Las aventuras de Juan Porreti no son aptas para caretas. Gory mezcla historietas cortas con tiras y páginas sueltas, pero con un tono común: son historias sacadas, delirantes, pasadas de rosca. Por ejemplo: el protagonista se enfrenta a los Pitufos mientras busca hongos “flipantes” para una sopa. El yeite cannábico ordena la propuesta, que jamás se corre del humor ácido, pirado, grotesco. Gory sigue esa línea estética, que lo emparienta con otros de su generación –como la mítica Lule Le Lele–. Pero, además, se revela como un notable dibujante, con buenas soluciones gráficas y gran capacidad para armar composiciones complejas, pero fácilmente legibles y, claro, graciosas.