NSLM
es la ejemplificación
de la resistencia isleña de la historieta en España, de un medio capaz
de emitir otros mensajes cargados de lirismo, burla, desfachatez,
poesía, reflexión... libertad. Todo ello bajo un sello editorial que no
paga sino con el afecto y el reconocimiento del genio, Inrevés, que es
casa donde actúa como director artístico Pere Joan, uno de los
fundadores y directores de esta publicación desde sus inicios. Es
Inrevés un sello que también ha editado en nuestro idioma algo de lo
mejor del panorama creativo internacional, como a los autores Mattoti,
Doucet, Max Andersson, Art Spiegelman y Linhart. Ellos y otros son
ejemplo en esta revista de ese hábito de romper fronteras; del hecho
insular son ejemplo los autores españoles Pau, Canizales, Alex Fito, Max,
Pere Joan y Lluis Juncosa, todos residentes o vinculados al archipiélago
balear, que es donde se pergeña NSLM.
NSLM
núm. 8 constituye el despertar de un letargo de tres años, desde 2000,
que se nos hizo duro por más que surgieron iniciativas de pretendida
similitud como el falso fanzine TOS o como la cordobesa dos
veces breve. Y se nos presenta saliendo de una cueva hacia un nuevo
amanecer (radiante, sí, pero incierto, ahí Fito lo ha reflejado
estupendamente en su pequeño personaje para la ilustración de portada a
seis manos), con un formato nuevo y una labor editorial muy cuidada y
depurada.
Entre
lo más destacable de la publicación se halla el editorial. Sin firmar,
considero que es atribuible a Pere Joan, que siempre se ha caracterizado
(al menos para mí) por ser mejor escritor que dibujante; bien que
pudiera ser también obra escrita de Max este prólogo. No importa.
Importa su contenido y lúcido mensaje. Las claves que aporta se apoyan
en parte en la lectura del físico barcelonés Wagensberg, de quien se
rescata un aforismo que no deja de promover la reflexión sobre la
incertidumbre, de nuevo. Pero el editorial parte antes de Gramsci, del
Gramsci cuya importancia y trascendencia podría resumirse en la máxima
"pesimismo de la
inteligencia, optimismo de la voluntad", con la que algunos estudiosos
han querido elevar la importancia de su aportación a las teorías del
pensamiento y de la cultura. Este arranque del editorial pone a los
lectores sobre aviso, pues el argumento de partida para los directores
de NSLM es que no hay vuelta atrás al no haber ya abismo. Vamos, que no cabe el pesimismo a la hora de abordar
la elaboración de una revista de historietas en un ámbito con tantos
amigos como público, con industria mermada y crítica escuálida, y donde
la historieta “de culto” cede más espacio a lo expresivo que a lo
narrativo. También dicen por ahí que la novela ha muerto...
Pero si obviamos esa esfera exterior de productos, ventas y compradores
y nos inmersamos en el interior de la esfera de la creación, vuelve a
resultar esperanzador lo que desde el editorial nos prometen los
directores de este remozado NSLM. Se afirma allí que «El
dibujante actúa como un zahorí que extrae el valor de los perfiles de lo
que nos rodea (...)», frase que resume de manera brillante la esencia
del historietista: el que exprime la realidad y sobrenada la vida
extrayendo y dando forma extraordinaria a las apariencias. Un bonito y
buen argumento de partida. Mas, a continuación se reflexiona sobre el
poder del dibujo, del trazo, frente a la oquedad icónica que nos inunda
desde otros medios, lo cual se me antoja reflexión más quejosa y
nostálgica que objetiva, porque precisamente si el grado de iconicidad
de las imágenes de la publicidad, la televisión o el cine alcanza altas
cotas de simplicidad es con el fin de llegar a determinado rasero de
inteligibilidad por parte del público. No se trata en este caso de
comparar la carga de mensaje de las imágenes, sino su sentido práctico
en la sociedad de hoy. El de la historieta, me temo, ha quedado relegado
bien al entretenimiento más banal y efímero, bien a la reflexión
estética más elaborada y experimental; se ha visto polarizada en
demasía, o sea. Se dice en este editorial que la historieta y el dibujo
(en referencia la ilustración editorial) siguen siendo cauce de imágenes
deformadas, como la caricatura, o el humor, que son las que delimitan
sucintamente las narraciones con la mayor de las libertades. Volvemos a
lo mismo: cuanto más libertad se alcanza en este medio, más minoritario
puede acabar siendo un autor. Pero, y volvemos a lo mismo: ya no es la
historieta el reducto exclusivo de la caricatura, del humor, y de la
historieta “historia loca y breve” misma. Ya están en la
radio, en el cine, en la tele, en las vallas, en el Bravo para
chicos con acné... en los teléfonos celulares en breve.
No, los autores y lectores de historieta no somos los muertos,
pero hemos devenido reducto.
Con todo, y sin volver a las ideas primeras de incertidumbre y pesimismo
con que nos hemos habituado a prologar gran parte de nuestros textos y
discursos desde los años noventa, resulta esperanzador y plausible el
esfuerzo de los directores de NSLM por intentar crear una
«revista de tebeos que sea coherente».
La coherencia parece venir trazada por unos ejes
difusos: los autores provienen, como dijimos, de frentes locales (Isles
Balears) y de núcleos como Barcelona (tres autores), Madrid (ocho, que
hubieran sido nueve si Sequeiros hubiese entregado a tiempo), más un
puñado de colaboraciones llegadas desde los puntos más remotos del
planeta. Son esos autores todos: Alex Fito (Palma), Anke Feuchtenberger
(Hamburgo), Arnal Ballester (Barcelona), Cactus (ex J.M. Álvarez)
(Barcelona), Canizales (Palma), César Fernández Arias (Madrid), Craig Au
Yeung (Hong Kong), Darío Adanti (Madrid), Dave Cooper (Ottawa), Gabi
Beltrán (Palma), Helge Reumann (Ginebra), Hendrik Dorgathen (Mulheim-Ruhr),
Julie Doucet (Montreal), Kaz (Nueva York), Keko (Madrid), Lluís Juncosa
(Palma), Max (Sineu), Miguel B. Núñez (Madrid), Miguel Brieva (Madrid),
Paco Alcázar (Madrid), Pau (Palma), Pep Carrió (Madrid), Pere Joan
(Palma), Raúl (Madrid), y Sonia Pulido (Barcelona).
La
coherencia no se halla pues en la identidad nacional de sus creadores,
en ese sentido NSLM rompe fronteras y barreras. Y la coherencia
tampoco la encontramos en el despliegue formal, en los estilemas de que
hacen gala los autores. La coherencia de este NSLM reside en
elementos más etéreos: tiene un asidero onírico y circular. Las
historietas, o mejor, las imágenes que se nos ofrecen denuncian aspectos
de nuestra realidad como la hipocresía y la mercantilización (Brieva),
frivolizan sobre la segregación racial y sexual por el nazismo (Núñez),
ironizan sobre el afán consumista (Beltrán), sobre el nuevo orden
mundial que pretende imponer EE UU (Carrió, Fernández Arias, Ballester y
Max), o sobre ambas cosas (Canizales), o bien graban con saña una
representación cruda de la corrupción a la que lleva el poder, o de la
inutilidad del mismo (Keko). Empero, luego se alejan de estos argumentos
de partida y juegan con la extenuación del gag (Kaz), abordan parcelas
de aterrador surrealismo (Alcázar), se arriman al miedo desde lo extraño
(Reumann), o nos sumergen en mundos de chicle y sueño que resultan lo
más parecido a una noche de angustiosas vueltas en la cama (Cooper, el
grueso central de la revista). O ya, finalmente, en el colmo del
extrañamiento de lo narrativo: Au Yeung desgrana decisiones, Juncosa
ilustra dualidades, Adanti gira su peculiar tuerca del absurdo,
Feuchtenberger aporta unos carteles de cierto corte onírico y Pulido
enhebra la nostalgia. Y en el extremo están Doucet y Dorgathen, autores
de las dos primeras imágenes circulares de la serie “hipersueño”, que
vienen presentadas por un texto de Hans Brüg sobre el círculo en el
arte.
No
sería gratuito pues, ni casual, señalar el sueño como eje de la
coherencia de esta aportación de Nosotros somos los muertos.
Precisamente porque Brieva dibuja en un entorno irreal, Núñez nos
sumerge en un ambiente de pesadilla, el Submundo de Kaz es un cartoon
encolado con malos sueños, y Alcázar, y Keko, y Reumann parecen
aproximarnos a un tejido narrativo más cercano a lo soñado que a lo
real. El resto de los autores, en mayor o menor medida, tejen sus
urdimbres creativas en ese ámbito distante de formalismos y de
adherencia al hecho físico para instalarse en un cómodo entorno surreal.
Según este patrón, NSLM deja alto el listón como revista de
historietas, y más porque cuenta con autores de indiscutible calidad
donde, para el gusto de quien escribe, Keko descolla sobre los demás.
Pero si nos alejamos de estas argumentaciones antedichas la coherencia
no cabría, y habrá lectores descreídos de este tipo de mixtura narrativo
expresiva que piense que este nuevo NSLM es un cajón de sastre de
historieta e ilustración (cosas reñidas para muchos), de obras
mantenidas en la recámara (las de Juncosa datan de 2001) o porque para
su confección se ha echado mano de trabajos que, por su extensión en
comparación con el resto, hubiera sido mejor editar en otro formato
(como la de Cooper, que daba para otro comic book de Brut).
Falta por saber el
dictamen del público, pues. Ojalá perviva el sueño y NSLM no haga
justicia a su título para resistir entre los otros tebeos que no sueñan
y que no se rebelan.
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