ALGUNOS PERSONAJES
Gago supo plasmar en su obra personajes inolvidables de hombres y
mujeres. Cada uno de ellos podía haber dado lugar a una serie
independiente, tan ricos y característicos como son. El haber sido
agregados a su obra máxima la enriquece y le da una profundidad
que ninguna otra tuvo.
Los personajes del serial son profundamente humanos. En los
primeros 100 números del Guerrero, los que impusieron al héroe
como el máximo representante de la aventura de toda la historia
del tebeo español, el desfile de caracteres es impresionante y
majestuoso. Se necesitaba grandeza de alma de parte del autor para
retratar con tanta energía, tanta profundidad, tanto realismo y
con tanto valor lo que quedó plasmado en el papel y que luego
circularía durante décadas por las manos y las mentes de millones
de españoles de todas clases.
Con el tiempo, algunos personajes desaparecieron, dejando lugar a
otros. Y los que permanecieron sufrieron los cambios y vicisitudes
de la censura interior y exterior a la empresa, las presiones
económicas y el inexpresivo paso del tiempo sobre los fieles
lectores.
Sin embargo, en esta obra de arte, gracias a la genial narrativa
de Manuel Gago, comparable a lo que en novela realizó un Edgar
Rice Burroughs, el autor consiguió que las historias continuaran
viviendo en las mentes de los lectores aún después de dejar de
leer un cuaderno, y aún después de pasar años de haber cesado la
producción del serial.
Lo que fue revolucionario en el Guerrero fueron sus personajes
femeninos. Aquí (y también en su obra maestra paralela a El
Guerrero, El Pequeño Luchador) se encuentran las más bellas
mujeres de la historieta española, con caracteres que no existen
en ninguna otra serie. A pesar de la represión sexual que
conocimos en aquellos años, pudimos evadirnos y soñar con las
hermosas mujeres que poblaban el serial, como inmortales amazonas.
Agudizando su ingenio, Gago supo burlarse de la censura al
describir toda una galería de mujeres que participaban en amores
solamente insinuados, por supuesto, pero evidentes, en particular
los amores de harén o de aventureras. Si Ana María representó a la
clásica heroína, pura, religiosa, frágil, sumisa, convencional, pero
bella hasta lo indecible, las otras mujeres fueron tipo de la
mujer liberada, emancipada, independiente, al mismo nivel, y a
veces superior, al de los personajes masculinos. Como en Lorca,
las mujeres de Gago representan la España libre, el ser que se
rebela contra su condición y lucha por la libertad. Para ellas la
única salida, como seres trágicos, puesto que luchan pero no
vencen, es la muerte, ya que no aceptan las normas opresivas
establecidas.
Ana María.
Su nombre está compuesto de: María, el nombre de la madre de
Cristo, la virgen, la encarnación de las virtudes cristianas de la
mujer ibérica, y Ana, madre de María según la tradición. Su nombre
ya era todo un programa. Significa negación y disimulo de los
instintos, sometimiento a las leyes de la decencia y la moral. El
ideal que representa su amor simboliza a la censura que impide al
Guerrero tener relaciones con las maravillosas mujeres que va
encontrando en su aventurera vida, como Zoraida, Aixa y la Mujer
Pirata, entre otras muchas. Es la imagen de la prohibición y la
alienación, del conformismo y la sumisión, al mismo tiempo que la
pintura de la mujer ideal, del sueño de perfección humano.
El Guerrero termina desposándola, como desposando un ideal, pero
no permanecerá con ella, atraído y llevado siempre por la aventura
y la tragedia. Es un matrimonio artificial, cuyo fruto, Adolfito,
perecerá como símbolo de la imposibilidad de alcanzar la felicidad
en una sociedad malvada e injusta, hipócritamente apegada a
principios nobles. Ana María es la representación de la esposa
fiel, del ideal cristiano y sumiso, tradicional.
En la tercera serie sufre calamidades sin cuento, lo que muestra
que su desgracia ha sido unir su vida a la del Guerrero, y el
resultado sólo puede ser tragedia constante. No se pueden mezclar
individuos de diferentes géneros. Hasta esa última serie de la
colección pareció el héroe permanecer siempre fiel, pero los
lectores nunca se dejaron engañar por las apariencias y sabían muy
bien que el Guerrero también amaba a esas otras mujeres, lo que se
dice explícitamente en algunas ocasiones. Y la tercera serie lo
evidenció ante todos.
El Guerrero es la representación de la lucha que todo hombre lleva
dentro, de la lucha contra su propio cuerpo inclinado hacia el mal
y su mente aferrándose a ideales morales limpios y eternos,
impuestos por una sociedad religiosa opresiva. No es hambre de
libertinaje, sino de libertad verdadera. El lector, consciente o
inconscientemente, se reconocía en esto.
Zoraida.
La bella mora, favorita de Alí Kan y enamorada del Guerrero. Sin
duda fue la mujer más erótica de toda la serie. En los números 6
al 8 aparece vestida de velos y gasas transparentes y el color de
las portadas mostraban su desnudez a través de ellas. Creo que
fueron los números más reeditados de toda la serie. En el fuego de
la acción se zambulle en un estanque con el Guerrero,
lo que nos hizo comprender que sus ropas transparentes no
disimulaban nada de su anatomía más íntima al pegársele a su
escultural cuerpo. Nunca el Guerrero empuñó su espada con tanto
ardor como en estos episodios, donde todo el mundo se paseaba
semidesnudo.
En el número 10, ya entre cristianos, sus ropas se vuelven negras
y ocultan su cuerpo, aunque continúan moldeando sensualmente sus
exquisitas curvas. En el número 14, “En el reino de Motamid”,
Zoraida adopta el atuendo guerrero y la contemplamos con una corta
minifalda que le permite pelear con más soltura, y al lector
admirar sus bonitas piernas. Es una diestra espadachina.
Es una mujer emancipada, de carácter, dueña de su persona y de su
destino, sabiendo lo que quiere y luchando por ello con toda su
alma. Es el primer gran personaje femenino español.
Dicho sea de paso, en el número 63, “El fin de una misión”,
Zoraida confiesa su amor al Guerrero diciéndole que está dispuesta
a hacerse cristiana para casarse con él. El Guerrero le revela su
secreto y cuando ella se entera que es hijo de un conde, le dice:
«Ahora comprendo por qué no podéis amarme... yo sólo soy la
favorita de ese moro miserable.» Y el Guerrero le responde: «No
creas que me considero superior a ti, Zoraida, y que estoy
orgulloso de ser noble y no plebeyo.» Este diálogo muestra con
sencillez que el Guerrero no es ni racista, ni orgulloso, sino que
considera que no hay distinciones raciales ni sociales. En todas
las clases hay individuos buenos y malos, como lo demuestra toda
la saga del Guerrero.
La china Li-Chin fue la compañera de aventuras del Guerrero
en la tercera serie. Corresponde a lo que podría haber sido
Zoraida en la primera serie si ésta hubiera acompañado al
enmascarado en sus correrías como aliada y no como rival. Pero la
censura no lo habría permitido entonces.
Aixa.
Joven y hermosa mora, caracterizada por la corona de flores
blancas, símbolo de pureza virginal, que ciñe su cabeza, como una
corona mortuoria que preconizara ya su futuro deceso. Su gracia y
delicadeza nos hacía recordar aquellas ninfas de los bosques, o la
Ofelia de Hamlet. Se nos fue, a los Kir y a los lectores, como la
Ofelia del pintor sir John Everett Millais, muerta entre flores y
guirnaldas, llevada por el inexorable río de la vida que muere en
el mar.
Como Zoraida, Aixa nos hará soñar con los harenes repletos de
beldades y sus transparentes velos, evidentes sobre todo en los
primeros números, cuando Gago gozaba de una relativa libertad.
También fue una mujer de carácter, enamorada del Guerrero, y que
le permanecerá fiel a pesar de la presencia y el acoso constante
de los hermanos Kir. Su ejecución por Ali Kan fue una
sorpresa que chocó y abatió a los lectores. Fue una de las escenas
más dramáticas de toda la serie.
La angustia, el odio y el dolor experimentado por el Guerrero y
los Kir son plasmados con un realismo y una crudeza que nos
dejaron anonadados. Más allá de esta lectura, hay una velada
alusión a la inversa, como es frecuente en Gago, a la dramática
escena, ensalzada hasta el paroxismo por los adictos al régimen
franquista, del alcázar de Toledo, copia a su vez del gesto de
Guzmán el Bueno.
Los hermanos Kir figuran entre los personajes más apreciados de la
serie. Tres bellos colosos caracterizados al principio de la serie
por sus reducidos taparrabos que ponían en evidencia su
musculatura... y su virilidad. Como en las series de Gago son las
únicas en que se enloquece de amor, eso les sucedió a los Kir tras
la muerte de la bella Aixa, pero la aventura está ahí, también en
el caso de ellos, para esconder angustia y desesperación, como en
el caso del Guerrero y del Pirata Negro. Su locura les llevó a
oponerse al enmascarado por un malentendido. Son símbolo de las
alianzas fraternales (políticas u otras) que sólo pueden
conseguirse y tener éxito si hay una sincera, afectuosa y honrada
comunicación. Los hermanos Kir nos hace pensar en los hermanos
Gago que contribuyeron a la historieta: Manuel, Pablo y Luis.
La Mujer Pirata.
Fue otra mujer de carácter, valiente, capitana de piratas, y con
una bella minifalda. Enamorada del Guerrero, como todas, aunque
opuesta a él. Hubo en su caso una fuerte mezcla de amor y odio que
la desgarran y hacen de ella un personaje trágico más, cuya salida
de escape fue el ser asesinada por la espalda. Junto con el Pirata
Negro habrían formado una pareja ideal en una serie independiente.
Entre los personajes masculinos, aparte de los hermanos Kir,
tuvimos a Fernando, imagen del fiel amigo, fiel escudero.
Compañero constante del Guerrero, fue símbolo de amistad y
lealtad. Fue un precedente del Pequeño Luchador.
Don Luis, conde de los Picos.
Seguramente el más hermoso personaje de la serie, con la más larga
cabellera, a la imagen (física) del Absalón bíblico, hijo del rey
David. El cabello largo representa virtudes y poder, la fuerza, la
virilidad (Sansón). Es un Lanzarote, enamorado de Ana María, pero
admirador y amigo íntimo del Guerrero, con quien compartirá la
mayor parte de sus aventuras. Renuncia a su amor al comprender que
no es correspondido por la condesa. Es la encarnación de las más
altas virtudes del caballero, representando, por sus excelentes
cualidades morales, el mayor ideal del héroe sempiterno.
El Pirata Negro.
Fue uno de los más atractivos personajes de la serie. Enteramente
vestido de negro, es la personificación del anarquista con físico
parecido a Errol Flynn. El color negro le va bien al personaje:
representa el caos, la nada, la angustia, la tristeza, la Muerte.
Hubiera merecido una serie aparte en la que podría haber
compartido el protagonismo con la Mujer Pirata. ¡Una mezcla
explosiva!
Representa también al amor loco, pues su decepcionado amor por
Beatriz, quien le corresponde, le hace enloquecer, al ser ésta
incapaz de romper las barreras raciales, religiosas y sociales.
Llega a cambiar su religión musulmana por la católica a fin de
poder casarse con su amada, pero de nada le sirve. Es una alusión
a aquellos que fueron obligados a cambiar de religión, musulmanes
y judíos para evitar el destierro y preservar posesiones y
privilegios en la época de los Reyes Católicos. Si lo transponemos
a la época en que fue escrito, representa a algunos que «volvieron
la camisa» o que fingieron ser beatos para ser bien vistos y
obtener privilegios... o que les dejaran tranquilos. La rubia
Beatriz, ser triste y decepcionante, provocó un desgraciado
desenlace a su amor que llenó de amargura el corazón del pirata.
En el último cuaderno de la serie, el núm. 362, “Retorno feliz” el
Pirata Negro se entera que Beatriz ha contraído matrimonio con Don
Carlos, conde de Peñarrosa y dice con amargura: «Creí que me
esperaría siempre, pese a la oposición de su padre.» Y el Guerrero
le aconseja: «Olvidad, amigo mío. Es lo mejor.»
La locura de amor del Pirata Negro era algo nunca visto en la
historieta. Nunca se ha expresado de manera tan plena, tan
profunda, el amor loco. Lo vemos andando errante, con ojos
inexpresivos, ensimismado en su dolor, en su sueño, llamando a
Beatriz y sufriendo mil muertes, ajeno a todo lo que pasa a su
alrededor, silencioso como un autómata. Participó en varias
aventuras del Guerrero, pero desapareció de la serie como el
fantasma en el que se había convertido. Creo que era un personaje
muy difícil de continuar tratando cuando la serie iba decayendo.
Se fue, con la infelicidad siempre como su compañera, pero quedó
en nuestras mentes, como para que le hagamos vivir nuevas
aventuras en nuestra imaginación. En la mente del lector la
historia no acabaría allí y tendría múltiples repercusiones, como
era costumbre en el narrador. Pero entonces el autor no podía
hacer alusión abierta a unas relaciones adulterinas que le habrían
valido la ira de la censura (¡ya no estábamos en los años
cuarenta!), pues Beatriz amaba al Pirata Negro y no dejaría de
pensar en él cuando estuviera con su “marquesito”.
Más aún. Como muestra de la imaginación del autor y de lo que aún
nos hubiera podido ofrecer, si hubiera tenido la ocasión y los
medios, en el mismo cuaderno citado dice el Pirata Negro: «No me
detendré en España. Partiré para Italia o las Indias. Colón
necesita gente para su nuevo viaje; Conquistaré glorias para
España y la cruz y la lucha será un bálsamo para mi pesar.»
(página 9, viñetas 2 y 3) ¡Cuantas aventuras en perspectiva! ¡Todo
un Nuevo
Mundo de aventuras! Imaginamos al Pirata Negro viajando rumbo a
las Indias, contribuyendo a la historia de América, volviendo a
España de vez en cuando, cargado de riquezas y títulos
nobiliarios, quizás teniendo como compañera a una princesa india,
pero volviendo a ver a Beatriz, peleando en duelo con Don Carlos,
llevándose al Guerrero al Nuevo Mundo, teniendo ambos innumerables
aventuras en tierras vírgenes, paseando por paisajes exóticos y su
amargura y su eterna encuesta.
Esos sueños son los que nos supo dar Manuel Gago, aunque no
pudiera plasmarlos en el papel. Ese era también su arte y su don a
la humanidad.
NUEVAS AVENTURAS... Y FINAL
¿Puede el Guerrero abandonar la lucha, encontrar la paz? ¡Nunca!
Por circunstancias temporeras Gago dejó caer su pluma, como el
Guerrero su espada. Pero ambos la empuñaron de nuevo, marcados
como estaban, para reanudar la lucha eterna.
Hay una aparente nueva libertad. Gago se expresa más libremente
tras el franquismo, pero no es la expresión de una más amplia
libertad sexual o de elementos violentos. Eso es sólo una
apariencia, lo que se cree percibir tras una época de censura y de
hipocresía. Lo que en realidad tenemos ante los ojos es lo mismo
que tuvimos antes: la trágica lucha, la rebelión contra el sistema
y contra la condición humana, el ansia de amor verdadero y
absoluto.
Cuando Gago se sintió libre de expresar lo que quería, iluminó
algunas de las constantes de su obra de antaño.
Sin embargo, lo que permanece oculto en el inconsciente continúa
hablándonos por medio de símbolos, detalles, asociaciones de
ideas, alusiones y sobreentendidos que nos hacen descubrir la
expresión recóndita del artista.
Todo quedó dicho en la primera serie del Guerrero.
La generosidad, la valentía y la abnegación del héroe son el
reflejo de las cualidades de su creador literario y artístico. Por
eso ambos vivirán juntos y cesarán de vivir juntos. La muerte
interrumpe trágicamente la dramática historia, precisamente con
una escena de muerte, que ninguna continuación puede terminar
satisfactoriamente. Ese era el mejor final, trágico, inacabado,
eternamente doloroso y desesperanzado. Como el héroe, como su
doble.
Así queda para siempre el Guerrero. No finaliza en la paz y
quietud de la mansión familiar como casi lo hizo al final de la
primera parte de la serie. Las armas no se enmohecen colgadas en
la pared, inútiles. El Guerrero termina por el suelo, encadenado,
gritando, sufriendo mil muertes con la muerte de su hijo, vestido
con su eterno atuendo, aplastando la cruz de su pecho, crucificado
de espaldas. Y dejándonos profundamente conmovidos, anonadados
ante esa muerte repentina que todo lo deja inacabado. Héroe y
creador mueren juntos. El héroe pierde a su hijo, el creador
pierde al suyo al ver segada su vida, aún joven, por la implacable
e insaciable mujer de la guadaña. Como el esforzado Cid, el
Guerrero gana batallas después de muerto.
Ahí está, vivo aún en las memorias de los que le acompañamos en
sus victoriosas y dramáticas andanzas, sobreviviendo a su creador.
El Fénix de los Caballeros de la Fantasía continúa cabalgando
victorioso entre las nubes del ensueño, el pecho henchido de
orgullo, de valor, de determinación, de desafío, como un indomable
castellano puro.
Hemos despertado. El sueño se desvanece. Nos
zambullimos de nuevo en la insulsa realidad cotidiana. Los tiempos
cambian, el mundo cambia, la sociedad cambia. Pero el sueño del
Guerrero, de Gago, nos ha marcado para siempre, permanece vivo.
Felizmente y amargamente. ¡VOTO A BRÍOS! |