A principios de los años setenta estaban de moda el movimiento hippie,
la guerra de Vietnam, las películas de kung-fú, la blaxploitation...
y el terror. En esto tuvo mucho que ver el resurgimiento del cine de
terror gracias, por una parte, a las películas producidas en Inglaterra
por Hammer Films en la década de los sesenta, y por otra, a los
productos de serie B que Roger Corman exportaba a todo el mundo desde EE
UU, llegando a alcanzar producciones superventas como La profecía
o El exorcista. En el mundo del cómic, James Warren recuperó el
espíritu de los cómics de EC (y a algunos de sus autores) en productos
dirigidos al público adulto en forma de magazines en blanco y negro con
aspecto lujoso y portadas llamativas. De nuevo la historieta se atrevía
a tratar el tema del terror, aunque esto tuviera lugar en publicaciones
que escapaban al control del fatídico Comics Code.
España se encontraba en esa época en la etapa final de la dictadura
franquista, cuando ya comenzaba a aflojar un poco la presión de la
censura. Aparecían revistas dirigidas al público adulto, tanto satíricas
como de contenido erótico; también en la historieta nacional existían
productos de este tipo, dedicándose básicamente al terror con algunos
toques de erotismo. Se ha hablado bastante de estas publicaciones:
Dossier Negro, SOS, Rufus, Vampus, Vampirella, Terror Gráfico, los
tebeos de terror de Vértice... pero poco se ha hablado de una revista
que surgió en ese ambiente idóneo para lo macabro y lo esotérico.
En febrero de 1971 aparecía el primer número de Drácula, como
fascículo quincenal encuadernable editado por Buru Lan de Ediciones en
San Sebastián. Se trataba, desde el principio, de un proyecto ambicioso.
La idea original consistía en que distintos autores españoles de
reconocido prestigio, con ideas innovadoras y ganas de experimentar en
el medio, crearan las series que consideraran más adecuadas para la
publicación, sin ningún tipo de límite. También desde el principio
estaba prevista la encuadernación de los fascículos en lujosos tomos,
dando más empaque a un producto que pretendía diferenciarse de lo que la
industria editorial de la historieta proporcionaba al lector en esa
época.
El principal responsable de esta labor editorial fue Luis Gasca, creador
del primer fanzine sobre historieta en España (Cuto, en 1967) y
de la primera sección sobre tebeos en prensa diaria (“Los comics”, en
El Correo Español, en 1968). Ya en su libro Los Comics en España
(Lumen, Barcelona, 1969, pp. 239 y ss.) demostraba Gasca ser
partidario del tipo de historieta que se publicaba desde 1961 en la
revista catalana Cavall Fort, destacando las portadas de Obiols y
Joan Miró, el buen papel de impresión y el nivel de exigencia que se
imponían sus editores. Al iniciarse la década de los setenta, y contando
con capital de la familia Aramburu, de San Sebastián, Gasca se hizo
cargo de la nueva editorial Buru Lan con la intención de publicar lo
mejor del comic americano, hasta entonces casi desconocido para el
lector habitual de historietas español. De este modo, bajo el título
genérico Héroes del Comic comenzaron a publicarse
cronológicamente las aventuras de “Flash Gordon”, “Príncipe Valiente” y
“El Hombre Enmascarado”. Animado por el éxito de la iniciativa y con
medios a su alcance para llevar a cabo una renovación en la edición de
tebeos con la mirada puesta en el aumento de la calidad del producto y,
por consiguiente, del espectro de lectores, Gasca localizó a lo más
selecto de la profesión para proponerles su participación en un
ambicioso proyecto con series de creación propia: Drácula. Entre
estos autores se encontraban Josep María Beà, Enric Sió, Esteban Maroto
y Alberto Solsona, todos muy bregados por haber trabajado duro para
mercados extranjeros.
El planteamiento inicial, publicar cinco tomos de doce fascículos cada
uno y seguir después con nuevos tomos si la idea obtenía una buena
acogida por parte de los lectores, no pudo llevarse a cabo. Sólo se
publicó el primer tomo, interrumpiéndose la edición de la serie y
reanudándose al año siguiente con nueva numeración y un planteamiento
completamente distinto. Aunque también realizado por autores españoles,
en esta nueva etapa se editaba material proporcionado por la agencia
Selecciones Ilustradas
(en concreto, de la serie Cinco X infinito
en los fascículos 1 al 24 y de la serie Delta 99 en los
fascículos 25 al 60).
Como ya se ha dicho, en Drácula publicaron autores de renombre.
Josep María Beà, antes de ser famoso internacionalmente por sus
colaboraciones con la editorial Warren con la serie “Sir Leo” y otros
trabajos donde intentó volcar lo mejor de sí mismo. Esteban Maroto, con
su serie de fantasía épica “Wolff” y con guiones para Beá. Enric Sió,
flamante ganador de los premios Yellow Kid en 1969 y 1971, con la serie
“Mis miedos”, para algunos teóricos (como Antonio Martín) uno de los
mejores tebeos de terror españoles de la historia, y donde sentaría las
bases de su obra capital Mara. Alberto Solsona, con la serie “Agar-Agar”,
también de fantasía. Alfons Figueras, proporcionando el toque
humorístico con su conocida “Drácula”; y participaciones esporádicas de
Carlos Giménez y Manuel López Blanco. Colaboraron en los guiones y
relatos Luis Vigil (importante personalidad dentro del género y uno de
los editores de la mítica revista Nueva Dimensión), Juan Tébar,
José Luis Garcí (que hacía sus pinitos literarios, muy influenciado por
Ray Bradbury, antes de dedicarse por completo al cine) y el propio Gasca
bajo el seudónimo “Sadko”.
Formalmente, Drácula era una revista de apariencia lujosa y
llamativa, a gran tamaño, con bellas portadas de los autores ya citados
o del también célebre ilustrador Enrich. La edición a todo color era
comparable a la otra gran revista de la época, Trinca, aunque
ésta tuviese un público lector más tradicional. En el caso del color, si
bien se suponía que la indicación procedía de los propios autores,
parece ser que la coloración final como algunos de los guiones no guardó
parecido con la idea original. Según declaraciones de Esteban Maroto en
el núm. 6 de la revista Bang! (pp. 20 y 21, también se informó sobre el
particular en Boletín BANG! # 36-37, de julio-agosto de 1972),
sus guiones para “Wolff” fueron manipulados por el propio Gasca, asunto
del que también se quejó Víctor Mora en lo relativo a sus guiones para
“Delta 99”. De igual modo, Carlos Giménez denunció en la monografía
sobre su trayectoria en la colección Un hombre, mil imágenes (#
1, Norma Editorial, Barcelona,
p. 43) que él no se hacía responsable del
color de su historieta allí publicada “El mensajero”.
Es extraño que en una publicación que pagaba muy bien a sus autores y
que ofrecía una edición digna no se respetasen tales valores, quizás por
presiones de estamentos superiores o porque Gasca tuviera algún tipo de
temor a la censura oficial. Del prestigio que alcanzó Drácula en
su primera etapa da fe el hecho de que se anunciara ampliamente en la
revistas de Warren en EE UU, y de que esta misma editorial editara en un
tomo los seis primeros números de Drácula con el título
Dracula Book One, en 1972. El plan original de Warren era reeditar
en un único volumen en cartoné toda la primera etapa de Drácula,
pero solo consiguió imprimir los primeros seis números. Ni siquiera se
llegó a imprimir un futuro Dracula Book Two, también planeado.
Más información sobre este tema puede consultarse en el libro The
Warren Companion, de David A. Roach y Jon B. Cooke, eds., editado
por TwoMorrows Publishing en 2001.
El experimento
español no tuvo todo el éxito que se podía esperar y fue declinando en
calidad e ímpetu en su segunda etapa, cuando pasó a ser una edición por
entregas de series de agencia recoloreadas y retocadas con poco mimo.
Gasca acabó dejando la editorial para continuar su labor en favor de la
historieta en otras empresas, y la propia Buru Lan fue decayendo poco a
poco al no tener un carácter principal guiándola en el floreciente
mercado del cómic “adulto” en la España por venir. Drácula fue el
último estertor de la industria de tebeos vasca, que hoy podría
entenderse como relegada a un segundo término tanto por el resto de la
industria concentrada básicamente en Madrid y Barcelona como por la
crítica de historietas (apenas si existen referencias a Drácula,
ni en el Catálogo de Publicaciones Periódicas Infantiles y Juveniles
del año 1973 o en obras enciclopédicas más posteriores como 100
años de tebeos o Historia de los comics). Hoy en día con su
lectura puede parecernos una obra estrambótica y setentera de
chillones colores, pero si nos fijamos con atención podremos ver el
fondo de calidad que oculta la estética de aquel momento y redescubrir
una revista que supuso un punto de inflexión en la historia de la
historieta española. |