(...)
A.-
Y, después del Madriz, el Medios Revueltos.
FHC-
Después del Madriz, el Medios Revueltos,
sí. Además, el final de Madriz coincide con el momento en que
se iban a producir las elecciones municipales, y ahí yo fui engañado
como un pardillo. El Ayuntamiento me sugirió que fuéramos buenos
chicos y estuviéramos quietos con la desaparición del Madriz,
y ellos nos ayudarían a poner en marcha un proyecto fuera del
Ayuntamiento. Nos subvencionarían, en parte, un proyecto que
nosotros pusiéramos en marcha. Nosotros concebimos un proyecto
denominado Medios Revueltos, y desde el Ayuntamiento se nos
dijo que estupendo, que muy bien, pero que esperásemos a que pasasen
las elecciones. Después de pasar las elecciones yo jamás volví a
conseguir que el hombre que había hecho esa promesa, Ramón
Herrero, entonces concejal de Cultura del Ayuntamiento de
Madrid, volviera a recibirme. Hasta hoy. Sigo esperando que, en
cualquier momento, caiga en aquello, hasta ahí llega mi ingenuidad.
Y Medios Revueltos fue el intento de hacer el Madriz
mucho más depurado, muchísimo más depurado.
A.-
¿Depurado en qué sentido?
FHC-
Depurado en el sentido de que, en el propio Madriz
incluso, aunque yo elegía el material que se publicaba, eso no
significaba que todo lo que se publicase allí respondiese
exactamente a lo que eran mis gustos personales. En ese sentido, yo
he sido siempre bastante flexible y hasta, a veces, he pagado con
creces y de mala manera el dar oportunidad a gente cuyo trabajo a
mí, personalmente, podía no interesarme, pero que yo sabía que
interesaba a otras personas y que, al margen de ese interés, algo de
originalidad sí que había en él. En ese sentido, Medios Revueltos,
se acercaría mucho más a lo que de verdad a mí me gusta, mientras
que en Madriz hay de todo, hay cosas que me gustan y cosas
que no (en todo caso yo creo que fue una buena cosecha). Luego,
también como prolongación de todo aquello vino lo de Nuevas
Viñetas con el Instituto de la Juventud, que terminó tan
atrozmente...
A.-
En cuanto a las colaboraciones con Federico del
Barrio y Raúl. Firmado: Mister Foo salió como
álbum de Medios Revueltos, pero había sido tiras de prensa
antes y...
FHC-
No,
se había publicado en una revista de sociología y urbanismo,
Alfoz. Las dos primeras historietas de Amorós se
publicaron en Alfoz, por esto mismo que decía ya que nos
pasaba con EL CUBRI. De repente a nadie le interesaba ese
tipo de historieta, nadie quería publicarnos esto, les atacaba de
los nervios cualquier cosa de estas características, «ya están aquí
estos pesados, ya vienen con la Historia». Luego, es curioso,
revistas donde nunca hemos tenido cabida y donde no hemos tenido
ninguna oportunidad han decidido apostar por otros autores (y me
parece bien) para que hiciesen cosas de ambiente histórico y cierto
contenido político.
A.-
Como Viñetas.
FHC-
Por ejemplo. El trabajo de Juan Antonio de Blas
y Alfonso Font. Quiero decir, no entiendo por qué es
imposible que Viñetas se prestara a darnos una oportunidad a
Fede y a mí para hacer eso, y, en cambio, sí a Font y
De Blas.
A.-
¿Cómo se plantea la colaboración con Federico,
con Raúl, con los dibujantes con quienes trabajas? O sea,
¿cómo es la relación a la hora de crear la historieta? ¿El guión,
cómo surge?
FHC-
Esto varía mucho. Como antes he dicho, con
Federico y con Raúl encontré muchas cosas a compartir:
Federico y yo estábamos muy interesados en hacer un tipo de
historieta que no fuese [la habitual], y volvemos otra vez a la
vieja historia de la época de EL CUBRI... Es que yo siempre
me he debatido entre una historieta que formal y narrativamente se
escape a lo que es la historieta que conocemos hasta ahora, y otra
historieta que sea más "convencional", pero que pueda servir (o me
gustaría creer que puede servir) no sólo para llegar a una serie de
gente, sino como punta de avance de esa otra historieta menos
ortodoxa, para acercarla al público. Es decir, a mí me gustaría
imaginar que los trabajos de Amorós, o el trabajo de Lope de
Aguirre,
o el propio El Artefacto Perverso, pueden servir para que la
gente se acerque, en su momento, a leer otro tipo de historieta,
como Ventanas a Occidente. No sé si es una utopía. En
cualquier caso, a mí sí me gusta mucho trabajar en ese tipo de
historieta más posibilista, con algunas concesiones más al lector.
Personalmente, el lector también me interesa mucho... No digo todos
los lectores, pero yo sé que hay algunos lectores que sí, y me
gustaría valerme de la capacidad que tiene la historieta y de sus
resortes para hacerles vibrar con determinadas cosas que a mí me
hacen vibrar.
Bueno, este trabajo con Fede nació como una especie de juego:
vamos a jugar un poco con las características y los arquetipos del
folletín de toda la vida, el folletín del XIX, pero de paso vamos a
hacer Historia. Y yo empecé a intentar acercarme a mi manera a lo
que es la situación de este país en un abanico amplísimo que
empezaría con la Crisis del 98 (presente de alguna manera en el
Mister Foo) para llegar luego a la situación actual. Es
decir, yo creo que tenemos que seguir pensando este país como muchos
intelectuales lo pensaron a raíz de la crisis colonial del 98. Creo
que ahí empieza el germen, entre otras cosas, de muchos de los males
y de los problemas que padecemos. Y ahí se habla de lo que había
sido la lucha de la independencia en Filipinas, de Primo de Rivera
(la etapa de Primo de Rivera, muy importante en este país,
nunca ha tenido su reflejo en la historieta), y ya todo se va
encadenando. De hecho, hasta en El Artefacto Perverso aparece
Amorós en los campos de Francia y...
A.-
Y haces la misma historia con una variación en los
personajes.
FHC-
Claro. Yo muchas veces cuento las cosas con la
sensación de: «éste va a ser el último guión de historieta que me
van a dejar hacer». A veces tengo esa sensación. Entonces, le quiero
dar un carácter casi de testamento de lo que son mis ideas y remacho
sobre cosas. Siempre estoy dando vueltas a los mismos temas. Y uno
de los temas fundamentales es el de la amnesia y el olvido, o la
desmemoria, como decía Semprún hace poco a propósito de lo de
Autschwitz. Si uno lo piensa, en Mister Foo y El Artefacto
Perverso realmente estoy hablando de lo mismo, sólo que cuando
me dan la posibilidad de hacer El Artefacto Perverso entonces
digo: «ahora lo voy a contar mejor, lo voy a contar más
quintaesenciado si puedo, mucho más depurado».
También (y esto ya es un problema mío que, seguramente, le
interesaría a algún psicólogo), de alguna manera, por lo que ha sido
la vida de mi padre y de mucha otra gente, siempre he tenido la
sensación de que tengo que pagar una deuda. Bueno, no que tenga la
obligación de pagar... A mí me gustaría rendir un tributo a la
generación de mi padre y, en general, a la generación de la gente
que perdió la guerra, contando una serie de cosas que la historieta,
poco a poco, me ha ido dando la oportunidad de hacer, aunque lo haya
tenido que contar de una forma excesivamente sintetizada y,
desgraciadamente, como consecuencia de ello, un tanto pobre. Pero ya
he podido hablar de la dictadura de Primo de Rivera, algo de
la posguerra y, al mismo tiempo que hablaba de la posguerra, de los
campos en Francia... Cuando de repente Santolaya dice:
«podéis hacer una cosa sobre los derechos del niño», digo: «¡ya
está!: la historia que quería contar de los niños que se fueron a
Rusia». Y de ese tributo que yo quiero rendir a esa generación me
quedan, ya, muy pocas cosas por contar. Alguna tan importante como
la guerra [civil]. Nunca me la han dejado contar. A mí me gustaría
contar la guerra no como la contó Víctor Mora en la serie que
él hizo con varios dibujantes, tampoco como la contó Palacios.
Me gustaría contar
“mi” guerra de España. En El Sol estuvimos a punto de
contarla, pero nos echaron a Fede y a mí cuando ya habíamos
empezado. Estaba escrito ya el primer álbum de una trilogía sobre la
guerra, y se llamaba La tierra a la cintura. Fede
llegó a dibujar, incluso, las primeras tiras de ese álbum, pero...
A.-
¿Y eso se puede hacer todavía?
FHC-
Sí, algún día, pero yo cada vez lo veo más difícil,
porque está ese contrasentido de que se ha llegado a decir que sobre
la guerra está todo dicho, y eso no es cierto, como no para de
remachar Vicente Aranda, que se va a hinchar a hacer
Libertarias primero y, luego, La defensa de Madrid, sus
dos próximos proyectos como película. Pero la gente dice: «¡No! ¡La
guerra otra vez! ¡Ya sobre la guerra está todo dicho!». Es falso.
Películas sobre la guerra no hemos tenido tantas; habremos tenido
siete u ocho películas o algo así, y muchas de ellas un tanto
desafortunadas. Ni siquiera Ken Loach, pese a que algunos
críticos insistan en ello, ha dicho con Tierra y Libertad
todo lo que había que decir sobre la guerra civil. A mí, ya digo, me
queda la Guerra, un par de asuntillos más relacionados con la
posguerra y una especie de ajuste de cuentas con los nacionalismos,
y, luego, pues son muchas las otras cosas que yo quiero contar y
que, a veces, tengo la oportunidad de irlas adelantando, casi
saltando todos estos proyectos que están empantanados.
De
vez en cuando puedo hacer algo con Raúl sobre los toros, o “Tatanka”,
o una historieta que he terminado hace poco, de unas pocas páginas,
con Laura, intentando acercarme a los problemas de una mujer
solitaria. Esas cosas sí se van adelantando, pero a veces digo:
«¿Por qué no dejarán que me desahogue de eso, que lo tengo ahí y que
me ocupa no sé cuántos bits en la cabeza (risas), para dedicar todo
mi esfuerzo sólo a esas otras cosas que, de vez en cuando, me dejan
hacer?». Pero es difícil. Tal y como está el mercado es imposible.
Es decir, bendito sea Laureano por dejárnos hacer El
Artefacto Perverso, pero nada más. Ventanas a Occidente
lo tuvimos que hacer a cambio de cero pesetas, Raúl y yo, y
el trabajo ése a Raúl le llevó mucho tiempo. Ahora, por
cierto, el álbum va a salir en Francia en los próximos meses. A lo
mejor esto significa que algunos franceses se interesen por eso,
pero lo veo difícil. Y, hay proyectos paralizados desde hace mucho
tiempo, por ejemplo, [uno que supone] un paso adelante con respecto
a Ventanas a Occidente [se refiere a Macandé, dibujado
finalmente por Laura] un trabajo del que está todo el guión hecho,
lo tiene Raúl desde hace más de un año. Pero, claro, yo
entiendo que enfrentarse de repente con todo un álbum con esta
perspectiva de «vamos a hacerlo y, luego, lo veremos los amigos y
punto» es un poco triste, ¿no?
A.-
¿Cómo se plantea el trabajo con Raúl?
FHC-
¡Ah!, es cierto... tampoco he contestado mucho a lo
de Fede. Por ejemplo, lo de Amorós, y sobre todo
cuando había que hacer la tira diaria, era un trabajo muy rápido,
donde Fede descargó bastante responsabilidad en mí diciendo:
«dame una planificación ya dictada y no me obligues a pensar
demasiado cuál es el tipo de encuadre que tiene que tener». En
cambio, con Raúl es un trabajo absolutamente sorprendente y,
casi, en el vacío; y no sólo porque, a veces, cambie las cosas.
Siempre cuento la anécdota de que El rey del Congo
transcurría en un verano, pero Raúl encontró que tenía mucha
más fuerza la nieve y lo pasó a un invierno. Esas son cosas
absolutamente comprensibles, porque Raúl tiene una forma tal
de trabajar con los textos que yo le paso que el texto se convierte
en una especie de pretexto en el que él sí respeta el ritmo de la
narración, pero donde las indicaciones que yo le doy son mínimas. Es
lógico teniendo en cuenta sus inquietudes. Y en muchas ocasiones
Raúl hace abstracción de esas mínimas indicaciones y trata de
encontrar en el texto otro tipo de motivaciones que le lleven a dar
con otras imágenes.
Esto del guión depende mucho del dibujante. Lo de Brocal [V
Girl], por ejemplo, un trabajo que acabé haciendo con bastante
cariño, aunque se pueda ver más convencional. Es un trabajo que hice
con mucho cuidado y en el que me plegué a lo que Brocal
quería porque no me gusta que la gente trabaje de forma incómoda. Él
me dijo que quería que le inventase una historia que transcurriera
en EE UU, me precisó qué años le gustaban en cuanto a la estética,
me precisó, incluso, la ciudad en la que quería que transcurriese
(que era Nueva Orleans) y, a partir de ahí, yo he vuelto a contar
una historia que es otra vez mi historia. ¡Siempre me sale mi
historia! (risas). Son historias de un montón de personajes que se
van cruzando, a veces sin encontrarse, y sobre los cuales hay un
elemento común que es algo que les pesa, que sucedió en el pasado.
Y, de paso, he podido contar, también, aspectos de la forma de ser
de los americanos. Los guiones de Brocal sí que están hechos
con bastante cuidado en cuanto a la planificación.
A.-
Comentó que estaba casi acabado.
FHC-
Sí, eran ocho historias, creo recordar, y él tiene
dibujadas cinco o así. Él lo va a terminar de todas maneras y,
bueno, aunque sea lo editará él mismo, si puede...
A.-
Con Federico hiciste la segunda parte de
Lope de Aguirre. La primera, con Enrique Breccia, es,
casi, demasiado convencional, y Federico rompe radicalmente
con la estética. Y lo de Castells es un misterio...
FHC-
Claro, es que la historia esa, la de Lope de
Aguirre, es la siguiente: Santolaya me encargó hacer un
único álbum de Lope de Aguirre, y de esto hace muchísimos
años. Estamos hablando del año 1983 ó 1984. Entonces, yo hice un
solo guión de Lope de Aguirre. Como soy como soy, decidí
contar precisamente lo menos contado de Lope de Aguirre. En
aquel momento todavía Saura no había hecho su película y,
para la gente, Lope de Aguirre, en lo literario
fundamentalmente, era Sénder, aunque a mí hay otros Lope
de Aguirre literarios que me gustan más, como es el de Otero
Silva, de Lope de Aguirre Príncipe de la Libertad, o el
de Elías Amezaga, de Yo, Demonio. Pero, para la gente
era Sénder y, sobre todo, era la película para mucha más
gente. Y la idea que subyace en la película de Herzog es
equívoca, porque parece que Aguirre muere en el río.
Entonces, yo me propuse contar el final, los últimos días de Lope
de Aguirre en Barquisimeto, y escribí un guión. Cuando ese guión
estaba escrito, un guión que yo me planteé como casi siempre acabo
haciendo («bueno, esta es la última oportunidad que me dan, haz aquí
tu parábola, que te quede bien clara, muchacho, porque, en fin,
puede que no te encarguen otro trabajo»), ese guión lo vio
Santolaya y dijo: «estoy pensando que me gustaría que esto
tuviese un contenido más didáctico y que pudiéramos saber algo más
de Lope de Aguirre antes, no sólo el final». Y, entonces, me
encargó dos guiones más que fueron hechos, digamos, hacia atrás, yo
escribí éste, el que era el primero, que quedaba como final y,
luego, hice el primero y el segundo. Se decidió que los tres álbumes
los haría Enrique Breccia, y se decidió, y a mí me pareció
que era interesante ese juego (así se pactó con Enrique Breccia),
que el primero tendría un dibujo convencional, el segundo tendría un
dibujo mucho más expresionista y más en la línea de los trabajos que
Enrique hizo en su día (aquello sobre la pampa), y el tercero
sería un álbum prácticamente abstracto.
Yo
creo que el trabajo de Enrique fue más convencional de lo que
esperábamos. Quiero decir, yo creo que Enrique es un
grandísimo dibujante, pero no es ése el Enrique que más me
gusta; a mí me gusta un Enrique mucho más libre. Los guiones,
además, quedaron divididos entre el arranque antes de que empiece la
aventura (es decir, qué pasa antes de que empiece la aventura); en
el segundo álbum, un pequeño vistazo en medio del río; y, en el
tercero, el final. Santolaya tuvo luego problemas de
entendimiento con Enrique y el proyecto quedó ahí. Ese primer
álbum y fuera. Y quedó paralizado durante mucho tiempo, hasta que yo
le sugerí a Santolaya que trabajásemos con dos dibujantes que
pudieran responder a esa idea de hacer un trabajo muy expresionista
y muy abstracto, y que fueran magníficos. Y tras mucho convencerle,
aceptó que fueran Federico del Barrio y Castells. Yo
creo que Federico ha hecho un pedazo de álbum que no lo
hubiera mejorado Enrique Breccia si hubiera tenido que
hacerlo. Es decir, yo creo que Federico, cuando quiere, es
más hijo de Breccia que el propio Enrique, o mejor
discípulo. Y el tercer álbum, que está todo dibujado, es un álbum
impresionante de Ricard Castells, pero es un álbum en el que,
al final, Santolaya pensó que se había ido demasiado lejos en
la abstracción y, entonces, aquello se paralizó. Salvo el Centro
Nacional de la Bande Dessinèe de Bruselas, que tuvo expuestas
todas sus páginas a finales del año pasado... Luego, Ricard
con su carpeta paseando a ver si alguien se digna a publicar eso. Yo
lo veo muy inviable.
A.-
¿Y plantearse una especie de autoedición, como
Ventanas a Occidente?
FHC-
Pero el problema es el color.
A.-
Sí, eso encarece demasiado.
FHC-
No
sé, confiemos en que algún día aparezca un editor. Traté varias
veces de convencer a Laureano Domínguez, a ver si en aquellos
momentos Ediciones B podía asumir eso, pero no era nada fácil.
A.-
Volviendo un poco a Enrique Breccia, ¿quién
decidió que fuera Breccia el dibujante? Porque has dicho «se
decidió»…
FHC-
No, no, lo decidió Santolaya. Santolaya
tenía muy buena relación en aquellos momentos con Alberto y
Enrique Breccia, y decidió que fuese Enrique. Y, a mí,
Enrique, y sobre todo el Enrique más libre, es un
dibujante que siempre me ha encantado. Entonces dije: «¡Aaah! ¡Dios
mío! Qué gustazo poder trabajar con Enrique Breccia».
En
fin, yo no me puedo quejar de Santolaya porque, aunque le dé
sobresaltos, acaba finalmente por tolerar mis caprichos. Él se
encontró con que tampoco se contaba toda la aventura de Lope de
Aguirre, sino un trocito, otro trocito y otro, ¿no? Es más,
llegó un momento en que él se planteó que le faltaban muchos datos y
que quería que se hiciese un cuarto álbum que fuese, digamos, la
juventud de Lope de Aguirre, pero esto no llegó ni a hacerse.
A.-
Y, el trabajo con Castells ¿cómo se planteó?,
¿cómo surgió la idea de que fuese él quien...?
FHC-
Castells
fue una batalla que dimos sobre todo Antonio Altarriba y yo,
pero hay que decir también, en honor de Santolaya, que éste
acabó aceptando que fuese Castells. Otra cosa ha sido todo
este problema de que él se encontrase con algo que, a lo mejor, no
era lo que esperaba. Pero...
A.-
Lo que sí comentaste es que Castells se había
hundido a raíz de esto y que había querido dejar la historieta o
algo así.
FHC-
Sí, Castells ha estado mucho tiempo sin hacer
nada, salvo una pequeña historia, muy cortita, que se la compraron
los japoneses, con esos criterios sorprendentes que tienen de que,
por un lado, ellos hacen lo que hacen, pero, luego, cuando ven
autores europeos que les parecen más libres que los convencionales
les interesan. Ahí tenéis el caso de Baudoin: sus trabajos
más libres los está haciendo para Japón. Me consta que los japoneses
también se han interesado por la forma de trabajar de Raúl,
Federico o Ana Juan, gente así, que no tiene nada que
ver con ellos. Los japoneses le compraron [a Castells] esa
historia pequeña y, luego, él hizo una segunda historia pequeña,
preciosa, que ha tratado de negociar en el Salón de Barcelona con
algunos editores europeos, que no parecían muy interesados, salvo
cuando oían que esto parecía interesar a los japoneses.
A.-
Alucinante. Háblanos de los trabajos de Aves de
Prensa...
FHC-
Sí, Aves de Prensa. En una ocasión me llamaron
del dominical de El País y me plantearon que hiciese una
serie de historieta. Ya habíamos tenido antes el antecedente
Vendrán por Swinemünde, que también había causado serio
desconcierto (prueba de ello fue que al principio las entregas
tenían una portadilla y, luego, esa portadilla desapareció). Y yo
pensé que después de Vendrán por Swinemünde jamás volverían a
llamarnos. Me llamaron y me pidieron que, en lugar de irme de
vacaciones un verano, diseñara un proyecto y lo pusiera en marcha,
que era éste de Aves de Prensa. Entonces, yo sometí primero a
su consideración una lista de autores con los que quería hacer
historias donde el único elemento común es que hubiese un
periodista, y presenté una lista de dibujantes. Hubo algunos que ya
me descartaron ellos de esa lista, por raros, como Micharmut,
por ejemplo, pero a la vista de que lo que me descartaban era más
bien poco y las posibilidades de dibujantes eran muchas, [partiendo]
de la lista que yo había presentado ese verano, en lugar de irme de
vacaciones, empecé el proyecto. Se hicieron las historietas de
Ana Juan, de Ricard Castells, de Keko, de
Bartolomé Seguí y de Raúl. Y tienen todavía en su poder
los guiones Miguelanxo Prado, Sento, Jesús Moreno y
Federico del Barrio, como los siguientes. A la vuelta del
verano, yo tuve una entrevista con el responsable del dominical de
El País, y él decidió que había trabajos que eran
impublicables, como el de Ricard Castells, el de Raúl
y ciertas dudas sobre el de Ana Juan. Entonces, argumentando
que yo había entendido que el trabajo era un encargo donde, una vez
descartados determinados autores, se podía trabajar con absoluta
libertad, acordamos que no seguía el proyecto adelante. Luego se
pudieron publicar en Injuve y Medios Revueltos.
Y, de vez en cuando, alguno de los que tiene alguna de esas, como
Sento, dice: «ahora voy a hacer la mía», o Fede: «un día
de estos haré la mía». O sea que ése hubiera sido mi sueño para
poder incluir ahí a… a Micharmut no, a Micharmut no
podía. Con Micharmut siempre hemos hablado, él y yo, de que
nos gustaría hacer un folletín decimonónico. Los dos compartimos una
pasión tremenda por los folletines del XIX, ese tipo de folletines,
sobre todo de finales del XIX, que aparecen ya con cierto contenido
social, donde las hijas de los obreros son sometidas a todo tipo de
vejaciones, se apunta ya el renacer de una clase que cambiará el
signo de esa revolución industrial... En fin, estas cosas.
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