Una obra de arte es una visión personal de la vida. El autor tranfiere
en ella su experiencia, su ser íntimo, su personalidad profunda, su
visión personal de las cosas, sus ideas, sus aspiraciones, sus amores,
sus estados de ánimo, sus revueltas. Y todo ello se manifiesta en su
obra con un estilo, una técnica, una pasión que le caracteriza y lo
diferencia de los demás.
Esta sensibilidad que se desgaja de su obra toca al lector-observador,
según su sensibilidad propia, su percepción personal de las cosas. Se
establece así una comunicación, una comprensión, una complicidad, una
ósmosis, entre el autor, Víctor de la Fuente, y su lector-contemplador.
El exilio es la constante en la vida y la obra de Víctor
de la Fuente.
Desde que nació, Víctor fue exiliado del vientre de su madre. Y luego,
los exilios se sucedieron hasta convertirse en la característica
principal del hombre y del artista, un « exilio » permanente.
Víctor de la Fuente fue un choque en la historieta en 1971, el año en
que apareció Haxtur en la revista Trinca.
Habíamos vivido los acontecimientos de las revueltas estudiantiles de
1968 a nivel mundial, y su « recuperación » por los partidos políticos,
así como el fenómeno “hippie”. El mundo estaba cambiando y en España se
aspiraba a la libertad de la que parecían disfrutar otros países.
Soplaba como un viento de nuevas aspiraciones y sueños de felicidad en
un sistema utópico que nunca se realizaría en el futuro cercano, como la
Historia lo ha demostrado.
En Estados Unidos, a principios de los años sesenta, la casa Marvel
había comenzado a introducir una nueva visión de los cómics, dotando a
los personajes de sentimientos y personalidades complejas. Esto culminó
en 1968 con The Silver Surfer de John Buscema La otra gran
empresa americana del cómic, DC, empezó también a introducir cambios en
sus personajes, adaptándose a los nuevos tiempos y siguiendo el ejemplo
de Marvel. Así se produjo en 1970 Green Lantern / Green Arrow de
Neal Adams, donde se denunciaba el racismo, los problemas urbanos y la
droga. El cómic pretendía tener significado, decir algo, y expresarlo
con un arte, una maestría a la que no estábamos acostumbrados. Los
tebeos, la historieta, los cómics, o, como yo lo llamo: la Literatura
Gráfica, estaba llegando a su mayoría de edad, a un estado adulto, a su
madurez.
En España, tras la decadencia de finales de los años cincuenta y
principios de los 60, algunos autores empezaban a expresarse con más
profundidad, con más libertad, dentro de lo que era posible. Estábamos
empezando a tener esperanza en la historieta española. Carlos Giménez
nos había dado Delta 99 en 1968, acompañado del 5 por Infinito
de Esteban Maroto. Con la excusa de la ciencia ficción se
denunciaban, aunque aún algo tímidamente, las taras de nuestra sociedad,
lo que no se limitaba, dicho sea de paso, a la sociedad franquista, pues
el fenómeno era mundial. En 1969 la revista Gaceta Junior nos
presentó a ‘Dani Futuro’, de Carlos Giménez, así como al ‘Shambur’ y el
‘Tiburón’ de Antonio Carrillo. Este último produjo ‘El Javanés’ en 1970.
El cine, influencia mayor en la historieta, también había estado
cambiando. Obras como las de Fellini, Antonioni, Bergman, Bardem, Buñuel,
Berlanga, John Huston y Sam Peckinpah influyeron en los
dibujantes de historietas, quienes querían salir de los cánones
establecidos, del simple entretenimiento y expresar sus ideas como
autores a través de su arte.
Fue en este año, 1970, cuando salió la revista que iba a revolucionar la
historieta en España, a pesar de la censura y a pesar de tratarse de una
revista adicta al régimen político y religioso: Trinca.
La primera serie que nos sedujo, desde el primer número, fue ‘Manos
Kelly’, de Palacios. Ya era un tratamiento nuevo en la historieta, con
un grafismo y un uso de los colores diferentes de todo lo que habíamos
conocido hasta entonces. Pero el choque llegó al año siguiente, cuando
se publicó el primer episodio de ‘Haxtur’, de Víctor de la Fuente.
Haxtur nos dio la impresión inmediata de aportar algo nuevo, algo
diferente de lo que hasta entonces conocíamos, incluso en historietas
producidas en el extranjero.
Aquella imagen del guerrillero con barba y boina, una clara alusión al
Che Guevara al que Víctor admiraba entonces, nos clamaba a gritos que
prestáramos atención porque algo importante, trascendental, se nos
estaba diciendo allí a través de una simbólica que debería tener un
significado concreto y que parecía burlarse de la censura y del régimen
establecido, a pesar de ser publicada por adictos incondicionales al
régimen. No era una historieta más. Los que amábamos los tebeos
comprendimos que allí había algo comparable a lo que en otros medios de
expresión se nos estaba diciendo. Era la historieta elevada al rango de
arte, al mismo nivel que la pintura, la poesía, la literatura, la
música, el teatro y el cine.
La historia de Haxtur tiene diferentes niveles de lectura y de
interpretación, como toda obra de arte. La simbólica de Haxtur reside en
el mismo nombre del personaje. Se ha mencionado que es un dios / pastor
errante, puesto que condenado al exilio. La referencia es apropiada.
Pero hay más, y aún más sencillo.
Haxtur es una grafía apenas disimulada de Astur, habitante de Asturias,
Asturiano, de la tribu de los Astures, como Víctor. Y en los paisajes de
sus historietas encontramos la dominante panorámica de su país de
origen, con sus montañas y sus paisajes que pueden asemejarse a los del
fértil oeste americano. También tienen en Asturias una magia fascinante
las rocas y los peñones, las piedras, incluso las que han servido a
edificar castillos, fortalezas, puentes y otros monumentos gigantescos.
Su región de origen se encuentra pues plasmada en su obra personal, como
el canto de un poeta que recuerda y añora su tierra, su infancia, sus
raíces desaparecidas. Poeta de Asturias. Poeta de España. Poeta del
Hombre y su angustiosa encuesta en busca del significado del ser y de la
vida.
El simbolismo se afirmó y se confirmó con la aparición de los famosos
Jinetes del Apocalipsis, portadores de un mensaje de esencia divina,
visto por un profano. Era un desafío ligeramente disimulado a los
cánones religiosos, políticos y morales impuestos y admitidos a la
fuerza hasta entonces. Política y religión se cuestionaban en España con
unas cuantas páginas de historieta de calidad y llena de belleza
estética. Haxtur contra los monstruosos fantasmas del pasado, dirigido
inevitablemente, fatalmente, por los fúnebres mensajeros del más allá
que tejen la trama del destino del protagonista.
De apariencia más bien débil, Haxtur contrastaba con el musculoso Conan
que por aquel entonces también había hecho su aparición en las
publicaciones de Marvel, rescatado de los pulps de los años
treinta. La barba del personaje era revolucionaria, en oposición a la
belleza imberbe de los héroes clásicos del tebeo. Estábamos ante algo
nuevo, diferente, con significado profundo. La historieta estaba
empezando a reflexionar, a atreverse a manifestar una oposición a la
opinión establecida. Es cierto que las circunstancias se prestaban a
ello. Ya antes, y en circunstancias muy diferentes, se pueden notar
estos hechos con historietas españolas como las realizadas por Manuel
Gago, El Guerrero del Antifaz y El Pequeño Luchador, o
Iranzo, con La familia Pepe, Rayo Kit y El Capitán
Coraje. Pero los tiempos habían cambiado y el autor era capaz de
expresarse de manera más clara. La historieta quería ser adulta, con
significado artístico e intelectual, y no simplemente una obra de
consumo para la distracción del ocio. La historieta española quería
ponerse, y se puso, al nivel de las obras del extranjero.
Yendo aun más allá, se mostraba también al individuo desgarrado ante una
sociedad alienante y una condición humana trágica e ineluctable.
Es la
temática del exilio.
El que deja su lugar natal es comparable a un árbol que ha crecido
durante largo tiempo en un sitio donde la tierra es rica y el clima
cálido.
Se ha sacado ese árbol de la tierra y se ha replantado en
una tierra deficiente y en un clima frío. Al principio quizás parezca
que se ha arraigado de nuevo, quizás hasta produciendo fruto. Sin
embargo, muchas veces ocurre que sus hojas se marchiten y que el árbol
muera. Otras veces, el árbol continuará vivo y dando fruto, pero éstos
ya no tendrán el mismo sabor, quizás ni siquiera el mismo color, porque
ha sido sacado de su morada natural.
El exiliado se ve
obligado a vivir en un medio muy distinto al suyo: nuevas costumbres,
nuevos idiomas, nuevas mentalidades, clima diferente... y, con el
tiempo, esa sensación que va manifestándose poco a poco, la desilusión,
la nostalgia, el sentimiento de frustración.
Y, sobre
todo, la evidencia de ser un extranjero, de ser considerado como un
extranjero, de ser víctima de la discriminación, del racismo. Y empieza
uno a suspirar por su país, por su región, por su pueblo, por su calle,
por los paisajes con los que se había familiarizado, con los que se
había identificado. Víctor de la Fuente es el eterno exiliado y lo será
siempre. Por eso tiene autoridad para hablarnos de este tema a través de
su obra.
En Haxtur, la transposición del héroe desde un mundo concreto (el
de la guerrilla en la selva, tema revolucionario por excelencia) a un
mundo onírico / fantástico, lleno de simbolismos y de alusiones
mitológicas, con el consiguiente desarraigo del individuo, es también la
temática del exiliado.
Es la
temática fundamental de Víctor de la Fuente, el exiliado permanente. Es,
al mismo tiempo, la temática fundamental de la humanidad, del hombre,
quien desde el principio de su existencia fue exiliado del Paraíso
original y al que tiende a volver, aunque sólo sea en sueños. Nostalgia
del Paraíso perdido y aspiración al retorno a la naturaleza, la pureza,
la belleza, la felicidad.
Los Jinetes del Apocalipsis lo condenan a errar en el tiempo y en el
espacio, en busca de un destino que inexorablemente le conducirá a la
muerte, como todo mortal.
Este mismo
hecho de personaje de historieta que muere da su significado a la
creación del personaje que es el portador del mensaje del autor. Como
todo personaje propio de Víctor, como todo exiliado, privado de sus
raíces, Haxtur es un errante. Por eso son importantes y numerosas las
viñetas en las que Haxtur camina, corre o va a caballo. Es el caso
también de las series del Oeste. El exiliado no puede conocer el reposo
ni la felicidad. Soporta su sino con aguante, si no con resignación. Su
escapatoria es la acción en la aventura o su admiración de las bellezas
salvajes que le rodean. Esa es su razón de vivir.
Como en el caso del
artista, cuya razón de vivir es su arte y su relación con otros
exiliados (caso de Mathai-Dor, de Amargo, incluso de Sunday). Pero si el
personaje preferido de Víctor es Haxtur es porque en él reside la
personificación más exacta del artista, puesto que es la más personal,
la más individualista, la que tiene un principio y un fin.
No en
vano son los Jinetes del Apocalipsis quienes rigen su Destino, puesto
que ellos simbolizan el fin en todos los aspectos.
No impide que al final de la historia, cerrando el ciclo, se pone la
pregunta fundamental, como al principio de la historia: “¿Por qué?” y
toma una dimensión excepcional. Ha terminado la encuesta y no hay
respuesta a la interrogante del personaje, como no la hay para el
artista.
Notamos lo que no es un capricho del dibujante: Haxtur porta la espada a
la derecha, pero no es zurdo. Es a la derecha que el héroe llevaría la
pistola si estuviéramos en una historia del Oeste. Su posición refuerza
el sentido simbólico de la espada. La derecha simboliza el poder y el
apoyo. Es además un símbolo de la guerra, pero también símbolo de guerra
espiritual, puesto que la Biblia llama a la Palabra de Dios, ‘la espada
del espíritu’. En el caso de Haxtur, la espada representa el instrumento
con el que el héroe puede enfrentarse al Mal bajo todos sus aspectos. El
instrumento representa la rebelión armada, pero también las ideas y
cualquier objeto que pueda servir para defender sus ideas, como la
expresión artística en cualquiera de sus manifestaciones. Sólo al final
de la historia, tanto Haxtur como su doble dejarán sus espadas clavadas
en tierra, cuando ya no será posible seguir peleando a causa de la
muerte inevitable, lo que muestra la forma cruciforme de las armas, como
señalando unas tumbas. Permanecerán allí como un Memorial del combate
que han llevado a cabo, mientras caminan, decididos y valientes, hacia
su destino.
Víctor de la Fuente ha expresado en Haxtur sus convicciones, su
reflexión sobre el hombre y el mundo, sobre el sentido de la vida, sobre
su relación con el Creador. Ha expresado con fuerza y sentimiento su
condición de exiliado, su angustia, su amor de la vida y de lo bello.
Se impone un análisis detallado de esta obra, LA OBRA por excelencia de
Víctor de la Fuente, la única obra que consiguió realizar hasta el fin.
La obra por excelencia del EXILIADO. |