SEGUNDA
PARTE. TUROK DINOSAUR HUNTER
Poco quedó del
personaje originario en la nueva versión de los noventa: Turok consiguió
finalmente abandonar la Tierra Perdida (moderna acepción del Valle
Perdido), pero en el proceso resultó trasladado al mundo actual, cien
años después de su época. Este cambio temporal supone también una
modificación en el tratamiento del personaje que se adaptará a los
nuevos tiempos conservando muy pocas de sus características originales,
pero sobre todo supone un cambio en el tono de la serie que pasa del
clasicismo original a otro bastante más “duro”; más acorde con la “vida
moderna”.
La editorial
Valiant se
había hecho con los derechos de los viejos personajes de Western
Publishing y, bajo las direcciones sucesivas de Jim Shooter y Bob Layton,
había iniciado un proceso de relanzamiento de éstos, parejo al
desarrollo de nuevas colecciones. La integración de Turok en el universo
Valiant se realizó en el número 12 de la colección Magnus Robot
Fighter, firmado por Graham Marks y Faye Perozich. Posteriormente,
tras aparecer en el segundo episodio de la serie de Jim Shooter y Barry
Windsor-Smith, Archer & Amstrong (que formaba parte de la macro
saga Unity), lo haría en los números 14 y 15 de X-O Manowar,
realizados por Bob Layton y Bart Sears. Lo más destacable de todos estos
episodios es que suponen la recuperación del viejo personaje de Western,
pero su aspecto cualitativo se resiente bastante: lo único que se puede
resaltar desde un punto de vista positivo es el dibujo de Windsor-Smith
en el episodio de Archer & Amstrong. En el polo negativo habría
que situar el pésimo tratamiento que se le da al personaje, que parece
no servir para otra cosa que ir persiguiendo dinosaurios parlantes, para
ponerse a dispararles con flechas, balas o lo que tercie.
La extraña pareja
Turok inauguró su
nueva cabecera en julio de 1993. Turok Dinosaur Hunter (en
adelante, TDH) fue estructurándose en un principio en historias
más o menos independientes de tres episodios de longitud. Tras un
arranque de nulo interés por parte de David Micheline, Bart Sears y
Bernard Chang, nos encontramos en la segunda línea argumental (episodios
4 al 6) con los dos nombres claves de la serie: Timothy Truman y Rags
Morales. El primero es un autor al que, a pesar de lo escaso de su
producción traducido al castellano, no hace falta presentar: Scout
o Hawkworld constituyen suficiente carta de presentación de su
talento. Por el contrario, Morales es un dibujante poco conocido en
nuestro mercado, cuyas únicas referencias anteriores a su labor en Turok
eran sus estudios en la Joe Kubert School y su trabajo en la serie
Black Condor de DC.
«El viejo Turok
era uno de mis favoritos, no sólo por el personaje, sino también por
el maravilloso arte del difunto y llorado Alberto Giolitti. El
artista italiano siempre ha sido uno de mis preferidos, y fue una
enorme influencia en mi propio estilo. La oportunidad de trabajar en
Turok y pagar el tributo al gran personaje nativo americano y a
Giolitti fue demasiado grande para resistirse.» [Timothy Truman en
TDH núm. 0]
Un aspecto a
resaltar que ejemplifica el conocimiento e interés de Truman y Morales
en la serie, más allá de las palabras de Truman reproducidas en el
párrafo anterior, lo tenemos en el hecho de que ellos fueron quienes
determinaron a qué tribu concreta pertenecía el protagonista de la
serie, ya que en TSS nunca se explicó exactamente la procedencia
del mismo. Truman, por sus conocimientos en el tema, llegó a la
conclusión de que la Kiowa-apache eran la elección más lógica en función
de las características del personaje de Western. A partir de entonces,
tanto él como Morales procuraron en todo momento respetar las señas de
identidad de esa tribu, sin que ello les impidiese dejar su sello propio
como autores en su trabajo en la serie.
Esta segunda línea
argumental de TDH, primera de Truman y Morales, constituye lo que
podríamos calificar como una toma de contacto de los autores con el
personaje y, a su vez, de ellos entre sí. Lo primero que hacen es
olvidarse de milicias cazadoras de dinosaurios u otra insensatez de
semejante calibre, para comenzar recuperando a Andar, que al no haber
gozado de las bondades del viaje en el tiempo es un anciano cuando se
encuentra de nuevo con su camarada y antiguo mentor. El reencuentro será
breve ya que Andar fallece en el siguiente número, no sin antes encargar
a Turok del cuidado de su nieto Andy, al que educa en los caminos de su
pueblo. Finalmente, Turok se las tiene que ver con ciertos simpáticos
animalitos que le han acompañado en su viaje desde la Tierra Perdida y
con un grupo de individuos que desean utilizar estos saurios para fines
poco éticos, encabezados por Longhunter, un cazador bastante
perseverante.
En realidad será en
las dos siguientes trilogías en donde Truman y Morales fueron puliendo
definitivamente su particular acercamiento al personaje, pero
curiosamente por separado: Truman con dibujo propio en los números 7 al
9 y Morales, bajo guiones de Mike Baron, en los tres siguientes. El
comienzo del número 7 muestra ya a las claras cual es el tono que Truman
pretende darle a la serie. Este autor siempre se ha preocupado por los
temas relacionados con los aborígenes norteamericanos y precisamente la
historia de un Kiowa-apache trasladado repentinamente al siglo XX
(aunque sea a través de la Tierra Perdida) es la coartada perfecta para
tratar todos esos temas que le interesan:
«Siempre he
intentado retratar a los nativos americanos de una manera realista,
atractiva pero no condescendiente y con un sentido real de sus
varias y diversas tradiciones culturales» [Timothy Truman en TDH
núm. 0].
Truman utiliza la
relación de Turok con una antropóloga que pretende ayudarle en su
“adaptación a los nuevos tiempos” (a la par que utilizarlo como
conejillo de indias de sus estudios) y, sobre todo, con la que mantiene
con Andy, para reflexionar sobre las diferencias entre el modo de vida
de la sociedad actual y el de aquella de la que procedía originariamente
Turok. Un ejemplo muy ilustrativo lo tenemos en las primeras páginas de
ese séptimo número cuando, acompañado de Regan (la antropóloga) y Andy,
durante una visita a un museo Antropológico sobre el pueblo aborigen
Turok pregunta si los blancos también desentierran los huesos de sus
antepasados (impidiendo así el descanso a sus espíritus) para exponerlos
en vitrinas. En estas historietas tienen gran importancia tanto los
personajes en sí como las relaciones entre ellos, de modo que en muchas
ocasiones el protagonismo de Turok se ve solapado por el de los
restantes personajes. Ello no quiere decir que Truman descuide la trama,
muy al contrario, pues se trata de un guionista que ha dado sobradas
muestras de su talento en la faceta de narrador. Lo que sucede es que su
capacidad para plasmar sentimientos o sensaciones, sobre todo los más
dramáticos o “al límite”, es algo difícil de encontrar tanto en el cómic
como en otros medios de expresión.
El argumento de los
tres números dibujados por Truman no difiere demasiado del de la
anterior trilogía: en esta ocasión con quien se las verá el titular de
la serie no será solamente con los dinosaurios que le han acompañado
desde la Tierra Perdida, sino con toda una tribu de hombres primitivos
(el clan de La Araña), procedentes del mismo lugar, con la que no tenía
buena relación. El resultado final es que en cuanto los poderes
políticos descubren la existencia de esa tribu, la encierra en una
reserva “por su propio bien” y con el fin de realizar un proceso de
“reeducación”.
Golpe en la pequeña
china
Morales volvió a la
serie acompañado de Baron tras el paréntesis de los tres números
dibujados por Truman y Glaszman. Esta línea argumental desarrollada en
los números 10 al 12 es una aventura de Turok en solitario. Como es
lógico, Baron no es Truman y en vez de complicarse la vida con problemas
como la adaptación de un individuo a una nueva, enloquecida y ajena
civilización, se decanta por aquello que mejor sabe hacer: la acción
pura y dura. La anécdota en este caso parte de la investigación, que el
protagonista lleva a cabo en el Barrio Chino de Los Angeles, sobre la
inadecuada utilización que el capo del lugar hace de una pareja de
dinosaurios con un desarrollo biomecánico de su inteligencia, lo que les
permite hablar entre otras cosas (existen dos modelos de estos saurios
prehistóricos procedentes de la Tierra Perdida de Turok, el tradicional
y otro desarrollado biotecnológicamente durante los eventos del
cruce de series Unity).
El relato es en su
mayor parte energía cinética y como tal sirve de trampolín para explotar
las cualidades de su dibujante. Morales es un historietista muy vigoroso
y dinámico que, además de poseer un estilo de dibujo clásico, lleva a
cabo una secuenciación muy personal, sobre todo en las partes con más
acción, que da como resultado un ritmo narrativo espléndido. Morales es
un dibujante espectacular (afirmación que puede resultar extraña tras un
primer vistazo a su trabajo) pero no porque utilice con asiduidad
elementos visualmente impactantes, como páginas de una sola viñeta o
montajes en dos páginas. Lo es porque su lápiz sabe captar como pocos el
movimiento, la tensión de los músculos, la expresión de los rostros...
lo es porque demuestra una increíble facilidad para descomponer en
imágenes el desarrollo de una acción, porque es capaz de vislumbrar con
esa misma facilidad aparente encuadres realmente complicados,
estéticamente atractivos y narrativamente espléndidos.
No creo que resulte
excesivo el decir, a tenor de todo lo que estamos exponiendo, que la
elección de Truman y Morales como autores oficiales de la serie es
seguramente la mejor que se habría podido hacer. Por un lado, el contar
con Truman supone un enfoque para la serie que ningún otro guionista
habría sido capaz de realizar, por la conjunción de su contundencia
narrativa, su capacidad para crear emociones de todo tipo y su
conocimiento del pueblo y la cultura de la que proceden los
protagonistas. Morales por su parte es un dibujante único, ya que desde
José Luis García López hasta el recientemente fallecido Edwin Biukovic,
pocos más han sido capaces de conjuntar clasicismo, narrativa e
innovación en un estilo como historietista propio y diferencial.
El episodio de la
mala suerte (el 13), supone todo lo contrario ya que marca el regreso
del tándem oficial, Truman / Morales, aunque solo por ese episodio ya
que Morales, debido a su labor en el lanzamiento de la serie “Geomancer,
Guardian of Earth”, sería sustituido entre los números 14 y 23 por el
dibujante Howard Simpson. Este episodio inaugural de esta nueva línea
argumental constituye un caso realmente singular por diversos motivos,
pero lo es sobre todo por uno muy especial para todos aquellos que
tuvimos la oportunidad de conocer a Timothy Truman durante su visita al
Salón del cómic de Gijón años ha.
Lo que narra este
episodio es la historia de un pirata que también fue robado de su época
y trasladado, vía Unity, al mundo actual acompañado de una serie
de simpáticos dinosaurios (del modelo más avanzado) y robots. El Capitán
Rojo también sufre, antes de escapar a su cautiverio, el mismo
tratamiento que los saurios, de modo que algunas de sus partes son
sustituidas por prótesis mecánicas. El enfrentamiento de este pintoresco
grupo y Turok (que se “disgusta” bastante cuando la cuadrilla hiere a
Andy) es lo que narran estos tres números. La anécdota a la que me
refería tiene relación con el lugar en el que Truman ubica el origen del
pirata que no es otro que el puerto de Gijón. Volviendo a la serie, la
principal cualidad de esta trilogía es la de presentarnos a Howard
Simpson: un dibujante correcto, que a veces muestra buenas maneras pero
que a la larga es incapaz de superar el handicap que supone sustituir a
un dibujante tan explosivo como Morales.
Jurassic Park
Tras un episodio
que formaba parte del crossover “Chaos Effect” (la colección de
Turok no formó parte de Unity, el anterior gran cruce de
colecciones de la editorial, aunque el personaje sí aparecía en él y de
hecho aquel fue el conducto por el que aparecía en nuestro tiempo), el
siguiente bloque de tres episodios, 17 al 19, constituye el mayor
despropósito que se haya cometido con el Kiowa-apache. “Jurassic
Politics” viene a ser un crossover entre Turok, X-O Manowar y
Bill Clinton, cuyos perpetradores es preferible dejar en el anonimato
(si acaso, se salvaría Simpson que, al fin y al cabo, sólo lo dibuja).
El episodio
vigésimo representa un momento clave dentro de la colección ya que,
además de suponer el regreso de Timothy Truman tras una ausencia de
cuatro números que casi acaba con el personaje, representa un cambio en
la concepción de la serie que abandona el esquema de trilogías,
adaptando cada línea argumental una longitud variable en función de las
necesidades. Esta primera supone ya cuatro números de duración, en los
que Simpson será ocasionalmente sustituido por Bill Jaaska, y que viene
a ser otra vuelta de tuerca a la movida de Turok, Andy y compañía con
los cazadores sin escrúpulos encabezados por Longhunter y algunos
miembros de la tribu venida de la Tierra Perdida (que se han escapado de
la reserva, antes mencionada), acompañados para la ocasión de un par de
curiosos predicadores, que utilizan como material evangelizador
escopetas de caza, y de una banda de motoristas armados con
ametralladoras.
Pero el episodio
que constituye el punto de inflexión de la serie será el 24. Por un lado
supone el retorno de Rags Morales como dibujante regular de la colección
(con algunas sustituciones, más o menos largas, principalmente por parte
de Paul Gulacy y Mozart Couto) y, por otro, representa un importante
giro argumental al mandar de regreso a Turok (acompañado de Andy) a la
Tierra Perdida, ante la manifiesta incapacidad de éste para adaptarse a
la nueva civilización; lo que resulta bastante lógico si tenemos en
cuenta el tipo de fauna con el que se solía topar. A partir de este
momento las historias de Turok y Andy se irán desarrollando
alternativamente en la Tierra Perdida y en el mundo actual, gracias a la
existencia de un portal dimensional.
La importancia de
la decisión de recuperar la Tierra Perdida reside en que Truman estaba
empezando a repetir algunos esquemas argumentales de sus primeras
historias, y se vislumbraba el peligro del cansancio por parte del
lector. Este retorno facilita una mayor libertad para tratar nuevas
temáticas, diferentes a las habidas hasta ese momento, más cercanas a la
fantasía o a la aventura. Además, la ubicación de la acción en ese
escenario permite a Morales también una mayor libertad a la hora de
crear y desarrollar elementos de carácter fantástico, con lo que se
acentúa considerablemente el atractivo visual de la serie.
Este primer retorno
del hijo prodigo (titulado precisamente así, “Prodigal”) consta de
cuatro números, y se desarrolla dentro de otra de esas grandes movidas
de las colecciones de Valiant llamada “Birthquake” (por suerte, en esta
ocasión no hay que padecer la llegada de invitados especiales, ni la
continuidad de una colección a otra, siendo más un aspecto temático que
un cruce de personajes o series). Si para Turok este viaje resulta
importante por el reencuentro con viejos conocidos, otros más nuevos
(convertidos ahora en aliados) y unos cuantos individuos poco dispuestos
a crear un club de fans del protagonista de la serie, lo será todavía
más para Andy que se encontrará con parte de sus orígenes en la figura
de su propio bisabuelo, y suegro de Andar, y los escasos supervivientes
de la tribu de la Tierra Perdida a la que pertenece.
Escenas de la lucha
de sexos en Beverly Hills
Tras un regreso al
mundo actual, nos encontramos con la aventura que puede presumir de ser
la más demencial que se haya realizado sobre el personaje (el 28). Su
guionista es Mike Baron y está dibujada por Neil Hansen. Viene a ser una
exploración de la vida sexual del Kiowa-apache y arranca del momento en
el que pretende comprar en matrimonio a Regan (la antropóloga mencionada
en varias ocasiones). Tras no dar buen resultado su acción, Turok se
embarcará para Brasil como asesor sobre animales prehistóricos, para
entablar relación allí con una de las profesoras de la expedición, con
la que departirá amigablemente sobre tendencias sexuales antes de correr
como locos delante de un brontosaurio.
Los dos siguientes
números (29 y 30) componen una historia cuyo principal aliciente es que
su dibujante es Mike Deodato, al que encontramos aquí justo en el
comienzo de su etapa de ascenso al panteón de la gloria momentánea y
posterior olvido. Su protagonista es un villano llamado Krull que anda
bastante quemado por la actuación de Turok durante Unity y está
empeñado en hacerle la vida imposible. “Radio men in Lost Land”, la
siguiente línea argumental que abarca los episodios 31 al 33, marca otro
punto importante para TDH al representar la entrada por la puerta
grande de Paul Gulacy no tan sólo como dibujante sino como colaborador
de Truman en el argumento. Durante esa etapa se llegó incluso a
convertir la colección en quincenal.
A pesar de ser un
artista ya mítico, la aportación de Gulacy resulta un poco decepcionante
al no conseguir igualar el listón de Morales; más por cuestiones
estilísticas que cualitativas en realidad, lo cual no deja de ser
doblemente paradójico ya que Gulacy es seguramente uno de los dibujantes
más claramente deudor del trabajo de Alberto Giolitti. La historia
resulta bastante divertida y consiste en una expedición a la Tierra
Perdida, teóricamente con fines antropológicos, por parte de Turok,
Andy, Regan y una curiosa cuadrilla que pretende realizar una especie de
documentales escenificados. La cosa se complica ligeramente cuando
aparece una inmensa masa informe devoradora de dinosaurios y los
miembros de una raza de alienígenas secuestradores de mujeres que
parecen figurantes de Mars Attacks.
Tras la aportación
de Paul Gulacy, los dos números posteriores (34 y 35) suponen la llegada
de dos autores que tomarán cierta relevancia en la serie: Mike Grell y
Mozart Couto. Se trata de una historia en dos partes titulada “The White
Goddess” y desarrollada en la Tierra Perdida, antes de la llegada de
Turok a nuestro tiempo y cuando todavía estaba acompañado por Andar.
Ésta será precisamente una de las constantes de las apariciones en la
serie del ilustre veterano Grell, ya que no parece querer saber nada del
personaje en su concepción actual, basando sus historias en el antiguo.
Es así hasta el punto de que sus otras dos aportaciones a la serie (una
historia en dos partes aparecida en los números 43 y 44 de la colección
regular y los dos números de la miniserie Turok, the Haunted)
muestran historias anteriores incluso a la primera llagada del
protagonista a la Tierra Perdida, de la época en la que Turok todavía
vivía en su tiempo y con su tribu.
En realidad, no se
trata del primer acercamiento de Mike Grell al personaje pues ya con
anterioridad se había encargado del crossover entre TDH y
su colección de Image, Shaman’s Tears: tres números escritos y
dibujados por el propio Grell y situados, como no, en la época
originaria del personaje. En líneas generales el trabajo de Grell con
Turok es bastante correcto, aunque no se mantiene a la altura del de
Truman, a pesar de demostrar similar interés y respeto por todo lo
relacionado por la cultura de los aborígenes de su país. El problema
radica en que no consigue construir las historias con la suficiente
entidad como para no defraudar las expectativas de su planteamiento,
como si existiera algún obstáculo invisible que le impidiera dar el paso
final hacia la contundencia.
Mozart Couto, que
será el encargado de plasmar los guiones tanto de Mike Grell como de
Simon Furman cuando estos sustituyen a Truman, es un dibujante brasileño
que formaba parte del estudio de Mike Deodato. Su estilo es bastante
similar, no por casualidad, al del titular del estudio y no parece
poseer tanta habilidad en la secuenciación como facilidad para conseguir
espectacularidad visual.
¿Qué he hecho yo
para merecer esto?
El siguiente número
de TDH (el 36) es una especie de fill-in, aunque con guión
del propio Truman, dibujado por Aaron Lopresti que viene a ser una
historia sobre el exorcismo de demonios personales por parte del
protagonista, cuya principal cualidad es la de preceder a un nuevo
retorno del tándem oficial. Morales y Truman vuelven a unirse para
realizar una aventura en dos partes (números 37 y 38) que es sin duda
una de las más divertidas de la serie. “Island of Nazi Women” consiste,
en esencia, en la historia de un grupo de mujeres nazi que tienen en su
poder, además de a Turok, Andy y Regan, el cadáver de Adolf Hitler con
la intención de revivirlo mediante un trasplante de cerebro con el
cuerpo de Elvis Presley, al que también habían capturado cuando apareció
en la Tierra Perdida a bordo de un platillo volante (a mi no me
pregunten). Para la ocasión, y en función del tipo de guión que le
escribe Truman, Morales caricaturiza ligeramente su estilo de dibujo.
La segunda
aportación de Paul Gulacy a la serie la encontramos en una historia en
dos partes (números 39 y 40) titulada “Outlaws of Lost Land” que narra
el encuentro de los protagonistas con una patrulla del ejército Sudista
(de la Caballería de Texas), que se ve trasladada a la Tierra Perdida
cuando perseguía a la tribu Shawnee para robarle su oro. La aventura
resulta de capital importancia para Andy, que descubre que su Padre no
había fallecido como él pensaba. Truman utiliza estos episodios para
hacer sus particulares guiños y homenajes y bautiza al Capitán de la
patrulla sudista con el curioso nombre Johnny O. Landsdale e idea para
él un aspecto externo con bastantes similitudes al de personaje de DC
Jonnah Hex (con anterioridad al tratamiento facial del mismo).
Mozart Couto vuelve
como dibujante en los cuatro episodios siguientes a los de Gulacy, dos
con guión de Simon Furman (41 y 42) y otros dos con guión de Mike Grell
(43 y 44). Los de Furman nos muestran cómo Turok se enfrenta a una secta
fundamentalista en una historia que casa tanto con el personaje como el
que de repente se pusiese a tocar las castañuelas, mientras que los de
Grell respetan los mismos parámetros que sus restantes trabajos en la
serie. Jackson Guice es el dibujante invitado de los episodios 45 y 46,
escritos ya por Truman, en los que Turok y Andy deben ayudar a defender
el poblado que acoge al Capitán Rojo y al bisabuelo de Andy, frente al
ataque de una horda de la que forma parte el propio padre del joven.
Guice, dentro de sus cualidades, realiza una buena labor muy
influenciada estilísticamente por el trabajo de Joe Kubert.
La profunda crisis
que sumió a Valiant (rebautizada ya como Acclaim) durante el año 1996
conllevó la cancelación de la colección TDH en el episodio 47. Se
trata de un episodio de reencuentros (por un lado el de Truman y Morales
y, por otro, el de Andy y su padre), que conlleva un conflicto en el que
el joven debe elegir entre la amistad de su mentor y el intento de
aproximación a su progenitor. 22 páginas en las que se da toda una
lección de cómo la sencillez, tanto en el guión como en el dibujo, es
una de las principales demostraciones del talento como historietista.
Durante los tres
años de vida de la colección TDH, además de sus 47 episodios,
también podemos encontrar varias apariciones fuera de colección, amen de
toda una serie de actuaciones como invitado estelar en otras cabeceras.
X-O Manowar es la colección que capitaliza las apariciones del
Kiowa-Apache en páginas ajenas: además de en los ya mencionados
episodios 14 y 15, podemos encontrar a Turok en el número 43 (de Jorge
González y Luke Ross) y en el 48 (de Ron Marz y Bart Sears), apariciones
del tipo “pasaba por aquí, así que voy a asomar la cabeza por la esquina
de una viñeta”. Lo mismo se puede decir del crossover entre Image y
Valiant, Dethmate, al que Turok se asomaba en el episodio Black
editado en 1993. Más peso tendría lógicamente el personaje en el otro
crossover con personajes de Image, el ya mencionado TDH /
Shaman’s Tears publicado en 1995.
Ya en solitario,
Turok también gozó de varios especiales fuera de la colección. Valiant
reeditó en 1994 varios episodios de la colección de Western en dos
números que denominó The original Turok, Son of Stone para los
que utilizó como reclamo nuevas ilustraciones de portada de Morales y
Mike McKone. Baron y Dave Cockrum se ocuparon también en 1994 del primer
y único Yearbook de la colección: una historia sobre cuentas
pendientes de la etapa la Tierra Perdida. En 1996 apareció Turok, the
Haunted, una miniserie de dos episodios realizada por Mike Grell,
Simon Furman, Mike Deodato y Mozart Couto a la que ya nos hemos
referido. Por último, TDH contó también con un número cero,
aparecido en noviembre de 1995, realizado por Truman y Morales en el que
se iba rememorando toda la historia del personaje anterior a su
integración en el Universo Valiant y su llegada mediante la, hasta ese
momento casi indescifrable, participación en Unity. Se trata
además de uno de los más impresionantes trabajos de Morales (si es que
existe alguno que destaque por encima de los restantes).
Como conclusión
general, podemos decir que TDH es uno de los mejores tebeos que
se publicaron durante la década de los noventa a pesar de que sus ventas
y su repercusión no estuviesen a la altura de su calidad. Truman y
Morales, auxiliados en mayor o menor medida por los restantes autores,
consiguieron actualizar un atractivo concepto clásico, en un producto
eminentemente moderno, sustentado en la complejidad del tratamiento de
los personajes, en la recuperación del tebeo de aventuras y en una
fuerte carga crítica en su mensaje.
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