Introducción.
Zeppelin
es un magazine en formato tabloide (340 por 240 milímetros, casi
el doble que un comic book) publicado entre 1973 y 1974, en el final de
la trayectoria de la editorial vasca Buru Lan, y subtitulado “Revista
Mensual del Comic”. Cronológicamente está situado al final de la
dictadura del general Franco, en un escenario histórico, el de finales
de los años sesenta y primeros años de la década de los ochenta, que
es una plétora de acontecimientos políticos, sociales y
culturales responsables en gran medida de los hechos que rigen el mundo
de nuestros días. Estos sucesos políticos, constituyen entre otros, el
cuestionamiento de las guerras
coloniales, tipo Vietnam, el desprestigio del PCUS, con la lógica
ascensión de la socialdemocracia, que cubra la banda ideológica de la
Izquierda, la política de Bloques con consolidación de la Guerra Fría, y
el polvorín siempre encendido del Mediterráneo Oriental. Entre los
hechos sociales más relevantes, figuran los rescoldos encendidos del
“Mayo Francés”, el pacifismo, los hippies, la liberación sexual,
consumo de estupefacientes, el feminismo (llamado en aquellas épocas
“women’s lib”) y el “black power”. Toda esta constelación fáctica ha
consolidado unos cambios culturales que en su origen son consecuencia
directa de todos estos acontecimientos mentados. El incremento de
prestigio de manifestaciones más o menos artísticas, desde un nivel de
subcultura a un nivel más o menos normalizado tiene su origen en esta
época. La radicalización de temáticas sexuales, consumo de
estupefacientes, liberación femenina… hallan su hueco expresivo en el
movimiento underground, con manifestaciones en cómics, rock y
cine principalmente.
En España, pese a la impermeabilidad del régimen dictatorial, la
sociedad se va impregnando de estos cambios. La ominosa, espuria y sobre
todo, aburrida censura va cediendo terreno en todos los ámbitos. Su
arrinconamiento beneficia cualquier manifestación cultural, siendo las
primeras afectadas aquellas que no tienen una fuerte difusión mediática.
La narrativa de ciencia ficción y de gángsteres, comienza a ser
consumida masivamente. Las historietas incrementan su nivel de prestigio
y de publicaciones, apareciendo artículos en los principales semanarios
desde mediados de la década de los sesenta, en Triunfo, Gaceta de la
Prensa Española, Siglo XX, Informaciones, Fotogramas y La
Vanguardia. También se editan libros con esta temática como
Historia y anécdota el tebeo en España (1965)
y Tebeo y cultura de masas
(1966), ambas de Luis Gasca, El apasionante mundo del tebeo
de Antonio Lara, para Cuadernos para el Diálogo, (1968), o
Los cómics, arte para el consumo y formas pop de Terenci Moix
(1968).
El tabloide Zeppelin se muestra como continuador de toda esta
línea editorial. Aun subtitulando “revista mensual del comic”, una
significativa parte de sus artículos versarán sobre temas de ciencia
ficción y género negro. Recuérdese que durante los comienzos de la
década de los ochenta, buena parte del público aficionado a los cómics
lo era también de estas temáticas, hecho evidenciable en el incremento
de editoriales que publicaban narrativa de ciencia ficción (Acervo,
Ultramar, Bruguera, Edhasa, Siruela…) y de género negro (Bruguera,
Forum, Debate…). Por esta razón Zeppelin, además de ser una
continuadora, es una precursora del gran cambio editorial surgido un
lustro después, y que coincidió con la consolidación en España de todos
los movimientos culturales que habían nacido tanto en Europa como en EE
UU desde finales de la década de los sesenta. Pero Zeppelin
también se muestra antecesor en la orientación ideológica que imprime a
sus artículos. Desde el nivel permitido por la censura agonizante,
orienta buena parte de su discurso hacia una izquierda socialdemócrata
cuyo prestigio internacional se había consolidado. La liberación de la
censura y el comienzo de la democracia en España pocos años después,
producen este efecto reactivo y pendular en la orientación ideológica de
las publicaciones de historietas de la nueva era. Los comentaristas y
críticos de la época plasmaban –en muchas ocasiones con verdadera
temeridad– que los cómics realmente buenos eran de ideología socialista
o marxista, y, si no lo eran, se forzaban a que lo fueren o simplemente
se desprestigiaban: Tintin fue nazi; Carlos Giménez renunció al
premio Emilio Freixas del festival de Gijón de 1979 por tenerlo
Milton Caniff, muy separado de él ideológicamente; Jesús Blasco y Víctor
de la Fuente fueron gratuitamente tildados de izquierdistas. Que estos
ejemplos sirvan para ilustrar esta idea, lejana en intención de crear
polémica.
Buru
Lan S.A. de ediciones.
Fue una editorial vasca con sede en San Sebastián, dirigida por Luis de
Aramburu. Su director editorial fue Luis Gasca, si bien esa figura y el
nombre se perdieron durante la última época de la editorial (de hecho
Luis Gasca aparece como director de la editorial Pala de San Sebastián
en los años 1973-74). Su gran aportación al mundo editorial español
consistió en la publicación de cómics en formato fascículo, con los
evidentes propósitos de fomentar el coleccionismo, dar una garantía de
continuidad en los productos, que en muchas ocasiones no cumplió, y
sobre todo prestigiar la publicación de cómics en formato de «lujosos
tomos», al poner a la venta tapas aptas para la encuadernación. En su
andadura editorial los aciertos, que los tuvo, y muchos, se alternan con
los fallos y arbitrariedades. Pese a todo, su labor editorial es
admirable y la cantidad y calidad de material editado avalan esta idea.
En formato fascículo publicó las siguientes obras:
Clásicos servidos por King Features Syndicate.
1. Flash Gordon en 144 fascículos de cadencia
semanal, comenzados en mayo de 1971. Contienen la totalidad de la obra
de Alex Raymond, Austin Briggs y las daily strips de Dan Barry.
Este personaje no se editaba en España desde la última publicación de
editorial Dólar en 1964.
2. El Hombre Enmascarado (The Phantom),
que incluía las daily strips de Ray Moore y Wilson Mc Coy, con
guiones de Lee Falk. Buru Lan lo
publica entre enero de 1971 y marzo de 1973: 84 fascículos, con obra
eminentemente de McCoy, que intercalaba la de Moore. La última
publicación anterior a Buru Lan se debe a editorial Dólar en 1958.
3. Príncipe Valiente. La edición, comenzada en
1972, constó de 96 fascículos y como las anteriores fue de cadencia
semanal. Incluía la práctica totalidad de las strips de Foster
hasta 1971, aunque se habían suprimido varias páginas, las
correspondientes a las fechas: 2-IV-1944, 24-V-1953, 31-V-1953 y 7-VI-1953.
La etapa que va desde 23-IV-1944 hasta 25-XI-1949, está remontada al
suprimirse la serie complementaria (en inglés, la topper)
titulada Castillo Medieval. Su última edición en español
había sido la publicada por Dólar en 1963, conteniendo páginas
actuales del momento.
4. Rip Kirby. Colección de 48 fascículos de 1973
que contenían el trabajo de Raymond desde su inicio a 1953, aunque se
habían suprimido dos historias completas: “El chantajista”, de 4-XI-1946
a 22-II-1947, y “El despertar del Cormorán”, de 14-VI-1948 a 4-XII-1948.
Su última edición en español estaba fechada en 1959 y era de Dólar.
Otros cómics en fascículos fueron:
1. Drácula.
Véase
Tebeosfera décima edición (clic aquí).
2. Halcones de Acero, de 48 fascículos servidos
en cadencia semanal que comenzó en 1974. Correspondían a dailies
y sunday pages de la prensa australiana, dibujadas por John
Dixon (se tiene la certeza de que se publicaron al menos 12
fascículos, pero no si llegaron a ver la luz los 48 números
ofertados).
3. Colección Agentes Secretos Buru Lan, para la
que fueron programados 48 fascículos de
James Bond y otros tantos de Modesty Blaise, pero sólo
salieron 30 de cada personaje, desde enero de 1974 a agosto del mismo
año. Se volverá sobre este apartado en párrafos siguientes, al ser
cómics publicados en Zeppelin.
4. Colección Eurocomics. Ambicioso proyecto que
comenzó en mayo de 1974. La serie constaría de 96 fascículos de
cadencia semanal, de los que tan solo se publicaron 24. El plan de la
obra era el siguiente:
-Rahan de Roger Lecurex, con dibujos de Cheret y
Romero. 48 fascículos de los que sólo se publicaron los 24 primeros.
-Pioneros del Espacio de Lecurex / Raymond
Poivet, de 24 fascículos, que quedaron inéditos.
-Doctor Justice de R. Marcello / J. Olivier. Sus
12 fascículos quedaron inéditos.
-Teddy Ted de Lecurex / Gerald Forton, de
ambiente western con 6 fascículos inéditos.
-Jeremias de Paul Guillon. Inédito.
5. Colección de libros Héroes de Papel, donde se
editaron las obras magistrales de Jacovitti: Cocobill y
Zorrykid (al menos diez libros en color).
6. Las colecciones de fumetti
Tex
(92 números entre 1970 y 1973), Zagor, y la
Colección York,
con la publicación del mismo título, York, en seis volúmenes
con formato idéntico al de Tex, siendo Roy D'amy (seudónimo de
Rinaldo Dami) el autor de estas aventuras del Sargento York en el
lejano Oeste. Buru Lan también sacó a la luz los western
procedentes de Sudamérica Sheriff Kendall, obra del argentino
Arturo del Castillo.
7. Otras colecciones: clásicos de EE UU en formato
apaisado (Johnny Hazzard), Carlitos y Snoopy, Popeye
(probablemente de Bud Sagendorf), recopilaciones en libritos de
las tiras de The Wizard of Id y de las de B.C., ambas de
Johnny Hart, y versiones en cómic de películas Disney.
Buru Lan también lanzó al mercado novelas como Lorena Harding (11
volúmenes) La Doña (6 volúmenes) y Adelita (12 volúmenes)
todas ellas de José Mallorquí, con portadas de Carlos Giménez.
Nomanor (2 volúmenes) de Luis Vigil y Domingo Santos con portadas de
Enrique Torres, “Enrich”. Frankestein (1 volumen) de Don Glut con
portadas de Esteban Maroto. A principios de los años setenta editó, en
formato fascículo un coleccionable titulado El Cine (96
fascículos de 20 páginas cada uno), que diez años después reeditaría
Planeta con mayor extensión.
En general las virtudes de Buru Lan, sobre todo en la publicación de
fascículos de cómics, se centraban en el contundente catálogo de obras
citadas, en la idea de continuidad (que no se cumplió en algunas
ocasiones), en un papel de impresión realmente espléndido (a excepción
de la colección de Agentes Secretos, con uso de un desafortunada
variante satinada) en un intento de prestigiar la edición y el
coleccionismo de cómics, ofreciendo cuidados productos para un público
adulto, y en la conservación de las obras en «lujosos tomos», cuya
difusión y promoción se anunciaba en diversos medios de comunicación
incluida la televisión. Pero sus defectos eran también evidentes y
desmerecieron la edición de cómics en español: La supresión y remontado
de viñetas, la eliminación de historias completas y la alteración del
orden de las mismas, hablaban del poco respeto del editor hacia la obra
original. La cancelación brusca y sin aviso de sus ediciones, fue
también una mala costumbre, que en absoluto era patrimonio de Buru Lan,
y que en gran medida, y para alivio de los lectores está siendo
subsanada por editoriales actuales.
Hacia comienzos de la década de los ochenta, hubo un mínimo
resurgimiento de la editora con la aparición en las librerías de cómics
un par de volúmenes de Flash Gordon en formato de libro.
Probablemente esto se pudo deber a un incremento de reediciones de
cómics clásicos lanzados en su mayoría por dos editoriales tan
artesanales como dignas. La primera de ellas, llamada B.O., incluyó en
su catálogo obras extraordinarias entre las que se cuentan Terry y
los piratas de Milton Caniff, Tarzan de Russ Manning,
Flash Gordon de Emanuel McRaboy, Cassey Ruggles de Warren
Tufts, Agente Secreto X-9 de Alex Raymond, Mandrake de Lee
Falk y Phil Davis, The Phantom, de Lee Falk y Ray Moore, y
algunas más, además de iniciar también ediciones de Príncipe Valiente
y Flash Gordon de Alex Raymond. La otra editorial, surgida algo
más tarde, era Ramón Esteve Editor, y en su fondo incluyó pequeñas gemas
como Buck Rogers de Phil Nowlan y Dick Calkins, Brick Bradford
de William Ritt y Clarence Gray, Tarzan de Burne Hogarth (más un
libro de Hal Foster), Mandrake, y Jorge y Fernando de
Lyman Young.
Zeppelin
en conjunto.
Esta revista disfrutó de cadencia mensual y duró 12 números, fechados
entre el 15-IX-1973 y 15-VIII-1974. La clausura se supone brusca, pues
no se avisó a los lectores, y se dejaron contenidos inacabados. Su
precio facial, bastante caro, era 50 pesetas. Cada ejemplar tenía 64
páginas interiores en blanco y negro, repartidas entre cómics y
artículos que trataban sobre historietas, ciencia ficción en su
concepción de literatura, y género negro, gángsteres o hard boiled.
Estaba dirigido a un público adulto. Como se ha dejado ver en párrafos
anteriores, la línea editorial de la publicación suponía una afinidad de
gustos entre los aficionados a la ciencia ficción, al género negro, y
por supuesto al cómic. El subtítulo dejaba claro que su orientación
principal era el cómic, desde un punto de vista de estudio y con
colaboraciones internacionales. En el editorial del primer número se
constataba que la opinión de los lectores sería vital para el enfoque de
la revista, pero en sus doce números de duración jamás apareció una
sección de correo.
Entre sus colaboradores observamos una mezcla de luces y sombras. Firmas
de lo más solvente, alguna ausencia, y contradicciones. El primer grupo
está representado por la capacidad y reconocida autoridad sobre la
materia de Román Gubern, autor de libros y artículos sobre medios de
comunicación de masas, y miembro del cuerpo docente de la universidad
española. La segunda de las grandes firmas se corresponde con Antonio
Hidalgo, autor del cómic Doctor Niebla, escrito por Víctor Mora,
y reconocido fotógrafo de prestigio. El gran ausente fue Luis Gasca, por
otra parte explicable al dirigir en aquellos momentos la editorial de
San Sebastián llamada Pala. Se citaba como colaboradores a Terenci Moix,
Carlo Frabetti o Piero Zanotto, algo injustificado pues ninguno de los
artículos publicados llevó sus firmas. En los créditos no aparecen los
nombres de Wolfgang Fuchs, Reinhold Reitberger y Oscar Massotta, que sí
fueron autores de importantes trabajos a lo largo de la publicación. La
dirección de la revista correspondía a José María Mendiola Insausti.
La publicación cuenta con una documentación gráfica espléndida, no sólo
la de los cómics, también las fotografías, de autores o de fotogramas de
películas. La reproducción de las historietas está muy conseguida a
excepción de las páginas de Little Nemo in Slumberland,
donde la conversión del color de los originales al blanco y negro de la
reproducción resultó muy poco satisfactoria.
El análisis algo más pormenorizado de la revista revela, por un lado,
que hay un intento y consecución de prestigiar la cultura popular desde
niveles subculturales hasta cauces aceptados socialmente. Por otra
parte, hay una marcada elusión a la censura impuesta, ya herida en sus
fundamentos en aquella época. Los artículos de cualquier temática aluden
sin rubor y sin complejos a acepciones como: erótico, dictaduras
militares, mujeres objeto, utopías y antiutopías sociales, componentes
políticos en la ciencia ficción y el género negro, la liberación
femenina, y la política de bloques. Hay pues un componente social y
político que va apuntando el discurso hacia una izquierda que va ganando
prestigio, tanto en Europa, como en España. Zeppelin se
identifica claramente con esa trayectoria que van teniendo muchas de las
publicaciones progresistas en aquella España, que tiende a
“europeizarse”, abandonando aquella idea de Unamuno, que quería
“españolizar” a Europa. Esa vocación de internacionalizar los
comentarios se aprecia con claridad en las colaboraciones, que por otra
parte no constan en los créditos de investigadores no españoles. El
equipo directivo de la revista quiere aproximarse a opiniones
alternativas, dentro de una gran unidad estética e ideológica de los
contenidos del magazín.
Hay una tercera lectura, consecuencia de ser una revista sobre cómics
que también publica cómics. La selección de historietas, como cualquier
selección, es un proceso debatible. Para ello se complementaron los
criterios personales del equipo directivo y el comercial, a la larga el
más significativo, pues es el que fija la pervivencia en el mercado. La
selección de cómics presentados en Zeppelin, siguió un esquema
misceláneo, similar al de sus artículos de estudio. Cómics de
actualidad, distribuidos por los syndicates de EE UU, con una
temática satírica, crítica social y trazos caricaturescos, están
perfectamente representados por Miss Peach y Momma, ambas
de Mell Lazarus. La parodia destructiva de pesimismo muy definido, está
tratada por Feiffer, en sus ásperas páginas dominicales. El humor
más grosero teñido de fuerte crítica social está presente en Andy
Capp, uno de los tipejos más inmorales que ha dado el cómic
británico, obra de Reg Smythe. El absurdo bélico de Sturmtruppen
llega a fases de delirio con la presencia de unos soldados tontainas en
un escenario aterrador, obra de gran prestigio del italiano Bonvi.
También, Zeppelin brinda un homenaje al cómic clásico con una
apuesta arriesgada, al introducir en sus páginas el preciosismo de
Windsor McCay y su Little Nemo in Slumberland (bien que la
impresión en blanco y negro de las detalladas y barrocas páginas de su
autor queda fría, descolocada en los contenidos de la revista). El
tercer gran grupo de historietas que propone la dirección de Zeppelin
fue mucho más acertado: James Bond y Modesty Blaise. Por
un lado promociona un producto que cree va a ser un éxito de ventas y
por el otro le hace justicia, al publicar las dos obras en su formato
original. El cuarto grupo, representado por Mort Cinder, obra de
Oesterheld y Breccia, es una de las mejores opciones de historieta para
una revista como Zeppelin. Cómic adulto, de autor, de temática
inquietante, y de un estilo extremadamente personal, es con mucho, la
elección más afortunada.
En general, cualquier revista de estudio sobre cualquier tema incluye
entre sus secciones, una dedicada a las novedades, con afán generalmente
informativo y ajeno a la crítica. Nuestra revista, pese a tener una
mínima sección de este apartado, llamada “Burbujas”, omitía informar a
su masa lectora de las novedades editoriales publicadas por la época en
España. “Burbujas” pues, tan solo informa de noticias y novedades
editoriales acontecidas fuera de España, y siempre en número y
profundidad escasa. Sin embargo, como revista de estudios que es,
apuesta por dar a conocer, o rendir homenaje, a autores españoles
alejados de la categoría de “estrellas del medio”, aunque no los tenga
en su nómina. Bajo este epígrafe, dedica dos contundentes artículos a
Antonio Hernández Palacios y Antonio Pérez Carrillo.
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