LIMPIEZA DE SANGRE, DE PÉREZ-REVERTE, GIMÉNEZ Y MUNDET
MANUEL BARRERO

Limpieza de Sangre, de Pérez-Reverte, Giménez y Mundet 

www.tebeosfera.comLimpieza de sangre huele a muerte y a celda, a sudor de hombres desesperados y a velas que se apagan moribundas. Al fondo de este tebeo de Mundet y Giménez basado en la obra de Pérez-Reverte, se oye el rozar de capas en los callejones y el garrapateo de las plumas sobre los escasos papeles que se escribían en el siglo XVII español.

El título es el mismo que el de la novela que adapta, segunda de las aventuras del muy vendido capitán Alatriste. Tras haber vivido reediciones varias, algunas ilustradas por el mismo Joan Mundet (una incluso en historieta, la muy pobre aunque didáctica de El País / Aguilar) está disfrutando de nuevas ediciones, como esta publicada a finales de 2008 por Debolsillo, subsello del todopoderoso Random House / Mondadori.

En este volumen de 184 páginas, impreso en blanco y negro con un tamaño que lo identifica mas como libro que como tebeo, Mundet y Giménez llevan a viñetas un relato que tiene lugar en la España más olvidable de su historia, la de la Inquisición. Un engranaje de favores debidos y de noes que no se pueden proferir lleva a Quevedo, el ágil compositor de sonetos, a convencer a Alatriste de intentar rescatar a una novicia de un convento corrupto. Pero los villanos les esperan en las sombras, a los familiares de ella y a los conspiradores, y acaban deteniendo al ayudante adolescente de Alatriste, el joven vascongado Íñigo. Es sometido éste a interrogatorio cruel, pero en el muchacho puede más la fidelidad al capitán que el terror, y evita que Alatriste acabe en manos del Santo Oficio, que a la postre era lo que se pretendía con la emboscada inicial. Tanto Quevedo como Alatriste lucharán denodadamente por salvar el pellejo del chico, en una carrera contra el tiempo, contra el honor, contra lo imposible.

La historia que se nos cuenta es de por sí suficientemente atractiva como para impulsar a la lectura y recomendar la obra. El contexto es una España convulsa, mal gobernada por Felipe IV, lastrada por las guerras (Alatriste está a punto de partir hacia Flandes), y dominada por el poder omnímodo de la Iglesia. Tanto el cómic como la novela reflejan muy literariamente aquella España rancia y tosca en la que el miedo era dueño de todas las esquinas. Tanto era el poder del santo tribunal que el joven Íñigo, al caer abatido por los hombres del rey dice: "Soñé que no había muerto. Y me aterrorizó la certeza de que iba a despertar".

Perez-Reverte, dotado para describir las facetas oscuras del alma humana a la vez que legible, construye un personaje modélico con el capitán Alatriste, un hombre íntegro, sólo y melancólico, pero siempre firme y defensor de los suyos. El elenco de aliados y de villanos es también creíble, cada uno con su pecado a cuestas, algunos con profundas cicatrices; y sorprende Quevedo, a quien siempre hemos imaginado gordezuelo y algo decadente, pero que aquí es ducho en la esgrima, corre como un diablo y su picaresca supera a la de sus personajes literarios.

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El Quevedo de Pérez-Reverte es un héroe de capa y espada

En la modulación del relato es correcto el cartagenero, Reverte, que hilvana las escenas de acción con las de conjura y otros diálogos con buen oficio de escritor. El lector queda atrapado fácilmente en una red narrativa que lo debe todo al folletín pero que es en verdad buena literatura, en tanto que la investigación sobre la época es vasta y el uso del lenguaje aflora y ruge como si fuera el de entonces. Y hay varios momentos de la historia, mérito siempre del escritor, que dejan al lector atónito y complacido: cuando Alatriste convence al conde de Olivares, la pelea en el callejón, etc. Pero desde luego el pasaje inolvidable de la obra es el del comienzo del capítulo VII: “Gentes de un sólo libro“, donde se retrata el suplicio de la novicia torturada, con los ojos ya vacíos por la desesperación de la tortura ("cercados de insomnio y sufrimiento") y donde se dice esa gran y escalofriante verdad, que no deja de serlo por mas que nos obstinemos en evolucionar socialmente: "Si terribles son quienes dicen actuar en nombre de una autoridad, una jerarquía o una patria, mucho peores son quienes se estiman justificados por cualquier dios".

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Judíos, herejes y miembros de la "secta de Mahoma", a la hoguera.

La sangre ‘limpia’ a la que alude la obra es la de los cristianos viejos, cuyos ascendientes no tenían trazas de mezcla judía o mora. Se vivían tiempos difíciles en una patria que trataba de recuperar una gallardía de raza que nunca tuvo. Íbera, romana, visigoda, mora y judía, España ya era en el siglo XVII un crisol de etnias, de las que surgieron algunos caracteres duros como el del capitán Alatriste y sus allegados, gente de sangre si el lance lo exigía, porque la violencia era norma en los callejones del Madrid de la época. Condenados eran por entonces, por este orden, los blasfemos, los casados dos veces, los sodomitas, los judaizantes, los de la 'secta de Mahoma' y, por último, los reos de brujería. Los brujos estaban casi a la misma altura de los musulmanes, tal era el odio que se sentía por una cultura, la árabe, que había dado a España ciencia y costumbres, gentes y economía, pero que por estas fechas, entre 1609 y 1621, que es cuando se desarrolla este lance de Alatriste, fueron sistemáticamente expulsados del país en lo que, si nuestros historiadores tuvieran la suficiente valentía, definirían como la primera gran limpieza étnica de Europa, tan cobarde y genocida como las que luego llegarían.

Mundet y Giménez hacen una asequible adaptación de la obra del escritor. Carlos Giménez trabaja un guión sólido con cierta comodidad, pues son muchas páginas con poco reparto de viñetas por plana, y como parte desde un texto bien escrito, se permite lucir frases ajustadas a la secuencia con gran sonoridad. Abusa, eso sí, de la sobrenarración, aspecto a evitar en autores de su veteranía, porque no viene a cuento decir que uno salta por un ventana cuando en el dibujo salta por la ventana (quedémonos en éste, aunque los ejemplos abundan).

Mundet, por su parte, no trabaja esta obra con alardes de historietista experimentado dejando aflorar, inevitablemente, su faceta como ilustrador. Ama el medio y lo domina, claro está, y para demostrarlo están sus obras de antaño o su serie autobiográfica (hoy, 'novela gráfica') publicada en Rambla. Mundet es más ilustrador que historietista a los ojos de muchos y esto aflora también en esta adaptación por causa de un proceso creativo en el que guionista y dibujante avanzan por separado. Empero, su trabajo es muy destacable, porque en estas páginas vemos Madrid al fondo, inerte como en los grabados del XVIII y del XIX, y sus viandantes la sobrevuelan como sombras de tinta y blanco. El dibujante reconstruye muy bien el escenario pero abusa del primer plano en cuanto éste desaparece, y más aún de los bustos parlantes, aunque poco remedio le quedaba en una obra como ésta, tan trufada de encendidos diálogos. El Mundet ilustrador, eso sí, saca punta a su talento para dotar a esta obra de gran intensidad: primero, por su tramado manual, tan de grabado y muy adecuado en esta adaptación; con él consigue situarnos de inmediato en el siglo XVII, en los tiempos de las medias luces y las siniestras esquinas. En segundo lugar, Mundet convence por su incuestionable dominio de la luz y de las masas de negro. Con ello genera unos contrastes violentos muy expresivos, a la par que dota de gran peso a las viñetas cuando reproduce las sombras. Si en algo es maestro Mundet es en el silueteado en negro, y en este libro lo deja más que claro.


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El interrogatorio del joven Iñigo

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El resultado es un tebeo palpitante. Gozamos de secuencias construidas con la sabiduría de un veterano narrador, Giménez (como la del interrogatorio con Iñigo como un ecce homo, como los montajes en paralelo del Madrid en sombras y planos detalle del rostro de Alatriste...), y sentimos el fluir de la tinta de Mundet por unas viñetas muy fieles a la novela original y que dan fe de una época terrible.

Limpieza de sangre es un tebeo estupendo que nos enseña cómo se excluía al ‘otro’ en un mundo en el que sólo sobrevivieron los serviles al poder o los tipos autoexcluidos, como Alatriste, a quien no hubo Dios que lo juzgara.

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Creación de la ficha (2009): Manuel Barrero, con edición de Oscar De Majo
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
Manuel Barrero (2009): "Limpieza de sangre, de Pérez-Reverte, Giménez y Mundet", en Tebeosfera, segunda época , 3 (14-IV-2009). Asociación Cultural Tebeosfera, Sevilla. Disponible en línea el 19/XI/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/limpieza_de_sangre_de_perez-reverte_gimenez_y_mundet.html