics a los niños en España, aparentemente y si es fiable este
registro, habría que dirigirlos a niños menores de 11 años antes que a
los adolescentes.
Por el momento hay
editores que han sabido hacerse eco de estas apetencias, y es posible
que estudios de mercado similares fueran los que propiciaran la
aparición o potenciación de productos para niños como Barbie,
Caracola, Cartoon Network, Dibus!, Fox Kids Magazine,
suplementos como el Metroncho, el tebeo infantil editado por El
Jueves Mister K, el “metatebeo” W.i.t.c.h. y otros
productos de Disney que siguen explotando a los viejos iconos del
celuloide. Y varios autores jóvenes inteligentes también han sabido
subirse a este carro, como han hecho los gallegos bregados en Golfiño
Da Silva, Guitián y Robledo, o los sevillanos Enriquecerlos y Ágreda,
por ejemplo, y otros más veteranos que están en Mister K; sin
dejar de lado a los que han sabido labrarse camino a golpe de carácter e
inteligencia, como Darío Adanti o Luis Durán, ese hombre, que fíjate lo
que son las cosas, ayer estaba en las contratapas de los fanzines y hoy
dibuja en El Pequeño País.
Éste es, y siempre
lo fue, el futuro de la historieta: los niños.
Se recomienda dejar
las pajas mentales que sólo interesarán y entenderán postadolescentes
que ya han leído tebeos. Este público es minúsculo.
Y la insurgencia no
existe. |