Como es bien sabido, a partir de cierta edad está fresca la memoria para las cosas del ayer y se olvidan las más recientes.
Por eso cuando te piden algo que se remonta a tu infancia no puedes contar los detalles, pero sí la impresión que aquello te causó. Y más cuando te lo piden con urgencia, como es habitual en esos menesteres, para que hables de algún ser real o de ficción cuando se cumplen cien años de su creación, como es el caso de Les aventures extraordinàries d’en Massagran que escribió Josep Maria Folch i Torres en 1910 e hizo las delicias de miles de lectores con ganas de pasarlo en grande sumergidos en las páginas de un libro.
Lo curioso es que yo leí a Massagran sin saber que se trataba de él. Las lecturas en catalán no estaban permitidas en las escuelas españolas de los años cuarenta del pasado siglo, y por lo tanto leí una traducción en la que Massagran se llamaba Noteapures, opción muy conceptual y no literal como, por ejemplo, la del personaje Nas Roent, que se llamó en castellano Nariz Candente.
Un muchacho que siente una especial atracción por el mar (casi todo adolescente la siente) y se embarca con la intención de conocer nuevos países y costumbres, con inusual capacidad para vencer obstáculos, me parecía tan seductor como los personajes de Jules Verne, que también hacían las delicias de nuestros años mozos. ¿Quién no quería ser Un capitán de quince años en un país de cerrados hábitos de posguerra?
Por ello, cuando tuve ocasión de trabajar en la redacción del semanario Patufet, aquel intento de resucitar En Patufet que tuvo lugar entre diciembre de 1968 y junio de 1973, volvió a sonar el nombre de Massagran y hubo un intento de publicarlo de nuevo, pero por aquello de querer estar al día, en lugar del original se optó por un Massagran descendiente del anterior y más acorde con los tiempos presentes.
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| Portada del núm. 50 de Patufet, ilustrada por Olivé, tebeo en el que se ofreció la primera historieta de Massagran dibujada por Beà. | |
Puesto que en el consejo de redacción contábamos con
Ramon Folch i Camarasa, hijo del mismísimo
Folch i Torres, también escritor y ganador de varios premios literarios, la propuesta tomó cuerpo, y la idea de escribir un guión de historieta le gustó a
Folch y se puso con ello de inmediato.
En el número 50 de Patufet, el 23 de octubre de 1970, aparecía el primer capítulo de L’hereu d’en Massagran, que siguió sin interrupción hasta el núm. 89, con fecha del 24 de diciembre de 1971.
El dibujante elegido para tal menester fue Josep Maria Beà, quien a las pocas semanas de dibujarlo, lo pasó a un ayudante y amigo suyo llamado Abel, que empezó entintando y acabó dibujando el guión completo. Para ser exactos, las diecisiete primeras entregas están firmadas por Beà, y de la 18 hasta la última por Abel. Los guiones los firmó siempre Folch i Camarasa con el seudónimo de Folkson.
El estilo de Beà no convenció nunca a Folch i Camarasa, que quería para Massagran un autor más cercano al modo de hacer de Junceda, que fue el primer dibujante en dar vida al chico aventurero. Algunos personajes secundarios, como la inolvidable tribu de los Karpantes, quedaron en la memoria colectiva y resultaron fuente de inspiración para otros autores. Los célebres caníbales y náufragos de Coll, el famoso Carpanta de Escobar, o el estilo del formidable Josep Maria Madorell, no habrían existido sin el trazo magistral de Joan García Junceda.
Fue precisamente a partir de 1981, siete años después de que Patufet pasara a mejor vida, cuando Massagran volvió de nuevo con toda su fuerza y esplendor, gracias a la maestría de Madorell, que tenía algo del encanto de la línea clara de los autores francobelgas, de la fluidez, flexibilidad y elegancia de los personajes de Coll y del rasgo expresivo de Junceda, quien acertó totalmente con la creación de un Massagran para los lectores de finales del siglo XX y principios del XXI. Publicado inicialmente en las páginas de la revista Cavall Fort, después en álbumes, siguió en dibujos animados para televisión y también en una versión teatral de notable éxito.
Lo mejor de todo es que, pese a los altibajos y aconteceres cotidianos, Massagran cumple cien años de vida, y tiene el cariño de muchísimos lectores, gracias a su creador, Folch i Torres; a su hijo, Folch i Camarasa, qué tomó el testigo con habilidad extraordinaria, y a todos los dibujantes que, con mayor o menor fortuna, han intentado que siguiera vivo, especialmente al maestro Madorell, que recreó el Massagran definitivo para deleite de lectores del presente y la posteridad.
;)
