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Zora Neale Hurston (1891-1960) está hoy considerada uno de los nombres clave del llamado renacimiento de Harlem, el tumulto artístico que durante los años 20, cuando todavía no se usaba el término “afromericano”, germinó en ese barrio neoyorquino. El jazz, así como la pintura y la literatura de raíz afroamericana, estaban destinados a extenderse por todo el país. Las novelas, relatos y poesías de esta escritora folclorista, sin embargo, no iban a ser reconocidas en su valor hasta después de su muerte, que le sorprendería en la miseria.
Zora Neale Hurston había nacido en un poblado negro de Florida. Creció alternando trabajos de camarera o empleada del hogar con estudios de Antropología. Lo hizo en una época en que los prejuicios raciales eran más que prejuicios y bajo un clima sociopolítico surcado por borrascas frecuentes. Solo su convicción personal, el orgullo de la libertad y una actitud arrojada le iban a permitir componer una obra literaria que hoy es patrimonio de la humanidad.
Después de La mujer rebelde, su celebrada glosa biográfica de Margaret Sanger, el autor de Odio pone su talento al servicio de otra figura de fuego, auténtico ejemplo de integridad personal.