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CABELLO ROJO AL VIENTO.
Una biografía de Red Sonja.
Sonja
la pelirroja, o Sonya, que vivió en la misma época que el mítico
Conan el Grande, habitaba una humilde casa solariega de las
estepas occidentales hyrkanias junto con su familia. Cuando
contaba con sólo 17 años, un grupo de crueles mercenarios
acabaron con la vida de su padre Ivor y la del resto de su
familia, y quemaron todas sus posesiones. Ella quedó con vida
pero fue violada por el jefe del grupo y abandonada a su suerte.
Al reclamo de su angustioso llanto de venganza acudió la diosa
roja, Scathach, que le infundió de una increíble destreza en el
manejo de las armas a condición de que nunca yaciera con ningún
hombre a lo largo de su vida, a no ser que éste le venciese en
justa lid (acontecimientos recordados en ambas versiones de “El
día de la espada”).
Sonja
crece sola y se educa en el odio y en la calle. Se desplaza por
la zona norte de Hyrkania, de ciudad en ciudad, hasta que se
afinca en Khorusun, por haberse aliado allí con una kushita con
la que practicaba el latrocinio utilizando sus encantos
adolescentes como cebo. Cuando roban al noble Quianlang, Sonja
se ve metida en problemas, por lo que acude a su mansión y allí
adopta una mínima cota de malla como vestimenta y obtiene pistas
sobre quiénes asesinaron a su familia (“Muerte en escarlata”,
inédita en España). La pelirroja está un tiempo más con la
kushita T’Shika, en cumplimiento de una misión que les
encomienda Sabra, pero de esas aventuras no tenemos
conocimiento.
Ya con 18 años se ha ganado una
reputación como ladrona y guerrera en Hyrkania y es conocida
por todos como Sonja la Roja, por la salvaje cabellera pelirroja
que corona su atractivo pero fiero rostro. Cuando el baluarte
septentrional de Makkalet está siendo invadido por los turanios,
y ella se halla allí al frente de un conjunto de soldados para
repeler la invasión turanio que sufre su país, conoce a Conan.
Éste en seguida se siente atraído por ella, ella volvía a vestir
unos cortos pantalones de cuero adecuados para cabalgar y
llevaba una camisola de malla que dejaba al descubierto su
ombligo, pero resultaba arrebatadoramente atractiva para un
guerrero que ha visto poco mundo y menos mujeres diestras en la
lucha (“La sombra de El Buitre”). Sonja aprovecha sus armas
femeninas para seducir al bárbaro y apropiarse de una valiosa
tiara, razón verdadera de su estancia en Makkalet, para luego
dejarlo abandonado con el sabor amargo de un rechazo
incomprensible (“La canción de Red Sonja”).
La ladrona hace entrega de la tiara
en el emporio meridional de Pah Dissah, cuyo rey la había
contratado. Pero el monarca parece que desea requerir también
otros servicios de la mercenaria, imaginamos que seducido por la
nueva indumentaria que ha adoptado: el “bikini metálico”, que la
hace aún más apetecible a los hombres. El rey termina empalado
por su espada, naturalmente, a resultas de lo cual Sonja se ve
obligada a huir rápidamente del país cuando apenas si había
cumplido los 19 años (“Red Sonja”).
No sabemos exactamente por dónde
bordea el Mar de Vilayet pero se cree que se interna en el país
de los ladrones, Zamora, por el norte, haciendo una escala en la
localidad de Ashmir. Allí tiene que resolver un problema de
ladrones y de honor, justo antes de tomar la decisión de
encaminar sus pasos hacia Arenjun (“El amo de las sombras”). En
la llamada la Ciudad de los Ladrones vuelve a cruzar sus pasos
con los de Conan; en este momento Sonja cuenta con veinte
primaveras y la compañía del cimmerio le satisface lo suficiente
como para compartir la ruta con él, así que tras acabar con un
brujo venido de la muerte se encaminan juntos hacia el sur (“La
maldición del no muerto”).
Antes de conseguir traspasar a
caballo la frontera para abandonar Zamora, la pareja de
guerreros es atacada por unos bandoleros y se ven impelidos a
refugiarse en un aislado y siniestro castillo. En aquel lugar
vive una pareja de individuos milenarios que pretenden a la
guerrera con intenciones vampíricas (y lésbicas). Se libran de
ellos, pero las proposiciones pasionales que Conan le hace a la
hyrkania tras esta aventura deciden a la muchacha a proseguir su
camino en solitario de nuevo (“Torre de sangre” y “Que trata de
la llama y el demonio”). Y es un camino de huída. Enterada de
que emisarios de Pah Dissah la están buscando para ajusticiarla,
se dirige hacia Nemedia con la esperanza de despistarlos en el
Bosque Oscuro, pero por desgracia también halla una brujería
preservada del paso del tiempo y al asesino de un viejo amigo de
Hyrkania (“Episodio”). En el bosque, al poco, halla un torreón
siniestro, con bruja muerta dentro, y un licántropo, Ghunthar,
también muerto por dentro, a los que la muchacha libra de su
maldición (“La mujer-diablo con espada”).
Algo más allá, en el mismo
emplazamiento boscoso nemedio, encuentra la joven hyrkania otro
vestigio de su pasado: al mercenario sin nombre que la violó en
su infancia, quien ahora se halla apresado por unos asaltantes.
Por estar este último ya casi muerto, sustituye la venganza por
el exorcismo de los demonios que carcomían su alma (“El día de
la espada”, ambas versiones). Tras otro encontronazo con la
magia y con hombres de parva nobleza en el Bosque Oscuro, Sonja
toma el camino de Corinthia y se dedica a vagabundear por el
país ofreciendo su espada al mejor postor y combatiendo la
brujería en sus diversas manifestaciones (de “El templo de la
abominación” a “Atención a los sagrados hijos de Set”, episodios
todos ellos en el libro de cómics Red Sonja).
Poco más tarde se halla alquilada
al servicio de una de las ciudades estado de Brythunia, donde ve
de nuevo a Conan para separarse de él nada más acaba con la
amenaza que les sale al paso en los montes Graaskal (“La muerte
al acecho”). Baja por las llanuras de Lema y encuentra al mago
Bolstan a cuyo hijo debe proteger como una ama de cría sin
desearlo, algo que no le hace ninguna gracia a la guerrera
(“Niño terrible”). En este orden de acontecimientos, la muchacha
guerrera cumple veintiún años de edad cuando se interna
finalmente en el país costero Argos, donde se pone al servicio
de un sacerdote de Ibis exiliado de Estigia, Karanthes, quien le
encomienda la misión de recuperar una página del mítico Libro
de Skelos oculta en Messantia. En la ciudad portuaria halla a
Conan, ahora emparejado con Bêlit, la Reina de la Costa Negra, a
la que despierta celos y, también, ganas de lucha, porque los
dos corsarios ambicionan también el grimorio (“Dagas y dioses de
la muerte” y “Las garras del hombre-tigre”). El encuentro acaba
en enfrentamiento, pero no mana la sangre porque llegan a un
acuerdo y parten juntos a la busca de Karanthes quien termina
por traicionar a los tres (“El combate de los bárbaros”)
Con veintidós años cumplidos, la
hyrkania despide a la pareja de piratas mientras ella permanece
en Argos. Bordea la costa llega a la ciudad de Venzia y luego se
aloja en Athos, lugar en el que traba amistad con Mikal, un
hombre con el que decide cabalgar un tiempo compartiendo sus
siguientes lances hasta que descubre que es el rey de Zotaz y
que la desea como consorte. La pelirroja, evidentemente,
rechaza el ofrecimiento (“La sangre del unicornio” a “La torre
cantora”).
Dirige sus pasos a los montes del
país, hacia la ignota Skranos, ciudad en la que Sonja es
reconocida como la asesina del rey de Pah Dissah y conducida a
la horca. En el último momento es salvada por el heredero
legítimo del trono de la ciudad, Suumaro, a cuyo ejército se
une. Empero, Apa Alah, hechicera y madre del exiliado, destierra
a Suumaro a un mundo inferior (“Trono de sangre” a “Cenizas y
emblemas”). La pelirroja, fiel a su palabra de ayudarle a
recuperar el trono, vuelve a Skranos y convence a su rey
envejecido para que devuelva a este plano de la realidad al
legítimo gobernante. Lo consigue, pero en cuanto Suumaro le
propone reinar con él y ser madre de sus hijos, la joven,
asustada por descubrir cierta inclinación pasional por aquel
hombre y temerosa de perder su libertad, sigue su camino en
solitario de nuevo (“¿Caerá Skranos?” a “La tumba de los reyes
muertos”). Cumple veintitrés años por esta época, y tras una
experiencia nada agradable en una ciudad ilusoria en la que la
cabra Djali le muestra lo la diferencia entre lo irreal y lo
tangible, la de la cota de malla minúscula decide abandonar las
montañas argoseas para dirigir su caballo hacia la frontera que
las separa de Aquilonia (“Hechiceros del sol negro”)
La pelirroja permanece al servicio
de los reyes hyborios durante aquel año de su vida, cerca de la
costa al principio y luego internándose cada vez más en los
terrenos desérticos del interior del continente. Atraída por la
formación del ejército de Summuabi de Akkaria, se desvía de su
ruta y acude a alistarse en tierras semitas. Allí encuentra a un
soldado de fortuna que otrora fuera corsario, y lo halla
torturado por los recuerdos y la pena. Resulta que la mente del
bárbaro ha sido sometida por el brujo Karanthes, quien tiene la
idea de utilizar el cuerpo de la hyrkania para revivir a la
recientemente fenecida Bêlit y hacer su consorte de esa amalgama
de fieras mujeres (“La guerra de los brujos”). Por supuesto esto
no llega a ocurrir porque vence el sentido común del cimmerio
frente a su obnubilación, sin embargo, pese a la lealtad que el
cimmerio ha demostrado, Sonja le abandona una vez más.
Sonja,
tras este luctuoso episodio en el que intervinieron tanto los
sentimientos como el acero, parte hacia el norte deseosa de
poner tierra de por medio con Conan y estos desiertos. A su paso
por Zamora, se contrata eventualmente como mercenaria y tiene la
mala fortuna de mutilar a un tal Lassusar, quien se convierte en
consecuencia en un potencial enemigo de su futuro. Lassusar, que
arenga a sus hombres contra ella y la obliga a abandonar el
oficio en ese país. Más razón para alejarse de Hyboria y poner
rumbo a su tierra de origen, Hyrkania, cuyas fronteras traspasa
con la firme intención de profundizar en su pasado y en la
entidad que le dotó de aquel poder y con la que contrajo la
promesa que ya comenzaba a ser una carga angustiosa de llevar a
sus 25 años. Descubre en búsqueda el pueblo de Los Elegidos,
posibles antecesores suyos, de los cuales rescata a una
muchacha, de nombre Zora que resulta ser hermana suya, una
hermana perdida (“El día del juicio rojo”). Ésta le acompaña en
su camino hacia el sur, en cuyo trayecto cambia su traje de
malla (ahora molesto y demasiado “fresco” a estas alturas) por
otro de piel azul, más adecuado para los tiempos que corren, y
de esa guisa llega con Zora a Khorosum. Desde allí se embarcan
hacia Agraphur con la misión de proteger a una niña de apenas
doce años, Merina, hija de un noble aquilonio, la cual sería
llamada a convertirse en Valeria la pirata. Con ella pasa un
tiempo, durante el cual la instruye en el arte de repeler a los
hombres... con espada (“Lazos de sangre” y “El mar ladrón”).
A la guerrera la citan de nuevo los
cronistas en Nemedia unos meses más tarde, actuando como
mercenaria de sus reyes. En sus aventuras de este tiempo conoce
a un nuevo aliado, Galón, al que se une en la lucha contra Feema,
reina de Alwazar, y a Lassusar, con quien tenía cuentas
pendientes. Por el rigor de las tierras que va atravesando, se
pertrecha de una camisola y unos pantalones azules y, con el
mencionado Galón y un brujo, Achmal, se interna en el Reino
Fronterizo combatiendo a seres dé ultratumba, pictos y un
característico pueblo “mongol” (sic.) insólito por estas
latitudes. Poco después, tras magias y hechicerías sin cuento
logran atravesar Gunderland, donde pierde a sus amigos
("Mientras los amantes se abrazan... se liberan los demonios” a
“La cosecha”).
Un tiempo más tarde, establecida en
un castillo septentrional, el de Zamok Iz Hod, se une a un grupo
de hombres buenos, Math, Alain y Kynon, para hacer frente a la
maldad de la reina Vassilisa. Los cronistas no aclaran si se
encuentra al norte de Hyrkania o en otro lugar, pero lo cierto
es que contacta de nuevo con el espíritu de Scathach, la diosa
que la convirtiera en espadachina imbatible y vagabunda sin
amor. Tras conseguir acabar con el reinado de Vassilisa,
compungida por la muerte de Alain y convencida de que todos los
hombres por los que se interesa su corazón acaban muriendo,
abandona aquellas frías tierras y la estabilidad de un contrato
con intención, de nuevo, de darse a la rapiña (“La reina de
hielo y sangre” a “El diente del demonio”).
Cuando casi ha cumplido los 26
años, La Roja decide volver a alquilar su acero en el Híbori,
cansada de la vida como ladrona y deseosa de entrar en acción en
los países occidentales, donde se preparan guerras. La vemos en
Koth, manteniendo su vestimenta de tela y pieles, indumento más
conveniente para el oficio militar, y sigue distinguiéndose por
llevar una cinta rayada en la cintura. Se halla actualmente a
las órdenes de Strabonus, quien le ha encargado que mate al
regente renegado del bastión del Sha Maddoc. Ese renegado no es
otro que Conan y, claro, Sonja toma partido por él. Una vez
juntos, se despierta en ella el deseo de cometer una fechoría
con alguien de confianza experto también en las artes del
latrocinio como el cimmerio, y convence al bárbaro de partir
juntos a Corinthia para sustraer un tesoro allí escondido. Por
desgracia, es detenida en sus afanes en un pantano, donde es
violada por Bahkt, un diablo que había sido enviado para matar a
Conan por la entidad maligna comedora de almas conocida por
Wrarrl. Tras la ira que genera en Conan la rebeldía de uno del
general Freja en Koth, alcanza a Bahkt y lo asesina en nombre de
Sonja, pero ella se encuentra inerme, completamente despojada de
su capacidad para la lucha debido al coito. Pero no tarda en
recuperarse y acudir al sur de Aquilonia para hacer frente al
terrible demonio Wrarrl, el Devorador de Almas (“Tiempos
sangrientos” a “La cólera del nigromante”).
La hyrkania, que siempre tienen un
plan añadido para efectuar algún hurto mientras oficia como
mercenaria, arrastra a Conan a la búsqueda de otro tesoro tras
el fin de la reciente amenaza. Logra penetrar en Corinthia en
busca del ambicionado tesoro del Barón Strakkus que venía
buscando, que resulta estar en la localidad de Naplonia. Mas,
ay, todo había resultado ser un engaño, el mismo Barón había
corrido el rumor de la existencia de tales riquezas para atraer
hacia sí a la también deseada Sonja, y donde debería haber joyas
se encontraba un duende esperando que la rapta. Conan la saca
del atolladero pero, como en anteriores ocasiones, ambos acaban
discutiendo y ella le abandona al final de esta aventura
(“Duende” y “Necrópolis”).
No mucho tiempo después, La Roja
decide volver a alquilar su acero en el Híbori. Ingenua y
presuntamente necesitada de dinero, comete el error de aceptar
una misión encomendada por un hechicero, para el caso: un
contrato de Karanthes por el que se comprometía a asesinar en su
lecho nupcial a El-Ron, nuevo señor de Zukala. Conan, que pasaba
por allí, confuso por el hecho de ver a Sonja casarse, frustra
su plan. La atracción por el cimmerio siempre ha sido muy fuerte
y la guerrera decide caminar con él a la busca de trabajo en
Khoraja, país donde se está formando un ejército. Antes de
avistar sus montañas son capturados por la guardia fronteriza
de Koth y encerrados en una mazmorra en la que languidece un
viejo amigo del cimmerio, Zula el Darfario. Juntos se liberan de
su prisión y, tras una lucha con un milenario diablo llamado
Varnae, logran unirse al ejército de Khoraja (“Todos los caminos
llevan a Zamora” a “El imperio de los No-muertos”).
Sonja
finalmente opta por la vida de mercenaria tras tanto vivir a
salto de mata, ora robando ora cumpliendo alguna misión.
Permanece con las tropas khorajanas que se preparan para
contrarrestar el ataque de Natohk el Velado y con sus dos
compañeros de armas hace frente a la amenaza shemita,
colaborando en la famosa batalla que concluyó en las ruinas de
Kutchemes. Tras una corta incursión en asuntos de magia ligados
a aquel antiguo bastión aqueronio y viendo que Conan está
obnubilado por la reina de Khoraja, Yasmela, Sonja decide
dimitir de su cargo militar para seguir su carrera en solitario
(“Caos en Khoraja” a “Caos bajo Kutchemes”).
Empero, por más que se obstina, no
consigue sacudirse de encima la presencia del cimmerio. Con él
se reúne para formar parte de los Compañeros Libres, y ocurre la
gran casualidad de que de ambos se ven vinculados a la figura
del mítico rey Kull cuando se hallan asolando tierras turanias
(“La resurrección de Rotath”). A continuación, la hyrkania se ve
mezclada en magias sin cuento que la relacionan con Kull de
Atlantis y con Tuzun Thune y sus espejos diabólicos mediante una
magia que la transporta a otro tiempo; harta de todo esto y de
los kozakos que no acaban de afirmar sus posiciones contra Turán,
prosigue su camino sola nuevamente ("Los muchos espejos de Tuzun-Thune"
a "Aquí hay monstruos").
Sonja
se separa del grupo, junto a Zula, y se dirigen hacia el este
del río Ilbars, a Yukkub. Ella se ve seducida por la propuesta
que recibe de Linneus, un guapo joven que está obcecado en
hallar la ciudad perdida de Zanadú. Eso supone moverse aún más
hacia Oriente, y Zula desiste de acompañarles. La pelirroja
prosigue con Linneus, hacia tierras ignotas plagadas de
peligros, donde las dimensiones chocan y la realidad se hace
juego o sueño. Linneus ejerce sobre la hyrkania una atracción
irresistible, mitad humana mitad mágica, y ella se debate entre
el rechazo y la rendición. Una vez llegados a destino, Zanadú
les muestra que las ilusiones son vanas, las esperanzas se
esfuman y la soledad vuelve siempre (“Caminos divergentes” a “El
final del camino”).
Luego de esta aventura hacia reinos
ignotos, Sonja escoge su destino al azar y girovaguea un tiempo
sin rumbo fijo. Termina su triste vagar en la lejana Yota-Pong,
capital del reino de Kosala. Allí encuentra ilógico que la
esposa del fallecido deba ser incinerada con él y decide
combatir aquel ejercicio exagerado de machismo. Por supuesto,
tiene que salir por patas con la protegida (“Una dama para la
hoguera”). Más optimista que hace unos meses, Sonja decide
regresar a los Reinos Hyborios, y sus siguiente peripecia la
vive en Koth, donde Lord Olin se halla contratando mercenarios
para recuperar la ciudad de Suthad de manos de un hechicero y su
cohorte de espectros. El brujo, Asroth, no es tan fácil de
vender a no ser que se contrarreste su poder con el anillo de
Ikribu, un amuleto que codician hombres y bestias. Olian corteja
a su contratada Sonja pero no gana su amor, y él muere para
desesperación de la mercenaria. El anillo, el causante de tanta
mortandad, es finalmente confiscado y puesto a buen recaudo.
(“El anillo de Ikribu” a “El ataque a Asroth”).
Gracias a las crónicas nemedias,
que glosan la vida del cimmerio Conan, sabemos de ella dos años
después, cuando tiene casi 29, puesto que vuelve a encontrarse
con el bárbaro cuando éste lidera a los zuagiros del desierto.
Con él parte en busca del ignoto tesoro de Akem-Lizar, pero en
el viaje hallan otros horrores que vienen de muy lejos, de más
allá de las estrellas. Por fortuna, resultan ilesos.
Al cabo de unos meses, Red Sonja se
pone a la cabeza de un grupo de ladrones con los que asalta las
casonas de los nobles de las costas del sur del Vilayet. Durante
los períodos estivales de uno de estos años que pasa por tierras
del medio oriente de la Edad Hyboria Sonja merodea en la ciudad
de Razadán, una de esas villas plagadas de rufianes, más ligera
de ropa (lleva la parte superior de la cota de malla a modo de
bikini). Resulta apresada y el mandamás de la localidad la
utiliza para una misión, pero escapa (“Red Sonja”,
historieta inédita en España). No figura en las crónicas la ruta
seguida por la hyrkania durante un tiempo, hasta que se
encuentra de vuelta en los reinos hyborios. Se ha desplazado por
el Camino de los Reyes hasta que en una urbe kalliana se ve
mezclada en una misión de búsqueda de una armadura mágica en la
que intervienen otras mujeres guerreras de distintas
nacionalidades hyborias. Sonja lucha por recuperar las piezas de
la dorada armadura, pero es traicionada y tiene que aplicar
furia y acero sobre los que le encargaron la pesquisa (“El juego
de búsqueda”).
Por la zona de los Graaskal se
encuentra Sonja con Conan una vez más. Ambos luchan contra la
amenaza del Dios Ciervo en una zona sita entre Nemedia y
Brythunia, y una vez más separan sus pasos tras haber estado
juntos un corto lapso de tiempo (“El regreso del Dios Ciervo”).
Tras esta aventura, en la que contaba la diablesa con 31 años
cumplidos, no recibieron los cronistas noticia de ella por una
temporada... Así, es posible que pase largamente de los 32 años
de edad cuando vuelve a vérselas con Conan en Hyrkania. Allí
ella se desenvuelve como líder de una banda de ladrones y ha
recuperado el traje de batalla primigenio, la cota de malla
minúscula. La pasión del cimmerio por ella no ha decrecido,
antes bien, al contrario, despierta de nuevo y trata de
conquistarla por la fuerza. La mujer, pese a reconocer
interiormente que lo ama, huye de esa pasión al tiempo que
escapa de la justicia hyrkania hacia occidente, perseguida por
sus fechorías (“La ilusión”).
Que el mundo hyborio es un pañuelo
lo demuestra el hecho de que en Shadizar vuelve a mezclarse en
robos y en misiones con Conan al cabo de poco más de un año,
cuando ella tiene 33 años de edad. Y lo sorprendente es que
vuelve a utilizar el mismo truco con el bárbaro y éste vuelve a
picar (no en vano ella había recuperado su traje de batalla de
primavera-verano); pero no parece mediar rencor entre ambos, y
juntos hacen frente a un brujo que amedrentó Kull en la
antigüedad (“El ánfora de Zarfhaana” y “La amenaza de Thulsa
Mortis”). Se separan ambos aventureros, pero vuelven a reunirse
pasados unos meses, al norte de Brythunia, donde ambos sacan a
relucir sus aceros con intención de acabar con enemigos de toda
índole (“Las murallas de Worclaw”). Y otra vez quedan citados
ambos héroes: Conan ejercita el pillaje por los montes Graaskal
y una de las caravanas que ataca con sus hombres resulta estar
defendida por Sonja; y otra vez le convence ella a él de acudir
a buscar unas riquezas que, como no podía ser menos, están
malditas (“El
tesoro de un dios”).
Más de un año después la vemos con
el traje azul habitual, muda idónea para proseguir su vida
aventurera por las regiones septentrionales de Aquilonia,
patria de las sediciones por esta época, donde también está
Conan (“Ciudad sitiada”). Más al norte, entre las nieves de
Nordheim, y pasada media docena de meses, es contratada Sonja
para matar a determinado cimmerio del que no creo necesario
mencionar su nombre. Con el bárbaro y una amnésica Valeria –pues
no la recuerda como protectora–, se interna en los fríos páramos
en busca de joyas y aventuras (“Ansia de esmeraldas” y “La furia
de las Damas de Hierro).
Los cronistas no la citan en los
anales hyborios de los siguientes veinte años, pero sabemos que
siguió practicando en solitario el oficio de soldado de fortuna
por los reinos hyborios y no hyborios curtiéndose en su madurez.
Es esta una etapa brumosa de su vida en la que deambula por el
mundo nutriendo su propia leyenda. Desface entuertos familiares
(“Cadenas”), se interna en el mar para cumplir algún encargo o
alguna custodia (“Red Sonja acalla el canto de la sirena”),
asusta a alguna buena familia a su paso por el Híbori... (“En el
Camino de los Reyes”). Ya es una mujer cuarentona y aún sigue
vagando por el mundo, de ciudad en ciudad, de taberna en
taberna, siempre sola y cada día que pasa más grave su
semblante. Halla a su paso bellacos y ocasiones de robar,
palacios y cochiqueras, y otras muchachas en las que se ve
reflejada y que ahora la tratan de “señora” (“La desamparada y
la guerrera”); y halla a su paso encantamientos y sortilegios, y
hechos extraordinarios y más hombres, pero ella continúa fiel al
juramento que hiciera de adolescente... sin amor, sin rendirse
ante los encantos masculinos, ¡ni aunque él fue un ángel
perfecto venido del cielo! (“La escalera interminable”). Y,
mucho más adelante, en solitario sigue deambulando la hyrkania
por Aquilonia, sesentona ya..., pero asombrosamente lozana. No
sabemos qué magia le ha revertido su físico al de una
treintañera cuando tiene lugar su último encuentro con Conan,
ahora rey aburrido, junto con quien volvería a paladear el sabor
gratificante de la aventura (“La llamada de lo salvaje”).
Aquella fue la última aparición de
la pelirroja de la que tenemos noticia, pero sin duda no fue la
última vez que ondearon sus rojos cabellos al viento mientras
soltaba una carcajada de victoria. Ella, como pocos hombres y
mujeres de la Era Hyboria, se convertiría en un ejemplo del
arrojo, de la pasión y de la alegría de vivir... Indomable y
eterna como una llamarada de fuego.
Cronología
2.
En un mundo diferente de la Era
Hyboria, Sonja medró educada en la lucha y en el odio hacia
quienes mataron a su familia. Conoció al cimmerio Conan, y
practicó robos con él. Y vivió aventuras mil en su mundo.
Incluso llegó a traspasar las fronteras dimensionales para verse
transportada a un mundo donde tipos enmascarados con trajes de
tela se sorprendían ante la magia ancestral. Uno de esos tipos,
un masculino guerrero de puñales en las manos, conquistó su
corazón y la hizo su reina. En la memoria quedó la presencia de
la diablesa hyrkania, que hasta algún mago alocado llegó a hacer
representaciones teatrales con las diferentes y variadas
imágenes que adoptó a lo largo de su dilatada carrera como
guerrera. (“Red Sonja” a “El Show del mago y Red Sonja”;
consultar Cronología 2)
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