Información de la editorial:
La censura obligó a Antonio Mingote y a sus cofrades del buen humor a afinar la intención, propinarles vueltas y vueltas de tuerca a las cosas, apuntar por elevación («creo que se dice así en artillería»), hacer ejercicios de elipsis, sobreentendidos y ambigüedades.
«Esto no es deseable, pero ha tenido por consecuencia unas herramientas más pulidas y un ingenio más aguzado», confesaba el maestro a propósito de la guillotina censora. La censura rasgaba las páginas y los dibujos no aptos con un lápiz rojo.
Desvelamos en esta obra todos los chistes que fueron censurados por la maquinaria del régimen, que obligaba al director de periódico de turno a tener que censurar a su dibujante. Se ofrecen también varias series de bocetos y apuntes en las que se aprecia el trabajo tentativo del artista hasta llegar a dar forma definitiva a sus personajes o a sus libros. De igual modo, se incluyen relatos y apuntes inéditos que nos dan una visión más completa del genio Mingote.