RECUERDOS DEL HEREDERO DE MASSAGRAN, POR JOSEP M. BEÀ.
Hay mucha bruma en el recuerdo sobre mi colaboración en Patufet.
Todo ocurrió muy deprisa. Me dieron los guiones, y cada semana debía entregar dos páginas con indicación de color sobre papel vegetal. En la contraportada del número 49, correspondiente al día 9 de octubre de 1970, se anunció la aparición del cómic "L’hereu d’en Massagran". Las dos primeras páginas aparecieron en el siguiente número.
El papel y la calidad de reproducción de la revista eran precarios, y sólo le faltaba aquel espanto de color tratado en falsa selección por un grabador que no tenía ni idea del asunto. El contenido de la revista era sumamente ingenuo, yo no tenía ni idea de a quién me dirigía cuando dibujaba a Massagran. Al genial Perich le ocurría lo mismo, en una ocasión me dijo: «Beà, ¿quién es el público y dónde se le encuentra?» Página de la entrega octava de Beà
El problema de resucitar y actualizar una revista del pasado siempre es una aventura muy arriesgada. En el caso de Patufet los lectores se dividían dos grupos: uno mayoritario formado por lectores nacidos a principios del pasado siglo que se decepcionaron al no encontrar la misma revista de su infancia y una minoría de jóvenes que no soportaban el sabor de lo añejo.
He encontrado dos cartas aparecidas en la sección de opinión del lector que hablan con claridad sobre lo que acabo de exponer:
Número 155. 6/4/1973. Lector joven cabreado. Traduzco del catalán:
(...) Quiero decir algo: o algunos autores varían la concepción de sus obras (de estilo anticuado) o que se entierren con ellas. Y otra cosa: hay autores de viñetas que tienen un estilo muy moderno de dibujo, pero el texto es muy ingenuo; de esta manera, Patufet sólo se leerá en asilos y guarderías infantiles. Con eso quiero decir y recordarles que en la portada se lee “Revista infantil y juvenil” y no “Revista infantil y para la vejez".
Número 166. 22/6/1973. Lector de 73 años bañado en nostalgia. Traduzco del catalán:
(...) el sábado pasado compré Patufet y he de decir que tuve una decepción: vi que la revista no podía interesar a nadie; dibujos tal como se estilan ahora, sin ninguna gracia, que no tienen ningún interés ni expresión. Y temas americanos fantásticos con pistolas y cosas incomprensibles (...)
Creo que llegué a dibujar unas 20 páginas de "L’hereu d’en Massagran" sin motivación alguna, y el resultado fue deficiente. Conservo un gran recuerdo de los magníficos autores con los que compartí páginas, como Perich, Peñarroya, Juez Xirinius, Batllori Jofré, García Lorente, Joaquín Muntanyola, Isidre Monés, Fer, Tom y sobre todo recuerdo el entrañable trato recibido siempre por el buen amigo Pere Olivé.
No recuerdo a qué se debió la interrupción de mi trabajo, aquí se concentra la niebla, me veo andando hacia la editorial, me detiene Perich y me dice: «No vayas. Han quebrado. Es la tercera editorial que cierro en un año». Puede que se tratara de otra editorial, en aquel sector había varias. Lo que sí recuerdo es que, como siempre, nos sentamos en la terraza del Bar Estudiantil, frente a la Universidad, y tomamos un vermut con anchoas. En la imagen de las anchoas no hay niebla alguna.
El dibujo de Massagran lo acabé pasando a un buen amigo que en aquellos días trabajaba conmigo, Ramón Sola, que usaba Abel como seudónimo; con los años, se instaló en Londres donde se dedicó a la ilustración de portadas.