Publicación con formato de cuaderno de cuatro páginas impresas en color. A partir del número 15 fueron impresos en blanco y negro y su precio se redujo a la mitad.
Semanario con formato tabloide (a imitación de los suplementos dominicales estadounidenses, con sus Sunday pages pioneras) y que se considera uno de los primeros tebeos españoles, pues fue la primera publicación que contuvo exclusivamente historietas, al contrario que otras que le precedieron, como En Patufet, que dedicó gran parte de su contenido a textos o, como Mamarrachos, que en sus últimos números ofrecía casi exclusivamente historietas pero no en todos los números de la colección). El reconocimiento como primer tebeo queda por decidir ante títulos como Monos (Madrid, 1904), publicación humorística de 16 páginas que ofreció historietas salvo por las tres o cuatro de la publicación que destinó a pasatiempos, textos o fotografías. Monos, además, incluyó traducciones de historietas estadounidenses, como las de Verbeek, e inició la denominada "primera novela gráfica española".
En Dominguín destacaron especialmente los autores Joan Llaverías, que utilizó la firma Llaverías o ninguna, y otro historietista que firmaba con un pentagrama con notas musicales; investigaciones del coleccionista barcelonés Francisco Sánchez Obiol concluyen que, muy probablemente, tras esa enigmática firma se esconda Ramón Espoy de Samà, hermano del editor de la publicación, José Espoy de Samà. Tanto Llaverías como este "dibujante del pentagrama" -cuya firma, presumiblkemente, debe leerse "Res"- y, aún más, los autores anónimos que publicaron historietas al final de la colección, demostraron la influencia en sus trabajos de los grandes genios de la historieta americana de principios del siglo XX, sobre todo de Winsor McCay (que se conocía en España desde 1907, cuando apareció traducido en La semana ilustrada bajo el título "Los sueños de Manolín"), Rudolph Dirks, Frederick Opper, Bud Fisher y, si acaso, Lionel Feininger.
De impresión cuidada, la publicación aportaba hitos en la evolución del lenguaje del medio en España, sobre todo en las fantásticas ideas de Junceda o en las cuidadas obras de Opisso y del autor que firmaba con un pentagrama, si bien éste observó cierta irregularidad en sus historietas. Donaz y Apa, que dio aquí sus primeros pasos, aportaron algunas obras estimables, y también asomaron otros autores de escasa obra conocida, como Pal (antes editor y dibujante en Arlequí) o Lisette (que si no fue otro seudónimo de Llaverías pudo ser una de nuestras primeras historietistas). A partir del núm. 15, el editor Espoy se vio obligado a rebajar la inversión que hacía en la publicación ya que se advirtió al público que dejaría de imprimirse con el costoso sistema cromolitográfico para pasar a hacerlo a una tinta. Desde ese número se hizo cargo casi al completo de la revista Llaverías, y resultó curioso ver cómo se modificaron los argumentos al amor del atractivo del cine, observándose en sus páginas la presencia de Charlot (rebautizado Carlitos), por ejemplo, en varias historietas anónimas.
En 2012, un grupo de coleccionistas denominado Locos por los Cómics, lograron recuperar todos los números de esta colección y confeccionaron una edición facsimilar de gran lujo, encuadernada en un tomo en cartoné, la cual llevó un texto explicativo.