» VÍCTOR DE LA FUENTE Y EL WESTERN: DEL EXILIO A LA
AVENTURA
El Oeste...
Palabra mágica que despierta en la mente millares de imágenes de grandes
espacios, de cabalgadas, de caravanas, de ataques de indios, de duelos
entre pistoleros...
¡Cuántos y agradables recuerdos, emociones! Las salas de cine, las
novelas, los tebeos... Durante muchos años hemos disfrutado de la magia
y la fascinación que el Western ha ejercido en nuestra persona,
deleitándonos con la aventura y el romance.
Tiene algo el Western que lo hace universal.
El Western no ha muerto. Continúa vivo mientras los aficionados
estén ahí, y son muchos. Pero es verdad que el aficionado no acepta
cualquier cosa, no acepta la mala calidad. Conoce sus clásicos y desea
calidad en el texto literario, en la película cinematográfica, en el
dibujo y en el guión de los tebeos. Y el Western continúa vivo
también en las mentes populares, puesto que continúan leyéndose las
“novelitas del Oeste”, incluso El Coyote. Los más literarios continúan
disfrutando de la lectura de Jack London, Zane Grey, Louis Lamour, Max
Brand, Fenimore Cooper. En cine van reeditándose los grandes clásicos
del Oeste en DVD, para disfrute de los incondicionales. En los tebeos
españoles tenemos esas obras maestras que son El Pequeño Luchador
de Manuel Gago, El Coyote de Francisco Batet, Rayo Kit de
Iranzo, Dan Barry el Terremoto de José Ortiz, Apache de
Luis Bermejo, Mendoza Colt de Martín Salvador. El Pequeño
Luchador, en su época mantuvo el interés durante 12 largos años, a
pesar de la rapidez de ejecución y de inexactitudes históricas o de
detalle. Pero la narrativa de Manuel Gago estaba allí, con personajes e
historias de adultos que aun hoy se puede leer con interés para
evadirse, soñar e identificarse con los personajes, para pasar un buen
rato. Aquella serie cumplía con su objetivo y ahí está, como uno de los
grandes clásicos de la historieta española. Un clásico del que muchos
guionistas y dibujantes de hoy podrían tomar ejemplo. Hay que decir que
Víctor de la Fuente, exiliado en los años cuarenta, no conoció este
clásico ni muchos otros.
Luego vino la decadencia. Y algún sobresalto, como el Gringo de
Carlos Giménez y... SUNDAY, de Víctor Mora y Víctor de la Fuente.
La situación del Western cuando comienza a dibujar Sunday
es interesante, puesto que el dibujante, gran admirador del género, ha
seguido siempre su evolución con interés.
Y
en primer lugar hay que pensar en el cine, que es una de las mayores
influencias ejercidas sobre los dibujantes y guionistas de la
historieta. En los años cincuenta hubo abundancia de películas del Oeste
en las pantallas con actores como John Wayne, Gary Cooper, Burt
Lancaster, Kirk Douglas, James Stewart, Henry Fonda. En los años
sesenta, estos actores empiezan a envejecer, la televisión tiene un
impacto considerable en las familias y el Western, falto de
renovación, se encuentra moribundo. Grupo salvaje, obra maestra
de Sam Pekinpah y del Western prueba este hecho al mostrar su
visión pesimista del pasado y sombría del porvenir, al evidenciar el fin
de una época, al destruir los mitos establecidos y poner en su lugar el
realismo desnudo. Es el fin de los sueños, la llegada del progreso, el
fin de un mundo. Y llegó el Western italiano, contundente y
renovador al principio, con un Sergio Leone genial y una nueva visión
del género. Víctor recibió todo el impacto del Western
crepuscular americano y del italiano, lo que se traduce en su obra.
Las obras de Víctor guardan numerosos puntos comunes con el Western
tradicional y de calidad en los personajes, en la temática y en el
tratamiento, pero su deseo es también de renovar el género y producir
una obra de calidad. El público, víctima del bombardeo constante de la
publicidad sobre los manga, los superhéroes y los juguetitos y figuras
vinculadas a unos productos destinados al consumo masivo, no ha sabido
apreciar esas obras que van a contrapelo de la moda. En América se han
producido algunas obras de calidad, como Jonah Hex, Scalphunter o
Bat Lash, pero todas han terminado por desaparecer. Sólo en
Europa se han dado algunas series que han logrado mantenerse a través
del tiempo y a pesar de las modas, mostrando que, a pesar de todo, hay
un público para el Western: Blueberry y McCoy en
Francia, Tex y Ken Parker en Italia)
Las estructuras narrativas del Western son reducidas y se pueden
resumir simplemente en cuatro: 1) el tema de la búsqueda (de un tesoro,
de una tierra, de un forajido, de un desaparecido); 2) la venganza
(quizás el tema más frecuente); 3) la guerra (Norte contra Sur, guerras
indias, guerras entre terratenientes, entre vaqueros y ovejeros); 4) el
sheriff y el pistolero.
En todas ellas se encuentra casi siempre un denominador común, que es el
personaje clave del Western: el caballero solitario, viviendo su
libertad, a veces huyendo de la Ley, o huyendo de sí mismo, en las
inmensidades del paisaje del Nuevo Mundo, aplastado bajo el peso del
ardiente sol, perdido entre
las desolaciones del desierto, con sus
amenazas insidiosas, hostiles, inquietantes. Aún en medio de los otros,
en un garito lleno de gente, en una ciudad, en un tren, en un poblado
indio, el caballero está solo, se siente solo, incluso preserva su
soledad para conservar su libertad, su independencia. O, incluso, para
vivir su propio tormento, como complaciéndose en su sino, como
desafiando al destino y burlándose de él al aceptarlo. El Western
es, con mucha frecuencia, uno de los géneros básicos de la temática del
exilio. Y en este género, el exiliado busca la aventura como exorcismo a
sus males.
Aunque Sunday no sea una obra personal del dibujante, ya que el
guión es de Víctor Mora, encontramos en esta serie la temática que le
preocupa. El coronel Sunday es un antiguo oficial del ejército nordista
durante la guerra de Secesión. Al volver a su casa descubre su rancho
reducido a cenizas y su esposa muerta, asesinada por los hombres del
bandido sudista Quantrill. Traumatizado, con la muerte en el alma,
Sunday parte en búsqueda de su hijo, desaparecido en la masacre.
Como en una búsqueda del Santo Grial, Sunday busca a su hijo, lo que le
hace recorrer territorios y ayudar de paso a los necesitados, víctimas
de las injusticias. Frecuentemente consulta su reloj de bolsillo que
lleva una foto de su hijo. Así, Sunday es un exiliado, un desarraigado,
en búsqueda de lo que quizás es sólo una quimera, puesto que ignora si
su hijo vive o murió. Mirando su reloj, mira pasar el tiempo que le
acerca, inexorable, irreversible, hacia sus seres queridos.
Esta obra, de calidad, tiene el mérito de haber puesto de manifiesto la
capacidad artística del autor, antes de Haxtur.
Después de sus problemas con Trinca, y para ganarse la vida,
realizó algunas historias de horror erótico, entre las cuales una
monumental de 452 páginas, ‘Los guantes del horror’. Y también una serie
Western erótico, MORTIMER (12 números, de VI-1973 a
V-1974). Con guionista anónimo, la serie sobresalió del montón a causa,
claro está, de la calidad del dibujante.
Sin duda el protagonista fue inspirado por el personaje interpretado por
Lee Van Cleef en Per qualche dollaro in più (1965), el coronel
Douglas Mortimer. Esta serie fue prácticamente la última de todo un
tropel de personajes inspirados por el Western italiano (Ringo,
Gringo, Trinità, Desperado).
Elegante y con un fino cigarro entre los labios, jugador de naipes y
buen pianista, Mortimer es un Clark Gable cínico y sombrío, del que ha
desaparecido la sonrisa.
De mirada
fría y dura, inquietante, amenazadora, realzada por el hecho de que una
de sus pupilas es más clara que la otra, es como un personaje de novela
negra, un enviado de la muerte. Parece arrastrar detrás de sí un pasado
que le ha matado el alma y cauterizado sus sentimientos y sus principios
morales. En el primer episodio vemos que Mortimer tuvo una decepción
amorosa que le atormenta desde entonces y de la que nunca curó (cuando
tiene relaciones con la hermana de la mujer que ama, es en la otra en la
que piensa). Esto le ha hecho cínico con las mujeres y le ha dejado
solitario, sin rumbo fijo en la vida, sin ilusión. Es un exiliado de la
vida.
Nunca conoceremos otros detalles de su pasado, quizás demasiado negro
para ser contado a simples mortales y que permanecerá en el rincón
oscuro de la mitología tebeística.
Mortimer es un cazador de recompensas que captura o mata a los
criminales para ganarse la vida (quizás la impresión que tiene el
dibujante de ser obligado a realizar obras por dinero, como un
mercenario. Esto es también propio del exiliado que debe trabajar en lo
que sea y como sea para sobrevivir.) Mortimer recorre los grandes
espacios y pueblos sombríos o grandes haciendas con la perseverancia de
un ave de presa, implacable con sus víctimas, desprovisto de
sentimientos hacia las mujeres que seduce. Es una máquina de matar,
perfectamente preparado para cualquier eventualidad, una amenaza
viviente que respira el aire envenenado de la justicia expeditiva.
Ejerce un fuerte atractivo sobre las mujeres que le salen al paso, para
las que representa el lado oscuro y tenebroso del amor físico, como la
expresión de la desesperación y amargura del personaje. Mortimer ama
como mata, fríamente, con eficacia y sin dejarse dominar por los
sentimientos que ha aprendido a dominar perfectamente. Sin embargo, sólo
mata criminales, nunca inocentes. Quizás espera que una bala le quite de
en medio y termine así su calvario interior.
Víctor conoce esa otra obra maestra del Western que es Jonah
Hex, publicado en los EE UU por DC. Mortimer le tiene un cierto
parecido, en particular en la mirada, en los ojos, para conseguir un
efecto algo similar: hay un contraste entre el ojo derecho que es
marrón, y el izquierdo que es de un azulado blanquecino, añadiendo así a
la frialdad y a la dureza de la inquietante mirada del pistolero.
En 1975 aparece un nuevo Western, esta vez con guión y dibujos
del artista: AMARGO.
Alto, delgado, curtido por el sol y ostentando un varonil bigote al
estilo de Charles Bronson, Amargo es un caballero solitario, presto a
ayudar al débil y al oprimido, incluso a los indios.
Aunque solitario, es acompañado de vez en cuando por el viejo Cacto,
clásico personaje de simpático cascarrabias basado en aquellos pícaros y
vivarachos “abuelos” de los Western del cine y de los que hay
amplia muestra en la historieta (el famoso Cherry Brandy del Mani in
alto de Roy d’Ami en Italia; el Jimmy McClure del Blueberry
de Giraud en Francia; el Joe ‘Gruñón’ del Rayo Kit de Iranzo en
España, por ejemplo.)
Amargo fue raptado de niño y criado por los indios apaches. Con ellos
aprendió las técnicas de combate, a rastrear pistas y a desarrollar
cualidades tales como la bravura, la honradez, la lealtad, la
generosidad.
Desgraciadamente, lo efímero de la serie impidió el desarrollo de un
personaje prometedor que seguramente habría brillado en el universo del
Western en la historieta. Sólo se publicaron dos álbumes en
Francia:
El baile de los buitres,
en el que se relata el ataque de un rancho y el rapto de una niña, tras
el asesinato de sus padres, por una partida de apaches bajo el mando de
“Manolito”. Sigue su rescate por Amargo, Cacto y otro vejete, buscador
de oro y amante del whisky, Hank ‘Miserias’, quienes tienen que
enfrentarse a los apaches y a una banda de pistoleros que quieren
arrebatarles la niña para cobrar el rescate. Cuando Amargo devuelve la
niña a su abuelo rechaza la
recompensa, pues la ha rescatado, no por el dinero, sino para evitarle
la misma experiencia que él tuvo de niño.
Requiem por un juez,
una historia de lucha entre terratenientes por la posesión de unas
tierras ricas en agua.
Un simpático
juez, amante de las cartas y que llega a “desplumar” a Cacto, es el
personaje de la historia que conduce al estallido de la crisis aportando
pruebas contra el ambicioso Rainwater (¡!). En este episodio aprendemos
que Amargo participa en las conversaciones por la paz entre las tribus
indias y el ejército, llegando incluso a herir a un oficial fanático que
deseaba la guerra.
El personaje es rico e interesante y se inscribe en la larga tradición
de los personajes solitarios con un pasado a cuestas que les pesa como
una cruz.
Si la serie hubiera continuado, sin duda habríamos tenido
bellos episodios magistralmente dibujados por un autor en pleno dominio
de su arte y que se encuentra en su elemento describiendo los inhóspitos
y pedregosos paisajes del desierto, los ranchos con innumerables
detalles interiores como muebles y utensilios o una manta artísticamente
adornada, que contribuyen a la creación de un ambiente sabrosamente
verídico.
Amargo tiene un rostro parecido al de Mortimer, pero
mucho menos duro, seguramente basado, además de en el de Charles Bronson,
en el de Franco Nero, el actor italiano de belleza inquietante,
intérprete de numerosos Western italianos, en particular la serie
Django.
A
pesar de su humor, de su amor a la vida y a la justicia, la amargura
está ahí, como símbolo de la dualidad del personaje.
Es la
amargura propia del exiliado. Desarraigado desde su tierna infancia,
educado por los apaches, es decir, por los poseedores de una cultura
diferente, Amargo ha sabido adaptarse y aprovechar los aspectos
positivos de esa cultura suplementaria, como el extranjero se nutre y se
enriquece con las aportaciones de la cultura del país que visita.
No impide que
la experiencia siempre sea dura, que conlleve su dosis de sufrimiento,
de frustración, de añoranza, y que deje la marca del sufrimiento en la
carne, en el temperamento, en el alma.
El exiliado
es marcado para siempre, como Amargo en su personalidad, en la expresión
de su rostro, en la amargura, en su constante errar.
Por fin, llegaron LOS GRINGOS, una excelente serie, póstuma, del
gran guionista Charlier. Con buena documentación adquirida en un viaje a
México, una historia de la revolución mejicana, Víctor realiza con
cariño esta serie, que aparentemente también ha parado, puesto que el
último álbum se publicó en 1996.
Los Gringos
no es un verdadero Western, aunque se le clasifique como tal.
Cierto es que tiene muchos elementos del género del Oeste, pero es en
realidad un híbrido con componentes policíacos, de espionaje y de simple
aventura. La acción se desarrolla en el México de 1912, alegre y
ruidosamente desgarrado por la guerra civil. En este marco histórico
preciso y detallado, los protagonistas viven unas desenfadadas aventuras
exóticas en las que ya intervienen los elementos del progreso que
mataron al Western: los aviones, los coches, las armas
automáticas y las ametralladoras. Se nota en el tratamiento una cierta
nostalgia porque el tiempo pasa inexorablemente y ya no volverá.
Los dos simpáticos y nerviosos protagonistas son Pete, un ladrón de
bancos del Oeste, y Chett, un aviador acróbata. Perseguido por la
policía, Pete se rinde a El Paso con intención de pasar a México, lo que
consigue obligando a Chett a llevarle en su avioneta. Allí caen en manos
de los mejicanos, quienes les obligan a trabajar para ellos como
mercenarios, y, con las sorpresas de los acontecimientos que se suceden
a rapidez vertiginosa, pasan de un bando a otro, viviendo la Revolución
Mejicana como unos alegres extranjeros llenos de vitalidad, de ganas de
vivir, de valentía... y de ganas de llenarse los bolsillos.
Una obra excelente, bien continuada por el guionista Guy Vidal y tratada
con un excelente dibujo que nos ha dejado con ganas de que durara mucho
más.
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