Para Isabel Bas Amat, “inventar historietas es mantener la mente ocupada en algo positivo y agradable, buscándole sentido del humor a las situaciones cotidianas de la vida e intentando hacer reír a los demás”. Esta autora de tebeo, nacida en Barcelona en 1931, es una de las seis mujeres, seis autoras, que formaron parte visible de la historia de TBO (de 1917 a 1983). Y digo visible con toda la intención, pues sabemos que un proyecto creativo apenas puede llevarse a cabo si no es con la ayuda de quienes cuidan, labor que, por tradición, ha recaído en su mayoría en las mujeres.
Pueden rescatarse nombres como Rosa Segura y Teresa María Pons, ambas secretarias de Ediciones TBO y, a su vez, autoras de textos de secciones, así como de algunos guiones. Segura, además, autoeditaría ya en este siglo Ediciones TBO. ¿Dígame?, memorias que inciden en la intrahistoria de la editorial desde la propia perspectiva. En 2014, Diminuta Editorial sumaría esta publicación a su catálogo. María Ángeles Sabatés y María Urda fueron dos nombres estrechamente ligados a sus respectivos padres, autores clásicos de TBO, Ramón Sabatés y Manuel Urda, que también dejaron su impronta: la primera, María Ángeles, con Maribel es así, entre 1964 y 1972, y la segunda dibujando la sección Visiones de Hollywood entre 1968 y 1969 bajo seudónimo, Mary. El autor de 100 años de TBO (Ediciones B, 2017), Antoni Guiral, nos apunta que hubo una Nuria, pero poco más se sabe de quién estaba detrás de ese nombre o seudónimo.
Nuestra entrevistada, Isabel Bas Amat, comenzó su andadura en TBO en 1967, ya con toda una carrera a sus espaldas. Sus principios se retrotraen a la década de los cincuenta en editoriales como Clíper, Favencia y Toray; para esta última, dentro de la colección Alicia, crea la serie Matildita, el terror del barrio. En los sesenta dibuja historietas, chistes y pasatiempos en las revistas de la editorial Bruguera, Tio Vivo, Din Dan y El Capitán Trueno. Época en la que también crea la serie Els Yeyés para la revista L' Infantil / Tretzevents.
En la época del TBO dirigida por Albert Viña, Bas Amat se encargará de dibujar la que será su serie más longeva, Ana-Emilia y su familia. Con ella, esta autora concebirá una serie de aventuras cuyo humor aparentemente blanco se encargará de poner sobre la mesa ciertas contradicciones tanto familiares como de la misma sociedad, pero siempre desde una perspectiva optimista. En TBO también fueron suyas, hasta 1979, las secciones Página 15, con 30 minutos de entretenimientos y Pasa el tiempo con pasatiempos. El mismo año que entra en TBO, dibuja para la editorial Clíper la serie Pitusín y sus Amigos, incluida en la revista Davy y su Fiel Roy (continuadora de Rin Tin Tin).
Pocos saben que, en su juventud, esta autora de cómic fue además escaladora, un dato que Susanna Martín hizo metáfora en la conmemoración del III Premio Honorífico que el Colectivo de Autoras de Cómic le otorgó a Bas Amat en 2015. En el cartel del mismo, Martín sustituyó los anclajes de escalada por lápices…
A las nuevas generaciones les resulta un tanto difícil ver y entender el contexto en el que los autores y autoras de cómic os encontrasteis entre las décadas de los cincuenta y los setenta. ¿Qué puedes contarnos de aquella época del cómic y de la propia industria, desde tu experiencia?
Te puedo hablar de mi caso particular, que es el que conozco. Destacaría el hecho de que no tuve relación con las demás autoras de cómic de mi época. Yo entregaba mi trabajo, previamente encargado, y no veía casi a los demás colaboradores, puesto que apenas coincidíamos.
Es una situación bastante definitoria de aquella época. En estas circunstancias, ¿cuáles fueron tus influencias, tus maestros o maestras?
No tuve maestros que influyeran en mí o me enseñaran, fui autodidacta. Lo que más me ayudó a dibujar fue mi afición por leer tebeos y cualquier historieta que cayera en mis manos. Desde bien pequeña me entretenían con un lápiz y un papel; mis juguetes preferidos eran siempre material para dibujar o pintar.
Primera página de "La escoba encantada", tebeo de la colección Margarita, del sello Favencia. Bajo estas líneas, muestras de sus trabajos en Cuentos de la abuelita, Alicia y Tío Vivo. |
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¿Cómo fue tu primera vez en el cómic? Es decir, cómo empezó todo a tomar forma a partir de ese material para dibujar...
En mi barrio de Barcelona, donde vivía, había una editorial modesta, Ediciones Marco. A ellos les ofrecí dibujar para su revista. Por aquel entonces debía tener unos quince años. Me aceptaron una historieta: Aventuras de Tina y Tolo. Fue lo primero que hice, y, por cierto, me emocionó muchísimo verla impresa. Me animé y entonces me ofrecí a otras editoriales. En Editorial Favencia me encargaron varios números de pequeños cuadernos de cuentos de hadas. Con la perspectiva que dan los años, puedo decir que no es el trabajo del que haya quedado más satisfecha, pero fue un principio.
Como mi estilo tenía que ver más con el cómic, después de trabajar un tiempo para Ediciones Toray decidí ofrecer mi trabajo a la revista TBO, donde siempre había querido publicar, y lo conseguí. Entre otros trabajos, su director, Albert Viña —del cual me gustaría destacar su amabilidad, sentido del humor y exquisita educación—, me encargó una historieta de seis viñetas destinada a salir semanalmente. Su título era Ana-Emilia y su familia. La protagonista de la página era, como es lógico pensar, la pequeña Ana-Emilia, un personaje inspirado en la hija del director; niña que, por aquel entonces, contaba con pocos años de edad. Este personaje se prolongó en el tiempo, apareciendo como historieta fija en el TBO unos once años.
Durante todo ese tiempo, ¿cómo fue el proceso de creación de Ana-Emilia y su familia, dada la inspiración de esta tira?
Con Ana-Emilia y su familia ocurría que, en ocasiones, cuando le presentaba el boceto de la historieta a Albert Viña para que lo aprobara, me pedía cambiar alguna cosa o protestaba por algún detalle. Todo sea dicho, a veces me pasaba un poco en hacer que la familia no quedara muy bien parada en el espacio de la historieta; al fin y al cabo, era la familia de los jefes, y no era cuestión de que aparecieran demasiado ridículos o poco dignos.
Primera historieta de Ana-Emilia y su familia, en TBO nº 504. |
Llama mucho la atención lo independiente que era un personaje como Ana-Emilia, así como su querencia por el movimiento, por los deportes, sobre todo por la escalada.
Sí, Ana-Emilia aparecía varias veces escalando, jugando al tenis de mesa, nadando, porque a mí me encantaban estos deportes.
En aquella páginas, en más de doscientos números (que se dice pronto), te dedicaste al humor, un género frecuentado por autores más que por autoras. A su vez, fuiste una de las pocas mujeres que dibujaron en el TBO. ¿Qué recuerdas de tus coetáneas, tanto en la publicación como en la época en la que dibujaste?
Mujeres que dibujaran para la revista TBO fuimos solo tres, María Ángeles Sabatés, María Urda y yo, aunque no llegué a conocerlas. No sabría decir por qué razón había tan pocas mujeres dedicadas al cómic, era como si se viera al hombre más indicado para el género del humor.
A mí me encantaba inventar historietas, creo que encajaba en el estilo de dibujo inocente, sano, limpio, que adornaba al TBO, buscando el humor en el ingenio de la situación, la sorpresa, lo inesperado… pero nunca lo violento o de mal gusto, más del gusto actual.
¿Recuerdas qué percepción había entonces de las mujeres que dibujaban tebeos?
No se le daba mucha importancia a que una mujer en mi época dibujara tebeos, por lo menos en Cataluña. Quizá sí como dibujante o ilustradora, sobre todo de libros infantiles.
Historieta de Ana-Emilia y su familia aparecida en TBO nº 627. |
En TBO también te dedicaste a dibujar los pasatiempos.
Cuando Ana-Emilia y su familia fue retirada del TBO entonces empecé a dibujar los pasatiempos, sí. Esta era una ocupación divertida y variada.
Fuiste una persona que, en su juventud, se dedicó a practicar deportes que podríamos calificar de resistencia, como la escalada, lo que me lleva a preguntarte por la relación entre dibujo y voluntad.
Se me hace difícil hallar una relación entre dibujo y voluntad. Inventar historietas o situaciones cómicas siempre me ha apasionado. Lo asocio a un recuerdo tan agradable como caminar en mi juventud por Barcelona, imaginando temas nuevos para poder presentar a editoriales y proyectos como Bruguera, TBO u otros.
Sin embargo, el deporte de la escalada era demasiado peligroso para que lo recuerde como algo divertido. Expuse demasiado mi vida, y no lo relaciono con una actividad agradable. Participar cada año en los campeonatos de España de tenis de mesa, el entrenamiento durante todo el año, las excursiones por el Pirineo u otras regiones o la fotografía también tuvieron sus riesgos, sus sacrificios, pero lo sentía de otra manera.
Sabemos también que le das mucha importancia a las artes plásticas para hacer llegar mensajes pedagógicos. ¿Cuál es tu punto de vista en torno a esta cuestión, sobre todo ahora, que las maneras de enseñar y aprender están cambiando tanto por la mediación de las nuevas tecnologías?
Las artes plásticas contribuyen a la formación educativa de un niño. Son muy importantes para despertar y formar su sensibilidad, para orientarlo. Pero no solo las artes plásticas, también los son la música, los conocimientos de astronomía, las manualidades (como el “origami”) o los deportes no competitivos, así como todo aquello que pueda despertar interés en la experimentación.
No cuestiono el uso, pero sí el abuso de las nuevas tecnologías, pues creo que puede cerrar el paso a disfrutar de actividades apasionantes, algunas de ellas apenas conocidas hoy en día.
¿Qué opinión tienes sobre el mundo del cómic?
Siento gran admiración por el mundo del cómic. Cada dibujante puede llegar a crear un estilo nuevo y plasmar su propia personalidad, consiguiendo así una enorme variedad de estilos. Si utiliza su ingenio y no cae en lo fácil, contribuirá a enriquecer el medio.
Sobre la visibilidad de las autoras de cómic en su historia, ¿consideras que hay trabajo por hacer en este ámbito?
Es cierto que en mi época las dibujantes de cómics vivíamos en la sombra, salvo algunas muy renombradas como Lola Anglada, Mercè Llimona o Rosa Galcerán; ellas fueron puntales que afianzaron el crecimiento del mundo femenino dentro del cómic, hasta llegar a constituir hoy un ramillete de notables firmas. Claro que hay trabajo que hacer, pero es difícil de lograr. También creo que hay que volver, en general, a un estilo más tierno, más limpio, sobre todo si enfocamos en un cómic pedagógico, a través del cual los pequeños aprenden valores, sin tener que apelar a la violencia. Muchos padres y madres lo agradecerían.