Durante
siglos habían ido presionado estos nuevos ocupantes hacia el
oeste hasta que dos tribus bordearon el extremo sur del Mar
de Vilayet. En el norte abundaban desiertos poblados por
castas de diferentes etnia y origen dispersas y pastoriles,
mientras que al sur quedaba un remanente de hombres con algo
de sangre hyboria de los nómadas exploradores. Tras
mezclarse rápidamente con las gentes del sur, los grandes
habitantes de las estepas, ya genuinos clanes hyrkanios, se
dispersaron hacia el norte hasta chocar con tropas
orientales hyperbóreas.
En
tiempos de Conan, Turán, el más poderoso estado hyrkanio,
por una cuestión religiosa comenzó a conquistar la costa de
Vilayet durante el reinado de Yildiz. Su hijo, Yezdigerd, a
su muerte, no sólo secundaría a su padre en la Guerra Santa,
sino que continuó la conquista con afán incontenible,
dejando el territorio hyrkanio reducido a un conjunto de
tribus bandoleras.
Cinco
siglos después del reinado de Conan, los hyrkanios
comenzaron a acumular poder y a expansionarse, lo que daría
como resultado la desaparición de la Era Hyboria. Mientras
varios reinos se reunían para plantar cara al imperialismo
aquilonio, los hyrkanios aliados con turanios a los que aún
unían lazos de sangre, efectuaron una primera incursión de
envergadura deshaciendo esta alianza, pero encontrando
irremisiblemente la derrota a manos de los reinos
occidentales.
Tras
reconquistar Zamora, reino acuartelado por Aquilonia, los
hyrkanios no admitieron su derrota y realizaron tres nuevas
incursiones a través de las fronteras zamorias y las tierras
de Shem. Pero los aquilonios los hicieron retroceder,
aumentando estos últimos sus efectivos al retirarse por el
extremo sur del mar interior.
Al tiempo
que en occidente se expansionaba el poder picto, los
hyrkanios prosperaron ligeramente para decaer de inmediato
con la pérdida del puesto zamorio, al no poder resistir los
ataques de la caballería pesada aquilonia. Pero al
desplomarse Aquilonia a consecuencia de la invasión picta,
los hyrkanios vinieron de nuevo cabalgando desde el norte
empujando a las tribus y luchando contra los turanios e
hyborios por igual. Todas las huestes guerreras hyrkanias se
unieron bajo un solo jefe y resultaron invencibles
dispersándose por Brythunia, Hyperbórea y Corinthya, hasta
verse detenidas por los cimmerios en las montañas, donde la
caballería oriental no era tan efectiva y tuvo que
retirarse.
Luego
sojuzgaron Shem y Koth, reino dominado por antiguos amos
shemitas. También trataron de llegar a Argos, pero allí se
encontraron con pictos que los detuvieron con fiereza, tal y
como ocurriría más tarde en Ophir. De manera que los
hyrkanios se vieron obligados a seguir hacia el sur,
venciendo a un ejército en el Río Styx y ocupando el país de
la serpiente, hasta llegar al reino de Amazón de donde
trajeron miles de prisioneros.
Trataron
de penetrar en Nemedia, pero allí los detuvieron los aesires
que comenzaban a bajar de sus tierras para contratarse como
mercenarios. En ese preciso momento, cuando Koth era un
continuo batallar contra los pictos, y ya metidos en la era
de las glaciaciones, los ases entraron en liza con los
hyrkanios en Hyperbórea, y los cimmerios en Brythunia. Más
oleadas de norteños expulsaron a los hyrkanios de Koth y de
Shem y los aesires atacaron con tal fiereza desde Hyperbórea
que les hicieron retirarse al Vilayet.
Los
cimmerios destruyeron Turán y giraron su mirada hacia el sur
del Vilayet. Más tarde, desalojados completamente de las
tierras occidentales y asolados por los embates norteños,
los hyrkanios desaparecieron de la faz de la tierra, dejando
vestigios de su sangre en las venas de sus vencedores
nórdicos. Los pocos que consiguieron huir hacia el norte
dieron lugar a los samoyedas y a los wogulos, tras muchos
cruces étnicos. Sólo se recuperó la estirpe hyrkania en la
mezcla con cimmerios, lo que desembocaría en la casta escita
y otras razas primigenias de sumerios y etruscos de nuestra
Historia. Los hyrkanios retirados evolucionaron hasta
transformarse en las tribus y pueblos posteriormente
conocidos como tártaros, hunos, mongoles y turcomanos.
ESTEPAS
DESOLADAS Y MARES DE RIQUEZAS
Hyrkania se extendía a lo largo
de la más vasta superficie de la Era Hyboria. Territorio con
praderas herbosas, tupidos bosques, tundras sombrías y
extensas y áridas estepas. Un contrastado paisaje
multicolor.
El repaso
a la fauna que plagaba el mar de Vilayet será efectuado en
la entrega dedicada a Turán, por tanto solamente se hace
necesario aquí citar a las águilas que volaban sobre el sur
del Zaporoska, los feroces lobos grises de las estepas y los
cangrejos devoradores del sur de Vilayet, más concretamente
en el puerto Yuetshi (sin duda allegados del artrópodo
diabólico que pululaba por el lago Sulimar).
Quizá el
más legendario de los animales netamente hyrkanios fuera el
gigante hombre mono de pelaje gris, que habitaba en las
mesetas nevadas de Loulan desde tiempos inmemoriales y que
guardaba cierta familiaridad con otros seres de semejantes
dimensiones, pero de diferente color de pelo, diseminados
por los reinos del sur y, más raramente, guarecidos como
horrendos reclamos de venganza en algunos bastiones hyborios.
Existían
muchos puertos mercantes en las orillas del Vilayet; Turán e
Hyrkania mantuvieron buenas relaciones comerciales en ellos
hasta la llegada de Yezdigerd. Lo único que empañaba su
poderío mercantil por mar eran las hordas de piratas de la
"Hermandad Roja", quienes podían transitar el interior del
Vilayet con bastante libertad y que orillaban en sus islas
deshabitadas. Las galeras hyrkanias tendían a recorrer por
ello sólo la línea costera, al igual que las del océano
occidental.
Aparte de
los agricultores y tramperos, algunos oficios proporcionaban
pingües beneficios, como a los orfebres de Khorosun o a los
excelentes confeccionadores de cinturones de Backharus. Esta
última estaba situada en una de las rutas caravaneras más
importantes de Hyrkania, la que partía desde Makkalet,
pasando por Onagrul, y que recorría toda la costa hasta el
puerto de Yuetshi y luego se dirigía hacia Secúnderan para
morir en Vendhya. La otra ruta importante (sin menosprecio
de otras de menor alcance) nacía al norte de Makkalet y
atravesaba la región hasta internarse en Khitai.
Los
kozaki vivían de su saqueo, pero en las temporadas de malos
botines se dedicaban a la recolección silvestre o al cuidado
de caballos y yeguas para aprovechar su leche.
UNA CULTURA CERRADA E INDÓMITA
Los
habitantes de Hyrkania tenían la piel oscura, por lo general
eran altos y delgados, aunque también era común el tipo
rollizo con ojos rasgados que resultaba de la mezcla con una
raza aborigen inteligente, de escaso desarrollo físico, a
quienes conquistaron en las montañas del este del Vilayet.
Las
mujeres hyrkanias eran hermosas y abundaban las pelirrojas.
A pesar de la legendaria figura arrogante que puso en boga
entre los hyborios la indómita espadachina conocida como
Sonja la Roja, habitualmente las mujeres hyrkanias tenían
prohibido hablar en presencia de los hombres. Los muchachos
aprendían a luchar desde la mas tierna infancia, eran
educados en el manejo de las armas por sus padres aunque
estos fueran campesinos, signo evidente del vasallaje al que
siempre fue sometido el pueblo hyrkanio.
Las
diseminadas ciudades estado eran oasis de civilización
defendidas por soldados encorsetados con armaduras de oro.
Esa apariencia orgullosa no traspasó nunca lo aparente
puesto que, de hecho, eran monarquías autónomas que vivían
continuamente amenazadas por el vasallaje turanio.
La
esclavitud era algo común, tras las conquistas multitud de
mujeres se añadían a los harenes como el lujoso del rey
Ohaniff de Pah-Dishah. La sociedad de fuera de las ciudades
estado, no sometida al vasallaje ni al campesinaje, estaba
organizada en clanes tribales liderados por Khanes. Muchas
eran las tribus que poblaban -al mismo tiempo que asolaban-
las estepas hyrkanias y muy pocas veces se unieron para
formar un pueblo compacto, o al menos, un ejército con la
suficiente fuerza para formar una unidad política poderosa.
Solamente Bab-El-Shaithan, ciudad maldita, amparó tras sus
murallas a gentes de todas las tribus, tierras y razas, pero
sujetos a búsqueda y proscripción.
La más
importante de esas tribus bárbaras fue sin duda la de los
kozaki de las estepas que asolaban poblados y cogían
esclavos de una manera salvaje e incontenible. Conformaban
sus desbaratadas filas hombres de muchas nacionalidades,
exiliados, criminales, esclavos fugitivos, desertores de los
grandes ejércitos y, entre otros individuos de baja ralea,
mercenarios. Saqueaban las fronteras de Turán mientras que
los piratas -del mismo nombre pero que se apodaron a sí
mismos “La Hermandad Roja"- hacían acopio de las riquezas de
las costas del mar interior.
Los
kozaki (o Pueblo Kozak) se llamaban a sí mismos "El Pueblo
Libre", aunque el término "kozak" significara bribón o
haragán en idioma hyrkanio. Se trataba sin duda de un pueblo
orgulloso, que se formó en las estepas aproximadamente media
centuria antes de que Conan naciera, integrado por
criminales fugitivos organizados en bandas, cada una con su
jefe o caudillo, cargo que se adquiría más por la fuerza que
por sucesión de padres a hijos.
Aparte de
los kozaki, a los que se refieren casi todas las Crónicas
Nemedias, no podemos olvidar otras tribus menos
cuantiosas aunque no menos feroces: los Wigur, los Augir y
los Kipchak, catalogada como horda degenerada e infame por
los propios hyrkanios. Los Drommach, que eran exclusivamente
carnívoros, y los nómadas Kuigar, con los que mantuvo
buenas relaciones el gobierno de Turán al menos durante los
tiempos de Yildiz y Kujula el Gran Khan. Finalmente, los
Azweri, los Zaporoskos, y también los Juhanna, enemigos
implacables de los kozaki.
TERRITORIO DE CONQUISTAS
Se ha
hecho evidente que la estabilidad política de Hyrkania
dejaba mucho que desear. Su división territorial era muy
variopinta, ya que mientras por un lado cabalgaban muchas
tribus de intenciones poco civilizadas, por otro se
asentaban brillantes reinos que sometían la elección de sus
reyes a las señales de sus dioses, tal y como ocurría en Pah-Dishah.
Es
cierto, por otra parte, que sus ejércitos eran famosos por
su formación de jinetes expertos en el manejo del arco de
doble curvatura, el cual disparaban a caballo. También sobre
sus monturas blandían sus cimitarras las huestes mas temidas
por los hyborios, las de los kozaki, excelentes jinetes que
cuando emprendían el camino de la batalla era preferible
formar parte de sus filas.
Los
cronistas nemedios no conocieron la heráldica hyrkania, o no
nos la quisieron legar, y hasta nuestras manos solo llegó el
tristemente célebre estandarte del Lobo Blanco, del ejército
de proscritos turanios que se asentó en la desaparecida
Zarfhaana, en pugna tanto contra hyrkanios como contra
turianos, empujados por la vileza y poca cordura de Oshmaan
el Verdugo.
Aparte de
las refriegas que en el ocaso de la Era Hyboria tuviera con
los países occidentales, Hyrkania estuvo más o menos siempre
en pugna con sus hermanos de sangre, los turanios. Tanto los
kozaki por tierra como los componentes de la Hermandad Roja
por mar, atacaban inexorablemente los baluartes fronterizos
de Turán; y es cierto que en una ocasión estuvo a punto de
ser desintegrada una alianza de las dos facciones kozaki,
pero los turanios tuvieron su éxito limitado.
En
general los turanios eran odiados por los hyrkanios,
mayormente al sur del Vilayet y en la zona del Zaporoska. La
chispa que hizo saltar la "Guerra Santa" fue ocasionada por
el robo de Makkalet del Tarim Viviente de Agraphur,
terminado el enfrentamiento con la conquista del territorio
costero oriental del Vilayet por parte de Turán.
Los demás
intentos expansionistas se veían detenidos por las
condiciones geográficas, demasiado montañosas al sur y
demasiado alejadas y desconocidas al este, aun así se hacían
campañas invernales contra Khitai en ocasiones. Sólo un
atrevido rey, quizá temerario, trató de expandir el imperio
hyrkanio por Vendhya y Khitai, intento que no fraguó ni
siquiera con el que quiso secundarle en tan arriesgada
empresa: Barlonius de Nemedia.
CULTURA SINIESTRA TRAS EL REFULGENTE ACERO
Todos
sabían en la Edad Hyboria de las sedas y armaduras hyrkanias,
en el típico conocimiento de una región por el producto
exportado mas famoso. Desde luego, era cierto que el acero
hyrkanio era excelente e irrompible y las espadas
procedentes del este eran sumamente apreciadas en el hybori.
El
aspecto cultural mas relevante de este país oriental fue el
de su espectro religioso. Sus cultos estaban dirigidos
mayormente a Erlik, dios sumo que poseía el título de "Señor
del Trono Negro" y "Dios de la Muerte", ligado en un
principio a los cultos de los asesinos que desbancaron la
pleitesía a Tarim -dios nacional durante un tiempo-, al que
llegaron a considerar obsceno y estúpido. Aún así seguía
siendo adorado en diferentes regiones de Hyrkania por
sacerdotes de cabeza afeitada, y tanto por los miembros de
las tribus como por los habitantes de las ciudades. Algunas
de estas ciudades aun mantenían el título de "Ciudad de la
Orden de Tarim" y en ellas se custodiaban ciertos elementos
religiosos relacionados con su dios viviente, como el Cáliz
Mágico de Tarim, en Scarlet.
Entre
otras posibilidades, cabe asegurar que se veneraba a Isthar,
a Hanuman y a Jhebbal Sag, cuyo culto originario se vio
desplazado hacia los Reinos Negros, pero dejando innegables
signos de su práctica en las estepas meridionales hyrkanias.
Los hyrkanios sabían que había dioses más antiguos que el
Tarim Viviente y les ofrecían sacrificios, caso de Xuthl-Tân
o de los dioses pelirrojos que adoraban en sus cavernas la
raza de los "Predilectos".
Al sur se
sustituyó Tarim por el culto prohibido al Lobo Blanco y en
oriente se rendía adoración al gran señor de la guerra,
Khengor el Siniestro, jefe guerrero de origen campesino que
condujo sus hordas hyrkanias de una ciudad a otra
conquistándolo todo. Finalmente, en Kara-Sherhr, un puesto
avanzado de la antigua Acherón, se veneraba a dioses con
cuerpo de toro, cabeza de hombre y alas de murciélago. |