Tebeo no comercial, repartido en mano por el autor en el Salón del Cómic de Valencia.
Prólogo, de Andrés Carrasco
Microprólogo. Nunca había hecho un microprólogo y mucho menos uno que englobe todo lo que podría decir en tan corto espacio. Así que olvidaos de que mencione nada sobre el claro homenaje a Ciudadano Kane que el autor se marca en sus páginas, en las que Antonio, el protagonista “dibujero”, una especie de Randolph Hearst a la española, llega a lo más alto del panorama “Comiquero”. Tampoco esperéis que haga la típica presentación llena de halagos hacia su autor con habituales comentarios sobre la frescura que mantiene su cómic a pesar de los años que han pasado desde que lo dibujó. O sobre la fluidez narrativa del autor para condensar en poco más de cuatro páginas (en el original) una historia como esta. Ni del magnífico uso de la mancha. Ni su habilidad para conjugar minimalismo y Naïf. Ni de la clara influencia de Mariscal o su acertada capacidad compositiva. Si esperáis leer el típico prólogo os voy a decepcionar y bastante. Así que seré muy escueto: “Cuando Antonio despertó el tebeo de Tintín aún seguía allí”.